viernes, 30 de diciembre de 2011

PALMA EN LOS 80: HISTORIAS DE BARRIO de BELTRÁN y SEGUÍ,

Historias de Barrio, de Beltrán y Seguí, edita Astiberri. Palma 80' premios ciutat de palma
Astiberri.
 150 páginas, 18 euros. 

AJUSTE DE CUENTAS  


Hace cosa de un año Beltrán y Seguí ganaban el primer Premio Ciudad de Palma de Cómic (primero y último por una temporada). Yo les felicitaba desde estas páginas y auguraba una obra interesante, dada la trayectoria de ambos autores. Ahora se publica su novela gráfica.


Por un lado en catalán a cargo del Ayuntamiento y una editorial local que deja por un momento los zombis para dedicarse al costumbrismo de corte social; por el otro en español por Astiberri. En ambos casos una edición impecable, aunque las apariencias no servirían para nada si su interior fuese despreciable, que no es el caso.

Beltrán nos cuenta parte de su infancia y adolescencia. Algunos se han apresurado a hacer sociología de los ochenta, a recordar al “Vaquilla”, el apogeo de la heroína, la salida del franquismo y todo eso. Razones no les faltan ya que los autores se mueven entre aquello que Pasolini llamaba el lumpenproletariado.

Ya saben, esas gentes olvidadas de Dios a quienes Buñuel dedicó una muy mexicana y cruel película. También protagonizaron algunos films de Saura, aunque si alguien popularizó el tema fue sin duda Jose Antonio de la Loma. La posición dominante al respecto era muy ambivalente. Por un lado se cruzaban las clásicas acusaciones al sistema, culpable habitual de todo, mientras por otro se reconocía la peligrosidad de unos detritus sociales de difícil regeneración. Pero Beltrán esquiva con inteligencia la tentación de centrarse en la crítica social y, siguiendo en gran medida el modelo desarrollado por Carlos Giménez en su “Barrio”, desplaza hacia el fondo el contexto histórico y pone en primer plano a los personajes. Primer acierto en un trabajo lleno de ellos.

Otro es el que me engancha al álbum. Beltrán y Seguí cuentan cómo unos niños guían a los marineros americanos hacia el barrio de las putas para sacarse unos duros. En esas están cuando se topan con unos marinos de origen portorriqueño con quienes pueden entenderse. Como los críos no quieren volver a sus casas, los americanos los acomodan en su pensión. Ahí es donde yo temía una escena de abusos que ratificara la maldad intrínseca de todo yanki. Muy al contrario, el guión los presenta como dos tipos encantadores que invitan a desayunar copiosamente a los zagales. De tal manera que cuando la madre le pregunta dónde ha estado al niño Gabi, éste responde “¡en América!”. Creo que para muchos los USA han representado un sueño de libertad y democracia, a través de sus gentes, películas y tebeos. Sin embargo esa faceta apenas se nos muestra y nuestros jóvenes crecen con la idea cierta de que Estados Unidos representa el mal absoluto. Que alguien compense esta versión de vez en cuando es de agradecer.

A partir de ahí, todo mantiene un tono emotivo, cargado de humanidad, compasión y buenas maneras narrativas. Mis capítulos favoritos son los más breves y aquellos en que el protagonismo no recae en Beltrán sino en algún vecino, como el señor Paco. Es un relato preciso, poético, intenso y perfectamente rematado. El mismo tono seco y directo mantiene en el del albañil, su padrastro. Hay drama pero se evita el falso sentimentalismo, ofreciéndonos otro fragmento de realidad que nos conmueve.


Historias de Barrio, de Beltrán y Seguí, edita Astiberri. Palma 80' premios ciutat de palma
Vuelve a un empleo fuerte de las elipsis en “Semáforos”, aunque ahí puede generar cierta confusión. Sorprende todo lo que cuenta sobre abusos a menores, sin subrayado alguno. Nos recuerda que la violencia no es una cuestión de clase. Otro corte fuerte y este sí muy eficaz lo encontramos al final de “Invisible”. Ese fundido a negro con el que concluye el episodio corona una secuencia de acción perfecta. 

Y aquí conviene detenerse por un momento en el dibujante. Si Beltrán ha escrito con sencillez y precisión un conjunto de sucesos que nos enternecen a pesar de su dureza, ello se debe en no poca medida al prodigioso trabajo de Seguí. Atraviesa eso que el tópico define como “dorada madurez”, que en su caso es más bien plateada. Mantiene sus acabados a lápiz, que de alguna manera robustecen un dibujo básico y eficaz. Un trabajo maravilloso sin fisuras, lo borda. El color, a cargo de Gabi Beltrán, es tan contenido como sugerente, primando la creación de atmósferas y la transmisión de sensaciones. Emplea una gama sorprendentemente gris para los luminosos veranos palmesanos, pero le funciona. 

Los argumentos son consistentes y sólidos. Citaría todos los episodios pero no me queda espacio. Maravilloso el de las putas, aunque quizás me sobra algún subrayado del texto. Increíble el del descapotable y el final, aunque bonito, confío en que se quede en un “continuará” y pronto podamos disfrutar de más Historias del Barrio


¿Pegas? Apenas. Creo que algunos pasajes podrían cargar con menos texto y aligeraría todo lo dedicado al autoanálisis. Cuando permiten que los hechos hablen por sí solos y que los lectores saquen sus propias conclusiones, funciona mejor. Pero repito: el balance general es muy alto, estamos ante una obra interesante y, por partes, muy emotiva.

Con ella se cierra de forma brillante una larga temporada de relación especial entre el Ayuntamiento de Palma y el cómic. Ahora el tiempo dirá qué es lo que va a pasar. Desde aquí sólo me queda felicitar y expresar mi gratitud a los responsables. Especialmente al director del Solleric, Joan Carles Gomis, que tanto apoyó la línea de exposiciones dedicadas al medio y que tuvo mucho que ver con la creación del Premio Ciudad de Palma de Comic. Su etapa ha concluido y creo que puede sentirse bien satisfecho de sus logros. Yo lo estaría.

¡Feliz año nuevo a todos!

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viernes, 23 de diciembre de 2011

The Rocketeer. D. Stevens

HASTA EL INFINITO Y...

The Rocketeer.
Dave Stevens.
Norma Editorial. 
288 páginas, 26 euros. 

Entre los numerosos recopilatorios que últimamente han proliferado, compitiendo en tamaño y calidad, destaca el dedicado a Rocketeer, personaje creado por el extraordinario dibujante Dave Stevens, que nos dejó en 2008.

Stevens falleció con poco más de cincuenta años a causa de la leucemia. Su relación con el medio es escasa. Ayudó a Manning en Tarzán y luego se dedicó sobre todo al mundo audiovisual. No sólo a las series de animación, también colaboró en la promoción de Indiana Jones y en el storyboard del Thriller de Michael Jackson. Sus seguidores adoran la calidad de su dibujo y, sobre todo, la sensualidad de sus mujeres. De hecho, al introducir a un personaje que tenía los rasgos de Bettie Page en su serie favoreció una recuperación de la modelo. Stevens la buscó, se reunió con ella, le ayudó a reclamar sus derechos de imagen y acabaron convertidos en buenos amigos. Así que es en parte a él a quien debemos agradecer (o maldecir por) la proliferación de flequillos y peinados a lo Page.

Anécdotas aparte, la calidad de Rocketeer radica en el dibujo más que en la historia. Stevens fantaseaba con unos años treinta cargados de glamour. Por su serie se pasean estrellas de cine y monstruos de serie B, personajes de novela pulp como La sombra o secundarios extraídos de Doc Savage, biplanos y logotipos art decó. Es un mundo fascinante y arrebatador, más cuando viene servido por un dibujo tan brillante como el suyo, heredero del mejor comic clásico, con la calidad del entintado de Williamson y la sensualidad y el dinamismo de Frazetta. El problema es que, más allá de esa recreación de un momento mitificado y que como digo es muy atractivo, sus relatos son más bien planos. Los sazona con humor, lo que aligera la mezcla, pero nunca se preocupa tanto por los guiones como Mark Schultz. Su compañero de generación comparte con él no pocas intenciones y características estéticas, aunque Mark no se recrea tanto en la sensualidad como Stevens. Pero sí que analiza algo más sus guiones, lo que se nota en el balance final.

