viernes, 30 de diciembre de 2011

PALMA EN LOS 80: HISTORIAS DE BARRIO de BELTRÁN y SEGUÍ,

Historias de Barrio, de Beltrán y Seguí, edita Astiberri. Palma 80' premios ciutat de palma
Astiberri.
 150 páginas, 18 euros. 

AJUSTE DE CUENTAS  


Hace cosa de un año Beltrán y Seguí ganaban el primer Premio Ciudad de Palma de Cómic (primero y último por una temporada). Yo les felicitaba desde estas páginas y auguraba una obra interesante, dada la trayectoria de ambos autores. Ahora se publica su novela gráfica.


Por un lado en catalán a cargo del Ayuntamiento y una editorial local que deja por un momento los zombis para dedicarse al costumbrismo de corte social; por el otro en español por Astiberri. En ambos casos una edición impecable, aunque las apariencias no servirían para nada si su interior fuese despreciable, que no es el caso.

Beltrán nos cuenta parte de su infancia y adolescencia. Algunos se han apresurado a hacer sociología de los ochenta, a recordar al “Vaquilla”, el apogeo de la heroína, la salida del franquismo y todo eso. Razones no les faltan ya que los autores se mueven entre aquello que Pasolini llamaba el lumpenproletariado.

Ya saben, esas gentes olvidadas de Dios a quienes Buñuel dedicó una muy mexicana y cruel película. También protagonizaron algunos films de Saura, aunque si alguien popularizó el tema fue sin duda Jose Antonio de la Loma. La posición dominante al respecto era muy ambivalente. Por un lado se cruzaban las clásicas acusaciones al sistema, culpable habitual de todo, mientras por otro se reconocía la peligrosidad de unos detritus sociales de difícil regeneración. Pero Beltrán esquiva con inteligencia la tentación de centrarse en la crítica social y, siguiendo en gran medida el modelo desarrollado por Carlos Giménez en su “Barrio”, desplaza hacia el fondo el contexto histórico y pone en primer plano a los personajes. Primer acierto en un trabajo lleno de ellos.

Otro es el que me engancha al álbum. Beltrán y Seguí cuentan cómo unos niños guían a los marineros americanos hacia el barrio de las putas para sacarse unos duros. En esas están cuando se topan con unos marinos de origen portorriqueño con quienes pueden entenderse. Como los críos no quieren volver a sus casas, los americanos los acomodan en su pensión. Ahí es donde yo temía una escena de abusos que ratificara la maldad intrínseca de todo yanki. Muy al contrario, el guión los presenta como dos tipos encantadores que invitan a desayunar copiosamente a los zagales. De tal manera que cuando la madre le pregunta dónde ha estado al niño Gabi, éste responde “¡en América!”. Creo que para muchos los USA han representado un sueño de libertad y democracia, a través de sus gentes, películas y tebeos. Sin embargo esa faceta apenas se nos muestra y nuestros jóvenes crecen con la idea cierta de que Estados Unidos representa el mal absoluto. Que alguien compense esta versión de vez en cuando es de agradecer.

A partir de ahí, todo mantiene un tono emotivo, cargado de humanidad, compasión y buenas maneras narrativas. Mis capítulos favoritos son los más breves y aquellos en que el protagonismo no recae en Beltrán sino en algún vecino, como el señor Paco. Es un relato preciso, poético, intenso y perfectamente rematado. El mismo tono seco y directo mantiene en el del albañil, su padrastro. Hay drama pero se evita el falso sentimentalismo, ofreciéndonos otro fragmento de realidad que nos conmueve.


Historias de Barrio, de Beltrán y Seguí, edita Astiberri. Palma 80' premios ciutat de palma
Vuelve a un empleo fuerte de las elipsis en “Semáforos”, aunque ahí puede generar cierta confusión. Sorprende todo lo que cuenta sobre abusos a menores, sin subrayado alguno. Nos recuerda que la violencia no es una cuestión de clase. Otro corte fuerte y este sí muy eficaz lo encontramos al final de “Invisible”. Ese fundido a negro con el que concluye el episodio corona una secuencia de acción perfecta. 

