168 páginas, 18 euros.
VULCANÓLOGAS, ATLETAS, RAPERAS Y TODO LO DEMÁS
Pocos meses después de la publicación en español de Valerosas 1 nos llega el segundo volumen. Así que cabe suponer que el primero no se vendió del todo mal. Me alegro porque el trabajo de Bagieu es excelente.
Sigue en la misma línea: pequeñas historietas con un dibujo fresco, como un Rius mejorado, que resumen a un ritmo acelerado las hazañas de señoras no tan corrientes. Algunas de sus heroínas son un auténtico catálogo ambulante de diversidad. Como la que abre el libro, Temple Grandin: autista, animalista ¡y mujer! Si una pauta se repite una biografía tras otra es esa voluntad por escapar de un destino configurado de antemano. Sus protagonistas son pioneras, abren caminos que ninguna fémina (y en ocasiones ningún hombre) ha pisado antes. Y lo hacen con resolución y sin quejarse.
Más allá de la reivindicación de género, que lógicamente está presente en todas sus historias, lo que les aporta una encantadora naturalidad es su carácter radicalmente individual. Admiramos a Katia Krafft no por ser la primera vulcanóloga si no por su incuestionable determinación. Nada consiguió apartarla de su pasión, el estudio de los volcanes. Y al final acabó ardiendo en las llamas de su insaciable voluntad investigadora.
O Hedy Lamarr, una de las más conocidas. Su desnudo en la película “Éxtasis” ha sido muy comentado. Pero Bagieu consigue trascender el mito de la estrella de Hollywood para explicarnos a la inventora y a la mujer de múltiples intereses que fue Lamarr. Otra vida apasionante es la de Frances Glessner Lee, a quien supongo que CSI rinde homenaje con su asesino miniaturista. Resulta que esta señora es como quien dice la madre de la actual medicina forense. Pasó de realizar miniaturas por placer a confeccionar minuciosas reconstrucciones de la escena del crimen. Maquetas que luego servían para entrenar a los futuros investigadores. Sorprende que tras su muerte Harvard clausurara el departamento forense arrojando todo su trabajo a la basura, literalmente.
Me gusta especialmente la voluntad de Bagieu de reforzar el carácter alentador de sus argumentos. No faltan anécdotas en las que los hombres quedamos como capullos integrales, impidiendo de forma reiterada los avances de mujeres con talento. Pero la autora no se enfanga en eso. Por ejemplo, en el caso de Cheril Brydges se indica que su padrastro abusó de ella en su infancia. Y que empezó a correr para dejar atrás esas situaciones. Con el tiempo correr acabó siendo su forma de demostrarse a sí misma y a los demás que era mejor de lo que le habían dicho. En los juegos olímpicos de Munich, en 1972, no la dejan competir “porque las mujeres no pueden correr largas distancias”. Pero en 2008 su hija Shalane gana el bronce en Pekín. Abundan los ejemplos de señoras a las que alguien (su jefe, su padre, su marido) les dice que no puede ser, que es imposible. Y que a base de decisión y pura fuerza de voluntad convierten esa negación en un trampolín, le dan la vuelta alcanzando finalmente sus metas.
Un último apunte: las mujeres son vanguardia. De la Guggenheim a Jemison, la primera astronauta negra, pasando por Betty Davis y tantas otras, las protagonistas de Valerosas demuestran que el género no les impide situarse en puestos adelantados, abriendo nuevos caminos y tolerando situaciones incómodas, con la mirada puesta en unas metas a priori inaccesibles. No para estas señoras. Sumen a unos guiones trepidantes e informativos un dibujo pleno de fuerza y expresividad y un color encantador y el resultado es un tebeo para no perderse.
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