Xenozoic Tales es un tebeo serio, poderoso, y Rocketeer un divertimento, un gran entretenimiento sin pretensiones. Hay que dejarse llevar por el arte de Stevens, gran dibujante y mejor entintador, y olvidarse un poco del argumento, que no brilla por su profundidad. En todo caso este volumen es especialmente recomendable por todos los complementos que incluye: portadas, bocetos, diferentes versiones, anotaciones, etc. El coloreado digital es muy satisfactorio, lo que tampoco resulta tan habitual. Se agradece también que se nos aclaren todas esas manos que participaron en la aventura en New York, de Arthur Adams a Mike Kaluta, entre otros grandes.

Personalmente me sorprende un poco que en un tomo dedicado a Rocketeer no se cite la adaptación al comic de la película. Si el film era correcto sin más, el tebeo se deja leer con agrado. Peter David se encargó del guión y el dibujo fue cosa de Russ Heath. Y ya saben que si el viejo creador es bueno dibujando aviones, aún mejor se le dan las chicas. Aquí nos brinda toda una lección, con amplio despliegue de lencería de la época. Permanece inédito en España y yo me pregunto hasta cuándo.
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viernes, 16 de diciembre de 2011

Plaza Elíptica. Valenzuela

UT PICTURA POESIS

Plaza Elíptica
Santiago Valenzuela
Ediciones De Ponent.
144 páginas, 20 euros.

Este año el Premio Nacional de Historieta ha sido otorgado a un autor poco conocido, destacando así una obra tan peculiar como voluminosa. Plaza elíptica, el volumen premiado, es el séptimo episodio de la larga saga del Capitán Torrezno.

En su momento tuve ocasión de comentar el primer tomo de la serie, Horizontes Lejanos. Pero luego no había vuelto a citarlo. Algo que conviene explicar, ya que Valenzuela lleva cerca de una década publicando los capítulos de su surrealista historia. Ni siquiera había intentado leer ese último episodio por el que le han galardonado. Ahora con esto del premio me he visto obligado a ello. Y no es una experiencia que pueda recomendar.

Revisando los componentes del jurado que compone el Nacional, me da la sensación de que progresivamente los burócratas se han convertido en mayoría. Cuando se discutía su composición yo defendí dos criterios: uno el de variedad, los miembros debían variar para asegurar diferentes puntos de vista. Y dos, la mayoría debía estar compuesta por autores de, como se suele decir, reconocido prestigio. Una tendencia que considero nefasta para salones y eventos similares es darle más importancia de la debida a investigadores, críticos y demás. Considero que cumplimos una función, pero al final lo importante son los creadores, son quienes deben tener voz. Frente a esta opinión, había quien hablaba de cuotas por género, región, asociación o cualquier otra cuadrilla, familia o mafia. Compruebo ahora que era una discusión perdida de antemano. Estos son los resultados.

Las aventuras del capitán Torrezno parten de un concepto interesante y cuentan con un dibujo poderoso y personal. Es una actualización de Tierra de gigantes, con un universo en miniatura instalado en un bajo y generado alrededor de objetos tan cotidianos como un deeneí, un mechero o una mesa. En ese microcosmos auténticas guerras tienen lugar, luchas por el poder y disturbios entre facciones que se traducen en algunos pasajes realmente espléndidos. En ese sentido los primeros volúmenes de Torrezno se siguen con ganas. Pero luego Valenzuela se deja llevar por una irresistible tendencia a la logorrea. Y sus tebeos se convierten en engendros infumables. Conversaciones interminables o disquisiciones filosóficas sobre la verdad y la esencia del ser se suceden sin que la imagen haga nada por animarlas. Hasta que como lector me rindo por extenuación.


Yo creo que estamos ante un episodio más de una larga batalla como es ese complejo de inferioridad que la pintura arrastra ante las letras desde la antigüedad. Ya saben, los poetas son tipos admirables y los pintamonas unos sucios e ignorantes trabajadores manuales. Frente a esto se alzó la literatura del Parangón, ensalzando las virtudes de las artes visuales. Pero también permaneció una segunda tendencia que, de manera directa o indirecta, reconocía la superioridad de la literatura. Ya se sabe que quien tiene la palabra tiene la sabiduría, o al menos puede hacérnoslo creer. Yo creo más bien que las artes visuales se explican de manera diferente a las escritas, pero eso es otra historia.

En general el mundo de la cultura con mayúsculas odia los tebeos, salvo sonadas excepciones. Y tan sólo los respetan cuando se parecen a otras manifestaciones que ya han alcanzado cierto prestigio, léase pintura cuanto más “moderna” mejor o literatura. Evidentemente el potaje que les ofrece Valenzuela es perfecto: páginas saturadas de textos casi ilegibles y aparentemente muy profundos, acompañadas por un dibujo aplastado por el peso de las letras. ¡Pero si casi parece un libro de verdad!

Hace años a alguien en un ministerio se le ocurrió una campaña especialmente ingeniosa para defender los tebeos. El eslogan decía: “Donde hoy hay un tebeo mañana habrá un libro”. Evidentemente las cosas no han cambiado tanto. Muchos todavía siguen pensando que los tebeos deben parecerse a los libros y que los tipos realmente adultos y cultivados los emplean como un escalón para acceder a la cultura de verdad. Escalón que luego se debe desechar, por supuesto. Y así nos va.
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viernes, 9 de diciembre de 2011

ESPECIAL PEANUTS - Charles M. Schulz

Snoopy y Carlitos by Schulz. Edita Planeta DeAgostiniELVIEJO CHARLIE BROWN


Antes de poblar mochilas, camisetas, tazas y otros utensilios, Carlitos y compañía pasearon por las páginas de periódicos de medio mundo. 


Hoy se han vuelto tan familiares que se corre el peligro de olvidar la calidad de la tira original. Sin embargo los seguidores del inmortal personaje creado por Charles M. Schulz pueden estar tranquilos. Diferentes proyectos e iniciativas mantienen a Peanuts de actualidad y nos permiten conocer nuevas facetas del entrañable niño cabezón y su autor. Como la reedición de sus tiras completas (diarias y dominicales) iniciada por Fantagraphics en USA y traducida aquí por Planeta DeAgostini. No sólo por el delicioso diseño editorial obra del también dibujante Seth, también porque nos permite disfrutar del personaje desde sus inicios en los años cincuenta hasta la última tira, que coincidió con la muerte de Schulz en 2000. Ya contábamos con ediciones anteriores, como la de Burulan a principios de los setenta o la de Grijalbo, más cercana al formato actual.

Tira de prensa de Carlitos
En el momento de su primera aparición en España Carlitos venía acompañado por cierto aire de respetabilidad intelectual, era un tebeo culto, adulto. Así lo entendió Enric Sió cuando a mediados de los 80 empleó a Snoopy como portada de su fracasada y pretenciosa revista La Oca. Para entonces la consideración popular de la serie no era la misma. Para entender ese cambio conviene recordar a Mafalda, la tira cómica de prensa más aplaudida de la transición. Mafalda era progre y deslenguada y los personajes más criticados en la serie eran el capitalista Manolito y Susanita, la burguesa cotilla.

Por contraste Charlie Brown empezó a ser visto como una muestra más del imperialismo americano, algo que se acentuó cuando su merchandising creció casi hasta el infinito. Con el tiempo todos acabamos relacionando al pobre Carlitos con cierta forma de pijerío. Recuerden: “te lo juro por Snoopy”. Se le reconocía el valor de destacar las neurosis que una sociedad capitalista como la americana necesariamente producía y poco más.

Los Jóvenes de Charles M. SchulzJÓVENES Y CRISTIANOS

No solo hemos tenido ocasión de leer las aventuras de los personajes que pueblan la tira: Lucy, Pecas, Patty, Pigpen, Linus, Marcia o Schroeder. También se han recuperado algunas de las primeras producciones de Schulz. En USA se puede adquirir Lil Folks, una serie con niños como protagonistas con muchos de los ingredientes que luego desarrollaría en Peanuts. 
Y aquí nos llegó algo todavía más peculiar: Young Pillars, traducido como Los jóvenes según Schulz y que agrupa una colección de chistes realizados cuando Carlitos ya llevaba años en marcha. Nos muestra  un Schulz alejado de su limpieza inicial y en marcha hacia la desnudez expresiva de su madurez. La aparición de las cabezas de personajes como Lucy o Linus, “injertadas” en cuerpos de adolescentes, produce una sensación de extrañeza, como cuando nos enfrentamos a algo familiar pero fuera de su lugar habitual.

