Arechi Manga. Barcelona, 2021.
194 páginas, 9 euros.
UN MANGA RENACENTISTA
Tras la desaparición de los últimos dinosaurios del manga, Taniguchi en 2017 y Koike en 2019, ha costado encontrar una serie que nos permitiera renovar el entusiasmo por los tebeos japoneses.
He ido picoteando mangas en los últimos años. No todos eran lamentables, en general siempre son entretenidos y narrativamente curiosos, con esos juegos temporales que transforman situaciones anodinas en momentos desaforadamente épicos. Pero teniendo en cuenta su costumbre de prolongar las colecciones durante incontables números (razón por la que en su momento dejé a Urasawa), hace ya mucho que decidí exigir algo más de los títulos que iba a seguir. Y en eso apareció “Arte”. Lo diré para empezar: su autora, Kei Ohkubo, no es Koike. Nadie es Koike, posiblemente uno de los mejores guionistas que han existido. Ohkubo juega en una liga menor, pero con mucho entusiasmo, una pasión que se traslada a sus viñetas y las convierte en una lectura atractiva y recomendable.
Su relato se inscribe en esa ola revisionista de la historia del arte, que redescubre a todo tipo de creadoras, con tal de demostrar que, si no hay más pintoras, escultoras o lo que sea, la culpa es del heteropatriarcado. Al recuperar a creadoras como Artemisia Gentilleschi se inspira a nuevas artistas para que sigan sus pasos. Eso es literalmente lo que ha hecho esta mangaka. Imaginar a una joven casadera en la Florencia renacentista que, en lugar de luchar por conseguir un buen marido, desea ser admitida como aprendiz en algún taller y desarrollar una carrera como pintora. Al principio chirría un poco esa obstinación de la protagonista en un entorno que dudo facilitara tales iniciativas. Pero el desajuste histórico se salva pronto con simpatía y buenas intenciones. Ohkubo no solo acumula sin prejuicios situaciones en las que nos cuesta imaginar a una dama italiana del siglo XVI, además la hace comportarse como una emancipada jovencita japonesa de la actualidad. Con su voluntad de hacer oír su voz y al tiempo una timidez encantadora, que se traduce en incómodos enmudecimientos y su incapacidad para lidiar con determinados sentimientos que la inmovilizan.
Se plantea con rapidez una fantasía histórica, unas reglas de juego que la autora maneja muy bien y que aceptamos con alegría. Pronto