Y aquí conviene detenerse por un momento en el dibujante. Si Beltrán ha escrito con sencillez y precisión un conjunto de sucesos que nos enternecen a pesar de su dureza, ello se debe en no poca medida al prodigioso trabajo de Seguí. Atraviesa eso que el tópico define como “dorada madurez”, que en su caso es más bien plateada. Mantiene sus acabados a lápiz, que de alguna manera robustecen un dibujo básico y eficaz. Un trabajo maravilloso sin fisuras, lo borda. El color, a cargo de Gabi Beltrán, es tan contenido como sugerente, primando la creación de atmósferas y la transmisión de sensaciones. Emplea una gama sorprendentemente gris para los luminosos veranos palmesanos, pero le funciona. 

Los argumentos son consistentes y sólidos. Citaría todos los episodios pero no me queda espacio. Maravilloso el de las putas, aunque quizás me sobra algún subrayado del texto. Increíble el del descapotable y el final, aunque bonito, confío en que se quede en un “continuará” y pronto podamos disfrutar de más Historias del Barrio


¿Pegas? Apenas. Creo que algunos pasajes podrían cargar con menos texto y aligeraría todo lo dedicado al autoanálisis. Cuando permiten que los hechos hablen por sí solos y que los lectores saquen sus propias conclusiones, funciona mejor. Pero repito: el balance general es muy alto, estamos ante una obra interesante y, por partes, muy emotiva.

Con ella se cierra de forma brillante una larga temporada de relación especial entre el Ayuntamiento de Palma y el cómic. Ahora el tiempo dirá qué es lo que va a pasar. Desde aquí sólo me queda felicitar y expresar mi gratitud a los responsables. Especialmente al director del Solleric, Joan Carles Gomis, que tanto apoyó la línea de exposiciones dedicadas al medio y que tuvo mucho que ver con la creación del Premio Ciudad de Palma de Comic. Su etapa ha concluido y creo que puede sentirse bien satisfecho de sus logros. Yo lo estaría.

¡Feliz año nuevo a todos!

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viernes, 23 de diciembre de 2011

The Rocketeer. D. Stevens

HASTA EL INFINITO Y...

The Rocketeer.
Dave Stevens.
Norma Editorial. 
288 páginas, 26 euros. 

Entre los numerosos recopilatorios que últimamente han proliferado, compitiendo en tamaño y calidad, destaca el dedicado a Rocketeer, personaje creado por el extraordinario dibujante Dave Stevens, que nos dejó en 2008.

Stevens falleció con poco más de cincuenta años a causa de la leucemia. Su relación con el medio es escasa. Ayudó a Manning en Tarzán y luego se dedicó sobre todo al mundo audiovisual. No sólo a las series de animación, también colaboró en la promoción de Indiana Jones y en el storyboard del Thriller de Michael Jackson. Sus seguidores adoran la calidad de su dibujo y, sobre todo, la sensualidad de sus mujeres. De hecho, al introducir a un personaje que tenía los rasgos de Bettie Page en su serie favoreció una recuperación de la modelo. Stevens la buscó, se reunió con ella, le ayudó a reclamar sus derechos de imagen y acabaron convertidos en buenos amigos. Así que es en parte a él a quien debemos agradecer (o maldecir por) la proliferación de flequillos y peinados a lo Page.

Anécdotas aparte, la calidad de Rocketeer radica en el dibujo más que en la historia. Stevens fantaseaba con unos años treinta cargados de glamour. Por su serie se pasean estrellas de cine y monstruos de serie B, personajes de novela pulp como La sombra o secundarios extraídos de Doc Savage, biplanos y logotipos art decó. Es un mundo fascinante y arrebatador, más cuando viene servido por un dibujo tan brillante como el suyo, heredero del mejor comic clásico, con la calidad del entintado de Williamson y la sensualidad y el dinamismo de Frazetta. El problema es que, más allá de esa recreación de un momento mitificado y que como digo es muy atractivo, sus relatos son más bien planos. Los sazona con humor, lo que aligera la mezcla, pero nunca se preocupa tanto por los guiones como Mark Schultz. Su compañero de generación comparte con él no pocas intenciones y características estéticas, aunque Mark no se recrea tanto en la sensualidad como Stevens. Pero sí que analiza algo más sus guiones, lo que se nota en el balance final.