La edición española puede resultar un tanto engañosa ya que parece indicar que Schulz retrata la juventud americana de los cincuenta. En realidad se centra en los jóvenes cristianos, un grupo muy concreto con el que se identificaba. Estuvo comprometido con la iglesia durante una larga etapa de su vida y les brindó una generosa parte de los beneficios de Peanuts. Llegó a predicar por las calles, algo casi inimaginable para un tímido patológico como él. Su implicación no anuló su sentido del humor que en este volumen brilla como siempre.

La raíz cristiana resulta imprescindible para entender su trabajo. Con la inestimable ayuda de Bill Melendez  empezó a animar a sus personajes para comerciales y especiales televisivos. Desoyendo los consejos de todos los que colaboraban en el proyecto, recurrió a sus creencias para aportar profundidad a un corto especial de Navidad. El dibujante se empeñó en incluir un extenso fragmento del Nuevo Testamento, leído en la obra por Linus. Para Schulz, si la Navidad no se vinculaba al mensaje cristiano no tenía ningún sentido, era una mera celebración del consumo. Contra todo pronóstico el especial fue un rotundo éxito, conmovió de forma natural a toda la nación y se convirtió en un clásico instantáneo. El cristianismo le aportó la sensación de comunidad que necesitaba en su vida. Luego fue despegándose paulatinamente de la práctica y la adhesión a una secta concreta, pero siempre conservó su respeto por las creencias cristianas y sus tradiciones.


Schulz, Carlitos y Snoopy; una biografía de David MichaelisVIDA DE UN DIBUJANTE

Nuestra siguiente pieza en este recorrido es la biografía escrita por David Michaelis, una auténtica obra maestra editada en España por Es Pop Ediciones

Sorprende por su profundidad psicológica y brillante estilo, también por la abundancia de información y las numerosas fuentes. Es como si el autor hubiera hablado con cada compañero de pupitre de Schulz, con cada camarera que le sirvió una copa, con cada familiar y amante. Es un trabajo absolutamente recomendable y abrumador. Cada dato viene reforzado por una explicación exhaustiva que nos permite contextualizarlo.

Así, hay descripciones apasionantes de cómo funcionaba el mercado de los comics de prensa. O cómo era el ambiente en San Francisco cuando Schulz decidió echar una canita al aire en los sesenta. O en qué consistían los cursos por correspondencia como el que siguió y en el que luego participó como instructor. O cómo vivió la gran depresión, que llevó a su familia a desplazarse de un pueblo miserable a otro.

Por supuesto están todas esas curiosidades biográficas que se relacionan de manera natural con el material de sus tiras. De hecho, el libro hace algo muy inteligente: no cuenta con demasiadas ilustraciones, pero en casi todas las páginas aparece alguna tira de Peanuts en formato microscópico, relacionada con el tema tratado en ese capítulo. Cuando la madre muere de cáncer, el joven Schulz es alistado y poco después parte hacia Europa para participar en el final de la IIGM.

Mientras se nos explica esa dramática secuencia de hechos, una tira nos muestra al pobre Charlie Brown camino del campamento de verano, sintiéndose terriblemente desamparado. Sin subrayados, Michaelis sugiere que muchos sucesos a los que se enfrentó el dibujante en su infancia y juventud fueron reelaborados más tarde en sus ficciones.

Básicamente, Schulz fue tan inseguro como su personaje, nunca se sintió completamente integrado ni querido. Tras muchos años de éxito continuado todavía dudaba de la aceptación que conseguía, temiendo perder en cualquier momento el favor de su público. Sólo en un terreno se sintió completamente confiado: el comic, su arte. Nunca quiso ser pintor ni nada más que dibujante de historietas. Supo desde muy joven que si se esforzaba podía conseguirlo. Y así fue.

Otro tema fascinante y polémico es la relación del autor con el éxito, tanto en términos económicos como creativos. Por un lado sentía que lo merecía y que cada dólar ganado (y fueron muchos) era una justa recompensa para sus continuas y largas jornadas de trabajo. Además siempre subyacía el temor de que una vida demasiado fácil secase el pozo de sus ideas. Quizás sin el acicate de la necesidad los conceptos originales dejasen de llegar.

Michaelis insiste una y otra vez en que recordemos que una tira seria, con niños que podían hablar de la frustración, la sensación  de  pérdida o la soledad, era algo realmente marciano allá por los cincuenta. Y que fueron los universitarios los primeros en apreciar su humor, seguidos por un público masivo entre quienes se contaban muchos dibujantes actuales, todos ellos herederos del genio de Schulz.

PEANUTS the art of Charles M. SChulz by Chip Kidd
LOS PAPELES
DEL MUERTO

La biografía de Michaelis es tan intensa e interesante que todo lector se queda con ganas de más, sobre todo en el apartado visual, apenas presente en el libro. 


Una forma de profundizar en la obra de Schulz es el volumen diseñado por Chip Kidd, ese friki genial a quien los aficionados ya debemos otras obras maestras como su volumen dedicado al Batman de Timm. La cuestión es que cuando Schulz muere la familia pide a Kidd que documente todos los originales que guardaban por casa. Acompañado de un fotógrafo se pasa dos meses entregado a tal labor. Fruto de esos esfuerzos y con el añadido de la colección de Chris Ware, deciden publicar un libro que englobe todo ese tesoro gráfico.
El resultado es el habitual en Kidd. Peanuts, the art of Charles M. Schulz, es un tomo apaisado, pequeñito y entrañable en el que se intercalan excelentes reproducciones de los originales con fotos de los innumerables muñecos relacionados con su mundo, bocetos, cartas y ampliaciones de sus muchas publicaciones. Todo con la densidad y el gusto por las texturas que caracterizan al diseñador, que en este caso actúa también como comentarista, en unas muy breves notas que explican la arrolladora colección de imágenes que dispone ante nuestros ojos. Permite apreciar con rapidez los cambios en el estilo del autor, de la perfección gráfica de sus inicios a la línea tremendamente despojada y pobre del final de su carrera, dos extremos igualmente satisfactorios y expresivos.

Charles M. Schulz MuseumPATINANDO CON CARLITOS

Si el aficionado todavía no tiene suficiente mi consejo es que vaya ahorrando para comprarse un billete a San Francisco. En esa ciudad se encuentra un museo de la historieta con algunas donaciones de Schulz. Es más bien pequeño, pero presenta exposiciones tan variadas como interesantes. Y sí, en algunas de ellas pueden contemplarse originales de Peanuts, entre otras joyas como un boceto de Foster para una página de Prince Valiant.

En realidad la meta del viaje se haya un poco más al norte, cruzando el puente Golden Gate y dejando atrás la perenne bruma de san Francisco. A pocos kilómetros se encuentra la pequeña ciudad de Santa Rosa donde los aficionados recordarán que se estableció el autor. Tras su muerte se levantó un museo que agrupa y conmemora su labor creativa. El edificio en sí tiene su gracia y presenta varias curiosidades como el estudio del autor, reconstruido para la ocasión, o una pared con motivos infantiles que pintó para sus hijos. O un impresionante mural que a base de tiras fabrica la figura de varios personajes de la serie. No podía faltar el árbol devora cometas entre otras alusiones a los mundos de Schulz. Mención aparte para los esforzados vigilantes de sala, una simpática pandilla de jubilados que se dedican a explicar hasta la extenuación cual es su tira favorita de Peanuts mientras cuentan  detalles sorprendentes del musical que se creó a partir de la serie. Es uno de los más representados en USA debido a su escaso reparto y a la popularidad de sus protagonistas.

Y, por supuesto, están los originales de Schulz. Son quizás menos de lo que cabría desear, pero aún así resultan impactantes. Sobre todo por su gigantesco tamaño. Parece increíble que algo que iba a ser reproducido en un formato tan pequeño partiese de imágenes tan grandes. Por mucho que sepamos que esa era la costumbre más o menos hasta los sesenta no deja de sorprendernos. Luego está la línea, tremendamente fuerte, segura y precisa. En fin, que merecen la pena, son un material fascinante, divertido y emocionante.

