La publicación de “La bomba” ha coincidido con el estreno de “Oppenheimer”. Ambas abordan el mismo tema, la fabricación de la primera bomba atómica, desde ópticas diferentes.
Esta novela gráfica aporta mucha información que sería complicado trasladar a la pantalla. Aquí se transmite de manera sencilla, clara y directa gracias a una afortunada mezcla de imágenes poderosas y textos muy breves. Mientras Nolan se concentra en un gran protagonista, en “La bomba” no deja de ser un secundario más. Al contrario, personajes sin apenas desarrollo en el film, como Szilard y tantos otros, ocupan muchas páginas del cómic. La película encuentra su sentido al concentrarse en ese único “héroe”, cuya caída en desgracia se nos muestra en llamativo contraste con su conocido momento de gloria. “La bomba”, en cambio, apuesta por una aparente dispersión, la acumulación de una serie de hechos muy variopintos, que van conformando el complejo puzzle nuclear. En ambos casos notamos el respeto con el que se abordan sucesos de trascendental importancia histórica. Más allá de lo puramente factual, con mayor abundancia de detalle en el cómic que en la pantalla, hay otra diferencia, si se quiere moral. Nolan se rinde frente al científico brillante, admira tanto su genio que apenas hay una imagen de Hiroshima, solo la reacción del protagonista, su transformación ante las abrumadoras consecuencias de sus actos. La película critica la persecución que sufre el héroe durante el macartismo, reivindicando los inmensos logros de un personaje excepcional. No hay una condena moral del protagonista o, al menos, no es mayor que su propio arrepentimiento. Sus hazañas quedan en pie.
REVISANDO LA HISTORIA
Desde la Transición, los dos grandes temas del tebeo histórico español han sido la Guerra Civil y las diferentes historias regionales que convenían a los mitos nacionalistas.
LEZO
Miranda, Vega, Mogorrón y Abad
Espadas Del Fin Del Mundo. Madrid, 2020
224 páginas, 19 euros
Por eso sorprende el renovado interés por ciertos personajes de nuestro pasado “imperial”. “Lezo” se construye desde la épica. Blas de Lezo es un superviviente de mil batallas a quien ya habrían dedicado unas cuantas películas en cualquier otro país. Aquí no, aquí seguimos con Aguirre y la cólera de Dios. Los autores han saltado por encima de los prejuicios y han visto la gran aventura que podía contarse a través de su biografía.
Resulta refrescante ver las clásicas batallas navales contadas al revés. Ya no son los bravos marinos de la armada inglesa los buenos, con los inquisidores españoles como taimados enemigos. Aquí se explica cómo la pérfida Albión luchó para arrebatarnos nuestros dominios. O se intenta, ya que los resultados no están a la altura. El dibujo tiene fuerza, pero le falta cuidado en los detalles, las actuaciones y la composición. En muchas escenas cuesta entender lo que está pasando, algo imperdonable con coreografías bélicas tan complejas como las que aparecen aquí. La descripción de los personajes se esfuerza con los principales, pero muchos de los secundarios, que habrían aportado una dimensión más humana al relato, quedan desdibujados y sin fuerza. Los autores trabajan en una segunda parte que esperamos sea más clara y matizada, ya que su esfuerzo puede abrir nuevas vías en el lánguido mercado español.
SOY LA MALINCHE
Alicia Jaraba Abellán
Nuevo Nueve. Madrid, 2023
96 páginas, 25 euros
“Soy la Malinche” está mejor acabado. Si en “Lezo” esa aproximación casi reverencial a una figura militar heroica es casi inaudita en el panorama del cómic español, el enfoque de Alicia Jaraba es el habitual, desde una perspectiva de género, poscolonial y con un gran respeto hacia los indígenas. El principal
Way, Simon, Romero, Bellaire y Piekos
The true lives of the fabulous Killjoys: National Anthem
Norma editorial, España, 2023
216 páginas, 35 euros
UN BONITO ENVOLTORIO Un tebeo que prueba el gran momento por el que pasa el color digital. El problema es que un bonito dibujo y un gran color no bastan para construir un buen cómic, se necesita además un guión a la altura.