Xenozoic Tales es un tebeo serio, poderoso, y Rocketeer un divertimento, un gran entretenimiento sin pretensiones. Hay que dejarse llevar por el arte de Stevens, gran dibujante y mejor entintador, y olvidarse un poco del argumento, que no brilla por su profundidad. En todo caso este volumen es especialmente recomendable por todos los complementos que incluye: portadas, bocetos, diferentes versiones, anotaciones, etc. El coloreado digital es muy satisfactorio, lo que tampoco resulta tan habitual. Se agradece también que se nos aclaren todas esas manos que participaron en la aventura en New York, de Arthur Adams a Mike Kaluta, entre otros grandes.

Personalmente me sorprende un poco que en un tomo dedicado a Rocketeer no se cite la adaptación al comic de la película. Si el film era correcto sin más, el tebeo se deja leer con agrado. Peter David se encargó del guión y el dibujo fue cosa de Russ Heath. Y ya saben que si el viejo creador es bueno dibujando aviones, aún mejor se le dan las chicas. Aquí nos brinda toda una lección, con amplio despliegue de lencería de la época. Permanece inédito en España y yo me pregunto hasta cuándo.
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viernes, 16 de diciembre de 2011

Plaza Elíptica. Valenzuela

UT PICTURA POESIS

Plaza Elíptica
Santiago Valenzuela
Ediciones De Ponent.
144 páginas, 20 euros.

Este año el Premio Nacional de Historieta ha sido otorgado a un autor poco conocido, destacando así una obra tan peculiar como voluminosa. Plaza elíptica, el volumen premiado, es el séptimo episodio de la larga saga del Capitán Torrezno.

En su momento tuve ocasión de comentar el primer tomo de la serie, Horizontes Lejanos. Pero luego no había vuelto a citarlo. Algo que conviene explicar, ya que Valenzuela lleva cerca de una década publicando los capítulos de su surrealista historia. Ni siquiera había intentado leer ese último episodio por el que le han galardonado. Ahora con esto del premio me he visto obligado a ello. Y no es una experiencia que pueda recomendar.

Revisando los componentes del jurado que compone el Nacional, me da la sensación de que progresivamente los burócratas se han convertido en mayoría. Cuando se discutía su composición yo defendí dos criterios: uno el de variedad, los miembros debían variar para asegurar diferentes puntos de vista. Y dos, la mayoría debía estar compuesta por autores de, como se suele decir, reconocido prestigio. Una tendencia que considero nefasta para salones y eventos similares es darle más importancia de la debida a investigadores, críticos y demás. Considero que cumplimos una función, pero al final lo importante son los creadores, son quienes deben tener voz. Frente a esta opinión, había quien hablaba de cuotas por género, región, asociación o cualquier otra cuadrilla, familia o mafia. Compruebo ahora que era una discusión perdida de antemano. Estos son los resultados.

Las aventuras del capitán Torrezno parten de un concepto interesante y cuentan con un dibujo poderoso y personal. Es una actualización de Tierra de gigantes, con un universo en miniatura instalado en un bajo y generado alrededor de objetos tan cotidianos como un deeneí, un mechero o una mesa. En ese microcosmos auténticas guerras tienen lugar, luchas por el poder y disturbios entre facciones que se traducen en algunos pasajes realmente espléndidos. En ese sentido los primeros volúmenes de Torrezno se siguen con ganas. Pero luego Valenzuela se deja llevar por una irresistible tendencia a la logorrea. Y sus tebeos se convierten en engendros infumables. Conversaciones interminables o disquisiciones filosóficas sobre la verdad y la esencia del ser se suceden sin que la imagen haga nada por animarlas. Hasta que como lector me rindo por extenuación.