Si tras la visita aún se quedan con ganas de más, hay dos maneras de seguir disfrutando con los mundos de Carlitos. Una es la tienda de regalos, una casa cercana al museo donde el coleccionista podrá vaciar sus bolsillos. Yo les aconsejo una parada en el peculiar edificio que separa al Museo de la tienda. Me refiero al Palacio de Hielo de Snoopy, el Redwood Empire Ice Arena. En los últimos años de vida de Schulz las leyendas sobre su riqueza se dispararon. Se decía, entre otras exageraciones, que había comprado un equipo de jockey sobre hielo. En realidad no fue así, tan sólo les construyó una pista en la que patinar.

La historia constituye uno de los capítulos más jugosos del libro de Michaelis. En resumen, la primera mujer del dibujante se aburría. Tanto ella como Schulz echaban de menos las pistas de hielo sobre las que patinaban en su niñez. Pero no abundaban en la soleada California… así que se construyeron una. Él puso el dinero y su esposa supervisó las obras, desbordando con entusiasmo el presupuesto inicial. El final de la historia es el habitual. Al dibujante, que llevaba años empleando a su mujer como modelo para su desagradable personaje Lucy, le costó recuperarse del golpe económico que la construcción del Empire supuso. Las diferencias entre ambos se agudizaron y el final de la obra marcó también el de su matrimonio. Luego ella se casó con el capataz y Schulz no tardó en encontrar una nueva compañera. Con el tiempo él presumía no de sus deportivos, que los tenía, sino de ser la única persona en el mundo que poseía dos “zambonis”.

 En la actualidad la pista sigue abierta y cualquier visitante puede disfrutar en ella, si no tiene miedo a romperse la crisma sobre el hielo. Los zambonis siguen poniendo el hielo a punto para ser empleado de manera regular. El bar donde muchas mañanas el autor se encontraba con aficionados que acudían a saludarlo mantiene sus adornos alpinos y un ambiente totalmente agradable. Es una suerte de sueño hecho realidad, una fantasía que no resulta tan disparatada en el estado donde también nació Disneylandia.

Schulz aportó profundidad e ironía a las tiras de prensa, sin dejar de ser tan divertido como entretenido. Peanuts permanecerá porque se dirige a cada lector de forma individual, entre su rico plantel de personajes siempre hay alguno con quien podemos identificarnos, con sus esperanzas, miedos o inquietudes. Más cuestionado ha sido el dinero que el dibujante se embolsó con su obra. Yo creo que expresa un verdadero ideal moderno, el del creador liberado de toda imposición. Nunca he creído que el público acierte siempre, pero tampoco lo contrario, que se equivoque sin remedio. Con Schulz acertaron y afortunadamente él pudo vivir con comodidad de su trabajo. ¡Aleluya!

LIBROS:
Editado por Chip Kidd
Pantheon Books. New York, 2003
336 páginas, 18 dólares

Los jóvenes según Schulz
Charles M. Schulz
001Ediciones. Torino, 2010.
296 páginas, 19 euros

David Michaelis
Es Pop Ediciones. Madrid, 2009
610 páginas, 26 euros


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viernes, 2 de diciembre de 2011

LAS AVENTURAS DE HERGÉ de Bouquet-Fromental-Stanislas

Las aventuras de Hergé de Bouquet Fromental y Staislas, edita Norma Tintín Bélgica
Norma editorial. Barcelona, 2011. 
72 páginas, 13,90 euros. 

A remolque de la película nos llega ahora esta biografía en viñetas del creador de Tintín, el controvertido Hergé, en un álbum de bonito dibujo y atropellado guión. No es una obra redonda pero tampoco despreciable.


No es el primer tebeo dedicado a un profesional del gremio. Además de numerosos ejemplos de comics autobiográficos, hace tiempo se publicó una vida de McCay contada con viñetas y en nuestro país Paco Roca se atrevía con la guerra Tiovivo-Bruguera, incluyendo a numerosos dibujantes como protagonistas.


La diferencia aquí es que hablamos del autor europeo más popular, conocido y discutido. Es difícil hablar de Hergé sin polemizar con sus seguidores o detractores. Así que quizás eso explique la principal característica de este guión, su velocidad. Los autores saltan de un episodio a otro sin apenas darnos tiempo a situarnos y comprender lo que está pasando. Eso por un lado es bueno. El volumen tiene un ritmo trepidante que no decae nunca, la acción apenas se detiene para ir dejando caer guiños, entre los personajes o apenas escondidos en los fondos, que cualquier lector de Tintín enseguida identificará. Pero, por otro lado, considero que se necesita cierto nivel de información previo para entender lo que se nos cuenta. He leído la larga entrevista de Hergé con Sadoul y algunas biografías del autor y aún así me cuesta pillar lo que ocurre en determinados pasajes.

Y no podemos echar la culpa al dibujo, que es en términos generales excelente. No llega a imitar servilmente al original aunque trabaje en unas coordenadas estéticas similares. Pero busca unos acabados más “modernos”, empleando expresivos rallados y una mayor presencia de la geometría. Todo resulta bonito y ligero y el color acompaña sin molestar. Es en general un buen entretenimiento con el que podemos olvidar el mal trago que nos ha hecho pasar la película.


Las aventuras de Hergé de Bouquet Fromental y Staislas, edita Norma
Primero, recomendarles la lectura del artículo escrito por Juan Carlos Llop y publicado por El Diario de Mallorca el pasado domingo 20 de noviembre. Estoy completamente de acuerdo con él. Fui a ver la peli dispuesto a pasar un buen rato después de que prácticamente todo el mundo me la recomendara. Pero no fue así. Creo que hay partes que están bien, la adaptación de Tintín me gusta, también la ciudad árabe del final y hasta la ambientación belga del principio, con todos esos cielos siempre nublados. Pero luego tengo un problema con las proporciones de las cabezas de muchos personajes. No le ocurre a Tintín, pero sí a Haddock y a casi todos los demás. Llop lo compara con un baile de máscaras. A mi me recuerda a aquellos especiales de Navidad con los muñecos del guiñol, cuando dejaban de ser títeres accionados por diferentes operarios y pasaban a ser actores con enormes máscaras, lo que les permitía enseñar los pies y realizar otras acciones. Esa sensación de que algo se perdía por el camino es la misma que tengo con el film.

En todo caso eso no es lo más grave. Lo peor es comprobar cómo los efectos se comen la trama. Esa insoportable pelea entre barcos enganchados por los mástiles, ese barullo de grúas, la horrible escena con la Castafiore, etc. No me preocupa que Spielberg cambie a Tintín si al menos fabricara una buena película. Pero no es así, es un artefacto con algunos pasajes digamos entretenidos, especialmente la famosa persecución en plano secuencia, también estirada y aparatosa en exceso. El único que me puso sobre aviso fue el director del Salón del Comic de Gijón, Faustino Rodríguez, que además me recomendó la primera adaptación, Tintín y el misterio del toisón de oro. A ver si consigo echarle un vistazo.
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viernes, 25 de noviembre de 2011

Pagando por ello - Brown / Odisea - Ferran

CANTOS DE SIRENA

Pagando por ello 
Chester Brown
Ediciones La Cúpula. Barcelona 2011.
280 páginas, 26 euros.

Sébastien Ferran concluye su adaptación de la Odisea al comic con su tercer tomo: Ulises, el duelo de los pretendientes que ha editado Sexto Piso Editorial. Actualiza el relato poniendo el énfasis en los elementos más fantásticos de la historia. Algo que no sorprenderá a un público familiarizado con la obra gracias a sus adaptaciones cinematográficas.

