viernes, 31 de julio de 2015

Comic sobre la crisis: lo que me está pasando

Reservoir Books. Barcelona, 2015.
112 páginas. 18,90 euros.

LOS PROBLEMAS NO SON DE NADIE


Podría suponerse que ante una situación de crisis como la que atraviesa este país, algún autor tendría algo interesante que decir. Que aparecería el Carlos Giménez del siglo XXI facturando un tebeo popular donde quedaran reflejadas las tribulaciones de parte de los ciudadanos.


No ha sido así y tendremos que conformarnos con Miguel Brieva. Lleva tiempo publicando manifiestos donde explica sus reflexiones sobre la economía, la política o la ecología. Su dibujo tiende al realismo sucio, con algo que recuerda a Burns o a Crumb, emparentándolo más con los colaboradores de El Víbora de los ochenta que con muchos de los historietistas actuales, no muy proclives a los sombreados y el detalle con que él satura sus planchas.

Ahora presenta la que califica como su “primera novela gráfica” y, por su portada, podría suponerse que iba a trazar un retrato de la crisis y los movimientos sociales que ha provocado. En la cubierta se ve una manifestación en un lugar tan emblemático como la Puerta del Sol. Hay policías disparando pelotas de goma a los asistentes pero también unos muñequitos de colores muy delirantes que se pasean por la calle y que anuncian en parte el tono con que está contada la historia del interior.

En el aspecto gráfico el volumen es impecable. Tiene esos rayados saturados que lo desmarcan de las tendencias minimalistas y facilonas predominantes, y todas las secuencias, tanto realistas como oníricas, están resueltas con solidez y convicción. Si acaso, el aspecto más débil de la puesta en escena es el equilibrio entre textos e imágenes, con cierta tendencia a la verborrea, que se desborda sobre todo en las introducciones de los capítulos. Pero, a pesar de la abrumadora presencia de los textos, se lee bien. Otra cosa es lo que cuenta.

Básicamente se explican algunas de las circunstancias de la crisis a través del protagonista, un licenciado en geológicas que se ve obligado a trabajar de limpiador en el aeropuerto. Asistimos al drama de los desahucios, a la tragedia del padre que pierde el empleo, a la voracidad de los malvados capitalistas que piensan de manera egoísta y no colectiva y a ciertos conatos de rebeldía, que acaban en enfrentamientos con la brutal policía. En ese sentido, Brieva, que ha colaborado en varios libros de texto de “Educación para la ciudadanía”, imparte la habitual receta anti-capitalista, sermonea contra el neo-liberalismo y proclama la necesaria destrucción del sistema opresor. Hasta ahí, sin sorpresas, todo es como cabría esperar. No nos vamos a poner a pensar a estas alturas.

Pero en una segunda lectura lo que se descubre es algo más interesante. Primero, su discurso no se enuncia desde la posición de un narrador omnisciente, un comisario que nos explique las contradicciones del mercado. Al contrario, su héroe es un haragán con tendencias depresivas y alucinaciones y delirios varios a causa de los porros y las pirulas que trasiega constantemente. Hay momentos en que me sentía de vuelta a las historietas de Caza en Metal Hurlant, fantasías hippies con críticas a la rutina y elogios de las drogas y el sexo libre ¡Yupi!. La realidad se convierte así en una alucinación psicotrópica en la que sólo hay que dejarse llevar y conectar con el universo. En ese sentido el diálogo con el ficus de la psicóloga es revelador. El yo es nuestro enemigo, fundámonos con la masa y el cosmos.

Yo sospecho que Brieva ha firmado una monumental parodia. Como cualquiera que haya visto Ladrón de bicicletas, por ejemplo, no podía entender escenas tan melodramáticas y sonrojantes como la del despido del padre. O la plancha en que se dedica a explicarnos lo alienados que estamos, con nuestros ai-fons, videojuegos y programas basura de la tele. O la del empresario que afirma que las almas ya no valen nada. Todo es tan barato, simple y panfletario que sólo cabe una explicación. Y es que todo el libro es una gran broma, una sátira de unas visiones del mundo realmente caducas y simplistas. Y que sólo pueden aceptarse como chifladuras de un perturbado. ¡Ya decía yo!
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viernes, 24 de julio de 2015

CRÁNEO DE AZÚCAR de C. BURNS

Cráneo de azúcar de Charles Burns, edita reservoir books
Reservoir Gráfica. 2015.
72 páginas, 24,90 euros.