Yo creo que estamos ante un episodio más de una larga batalla como es ese complejo de inferioridad que la pintura arrastra ante las letras desde la antigüedad. Ya saben, los poetas son tipos admirables y los pintamonas unos sucios e ignorantes trabajadores manuales. Frente a esto se alzó la literatura del Parangón, ensalzando las virtudes de las artes visuales. Pero también permaneció una segunda tendencia que, de manera directa o indirecta, reconocía la superioridad de la literatura. Ya se sabe que quien tiene la palabra tiene la sabiduría, o al menos puede hacérnoslo creer. Yo creo más bien que las artes visuales se explican de manera diferente a las escritas, pero eso es otra historia.

En general el mundo de la cultura con mayúsculas odia los tebeos, salvo sonadas excepciones. Y tan sólo los respetan cuando se parecen a otras manifestaciones que ya han alcanzado cierto prestigio, léase pintura cuanto más “moderna” mejor o literatura. Evidentemente el potaje que les ofrece Valenzuela es perfecto: páginas saturadas de textos casi ilegibles y aparentemente muy profundos, acompañadas por un dibujo aplastado por el peso de las letras. ¡Pero si casi parece un libro de verdad!

Hace años a alguien en un ministerio se le ocurrió una campaña especialmente ingeniosa para defender los tebeos. El eslogan decía: “Donde hoy hay un tebeo mañana habrá un libro”. Evidentemente las cosas no han cambiado tanto. Muchos todavía siguen pensando que los tebeos deben parecerse a los libros y que los tipos realmente adultos y cultivados los emplean como un escalón para acceder a la cultura de verdad. Escalón que luego se debe desechar, por supuesto. Y así nos va.
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viernes, 9 de diciembre de 2011

ESPECIAL PEANUTS - Charles M. Schulz

Snoopy y Carlitos by Schulz. Edita Planeta DeAgostiniELVIEJO CHARLIE BROWN


Antes de poblar mochilas, camisetas, tazas y otros utensilios, Carlitos y compañía pasearon por las páginas de periódicos de medio mundo. 


Hoy se han vuelto tan familiares que se corre el peligro de olvidar la calidad de la tira original. Sin embargo los seguidores del inmortal personaje creado por Charles M. Schulz pueden estar tranquilos. Diferentes proyectos e iniciativas mantienen a Peanuts de actualidad y nos permiten conocer nuevas facetas del entrañable niño cabezón y su autor. Como la reedición de sus tiras completas (diarias y dominicales) iniciada por Fantagraphics en USA y traducida aquí por Planeta DeAgostini. No sólo por el delicioso diseño editorial obra del también dibujante Seth, también porque nos permite disfrutar del personaje desde sus inicios en los años cincuenta hasta la última tira, que coincidió con la muerte de Schulz en 2000. Ya contábamos con ediciones anteriores, como la de Burulan a principios de los setenta o la de Grijalbo, más cercana al formato actual.

Tira de prensa de Carlitos
En el momento de su primera aparición en España Carlitos venía acompañado por cierto aire de respetabilidad intelectual, era un tebeo culto, adulto. Así lo entendió Enric Sió cuando a mediados de los 80 empleó a Snoopy como portada de su fracasada y pretenciosa revista La Oca. Para entonces la consideración popular de la serie no era la misma. Para entender ese cambio conviene recordar a Mafalda, la tira cómica de prensa más aplaudida de la transición. Mafalda era progre y deslenguada y los personajes más criticados en la serie eran el capitalista Manolito y Susanita, la burguesa cotilla.

Por contraste Charlie Brown empezó a ser visto como una muestra más del imperialismo americano, algo que se acentuó cuando su merchandising creció casi hasta el infinito. Con el tiempo todos acabamos relacionando al pobre Carlitos con cierta forma de pijerío. Recuerden: “te lo juro por Snoopy”. Se le reconocía el valor de destacar las neurosis que una sociedad capitalista como la americana necesariamente producía y poco más.