En realidad, como ya comenté cuando se inició la saga, Ferran pone más ganas que talento. Su dibujo tiene muchas carencias que el color digital no consigue ocultar del todo. Así que más allá de la fuerza de los textos originales, que se conserva en cierta medida, poco hay de interés en esta adaptación. Sin embargo cada relectura de Ulises nos demuestra su infinita capacidad de sugerencia, la riqueza y universalidad de los temas que contiene.
Uno de ellos es por supuesto la imaginación. Esos elementos fantásticos que puntúan un relato muy humano me remiten siempre a los mundos de Harryhausen. Nunca llegó a adaptar directamente la Odisea, pero abordó los asuntos griegos en fascinantes películas como Jasón y los argonautas o Lucha de titanes, recientemente masacrada en su revisión digital. Y es que el gran maestro del stop-motion conseguía maravillarnos con técnicas absolutamente rudimentarias. Entendía que la magia era un estado mental, una disposición hacia la fantasía que en él se desbordaba. Sorprende como su obra se mantiene fresca y cercana, con toda su capacidad de fascinación intacta. Mientras, escuchamos a la habitual pandilla de idotas cuestionar a los superhéroes porque “¿quién puede creerse que alguien pueda volar?”. Esto es lo que pasa cuando dejan de darse clases de latín y griego en las escuelas. Nuestra progresiva desconexión con el pasado no es sólo lamentable por la pérdida de “alta cultura”. Es que nos alejamos de un mundo del que la fantasía era una parte muy importante, para emborracharnos de un empobrecedor falso realismo.

 La Odisea contiene otro tema eterno, la vuelta a casa. La vida aventurera frente a lo cotidiano, el hogar o el burdel. Ya sabemos cuál es la elección de Ulises, su final feliz con Penélope, que es como Ferran cierra este tercer álbum forzando un sentimentalismo para mi gusto excesivo. Aunque antes de considerar a Ulises como el gran defensor del matrimonio y el hogar cabría recordar todos los líos que tiene por el camino. Al final, la fidelidad suele ser cosa de uno, al menos en el modelo tradicional.

 Es innegable que el motor de la acción en este, uno de los libros más importantes del Canon occidental, es la vuelta al hogar, la exaltación del amor entre marido y mujer. Recientemente el canadiense Chester Brown presentaba Pagando por ello, un frío alegato contra el mito del amor romántico. Vaya por delante que Brown tiene mucho talento. Esta es una novela gráfica que hay que comprar y tanto su dibujo minimalista como su distante y muy personal puesta en escena me parecen geniales. Equilibra muy bien los aspectos personales con sus reflexiones, salta con naturalidad de la anécdota a la abstracción y su trabajo es fascinante y embriagador.

 También terrible, por lo convincente. Su historia se inicia cuando la novia del autor decide liarse con otro y llevárselo a la casa que comparten. Como el protagonista no es posesivo está de acuerdo con su amiga (¿), lo que le permite escuchar a la nueva pareja desde su habitación cuando hacen el amor o discuten. Todas estas circunstancias le llevan a reflexionar sobre el amor y el sexo, que ya no practicaba con su ex desde mucho antes de su separación. En este retorno al hogar a la inversa vemos como se desconstruyen nuestras ideas habituales sobre el amor romántico y la pasión para toda la vida, hasta alcanzar un punto en que lo más lógico es objetivar el deseo y pagar por un poco de sexo.

 A partir de ahí se suceden un montón de encuentros, en su mayor parte muy satisfactorios para el protagonista, que mientras tanto discute con sus amigos sobre la tradición del amor romántico y su falsedad esencial. Sobre todo se esfuerza en separarlo de la idea de felicidad. Como todos cambiamos, argumenta, es muy raro que aquella pareja de la que nos enamoramos nos siga resultando conveniente años después. Pocos se atreven a admitirlo pero la mayoría de los matrimonios, acaben en separación o no, son un fracaso. Ir de putas da menos problemas y es más divertido. Al final, de nuevo, Ulises vuelve a casa. Como el mismo Brown afirma, él no está en contra del amor romántico sino de “la monogamia posesiva”. Así que experimenta con nuevos modelos de convivencia. Largo y tortuoso es el camino de regreso a un hogar que en muchos casos sólo existe en nuestra imaginación.
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viernes, 18 de noviembre de 2011

Jean-Claude Mézières



HOMBRES (Y MUJERES) DE LAS ESTRELLAS 
Norma Editorial

El pasado mes de octubre en Gijón, en el Salón Internacional del Comic del Principado de Asturias, tuve ocasión de conocer a uno de mis dibujantes favoritos: Jean-Claude Mézières, un tipo explosivo, afectuoso, cercano y encantador.

Sigo la serie que realiza junto a su amigo el escritor Pierre Christin desde hace décadas y soy un fan confeso de las aventuras de Valerian y Laureline. Ha sido una gratísima sorpresa comprobar que esos maravillosos personajes tienen un padre que está a la altura de las circunstancias.

Uno de los pasajes más sorprendentes de su biografía es su fase de vaquero. Nacido en París en 1938, conoció a Giraud en el Instituto, pero no se dejó intimidar por el formidable talento de su compañero. Tras realizar el servicio militar (¡en Argelia!), el joven Mézières se lió la manta a la cabeza para cumplir un sueño de juventud: escaparse a los Estados Unidos para vivir la auténtica vida del cowboy. Sobrevivió como pudo durante meses, pero consiguió guiar al ganado y montar a caballo como los héroes de su infancia. Allí se reencontró con su amigo Christin, que daba clases de periodismo, y planeó con él posibles series de historietas para una revista que se empezaba a publicar en Francia. Pilote estaba dirigida por otro creador que había vivido la aventura americana, Goscinny. Primero emparejan a Mézières con Fred pero en seguida se pone a dibujar las aventuras del agente espaciotemporal.


En ese momento una serie de ciencia-ficción no era una opción lógica. Lo más habitual eran otros géneros como el western. Pero como éste ya estaba ocupado por gigantes como Jijé o Giraud, Mézières y Christin decidieron probar suerte con algo menos común. Según sus propias declaraciones, en los sesenta prácticamente no se publicaba nada de ciencia-ficción. En seguida recordamos una famosa excepción, Barbarella. Pero el impacto de esta creación de Forest fue muy limitado. Luego se convertiría en una obra “de culto”, pero en su momento tuvo una distribución muy limitada y el erotismo de sus contenidos propició que se vendiera casi de tapadillo.

Barbarella nos sirve como elemento de contraste para reflexionar sobre otra de las grandes aportaciones de la serie Valerian. Si el personaje que luego sería encarnado por Jane Fonda en el cine era una suerte de objeto sexual, una creación más bien machista, Laureline era todo lo contrario. Para Mézières obedeció a un proceso absolutamente natural. La aparición de un personaje femenino fuerte era algo tan novedoso entonces como la ciencia-ficción. Tampoco dudaba en cuanto al origen del peculiar carácter de la compañera de Valerian, más decidida y espabilada que el héroe. “Para nosotros fue algo natural. La hicimos como las mujeres que conocimos en Estados Unidos. A mi puede gustarme que una mujer tenga un buen culo, pero también quiero que tenga cerebro”. La crítica ha babeado durante años sobre Barbarella, presentándola paradójicamente como muestra de la liberación femenina en el comic. En realidad, repito, no dejaba de ser una fantasía sexual, mientras que Laureline sí es real, creíble y, por tanto, perfectamente olvidable. Desde luego no para sus lectores, que además pueden disfrutar con la fina ironía de Christin. No hay complacencias feministas en la serie, más bien al contrario. No solo asistimos a la constante y auténtica lucha de sexos entre Valerian y Laureline, también se nos presentan otros personajes, como la científica de Mundos ficticios, una brillante parodia de una feminista chiflada.

Algo que no conviene mencionar ante Mézières es Star Wars. El dibujante se siente saqueado por Lucas y compañía. Muchos de sus diseños coinciden o se parecen a artefactos o aliens que pueblan la saga galáctica. Y nunca ha percibido un duro en concepto de derechos de autor. Comentaba que Luc Besson, director con quien colaboró en El quinto elemento, también le robó para la película el taxi volador que aparecía en la portada de Los círculos del poder. ¡Pero al menos ya le había pagado por otros diseños que había realizado para el film!

En fin, Valerian es una serie que se sigue con pasión y que recientemente se ha recopilado en bonitos volúmenes. Si todavía no han tenido el placer de echarle un vistazo, corran a comprárselo porque es de lo mejorcito que ha parido el comic europeo en las últimas seis décadas.
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viernes, 11 de noviembre de 2011

Habibi. Graig Thompson

PESADILLA ORIENTAL

Habibi 
Craig Thompson 
Astiberri. Bilbao, 2011. 
664 páginas, 39 euros.

