310 páginas, 32 euros
Resumiré lo que pueden leer a continuación en una sola frase: dejen esto y salgan corriendo a comprarse Antares. ¿Ven qué fácil?
En realidad, es un aviso casi innecesario para los buenos aficionados. Leo, el autor brasileño afincado en Francia, nos llegó con algunos años de retraso. Trent, escrito por Rodolphe, comenzó a publicarse en 1991 y aquí se completó este año.
Con el mismo guionista inició Kenia en 2001, también recientemente traducido. Namibia, su segunda parte, todavía no ha alcanzado nuestras librerías, aunque su primer episodio es de 2010. En cuanto al ciclo de Aldebarán, arrancó en 1994. Su segunda etapa, Betelgeuse, dio comienzo en el 2000 y Antares en el 2007. Las dos primeras llegaron por aquí en 2009. Y ahora aparece la tercera, justo después de salir su último álbum en Francia.
Así que parece que nos vamos poniendo al día. Y es justo que así sea pues, como ya he comentado en anteriores ocasiones, Leo es un creador extraordinario. No hace falta que insista a quienes ya lo hayan leído. En este nuevo viaje a otro planeta desconocido volvemos a encontrarnos con su vigorosa protagonista, Kim Keller, una digna sucesora de anteriores heroínas espaciales como Laureline o Ripley. Viaja al encuentro de un destino incierto en un lejano lugar, acompañada de algunos viejos conocidos más ciertas sorpresas que no revelaré. Las fascinantes selvas a las que el dibujante nos tiene acostumbrados vuelven a estar repletas de bestias inmundas e indescriptibles, grandes y pequeñas y que nos dejan sin aliento.
El erotismo que se filtraba en anteriores entregas aparece enmarcado en un discurso contra la religión entendida como sumisión. Una secta intenta colonizar el nuevo orbe y su dirigente desea ser el primero en tomar contacto con las entidades extraterrestres. Pero Kim va a frustrar esos planes. Su mera presencia ya provoca una revolución entre los intransigentes compañeros de viaje, unos iluminados que rapan las cabezas de sus mujeres y les obligan a portar monos hinchables para ocultar sus curvas. Kim se enfrentará a esos fanáticos, defendiendo a una buena amiga a la que intentan violar. Pero pasan muchas más cosas en un viaje trepidante donde las explosiones de violencia irracional son constantes y las relaciones sentimentales e intelectuales aseguran diálogos jugosos y situaciones al límite.
Leo realmente no permite que sus lectores se tomen un respiro. Desde el inicio satura la trama de ocurrencias que van de lo divino a lo humano, del paisaje a la maquinaria, de las emociones a la defensa de la racionalidad y el sentido común frente a la intolerancia y la ambición. Hay ciertos matices ecologistas, especialmente las reflexiones sobre la voluntad humana de conquistar y explorar, que se compensan muy bien con una visión de la naturaleza como un espacio bello y sobrecogedor, pero también brutal y muy carnívoro, donde todo come o es comido, lo que facilita secuencias tan fascinantes como la de los gusanos come-flores gigantes. También se permite refrescantes pinceladas de humor, sobre todo respecto a la relación entre Kim y el dirigente religioso, a quien atiza en numerosas ocasiones para satisfacción del lector.
Es, por supuesto, un tremendo relato de ciencia-ficción, una clásica historia de primer contacto, narrada con pulso firme y con tanto realismo como cabría esperar. Y cuenta con el muy especial dibujo de Leo, un artista al que no se le resiste nada y que es especialmente afortunado con las caras y la caracterización de sus personajes. ¿Qué más podría añadir? Yo lo he disfrutado desde la primera a la última página, me parece el trabajo de uno de los grandes, un tebeo que releerán como yo pienso hacer ahora mismo con Aldebarán y Betelgeuse. ¡Queremos más! Autores como este son quienes realmente crean afición.
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