Los Jóvenes de Charles M. SchulzJÓVENES Y CRISTIANOS

No solo hemos tenido ocasión de leer las aventuras de los personajes que pueblan la tira: Lucy, Pecas, Patty, Pigpen, Linus, Marcia o Schroeder. También se han recuperado algunas de las primeras producciones de Schulz. En USA se puede adquirir Lil Folks, una serie con niños como protagonistas con muchos de los ingredientes que luego desarrollaría en Peanuts. 
Y aquí nos llegó algo todavía más peculiar: Young Pillars, traducido como Los jóvenes según Schulz y que agrupa una colección de chistes realizados cuando Carlitos ya llevaba años en marcha. Nos muestra  un Schulz alejado de su limpieza inicial y en marcha hacia la desnudez expresiva de su madurez. La aparición de las cabezas de personajes como Lucy o Linus, “injertadas” en cuerpos de adolescentes, produce una sensación de extrañeza, como cuando nos enfrentamos a algo familiar pero fuera de su lugar habitual.

La edición española puede resultar un tanto engañosa ya que parece indicar que Schulz retrata la juventud americana de los cincuenta. En realidad se centra en los jóvenes cristianos, un grupo muy concreto con el que se identificaba. Estuvo comprometido con la iglesia durante una larga etapa de su vida y les brindó una generosa parte de los beneficios de Peanuts. Llegó a predicar por las calles, algo casi inimaginable para un tímido patológico como él. Su implicación no anuló su sentido del humor que en este volumen brilla como siempre.

La raíz cristiana resulta imprescindible para entender su trabajo. Con la inestimable ayuda de Bill Melendez  empezó a animar a sus personajes para comerciales y especiales televisivos. Desoyendo los consejos de todos los que colaboraban en el proyecto, recurrió a sus creencias para aportar profundidad a un corto especial de Navidad. El dibujante se empeñó en incluir un extenso fragmento del Nuevo Testamento, leído en la obra por Linus. Para Schulz, si la Navidad no se vinculaba al mensaje cristiano no tenía ningún sentido, era una mera celebración del consumo. Contra todo pronóstico el especial fue un rotundo éxito, conmovió de forma natural a toda la nación y se convirtió en un clásico instantáneo. El cristianismo le aportó la sensación de comunidad que necesitaba en su vida. Luego fue despegándose paulatinamente de la práctica y la adhesión a una secta concreta, pero siempre conservó su respeto por las creencias cristianas y sus tradiciones.


Schulz, Carlitos y Snoopy; una biografía de David MichaelisVIDA DE UN DIBUJANTE

Nuestra siguiente pieza en este recorrido es la biografía escrita por David Michaelis, una auténtica obra maestra editada en España por Es Pop Ediciones

Sorprende por su profundidad psicológica y brillante estilo, también por la abundancia de información y las numerosas fuentes. Es como si el autor hubiera hablado con cada compañero de pupitre de Schulz, con cada camarera que le sirvió una copa, con cada familiar y amante. Es un trabajo absolutamente recomendable y abrumador. Cada dato viene reforzado por una explicación exhaustiva que nos permite contextualizarlo.

Así, hay descripciones apasionantes de cómo funcionaba el mercado de los comics de prensa. O cómo era el ambiente en San Francisco cuando Schulz decidió echar una canita al aire en los sesenta. O en qué consistían los cursos por correspondencia como el que siguió y en el que luego participó como instructor. O cómo vivió la gran depresión, que llevó a su familia a desplazarse de un pueblo miserable a otro.

Por supuesto están todas esas curiosidades biográficas que se relacionan de manera natural con el material de sus tiras. De hecho, el libro hace algo muy inteligente: no cuenta con demasiadas ilustraciones, pero en casi todas las páginas aparece alguna tira de Peanuts en formato microscópico, relacionada con el tema tratado en ese capítulo. Cuando la madre muere de cáncer, el joven Schulz es alistado y poco después parte hacia Europa para participar en el final de la IIGM.