Leonardo Romero es un dibujante estilizado y poderoso, deudor de otros grandes como Toth o Mazzucchelli, a quien homenajea desde la primera viñeta y cita en repetidas ocasiones. Romero es la primera razón para adquirir este cómic y no decepciona. Su dibujo sigue evolucionando, con soluciones ingeniosas que se ajustan bien a una estructura de página multiforme, moderna y muy atractiva. Jordie Bellaire, a cargo del color, es la segunda razón para gastarse el dinero en este volumen. Artista multifacética, no solo colorea, también escribe. Forma parte de la élite actual de coloristas que han conseguido que esa dimensión plástica sea considerada como algo más que un mero complemento. Pasado la primera ola digital, que primó los efectos espectaculares y realistas frente a un uso narrativo o estético del color, asistimos a un auténtico renacimiento, con propuestas tan variadas como interesantes. Uno de esos nuevos caminos consiste en mirar hacia atrás, cuando los comics se producían en las peores condiciones posibles y la gama cromática se reducía hasta extremos imposibles.
En un primer momento el color en los sundays era espectacular y se veía beneficiado por los enormes formatos de los tabloides. Es casi imposible superar la calidad de color que encontramos en Little Nemo, Gasoline Alley o en Prince Valiant, por citar algunos ejemplos muy conocidos. Pero luego, con
DOS OBRAS QUE SON APORTACIONES INTERESANTES A LA PEDAGOGÍA DEL CÓMIC.
Un libro que ayuda a los aspirantes a desarrollar y mejorar sus guiones y otro que aborda el problema de la adaptación de las imágenes a los nuevos formatos.
Lo mejor que puede decirse del libro de Schmidt es que intenta ser específico. En el terreno de la escritura hay muchos clásicos con los que competir, de la profundidad de McKee al ingenio de Blake Snyder, pasando por Field o Seger. Si se prefiere algo menos centrado en la estructura en tres actos, podemos acudir a la muy divertida autobiografía de Stephen King, que contiene ese maravilloso consejo para guionistas (“elimina los adverbios”) o el que estoy leyendo estos días, más orientado al teatro, “The Art os Dramatic Writing” de Lajos Egri. Hace años que se publicó el de Dennis O'Neil, donde explicaba el “paradigma Levitz”, el sistema para ir encadenando tramas y subtramas en una serie de continuará. Schmidt aporta un trabajo bien estructurado, con capítulos divertidos donde explica cómo introducirse en la industria, abordando a editores y guionistas, intentando no ser demasiado pesado. Hay pocas novedades en el terreno de la premisa, la estructura o la creación de personajes. Su apartado “Enriquece la historia” es curioso, también el que dedica a transformar la primera idea en un borrador válido, respondiendo a la gran pregunta ¿cuánto ocupa mi relato? Aplaudo sus esfuerzos por recordarnos que el cómic es un medio visual y cómo la imagen debe contar una buena parte de la historia. Hay algún error de traducción imperdonable. Todo el mundo entiende lo que es el “plano de situación” y su importancia en la narrativa. Es un fallo habitual prescindir de él, despistando al lector. No hablo solo del clásico plano general al inicio de la plancha, también de viñetas donde aparecen los personajes juntos, lo que permite situar sus posiciones relativas en el escenario. Por eso no se entiende que se haga una traducción directa del “stablishing point” inglés y se nos hable de “plano de establecimiento”. No es algo que pueda pasarse por alto.
En cuanto a “Tinta Vol. 2”, se trata de una nueva y brillante aportación del mallorquín Marcos Mateu, que lleva años colaborando con el mundo de la animación. Empezó en
TESTIMONIOS Dos libros que emplean el cómic como medio para denunciar momentos especialmente dramáticos en la historia de la humanidad. Desde espacios tan opuestos como el género de superhéroes y la novela gráfica.