Craig Thompson nos sorprendió en Blankets hablándonos de su juventud y cómo se había distanciado del ámbito cristiano en que se educó. Ahora vuelve a la carga con más páginas encuadrando su nuevo trabajo en otra religión.

Obra desmesurada y elegante, Blankets permanecía en la memoria como un intento tan respetable como desequilibrado. Honesto y bien dibujado adolecía de cierta autocomplacencia que estiraba la narración en exceso, ablandando sus contenidos. Con Habibi le vuelve a pasar, solo que en mayor medida. Primero, un apunte respecto al dibujo, tan refinado como siempre. Thompson maneja con soltura su pincel y nos ofrece bellas composiciones en las que los trazos caligráficos se integran de forma natural. Todo el volumen está salpicado de bonitas imágenes, impactantes composiciones que delatan el talento gráfico del autor.

Otra cosa muy diferente es el relato. Por un lado asistimos a una clase de religión comparada. Como se sabe las tres religiones del Libro, el islam, el cristianismo y el judaísmo tienen una historia compartida que se traduce en textos con los mismos protagonistas. Thompson insiste en este aspecto y en ocasiones parece que sus conocimientos sobre el islám van a desvelarnos nuevas facetas de pasajes que conocemos a la luz de otra tradición. Pero sólo lo parece.

Más que un ensayo, esta novela gráfica se alimenta del modelo clásico de Las mil y una noches. Esto es, se estructura a partir de una acumulación de cuentos. El autor acumula historias dentro de historias hasta que todas confluyen en un decepcionante final. Ese amontonamiento de relatos acaba resultando agotador. Son tantas las cosas que pasan que el lector se distancia por extenuación. No niego la existencia de pasajes perturbadores y sobre todo de imágenes fascinantes, como ese río lleno de basura y contaminación. Pero luego el carácter densamente metafórico de todo lo que se nos cuenta resulta demasiado pesado. Cada acción no es sólo lo que parece sino que además esconde nuevos y profundos significados que se nos van explicando como si todo fuera tremendamente trascendente.


La sensación de fantasía oriental se acrecienta gracias a una geografía movediza y a una situación histórica ambigua, nunca sabemos del todo si el relato transcurre en el presente ni en qué lugar concreto. El desierto es eterno pero parte de los males que acosan a la población local son muy actuales. Por otro lado Thompson enfatiza los aspectos dedicados a la sensualidad y a un erotismo de harém del XIX. Para entendernos, su acercamiento es similar al del calenturiento Dufaux en la serie Djinn. Y parece querer decirnos que esa relación más natural con el sexo es uno de los legados del Islam, frente al represivo cristianismo. Por el momento su obra sólo se ha publicado en occidente así que no podemos saber qué opinarían los mulanes de sus pasajes más subidos de tono. ¡Buena suerte, Craig!

En fin, que no, que no hay quien se trague este pastel al que le sobra falsa trascendencia y carece de verdaderos personajes, no espectros diseñados para transmitir ideología.
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viernes, 4 de noviembre de 2011

Humor Blanco

BLANCO, EL TBO… ¡Y MUCHO MÁS! 
Humor Blanco. 
Josep Maria Blanco Ibarz
Casal Solleric. Del 13 de septiembre al 13 de Noviembre de 2011. 

La pasada Nit de l’Art se inauguraba en el Casal Solleric de Palma la exposición dedicada al dibujante Josep Maria Blanco, uno de los últimos supervivientes de la revista TBO, la publicación que explica que en España denominemos “tebeos” a los comics.

El TBO, primero 
El TBO nació casi una década antes que Blanco, en 1917 mientras que él veía la luz en 1926. La revista incorpora a dibujantes tan reconocidos como Opisso o el menorquín Marino Benejam. Son sólo dos nombres que sobresalen en una plantilla que supone un verdadero despliegue de talento. En 1923 aparece como sección Los Inventos del TBO y en 1936 Benejam crea a Melitón Pérez, aunque el TBO se caracterizaba por incluir pocos personajes fijos.

Con la guerra la cosa se complica y en 1938 se interrumpe su publicación. Vuelve en 1942 pero variando su nombre y con muchos problemas para conseguir un permiso de edición. Con todo, en 1944 aparece la serie más popular de la revista, La familia Ulises. Finalmente en 1952 consiguen normalizar su periodicidad, dando inicio a la etapa más exitosa y prolongada. En 1972 se convierte en TBO2000 y en 1980 en El TBO. Desaparece tres años después. Todavía hoy es fácil acceder al material del TBO. Ediciones B agrupó en tomos historietas de diversas épocas de la revista bajo el título de “El TBO de siempre” y pueden encontrarse en cualquier librería especializada. Recientemente Salvat lanzaba un coleccionable compilando Almanaques:“TBO, edición coleccionista”. En ambos casos se echaba en falta algo más de orden en la selección y presentación, pero al menos nos permitían satisfacer nuestro interés por una obra tan variada como interesante y divertida.

Existen razones que explican la tremenda popularidad del TBO, con tiradas impensables hoy en día, casi medio millón de ejemplares que se calcula eran leídos y compartidos por millones de lectores. Por un lado sus aspectos gráficos, su colorista presentación pero también los variados y muy personales estilos de sus colaboradores. También sus contenidos, que primaban un humor bienintencionado generando la ilusión de un mundo luminoso y agradable en el que primaban las buenas maneras y una inocencia generalizada. Durante años el legado del TBO ha quedado oscurecido por la atención prestada a su principal competidor, Bruguera, que a la larga fue quien se quedó con el pastel del público. Bruguera, se nos dice, ofrecía una mirada distorsionada pero crítica de lo real, de la violencia, el hambre, las contradicciones, la represión y las penurias de la sociedad franquista. El TBO por el contrario sería una publicación burguesa, acomodaticia y que colaboraría con el régimen participando del milagro económico de los sesenta, aturdiendo a sus lectores con la fantasía de un mundo mejor. Es la vieja idea del arte como reflejo. Para los que no creemos en un arte dictado, todo esto no tiene ningún sentido. ¿Hay que despreciar a Matisse por proclamar que su pintura es como un buen sofá? No niego que el arte pueda alimentarse de la indignación política, pero sí que DEBA hacerlo.
El TBO no tiene nada de qué avergonzarse y mucho de qué enorgullecerse. En el desarrollo de ese proyecto jugó un papel relevante Josep Maria Blanco.


Blanco contra Ibarz
Tras algunos coqueteos con otras revistas, Blanco consigue publicar en el TBO en 1951. En ese momento ya trabaja en un Banco, ocupación que no abandonará hasta su jubilación. Toda su vida laboral se caracteriza por una extraña duplicidad, oficinista por la mañana, dibujante por la tarde y noche. Para él, más que una necesidad creativa, de expresión, su trabajo “artístico” era otra fuente de financiación. No era el único, Urda fue su compañero en la sucursal y también Ibáñez trabajó en un banco hasta que Mortadelo le permitió dejarlo.

Lo más interesante en los primeros años de Blanco son sus constantes cambios de estilo. De la distorsión extrema, lo que él llama su etapa de narigudos, a una mayor contención y naturalismo, imitando el estilo de Benejam. Después prueba con la geometría, llegando a realizar las cabezas con monedas. Esta fase es quizás la que nos resulta más moderna, más próxima, pero al autor no le satisfacía, no se ajustaba a sus prioridades cómicas. Entra así en una etapa de geometrías blandas donde los cuerpos se estiran y distorsionan y el dibujo es satisfactoriamente limpio y despejado. Tampoco dura mucho. A mediados de los sesenta fija su estilo“clásico” que ya no abandonará.

Curiosamente esos cambios le perseguirán a lo largo de su carrera. Cuando en los setenta su fama se consolida y debe continuar el trabajo de Benejam en La familia Ulises, los editores deciden recuperar historietas anteriores, inéditas algunas, ya publicadas otras. Para no confundir al lector adoptan el apellido materno del autor. Así, al lado de las planchas del moderno Blanco, encontramos el material del antiguo Ibarz. Ambos son igual de satisfactorios.