Mientras se nos explica esa dramática secuencia de hechos, una tira nos muestra al pobre Charlie Brown camino del campamento de verano, sintiéndose terriblemente desamparado. Sin subrayados, Michaelis sugiere que muchos sucesos a los que se enfrentó el dibujante en su infancia y juventud fueron reelaborados más tarde en sus ficciones.

Básicamente, Schulz fue tan inseguro como su personaje, nunca se sintió completamente integrado ni querido. Tras muchos años de éxito continuado todavía dudaba de la aceptación que conseguía, temiendo perder en cualquier momento el favor de su público. Sólo en un terreno se sintió completamente confiado: el comic, su arte. Nunca quiso ser pintor ni nada más que dibujante de historietas. Supo desde muy joven que si se esforzaba podía conseguirlo. Y así fue.

Otro tema fascinante y polémico es la relación del autor con el éxito, tanto en términos económicos como creativos. Por un lado sentía que lo merecía y que cada dólar ganado (y fueron muchos) era una justa recompensa para sus continuas y largas jornadas de trabajo. Además siempre subyacía el temor de que una vida demasiado fácil secase el pozo de sus ideas. Quizás sin el acicate de la necesidad los conceptos originales dejasen de llegar.

Michaelis insiste una y otra vez en que recordemos que una tira seria, con niños que podían hablar de la frustración, la sensación  de  pérdida o la soledad, era algo realmente marciano allá por los cincuenta. Y que fueron los universitarios los primeros en apreciar su humor, seguidos por un público masivo entre quienes se contaban muchos dibujantes actuales, todos ellos herederos del genio de Schulz.

PEANUTS the art of Charles M. SChulz by Chip Kidd
LOS PAPELES
DEL MUERTO

La biografía de Michaelis es tan intensa e interesante que todo lector se queda con ganas de más, sobre todo en el apartado visual, apenas presente en el libro. 


Una forma de profundizar en la obra de Schulz es el volumen diseñado por Chip Kidd, ese friki genial a quien los aficionados ya debemos otras obras maestras como su volumen dedicado al Batman de Timm. La cuestión es que cuando Schulz muere la familia pide a Kidd que documente todos los originales que guardaban por casa. Acompañado de un fotógrafo se pasa dos meses entregado a tal labor. Fruto de esos esfuerzos y con el añadido de la colección de Chris Ware, deciden publicar un libro que englobe todo ese tesoro gráfico.
El resultado es el habitual en Kidd. Peanuts, the art of Charles M. Schulz, es un tomo apaisado, pequeñito y entrañable en el que se intercalan excelentes reproducciones de los originales con fotos de los innumerables muñecos relacionados con su mundo, bocetos, cartas y ampliaciones de sus muchas publicaciones. Todo con la densidad y el gusto por las texturas que caracterizan al diseñador, que en este caso actúa también como comentarista, en unas muy breves notas que explican la arrolladora colección de imágenes que dispone ante nuestros ojos. Permite apreciar con rapidez los cambios en el estilo del autor, de la perfección gráfica de sus inicios a la línea tremendamente despojada y pobre del final de su carrera, dos extremos igualmente satisfactorios y expresivos.

Charles M. Schulz MuseumPATINANDO CON CARLITOS

Si el aficionado todavía no tiene suficiente mi consejo es que vaya ahorrando para comprarse un billete a San Francisco. En esa ciudad se encuentra un museo de la historieta con algunas donaciones de Schulz. Es más bien pequeño, pero presenta exposiciones tan variadas como interesantes. Y sí, en algunas de ellas pueden contemplarse originales de Peanuts, entre otras joyas como un boceto de Foster para una página de Prince Valiant.

En realidad la meta del viaje se haya un poco más al norte, cruzando el puente Golden Gate y dejando atrás la perenne bruma de san Francisco. A pocos kilómetros se encuentra la pequeña ciudad de Santa Rosa donde los aficionados recordarán que se estableció el autor. Tras su muerte se levantó un museo que agrupa y conmemora su labor creativa. El edificio en sí tiene su gracia y presenta varias curiosidades como el estudio del autor, reconstruido para la ocasión, o una pared con motivos infantiles que pintó para sus hijos. O un impresionante mural que a base de tiras fabrica la figura de varios personajes de la serie. No podía faltar el árbol devora cometas entre otras alusiones a los mundos de Schulz. Mención aparte para los esforzados vigilantes de sala, una simpática pandilla de jubilados que se dedican a explicar hasta la extenuación cual es su tira favorita de Peanuts mientras cuentan  detalles sorprendentes del musical que se creó a partir de la serie. Es uno de los más representados en USA debido a su escaso reparto y a la popularidad de sus protagonistas.

