viernes, 20 de julio de 2018

CERRADO POR VACACIONES

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viernes, 13 de julio de 2018

EL CASTIGADOR: PELOTÓN DE ENNIS Y PARLOV

El castigador: el pelotón de Garth Ennis y Goren Parlov de Marvel, edita Panini
Panini, 2018.
144 páginas, 15,95 euros.


¡TODOS A UNA!


Ennis ha vuelto a conseguirlo. Tras la sentida pérdida de Dillon, regresa del brazo de su actual dibujante estrella, Goran Parlov, un genio narrativo de dibujo sintético y expresivo. Juntos firman uno de los grandes tebeos del año. Otra vez.


Si está usted harto de novelas gráficas, lloriqueos adolescentes y otras chorradas pretendidamente modernas, vuelva siempre a Ennis, es un valor seguro. Obviamente es humano y a veces se equivoca.

Le fascinan los temas bélicos y es en ese género donde lo hemos visto patinar más estrepitosamente. Pero él insiste y al final acierta. Su último comic sobre Vietnam contiene momentos realmente memorables. ¿Es redondo? Creo que no. La batalla final es confusa y la antagonista, esa norvietnamita obsesionada con el héroe, resulta un tanto forzada, apenas una excusa que nos permite asomarnos al “otro lado”. Pero cuando el guión se centra en el núcleo de la historia, ese pelotón que da título a la obra, alcanza cimas gloriosas.

Se nos cuenta cómo Frank Castle, que luego se convertirá en El Castigador, se hace cargo de su primera unidad. Aunque es un comic de guerra y Ennis se asegura de ofrecer una visión equilibrada de ambos bandos y una adecuada dosis de acción y escaramuzas guerreras, el guión no pierde el foco sobre los soldados, las razones que convierten a unos muchachos desesperados en un verdadero grupo que se esfuerza por sobrevivir. Cómo se crean los lazos que unen a unos desconocidos y los entrelazan para siempre. Y, por supuesto, el papel que desempeña alguien que por azar está al mando y se ocupa de lo único importante: esquivar una muerte casi segura.

Hay muchos matices por el camino. Si en el lado de los norvietnamitas a través de la guerrillera se nos citan las matanzas de campesinos, también tenemos la confesión del coronel Letrong Giap, veterano luchador que ya se enfrentó a franceses y japoneses, antes de lidiar con los americanos y que admite, comentando lo de My Lay, que “yo he ordenado cosas peores”. Las relaciones entre él, la guerrillera y el subordinado son perfectas y preparan con sutileza el drama que se desata al final.

Viñeta El castigador: el pelotón de Garth Ennis y Goren Parlov de Marvel, edita PaniniHay dos secuencias que destacan sobre el resto y que constituyen toda una lección de perfecta escritura y narrativa visual. Porque por muy sugerente que sea el texto de Ennis necesitaba a alguien capaz de dibujarlo sin subrayados y ahí está Parlov cumpliendo ese papel a la perfección. La primera es la del bombardeo. Como quien no quiere la cosa, el teniente segundo Castle acompaña a sus hombres en una primera patrulla.

De manera casual habla con uno de ellos sobre los peligros que les acechan. Se informa de que apenas les prestan atención y de que nunca reciben el apoyo necesario. Así que cuando les toca inspeccionar una aldea, lo primero que hace es pedir un ataque aéreo. Varios francotiradores mueren y Castle empieza a ganarse la confianza de sus reclutas. El proceso es similar al que describía Eastwood en su incomprendida El sargento de hierro, la mejor película de profes que se ha filmado jamás. Pero allí se hacía hincapié en el aprendizaje de los soldados. Aquí es más bien el teniente el que está dispuesto a escuchar y aprender. Coinciden en esa progresiva relación que se construye entre el teniente y su grupo y que aquí se afianza en las batallas. Eastwood encarnaba a un tipo deslenguado y sentimental y en cambio el Castle que describe Ennis es el clásico héroe parco en palabras, que lidia en silencio con sus demonios aunque también encuentra momentos para la nostalgia.

Ennis nunca duda a la hora de mostrar la crueldad de toda guerra y aquí no hace una excepción. Pero Castle sigue decidido a proteger a sus hombres lo que le lleva al siguiente episodio memorable. Llueve mucho y las armas que tienen no les sirven, se encasquillan y eso los deja en desventaja. Así que deciden conseguir del modelo anterior, más básico pero más fiable. Utilizando la corrupción del ejército a su favor, intercambian los fusiles de los enemigos muertos por las viejas armas, más potentes que las actuales. Por el camino se hace una cita a la heroína que corre entre los reclutas y Ennis nos muestra cómo la ventaja que terminan consiguiendo tiene como consecuencia la muerte de un enemigo, casi adolescente.