CRECER, PUDRIRSE...


Tras Tóxico (2011) y La Colmena (2013), se publica la tercera parte de esta excelente trilogía de Burns, un lisérgico homenaje a Tintín, al que se actualiza tanto con un exceso de realidad como con un desbordado surrealismo.


Burns nunca ha escondido sus intenciones ni sus inclinaciones. Es justo considerarlo el David Lynch del cómic. Comparte con el célebre director la afición por las tramas sórdidas y la mezcla. En los ambientes más luminosos y saludables surge de pronto la úlcera o se desata el deseo. No extrañó que Burns proclamara su voluntad de ofrecer su versión de uno de los mayores iconos del cómic “limpio”, como es Tintín. Aunque es básicamente un punto de partida. Hay algunas citas visuales, como el huevo gigante de la primera portada y la propia estética capilar del protagonista, tanto en el mundo onírico como en el real. Pero más allá de esos guiños, Burns marca desde el principio su territorio.

En arte es habitual que las intenciones sean más grandes y mejores que los resultados. Proclamar que la adolescencia es una etapa de maduración que nos permite acceder a un mundo de adultos cargado de inconveniencias, desamor, relaciones frustradas, dolor, enfermedad y muerte es más fácil de decir que de explicar con una forma artística, emocionante o que nos haga reflexionar. Burns lleva jugando en este terreno desde el principio de su carrera y lo cierto es que cada vez describe con mayor precisión y perfección gráfica esos mundos que le interesan y que no suelen ser agradables.

Lo primero es el dibujo, de una concisión repelente y ajustada. Todo trazo medido al milímetro, pasado de negros como corresponde a los universos que transita, conciliando la limpieza de los contornos con la suciedad de las texturas más crueles y resbaladizas. Y en este caso además acompañado por un color tan plano como eficaz, que completa la estética de álbum europeo que ha buscado en este trabajo, con tapa dura, bonitas guardas y lomo entelado. Y el argumento está a la altura del impecable grafismo.

Juego con dos realidades, una soñada, con una especie de Tintín viajando por un país que podría recordar a un Afganistán de pesadilla. Está poblado por extrañas criaturas, algunas le ayudan y otras lo desprecian. Conoce a una chica, que espera su momento de poner los huevos que hinchan su desafortunado cuerpo y que protagoniza una de las escenas más desagradables. Ese mundo se cruza en ocasiones con el otro, en nuestra realidad, y permite a Burns ofrecer una versión distorsionada de los terrores de su héroe. Todo el episodio del parto puede entenderse así como una traslación infernal de los miedos a la paternidad que invaden al adolescente en el otro plano. Cabe decir que el autor emplea con mucha habilidad esos paralelismos, esos saltos, entre lo onírico y lo real.

De vuelta a nuestro mundo, se nos cuenta la historia de Doug, un aspirante a artista que conoce a Sara, otra joven con problemas. Como ocurre siempre en este tipo de relatos, a la pareja la ronda un ex-novio psicópata cuya violencia está a punto de derramarse sobre ellos. Pero antes, Sarah y Doug demuestran que son capaces de hacerse daño ellos solos. La trilogía trabaja a partir de un material muy sencillo y muy querido por Burns, esas fases de crecimiento, cambio y maduración donde nuestra estupidez nos lleva a equivocarnos constantemente. Sumen a eso unas buenas dosis de arrogancia adolescente, egoísmo narcisista, alcohol y drogas y tendrán todos los ingredientes para un potente drama en el que cada detalle cuenta. Presten atención por ejemplo a la relación del hijo con el padre, uno de esos miedos universales de todo jovencito, el “yo no quiero ser como mi viejo”. Como este relato demuestra, ese destino resulta casi inevitable, con toda la ración de corrupción, enfermedad, muerte y la bata de papá que ello conlleva. Burns es el maestro de la turbiedad y la melancolía y con esta obra ha vuelto a demostrarlo. Leer más...

viernes, 17 de julio de 2015

BIOGRAFÍA de CARAVAGGIO de MANARA

Caravaggio 1. El pincel y la espada de Milo Manara, edita Norma editorial
Norma editorial. 2015.
60 páginas, 18 euros.