Y, por supuesto, están los originales de Schulz. Son quizás menos de lo que cabría desear, pero aún así resultan impactantes. Sobre todo por su gigantesco tamaño. Parece increíble que algo que iba a ser reproducido en un formato tan pequeño partiese de imágenes tan grandes. Por mucho que sepamos que esa era la costumbre más o menos hasta los sesenta no deja de sorprendernos. Luego está la línea, tremendamente fuerte, segura y precisa. En fin, que merecen la pena, son un material fascinante, divertido y emocionante.

Si tras la visita aún se quedan con ganas de más, hay dos maneras de seguir disfrutando con los mundos de Carlitos. Una es la tienda de regalos, una casa cercana al museo donde el coleccionista podrá vaciar sus bolsillos. Yo les aconsejo una parada en el peculiar edificio que separa al Museo de la tienda. Me refiero al Palacio de Hielo de Snoopy, el Redwood Empire Ice Arena. En los últimos años de vida de Schulz las leyendas sobre su riqueza se dispararon. Se decía, entre otras exageraciones, que había comprado un equipo de jockey sobre hielo. En realidad no fue así, tan sólo les construyó una pista en la que patinar.

La historia constituye uno de los capítulos más jugosos del libro de Michaelis. En resumen, la primera mujer del dibujante se aburría. Tanto ella como Schulz echaban de menos las pistas de hielo sobre las que patinaban en su niñez. Pero no abundaban en la soleada California… así que se construyeron una. Él puso el dinero y su esposa supervisó las obras, desbordando con entusiasmo el presupuesto inicial. El final de la historia es el habitual. Al dibujante, que llevaba años empleando a su mujer como modelo para su desagradable personaje Lucy, le costó recuperarse del golpe económico que la construcción del Empire supuso. Las diferencias entre ambos se agudizaron y el final de la obra marcó también el de su matrimonio. Luego ella se casó con el capataz y Schulz no tardó en encontrar una nueva compañera. Con el tiempo él presumía no de sus deportivos, que los tenía, sino de ser la única persona en el mundo que poseía dos “zambonis”.

 En la actualidad la pista sigue abierta y cualquier visitante puede disfrutar en ella, si no tiene miedo a romperse la crisma sobre el hielo. Los zambonis siguen poniendo el hielo a punto para ser empleado de manera regular. El bar donde muchas mañanas el autor se encontraba con aficionados que acudían a saludarlo mantiene sus adornos alpinos y un ambiente totalmente agradable. Es una suerte de sueño hecho realidad, una fantasía que no resulta tan disparatada en el estado donde también nació Disneylandia.

Schulz aportó profundidad e ironía a las tiras de prensa, sin dejar de ser tan divertido como entretenido. Peanuts permanecerá porque se dirige a cada lector de forma individual, entre su rico plantel de personajes siempre hay alguno con quien podemos identificarnos, con sus esperanzas, miedos o inquietudes. Más cuestionado ha sido el dinero que el dibujante se embolsó con su obra. Yo creo que expresa un verdadero ideal moderno, el del creador liberado de toda imposición. Nunca he creído que el público acierte siempre, pero tampoco lo contrario, que se equivoque sin remedio. Con Schulz acertaron y afortunadamente él pudo vivir con comodidad de su trabajo. ¡Aleluya!