Por supuesto toda la parte en la retaguardia es espectacular, con esa maravillosa splash del “polvo númelo uno”. Pero lo mejor es esa apenas esbozada amistad entre el teniente y sus hombres, que se filtra en diálogos breves y confesiones mínimas. Al final ya no se trata de éste o de aquel sino de la fuerza que se obtiene como grupo y que aumenta las opciones de supervivencia. No se pierdan el prólogo de Ennis, que también es excelente.



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viernes, 6 de julio de 2018

LA JOVEN FRANCES de HARTLEY LIN

La joven Frances, obra de Hartley Lin - edita Astiberri
Astiberri, 2018.
146 páginas, 18 euros.

ABOGADAS Y ACTRICES
Esta es la historia de dos amigas. Una trabaja en un despacho de abogados y la otra como actriz. Ambas ven cómo sus carreras despegan llevándolas en direcciones diferentes.


Se presenta esta novela gráfica como la primera de su autor, un canadiense de rasgos asiáticos. Hartley Lin tiene un dibujo sintético y con un leve aire vintage, muy agradable y sin duda uno de los puntos fuertes del volumen. Todo es limpio y directo y el aire cartoon aporta una ligereza necesaria en un relato con una elevada densidad textual.

Convendría recordar lo arriesgado que resulta basar una historieta en los textos. Eso, que tiene mucho sentido en una serie televisiva o en un film, es mucho más delicado en un comic. Hay que escribir muy bien para evitar que el lector caiga en la tentación de saltarse los bocadillos y se ponga a seguir la historia a partir de los dibujos. Tiene que realmente merecer la pena leer lo escrito. Ennis habitualmente lo consigue. Lin más o menos.

Primer aviso: esto no es Ally McBeal, la cosa no va de amoríos entre abogados. Tampoco Friends, aunque uno de los polos alrededor del cual gravita la narración es la relación que une a las dos protagonistas, Frances y su amiga la actriz. Ordenada y cabal una, caótica y chispeante la otra. Con falta de confianza una, sobrada de amor propio la otra.

Cuando finalmente Vickie consigue un papel en una serie y se traslada a Los Angeles, ambas empiezan a darse cuenta de cómo se necesitan y se echan en falta. Por el camino aparece un ex de Vickie que lentamente se enreda con Frances. Pero esta parte, siendo importante, no es lo que tiene más interés. El segundo polo se refiere al trabajo. Frances tiene un empleo como ayudante en un bufete. Ni siquiera piensa en estudiar derecho, no se siente mal en su puesto pero todo el mundo le echa en cara su falta de ambición y la animan a participar en los juegos jerárquicos que son constantes en la empresa. Está rodeada por personas frustradas que sienten que han echado su vida a perder en una carrera de ratas que no pueden ganar. Así que ella misma, que padece de insomnio, empieza a plantearse si acierta en sus decisiones vitales. Esta es la parte más jugosa del comic.

La joven Frances, obra de Hartley Lin
Para llegar a ella hay que sortear algunas páginas de jerga, donde se habla de las horas que deben cumplirse y otros aspectos del mundo legal. Todo suena muy auténtico pero no ayuda mucho a que el lector se aclare. Cuando nos sobreponemos a esto y empezamos a situarnos en el complejo organigrama empresarial, descubrimos al peculiar jefe de Frances, al que Lin dibuja como si de La Cosa se tratara, un tipo enorme de costumbres extravagantes y temido por todos sus empleados. No hace falta comentar que los despidos son constantes, paralizando a unos empleados demasiado pendientes de agradar a sus jefes como para pensar por sí mismos.

Finalmente Frances encuentra su camino en toda esa maraña social y laboral pero por el camino se nos da una lección respecto a lo difíciles que son algunas decisiones, más allá del tópico “vida o trabajo”. Yo le agradezco a Hartley Lin que traslade al comic temas tan áridos como éste, construyendo un tebeo muy realista al que quizás se le pueda poner como pega un desarrollo un poco tortuoso. Pero su propuesta es adulta y seria, un trabajo a tener en cuenta. Y las conclusiones también son dignas de mención. Al final, quienes hacen bien su trabajo y no pierden el tiempo con juegos de poder son recompensados. Ya me imagino que esto no ocurrirá en todas las empresas pero es agradable comprobar que algunos directivos realmente saben lo que hacen y que son los empleados más cualificados quienes consiguen ascender, más allá del “banco de favores”.

Yo le daría una oportunidad.


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