Fuera de serie 
Bruguera basaba toda su producción en personajes fijos, al contrario que el TBO. Sin embargo, algunas de sus escasas series fueron tremendamente populares. Como la dedicada a los estrambóticos inventos, donde Blanco apenas participó con un par de planchas. Por su cuenta creó algo parecido a una serie, unos caníbales de nombre movedizo, los kakikus, que seguramente hoy escandalizarían a los beatos de lo políticamente correcto. Participaba de una tradición donde encontramos a Opisso o a Benejam tratando con lamentable paternalismo a los africanos. Aunque cualquier rasgo de supremacía blanca queda habitualmente diluido en un humor siempre bonachón y multidireccional.

Luego el autor se ve embarcado en una aventura que le dejó un sabor agridulce. Como continuador de La familia Ulises, Blanco se siente orgulloso de haber mantenido vivos los personajes creados por su maestro y amigo Benejam. Pero también se lamenta de las horas perdidas realizando un trabajo que no sentía como propio, con guiones que no eran suyos.

Volvió a coquetear con otros héroes, esta vez de creación personal. Pero ni Don Cosme, su señora o el burro Aníbal pueden considerarse realmente fijos. Eran más bien excusas que le servían para fabricar historias. Tan pronto los empleaba como se olvidaba de ellos. Donde realmente sobresalía era en el gag, la historia corta, la ocurrencia. Ya fuera en portadas, planchas enteras o medias, centrales o tiras, su humor no desfallece y apenas necesita desarrollar a sus protagonistas, tan universales son sus rasgos. Blanco conoce muy bien al hombre de la calle, al tipo que vive su vida e intenta que le dejen en paz y evitarse líos. Lógicamente las cosas nunca salen como esperamos y esa decepción activa el mecanismo cómico. Su humor siempre oscila entre la pura observación de la realidad y un desparrame surrealista y muy imaginativo. Si sus historias tienden a originarse en lo real pueden acabar transitando territorios tremendamente absurdos y siempre divertidos.

 Más allá del TBO 
Cuando el TBO se desvanece Blanco decide reinventarse. Salta entonces de las diminutas viñetas que realizaba para la revista a un sorprendente conjunto de “viñetas” únicas y de gran formato. Dedica sus esfuerzos a la ciudad que le vio nacer y donde ha pasado toda su vida. Las transformaciones del 92 empiezan a hacer mella en algunos parajes característicos, así que el dibujante convierte sus vistas en memorandums de una Barcelona que está desvaneciéndose para dar paso a una modernidad quizás demasiado seria.

Si en sus historietas había asumido el lenguaje de Benejam llevándolo a su propio terreno, en sus perspectivas demuestra que también carga con la influencia de Opisso y que puede medirse con él en uno de sus terrenos de juego favoritos, las calles llenas de coloridos personajes. Los fondos se llenan de detalles y rigor y las figuras demuestran que Blanco tiene más facetas de las exhibidas en sus largos años de trabajo en el TBO. De alguna manera la esencia cómica de su arte permanece, pero enriquecida y mejorada.

Todo esto y más puede verse en la exposición del Solleric, que todavía están a tiempo de visitar. Me siento especialmente satisfecho del catálogo que la acompaña, producido con la calidad que la obra de Blanco se merece. Échenle un vistazo y ya me dirán.
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viernes, 28 de octubre de 2011

Tintín


MERIENDA DE NEGROS

Coincidiendo con el estreno de la película una nueva amenaza judicial se cierne sobre Tintín. Los dos primeros álbumes de la serie persiguen como un mal sueño a Hergé y sus herederos. Una pena ya que son claramente pecados de juventud que el autor intentaría corregir en su madurez.

El demandante, Bienvenu Mbutu Mondondo, considera que Tintín en el Congo «hace apología de la colonización» y solicita a la justicia belga que lo retire de la circulación. No es un caso aislado pero sí el más sonado. Los kakikus, la peculiar tribu de caníbales ideada por Josep Maria Blanco para el TBO en los 50, también ofrece una imagen paternalista de los africanos, retrasados que sólo sueñan con zamparse al blanco. Aunque luego en muchas planchas el explorador resulta ser bastante más idiota que sus captores. En Yellow Heat, una pequeña obra maestra de Jones y Heath que se publicó en Vampirella nº 58 (1977), se nos cuenta la historia de un africano que desea a una joven prisionera con la que se ha encaprichado el jefe de su aldea. Tras muchas peripecias consigue a la chica, espléndidamente dibujada por Heath para la ocasión. En las viñetas finales las mujeres la preparan para recibir a su hombre y él piensa que ante tanta belleza no sabe por dónde empezar... En el característico giro con el que concluían muchos de estos relatos de terror, vemos que ha sido empalada cual pollo asado y que su presunto novio ha entrado en la choza dispuesto a comérsela. Al inicio de la historieta se nos dice que la tribu pasa mucha hambre, aunque nadie lo diría a la vista de las atléticas figuras que nos ofrece el dibujante. La cuestión es que esto, que no deja de ser un divertimento espléndidamente realizado, ya ha sido cuestionado por renovar el estereotipo del africano caníbal, otra expresión de racismo.

A mi me parece muy bien que se permanezca vigilante ante las manifestaciones de superioridad racial, siempre y cuando esta vigilancia alumbre realmente la verdad. Quiero decir: el escándalo alrededor del colonialismo pierde fuerza cuando se emplea como un arma que oculta hechos incómodos. Por un lado del pasado: la experiencia colonial no puedo hacernos olvidar la situación anterior, en África o en Sudamérica. La América precolombina no era precisamente el paraíso en la tierra como algunos líderes indigenistas quieren hacernos creer. La violencia no es un invento de los blancos, ni mucho menos. También hay una historia pos-colonial que muchos se empeñan en negar. Seguimos echando la culpa de todos los males al primer mundo y sus multinacionales. Desde mediado el siglo XX prácticamente toda África es dueña de su propio destino. Si han permitido que determinados intereses, europeos antes y chinos ahora, distorsionen su devenir, la culpa no es sólo de esos corruptores que vienen del exterior. Suponer tal cosa sí parece un grave caso de paternalismo. Lo mismo respecto a Sudamérica. ¿Todos sus males desde la independencia son achacables a la intervención del vecino del norte? Puede que en parte sea verdad, pero no del todo.

Tampoco podemos cerrar los ojos ante las transformaciones de la sociedad. ¿Alguien consiente o apoya en la actualidad los comportamientos vejatorios respecto a otras razas? Evidentemente podemos rastrear casos aislados pero para la mayoría el racismo es algo de lo que avergonzarse. Recientemente un animador de Disney, Daniel Martin Peixe, me explicaba que la actriz Geena Davis había ido a darles una conferencia. Ante un numeroso grupo de animadores y directores expresó su preocupación sobre los estereotipos femeninos en los dibujos animados. Incluso les pasó una cinta, producida por ella y a la que había puesto voz, donde aparecía una rubia muy tonta que trataba de ilustrar sus tesis. Como Dani comentaba para la mayoría de los presentes aquello no tenía ni pies ni cabeza. ¿Acaso la Davis no había oído hablar de La sirenita ni de Mulán? Discursos que podían haber tenido sentido hace veinte o treinta años resultan obsoletos en la actualidad.

Pues esta es la sensación que tengo frente a algunas de estas demandas. Coincido con su base moral, pero ni las considero oportunas ni, en el caso de Hergé, justas. Porque aquí interviene otro factor como es el arrepentimiento o, si lo prefieren, la capacidad de cambiar y mejorar. Tras realizar ese viaje al Congo el dibujante manda a su héroe a dónde realmente él quería, los Estados Unidos y en concreto el Oeste. Allí Tintín se hace amigo de los indios y en una célebre secuencia vemos cómo unos empresarios sin escrúpulos desalojan a una tribu de nativos americanos porque han descubierto petróleo bajo sus tipis y quieren explotarlo. Toda una declaración anticolonial, que siempre se olvida. Como se olvida su manifiesto anti- imperialista El loto azul, donde denuncia las agresiones japonesas en China. ¿Qué me dicen de su visión del esclavismo en Stoc de coque? Africanos que intentan realizar el viaje a la Meca son raptados como esclavos, una situación que según parece no ha cambiado mucho. Todavía estoy esperando que alguien pida disculpas por las burradas que se han dicho sobre su viaje al país de los soviets. Si en el Congo reflejó los prejuicios de una época y se equivocó, en su viaje soviético se quedó muy corto, lejos de los horrores que podía haber delatado y que algunos todavía niegan.
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viernes, 21 de octubre de 2011

ARZAK EL VIGILANTE DE MOEBIUS

Arzak el vigilante de Moebius comic
Norma Editorial. Barcelona, 2011. 
80 páginas, 18 euros 

EL RETORNO DE ARZAK

Para los aficionados al comic la mención de Arzak no remite al célebre cocinero vasco sino a un personaje que marcó un antes y un después en el medio, a finales de los setenta. Ahora Moebius, su creador, lo trae de vuelta.