PINTAR Y PELEAR


Nunca he sido un fan de Milo Manara. Comprendo que se admire su dibujo realista y clásico y que haya quien disfrute con sus mozas, salidas todas del reparto de una película de Hamilton y en el límite de lo legal. Pero ni sus temas ni su manera de contar me parecieron jamás tan magistrales como algunos afirmaban.


Sin embargo, en sus últimas obras hay algo que me está reconciliando con el arte de este viejo calentorro. Ya me pasó en los Borgia, la saga que dibujó sobre guión de Jodorowsky. Y vuelve a ocurrir ahora en esta biografía de Caravaggio que ha comenzado en solitario.
Tiene que ver con uno de los aspectos de su trabajo que más rechazo me ha producido siempre: la gestualidad de sus personajes. Siempre desmedida y teatral y asociada a otra de sus carencias, el control del ritmo. La acción en los comics de Manara se acelera o ralentiza porque sí. Escenas importantes pasan desapercibidas. Momentos tontos se enfatizan, con los héroes adoptando posturas grandilocuentes y planos generales que no vienen a cuento.

Esas han sido sus características y las razones que me llevaban a mantenerme a distancia cuando se ponía serio. Cuando la cosa iba de encadenar excusas para mostrar jovencitas en pelotas pues hay que reconocer que en ese universo sí que era un maestro, con el dibujo más adecuado al tema posible. Pero ¿historias donde pasaran cosas y los protagonistas tuvieran que actuar de verdad, no sólo fingir orgasmos? Esto se le resistía a Milo.

Creo que Jodorowsky le sentó bien porque le puso a dibujar temas que se adecuaban a las tendencias naturales de su dibujo: sexo, por supuesto, pero también una aproximación operística, teatralizada en la que el gran gesto y las perspectivas amplias cobraban sentido y aportaban enjundia a lo narrado.

Caravaggio 1. El pincel y la espada de Milo Manara, edita Norma editorial
Con la lección bien aprendida, Manara aborda ahora la vida del pintor más peliculero posible, el pendenciero y multisexual Caravaggio. Aunque ciertas aproximaciones psicológicas han insistido en el marcado carácter homosexual de algunas de sus pinturas y se ha especulado mucho sobre las acusaciones de sodomía que recibió, la visión de Manara es ortodoxamente heterosexual.

Hay chiquillos en pelota por aquí y por allá pero a las que se tira el joven Michelángelo es a las putas que tienen como siempre la cara (¡y los cuerpos!) de las clásicas chicas “Manara”. Recientes biografías aseguran que al pintor tanto le daba la carne como el pescado y que su sexualidad era demasiado explosiva como para ser contenida por categorías clásicas, como la de “bisexual”. Esto ya le da juego a Manara, pero además todo el mundo coincide en lo broncas que era Caravaggio, lo que da pie a coloridas peleas y escenas de acción que animan los pasajes entre la pintura de cuadros y sus constantes encarcelamientos.

Añadan a esto otro de los verdaderos protagonistas del volumen, la ciudad de Roma. Una Roma que no se ajusta exactamente al más estricto realismo. Manara conjura visiones de Piranesi para brindarnos una urbe barroca, misteriosa, decadente y monumental, un marco perfecto para las mundanas pasiones que dominan a los héroes de esta historia. Manara decora sus dibujos con delicadas aguadas y mantiene su aire lánguido y artificioso, de manera tal que siempre se establece cierta distancia, teatralizando lo narrado. Emplea un color muy contenido, casi monocromo que aporta serenidad a un relato cruel y sexual. Y con buenos culos.
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viernes, 10 de julio de 2015

EL MAL NO DESCANSA en PARIA vol.1 de KIRKMAN

Paria (Outcast) de Kirkman y Azaceta, edita Planeta Comic comic de terror
Planeta Cómic, 2015.
160 páginas, 15,95 euros.