LIBROS:
Editado por Chip Kidd
Pantheon Books. New York, 2003
336 páginas, 18 dólares

Los jóvenes según Schulz
Charles M. Schulz
001Ediciones. Torino, 2010.
296 páginas, 19 euros

David Michaelis
Es Pop Ediciones. Madrid, 2009
610 páginas, 26 euros


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viernes, 2 de diciembre de 2011

LAS AVENTURAS DE HERGÉ de Bouquet-Fromental-Stanislas

Las aventuras de Hergé de Bouquet Fromental y Staislas, edita Norma Tintín Bélgica
Norma editorial. Barcelona, 2011. 
72 páginas, 13,90 euros. 

A remolque de la película nos llega ahora esta biografía en viñetas del creador de Tintín, el controvertido Hergé, en un álbum de bonito dibujo y atropellado guión. No es una obra redonda pero tampoco despreciable.


No es el primer tebeo dedicado a un profesional del gremio. Además de numerosos ejemplos de comics autobiográficos, hace tiempo se publicó una vida de McCay contada con viñetas y en nuestro país Paco Roca se atrevía con la guerra Tiovivo-Bruguera, incluyendo a numerosos dibujantes como protagonistas.


La diferencia aquí es que hablamos del autor europeo más popular, conocido y discutido. Es difícil hablar de Hergé sin polemizar con sus seguidores o detractores. Así que quizás eso explique la principal característica de este guión, su velocidad. Los autores saltan de un episodio a otro sin apenas darnos tiempo a situarnos y comprender lo que está pasando. Eso por un lado es bueno. El volumen tiene un ritmo trepidante que no decae nunca, la acción apenas se detiene para ir dejando caer guiños, entre los personajes o apenas escondidos en los fondos, que cualquier lector de Tintín enseguida identificará. Pero, por otro lado, considero que se necesita cierto nivel de información previo para entender lo que se nos cuenta. He leído la larga entrevista de Hergé con Sadoul y algunas biografías del autor y aún así me cuesta pillar lo que ocurre en determinados pasajes.

Y no podemos echar la culpa al dibujo, que es en términos generales excelente. No llega a imitar servilmente al original aunque trabaje en unas coordenadas estéticas similares. Pero busca unos acabados más “modernos”, empleando expresivos rallados y una mayor presencia de la geometría. Todo resulta bonito y ligero y el color acompaña sin molestar. Es en general un buen entretenimiento con el que podemos olvidar el mal trago que nos ha hecho pasar la película.


Las aventuras de Hergé de Bouquet Fromental y Staislas, edita Norma
Primero, recomendarles la lectura del artículo escrito por Juan Carlos Llop y publicado por El Diario de Mallorca el pasado domingo 20 de noviembre. Estoy completamente de acuerdo con él. Fui a ver la peli dispuesto a pasar un buen rato después de que prácticamente todo el mundo me la recomendara. Pero no fue así. Creo que hay partes que están bien, la adaptación de Tintín me gusta, también la ciudad árabe del final y hasta la ambientación belga del principio, con todos esos cielos siempre nublados. Pero luego tengo un problema con las proporciones de las cabezas de muchos personajes. No le ocurre a Tintín, pero sí a Haddock y a casi todos los demás. Llop lo compara con un baile de máscaras. A mi me recuerda a aquellos especiales de Navidad con los muñecos del guiñol, cuando dejaban de ser títeres accionados por diferentes operarios y pasaban a ser actores con enormes máscaras, lo que les permitía enseñar los pies y realizar otras acciones. Esa sensación de que algo se perdía por el camino es la misma que tengo con el film.

En todo caso eso no es lo más grave. Lo peor es comprobar cómo los efectos se comen la trama. Esa insoportable pelea entre barcos enganchados por los mástiles, ese barullo de grúas, la horrible escena con la Castafiore, etc. No me preocupa que Spielberg cambie a Tintín si al menos fabricara una buena película. Pero no es así, es un artefacto con algunos pasajes digamos entretenidos, especialmente la famosa persecución en plano secuencia, también estirada y aparatosa en exceso. El único que me puso sobre aviso fue el director del Salón del Comic de Gijón, Faustino Rodríguez, que además me recomendó la primera adaptación, Tintín y el misterio del toisón de oro. A ver si consigo echarle un vistazo.
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