Y lo hace a lo grande. Gran formato, buen papel, color cuidado y el trabajo primoroso de uno de los mejores dibujantes del mundo. El resultado es espectacular en el terreno del dibujo y no tanto en el del guión.

Cuando Arzak se presentó a mediados de los setenta en Francia y poco más tarde por aquí, en las páginas de Tótem (1977), nos lo vendieron como una auténtica revolución. Moebius había dejado su anterior yo burgués para dedicarse a crear. Jean Giraud dejaba así de ser el esclavo que sin embargo había facturado tebeos tan buenos como La mina del alemán perdido o El general cabellos rubios, de la serie El teniente Blueberry con guiones de Charlier. La propaganda sostenía que aquellos eran productos industriales sin apenas mérito. Y que lo que de verdad molaba eran sus nuevas historias, protagonizadas por un tipo no muy charlatán montado en un fascinante bicho volador.

La lectura de aquellos primeros episodios de Arzak era muy desconcertante. No cabía discusión en el dibujo, extraordinario y muy imaginativo, pero los relatos parecían…¿chorradas? Mientras la crítica trataba de desentrañar los profundos misterios que sin duda escondían aquellas crípticas historias, los lectores nos rendíamos ante su arte, distanciándonos más y más de sus escritos, que alcanzaron un punto culminante con las aventuras del Mayor Fatal, algo así como la cumbre del desparrame alucinógeno del autor.

Al menos los tres primeros episodios de Arzak, aunque algo sosos, se podían seguir. El cuarto no, era ya pura “escritura automática”. Como mi buen amigo Ramón Fermín comentaba sobre el inicio de la serie, lo que se nos contaba no era muy diferente a aquellas historias de Bruguera en las que un personaje seguía a una rubia por la calle, para descubrir en la última viñeta que se trataba de un melenudo con bigote. Así de trascendentes eran.

Cabe reconocer que Moebius nunca parece haberse tomado a sí mismo demasiado en serio. Simplemente, es incapaz de construir un álbum con una estructura con algo de solidez. Así que todas sus obras acaban igual, estirándose hasta el infinito, no yendo a ninguna parte para desesperación del lector. La cosa cambia algo cuando colabora con Jodorowsky aunque últimamente ni el chileno es capaz de reconducir las chifladuras del dibujante. Entre paréntesis, no todas sus fricciones con el guionista están injustificadas. A mi me parece lógico que le exigiera escribir los diálogos de la última historieta del Incal que hicieron juntos. Hasta ese momento era Moebius quien tenía que pensarlos e incluirlos en las planchas.

En uno de sus últimos caprichos, el delirante Inside Moebius, reunía a algunos de sus personajes más característicos y los enzarzaba en una atropellada fantasía en la que él mismo aparecía como un protagonista más. La cuestión es que al desempolvar a Arzak le volvieron las ganas de dibujarlo y aquí tenemos el resultado de tal deseo. Básicamente el dibujante engarza un bonito dibujo tras otro, paisajes llenos de sugerencias que demuestran la buena salud de su imaginación, en una historia que casi no merece tal nombre. Para los que sufrimos sus Mundos de Edena, podríamos decir que el álbum no está tan mal. Siendo más preciso, diría que no es tan parsimonioso y poco más. Como es habitual en él, nos regala tres o cuatro secuencias donde vuelve a probarnos que se mantiene en buena forma, es una gozada disfrutar con su arte pero no intenten leérselo. Se aburrirán.
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viernes, 14 de octubre de 2011

Artículos atrasados

Hoy no hay artículo semanal, pues las páginas centrales del suplemento Bellver del Diario de Mallorca está íntegramente dedicado al Premio Nobel de Literatura.

Aprovecho para indicarles que pueden consultar artículos semanales desde 2004 en la web de El Wendigo, pulsando el siguiente enlace: ARTÍCULOS SEMANALES. Además, estos días se celebra el Salón Internacional del cómic del Principado de Asturias. Ya les comentaremos a la vuelta. Leer más...

viernes, 7 de octubre de 2011

Los Borgia. Manara y Jodorowsky

Los Borgia de Manara y Jodorowsky. Edita Norma
Norma Editorial. Barcelona, 2011.
48 páginas, 13 euros.

Recientemente concluía la tetralogía sobre los Borgia escrita por Jodorowsky y dibujada por Manara. Han sido necesarios seis años para culminar esta obra excesiva y brutal.


Jodorowsky es conocido por brindar a sus dibujantes trabajos con los que pueden disfrutar y esa es la sensación que tenemos al revisar las planchas de Manara. No sólo porque se le permite regodearse en sus lugares comunes, jovencitas ligeras de ropa exhibiendo conductas lascivas.

También porque se le ve a gusto con esas viñetas panorámicas, vistas que pueblan la obra en las que remite inevitablemente al trabajo de tantos pintores clásicos. Esas imágenes de paisajes florentinos y romanos compiten en importancia con las numerosas escenas de violencia y matanzas, en un desparrame barroco sin precedentes, con referencias más al mundo de la pintura que al del comic.

Una de las grandes debilidades del dibujante es su gusto por la teatralidad. La gestualidad de sus personajes nunca es del todo convincente por exagerada. Aquí se suelta la melena y llena los álbumes de imágenes en las que sus héroes se agrupan en bellas composiciones, al margen de la veracidad de las expresiones. Las vistas, los gestos y el enfoque plástico general, unidos al tratamiento muy suelto del color, con unas acuarelas que llegan a adquirir bastante protagonismo, aportan un curioso aire “pictórico” al conjunto. Ralentizan la contemplación y las habituales deficiencias narrativas de Manara se difuminan. Es un tebeo que merece sin duda ser calificado como manierista, por lo forzado de las composiciones y la actitud de los personajes.


Viñeta de Los Bogia de Manara y Jodorowsky. Edita NormaSi el dibujante nos sorprende por presentarse si no corregido al menos sí aumentado, el guionista nos decepciona al ofrecernos la parte más barata de sí mismo. 

El chileno se dio a conocer con el llamado movimiento pánico. Montó el belén con algunas películas y obras de teatro muy provocadoras, en las que se suponía que nada humano quedaba excluido.  Lo de pánico no venía por el miedo que daban sino por el concepto de totalidad. En sus tebeos demostró que más allá de su probada capacidad para “epater le bourgeois” podía crear personajes entrañables, héroes menores que desde su debilidad eran capaces de derribar imperios. 

Uno de los temas recurrentes en su obra es la lucha edípica, el padre como metáfora de un poder al que debemos enfrentarnos para construir nuestro yo. Su escritura está llena de contradicciones, de personajes que pueden ser tan tiernos como brutales, tan cariñosos como salvajes y esa es su gran riqueza, por eso le admiramos.

Pero aquí parece que se conforma con el exceso. Su retrato de los Borgia resulta gris por la falta de matices. No dudo que los componentes de esta célebre familia fueran una pandilla de hijos de puta sin escrúpulos. Y seguro que Jodorowsky se lo ha pasado pipa poniendo a sus Papas a fornicar y mostrando las debilidades mundanas de la iglesia católica. No nos ahorra ninguna trasgresión,  del incesto a la sodomía pasando por mil formas de violencia. Pero al final de todo ese recorrido brutal es poco lo que capta nuestra atención, más allá del primer impacto superficial. No hay otros personajes que contrapesen esas maldades, falta contraste y una posición clara ante lo narrado. 


Es como la obra de un sádico, en el sentido más literal: una enumeración de burradas. Y a mi estas cosas, como ya me pasó con el “divino marqués”, me aburren espantosamente.
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