¡YO SOY LEGIÓN! 


Los aficionados no necesitan que nadie les recuerde las cualidades de Robert Kirkman, guionista de Los Muertos Vivientes e Invencible.


La primera se ha hecho famosa gracias a su adaptación televisiva pero sigue siendo mejor en viñetas, como su último episodio (hasta el momento) prueba, con esas manadas de zombies y ese increíble final con los monstruos parlanchines. Tanto en esta serie como en Invencible (una puesta al día de Superman) el autor se las apaña para introducir ese tan necesario factor humano.

Puede respetar todas las normas genéricas que corresponden en cada caso, pero luego encuentra el momento para desvelar facetas de los personajes que no esperábamos o que demuestran que tienen más dimensiones de las que suponíamos. Kirkman es un tipo brillante y casi todo lo que publica merece atención.

Su último trabajo no ha sido la excepción a esa regla. Primero, llama la atención su capacidad para emparejarse con buenos dibujantes. Sus compañeros al lápiz tanto en las otras series como en esta Paria son no sólo correctos artesanos sino, lo que es más importante, grandes narradores. Manejan bien copiosos conjuntos de personajes, se aseguran de que las interpretaciones sean adecuadas, sitúan al lector para que en todo momento se siga bien la acción y aportan variedad a la planificación. Y además, como este Azaceta, tienen estilo. Estilo que se ve reforzado por el trabajo de una fascinante colorista, Elizabeth Breitweiser, que aporta unas gamas envolventes que favorecen mucho al angustioso clima de la historia.

La cosa va de posesiones demoníacas. O, mejor, de posesiones a secas. El protagonista tuvo que lidiar en su infancia con su madre, aparentemente dominada por un ente satánico, y más tarde con su mujer, a la que casi mató para expulsar al maligno. Como comprenderán, la salud mental del muchacho es más bien frágil. Hasta que da con un predicador que le pide ayuda en un exorcismo. Es entonces cuando el héroe descubre una pauta en todos los acontecimientos que han marcado su trágica vida y decide hacer algo al respecto. Por el camino se suceden los asesinatos y un misterioso personaje se le instala en la casa de al lado, después de liquidar a su vecino.

Paria (Outcast) de Kirkman y Azaceta, edita Planeta Comic terror posesiones
Como siempre, Kirkman articula muy bien las amenazas externas con las internas. Esta suerte de Don Quijote y Sancho que son los dos protagonistas, no representan uno a la seguridad y el otro a la incertidumbre sino que ambos se enfrentan como pueden a la duda y al absurdo de una existencia aparentemente sin sentido.

Pero si el bien no parece muy atento a lo que les ocurre a los humanos, el mal no descansa. Esta es la tesis central del comic. Si no hacemos nada el triunfo del mal será imparable. Mientras los protagonistas discuten sobre qué hacer a su alrededor las tinieblas crecen. El guión mezcla muy bien los sucesos del pasado con la acción en el presente y a lo largo de este primer libro vemos cómo la conciencia se despierta en el héroe hasta que al final reúne el valor para volver a la habitación donde todo lugar todo el drama familiar. Por el camino conocen a un agente del FBI que ha perdido a su mujer e hijos a manos de un compañero “que se volvió loco”. Cuando conversan con él comprueban que lo que le afecta no es exactamente una demencia.

Kirkman utiliza con habilidad las suspicacias de cualquier lector ante temas semejantes. Así que siembra de dudas el argumento. Quizás los poseídos están locos, quizás no. Quizás hablamos sólo de violencia familiar, quizás no. Es una gran serie de terror y yo se la recomiendo.
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viernes, 3 de julio de 2015

REEDICIONES CLÁSICOS DEL OESTE: CASEY RUGGLES

Casey Ruggles. El comienzo. de Tufts, edita Manuel de Caldas
Libri Impressi. 2015.
80 páginas, 18,50 euros.

