ECC, Barcelona, 2024
224 páginas, 30 euros
REALIDAD Y FICCIÓN
El dibujante Igor Kordey ofrece otra exhibición de su poderoso dibujo. El guión nos cuenta qué pasaría si una especie de Cisco Kid cobrara vida y habitara entre nosotros. Nada bueno, ya se lo adelanto.
En los últimos años hemos visto desfilar a unos cuantos dibujantes de origen croata, todos extraordinariamente talentosos. Junto a Kordey podemos recordar a Tonci Zonjic, Goran Parlov o Esad Ribic. Se han integrado con naturalidad en el mercado americano aunque en cuanto pueden regresan a sus raíces europeas donde facturan productos con los que se sienten más vinculados. Kordey lleva ya tiempo colaborando con Macan, que firma los guiones de Marshall Bass. Allí, como en este Texas Kid, los grafismos son muy superiores al texto. Según parece fue un empeño del dibujante, que se enamoró de un relato del guionista y le estuvo dando vueltas durante años, hasta que consiguió darle un desarrollo con el que podía sentirse satisfecho.
Me cuesta discernir qué vio Kordey en el cuento original, más allá de una buena excusa para facturar dibujos chulos, que es lo que hace a lo largo de las más de doscientas páginas que componen la obra. A sus seguidores ya no necesita convencernos. Es una auténtica bestia del dibujo y aquí vuelve a demostrarlo. Con unos acabados contrastados y muy personales, con perspectivas que cortan el aliento, con primerísimos planos abrumadores, con páginas de estructura cambiante y precisa, ajustada a lo narrado, con esos juegos de luces y sombras que nadie practica como él, etc. Es el dibujo el que justifica la adquisición de este volumen.
En el guión supongo que hay buenas intenciones que muchos sabrán valorar. Se nos cuenta la historia de dos dibujantes, padre e hijo y de la creación del anciano, un personaje del oeste muy popular que en las primeras páginas del tebeo vuelve a la vida. Un vaquero a la vieja usanza, vestido impecablemente de negro y que nos recuerda, con sus grimosos labios negros a la estirada creación de Salinas, Cisco Kid. Está claro que Macan le tiene tanto paquete al vaquero dandi como yo porque su Texas Kid es una sabandija de primera, así que difícilmente podríamos leer en él algún tipo de homenaje a una vieja gloria de las tiras de prensa clásicas. Además de ese juego en el que creación y creador se sientan a la misma mesa, Macan añade algunos componentes más, como un regreso a la vieja Yugoslavia cuando cuenta la infancia del padre. Una niñez, por cierto, tan bruta y miserable como cabría esperar. Sobreviven a la guerra y no acaba de dar la sensación de que esa primera parte encaje del todo con lo que se cuenta después, centrado en la conflictiva relación entre padre e hijo. El niño quiere ser dibujante como el padre, pero como no recibe palabras de apoyo se hace punki y dibuja tebeos alternativos. Por en medio de ese drama familiar se pasea Texas Kid, acercándose a la novia del desgraciado protagonista (acercándose mucho) y comportándose de manera brutal con su madre. Al final no queda claro qué quiere contar Macan, yo me pierdo en sus elaboradas metáforas. Supongo que hay una profunda reflexión sobre el destino de los pueblos balcánicos, la brutalidad de los seres humanos, las difusas fronteras entre realidad y ficción o las problemáticas relaciones entre padres e hijos, cargadas de envidia y rivalidad. Supongo que se trata de todo eso pero no está bien contado, los personajes no están bien caracterizados y lo cierto es que lo que les pase me da un poco igual.
Eso sí, increíbles los malabares del vaquero sobre su caballo, esas cabezas reventadas por disparos a cámara lenta, los saltos a las partes más contrastadas cuando Kordey imita el estilo “de tebeo” o todas las dobles páginas en las que se nos ofrecen verdaderos recitales de dibujo. No puede ser más espectacular. Una pena el guión.
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