¡AL OESTE!


Manuel Caldas, aficionado y editor portugués, lleva tiempo alegrando el mercado de las reediciones. Recientemente recuperaba el Tarzán de Manning y el Lance de Warren Tufts. Ahora, de este último autor, publica otro de sus clásicos del Oeste: "Casy Ruggles. El comienzo".


Casey Ruggles es el nombre de su protagonista, un ex-militar que decide dedicarse a buscar oro en California. Así que se embarca en una fenomenal aventura acompañado por su interés romántico, una rubia muy modosita que irá de la mano de su papá, un impresor, el clásico personaje que Ford hizo célebre en films como El hombre que mató a Liberty Balance (“Podrán matarme a mi pero no a la libertad de prensa”).
Para sazonar algo más la acción Tufts recurre a un segundo componente femenino, la clásica mujer fatal de acento francés y, por supuesto, de pelo negro. Como en su momento le pasó a Flash Gordon, atrapado entre Dale Arden y la hija de Ming, Ruggles verá como la rubita se va espabilando por el camino y cómo la morena le echa en cara su falta de virilidad porque todavía no ha intentado besarla. La relación se verá acompañada por diálogos impagables y cómicos. Como cuando la rubia confiesa al héroe que “¡Haces salir a la mujer que hay en mi! ¡Eres tan fuerte, tan masculino!”. Por supuesto, la réplica de Lilli, la morena, es aún mejor. “¡Ooooh, Ruggles, te deseo! ¡Y algún día, juro por Dios, serás mío!”.

Es una situación clásica en muchos tebeos y no pocas películas. La buena es una sosa y la mala resulta mucho más atractiva aunque el héroe parece no darse cuenta. Piensen en el casting de la psicotrónica adaptación de Flash Gordon de los ochenta. No consigo recordar el nombre de la insípida que hacía de novia oficial. Pero Ornella Muti como hija del malo estaba absolutamente arrebatadora. ¿La vieron en el papel de comisaria lingüística en El amante bilingüe de Aranda? Si quieren hacerle un homenaje al recientemente fallecido director, no se la pierdan, la única parodia en condiciones sobre la inmersión lingüística en Cataluña. Hoy nadie se atrevería a filmar algo parecido.

Casey Ruggles. El comienzo. de Tufts, edita Manuel de Caldas
Volvamos al Oeste. En realidad, la tensión sexual es un componente más en una trama llena de elementos de lo más variado. El primero y especialmente atractivo, el geográfico. Se nos narra el traslado de los protagonistas desde la Costa Este hasta California, con todos los cambios de escenario y de transporte que puedan imaginar.

Como viene servido por el talentoso dibujo de Tufts, puedo asegurarles que algunas viñetas cortan el aliento. Desiertos y tormentas de arena, trenes, diligencias y carromatos; más sus habitantes: forajidos, indios, mexicanos, gente amable y despiadada, una paleta de personajes abrumadora y apasionante; también estampidas de bisontes, ataques de osos y pumas y muchos caballos al galope; sumen claroscuros, atardeceres y otros efectos atmosféricos y ambientales. Tufts demuestra una habilidad singular para las caracterizaciones y los encuadres extravagantes. Vean sino la plancha en que Casey se encuentra por primera vez con Lilli. Él está herido y el dibujante usa dos planos subjetivos para expresar su malestar y confusión: un primer plano de la atractiva cara de ella, luego otro de las manos sobre las riendas y los caballos a punto de chocar. Curiosísimo.

Además, la edición, como es habitual en Caldas, cuida el detalle y la calidad de la reproducción. Y mantiene el color de los dominicales y el elegante B/N de las tiras diarias. Esta no es una antigualla sino un trabajo vibrante y lleno de ritmo y pasión y no deberían perdérselo.
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