Magneto. Testamento Greg Pak / Carmine Di Giandomenico Panini Comics, España, 2023 144 páginas, 20 euros
El guionista Chris Claremont tuvo la culpa de este Testamento de Magneto, al sugerir en una de sus historias que el supervillano mutante había sobrevivido a los campos de exterminio nazis. Años después alguien decidió recuperar aquellos años perdidos, imaginando cómo pudo ser su existencia en aquellos infiernos. Así como en sus adaptaciones cinematográficas sí se mostraba a Magneto manifestando sus poderes al ser presionado por los SS, en su versión en viñetas el relato se mantiene anclado a una realidad cruda y verosímil. Apenas hay pequeñas alusiones a ese control del metal que luego caracterizará al personaje. Es un joven desesperado que hace lo que sea por sobrevivir, incluyendo la colaboración con sus verdugos, convirtiéndose en kapo y echando una mano en el asesinato de familiares y amigos. La narración chirría algo más en la parte del interés romántico del protagonista, una gitana de la que se enamora y a la que intentará salvar. Si bien es cierto que funciona como motivación y razón para soportar muchos abusos, pensando que conseguirá salvarla, el panorama en que se desarrolla ese romance es tan desolador que cuesta imaginar la aparición de otro instinto más allá de la pura supervivencia. Tampoco ayuda el estilizado dibujo, que no nos permite diferenciar con claridad a los personajes, ni el muy oscuro color. Aplaudo las buenas intenciones de la obra y su rigurosa documentación, no puede negarse que hace una descripción precisa de las horribles rutinas de los campos. Pero luego no acierta en su puesta en escena ni en el desarrollo dramático de los personajes.
Más interés tiene la historia de complemento sobre Dina Babbit, con dibujos de Neal Adams y una ayuda en la tinta de Joe Kubert. Cuentan la vida de una superviviente de los campos que acabó de animadora en Disney. Los cuadros que le permitieron sobrevivir en Auschwitz pasaron a formar parte del museo del campo. Cuando años después pidió que se los devolvieran, la institución se negó, llegando a afirmar que eran propiedad del doctor Mengele. En fin, el breve episodio era una firme reivindicación de los derechos morales de Babbit, que murió sin poder recuperar su obra.
En el caso de la novela gráfica “Hierba”, ha sido calificada como el mejor cómic del año. Yo creo que hay gente que solo lee malos tebeos. No es que este sea un desastre, que no lo es. Pero considero que se confunde el indudable interés del testimonio con su dramatización, su puesta en escena, los factores que lo convierten en un cómic propiamente dicho. Y este es ya
LAS PERIPECIAS DEL DR. URIEL Sento firma una arrolladora novela gráfica ambientada en la Guerra Civil Española, evitando los lugares comunes, sorteando con elegancia no pocas dificultades narrativas y emocionándonos con un personaje cargado de fuerza dramática.
El protagonista es el suegro del dibujante. A partir de sus cartas y de la memoria familiar reconstruye sus andanzas durante el conflicto bélico. La obra se inicia con una suerte de prólogo, el “mundo ordinario” del personaje, recién salido de la facultad de medicina y a quien el inicio de la guerra pilla ejerciendo de sustituto del doctor de un pequeño pueblo. Vuelve a una Zaragoza ocupada por los nacionales y, aunque se alista para no resultar sospechoso, es denunciado y encerrado en prisión. Ahí es donde su verdadera aventura comienza. Esta es una prueba ardua para un guionista. Página tras página se nos cuenta la angustia de unos personajes encerrados en una celda, pendientes de todo sonido que pueda indicar que vienen a darles el paseíllo. Animar visualmente tales escenas no era tarea fácil y es sin duda la parte más sosegada del integral. Con todo, tiene interés y además Sento la anima con ocurrencias como la de la fila de muertos camino del paraíso. Ya desde las primeras secuencias notamos algo cada vez menos habitual. Independientemente del bando, de la adscripción ideológica, lo que encontramos son personas. Gente que se comporta con honestidad y humanidad o lo contrario. Como el cura que intercede por los presos y que desde su púlpito protesta contra la guerra. Luego paga las consecuencias. Un personaje poco habitual en las ficciones hispanas y que Sento construye con mimo. Su vida concluye en el ya citado pasaje del cielo, en el que podría pensarse que los textos se llevan el protagonismo pero que está tan bien escrito que se despacha de un tirón. Una gran idea en un libro lleno de ellas. Sento sale bien librado de esa situación inicial de “habitación cerrada” y lanza a Uriel al frente de combate, donde la narración se vuelve más ligera y expansiva.
En Belchite, donde transcurre el segundo acto, el autor vuelve a mostrarnos que las personas son más importantes que las ideologías. Conocemos primero al alférez Ruiz, un falangista descerebrado, pero también al capitán Pellicer, un militar profesional que se porta con mucha nobleza con el médico, sin importarle su fama de rojo. Poco a poco se filtra una idea como es la importancia del azar, con personajes cuya adscripción a un bando u otro depende más de dónde estaban al inicio de la contienda que de verdaderas y profundas convicciones. Más importante aún, para algunos la guerra es una excusa para imponer su voluntad, para otros un momento en el que resulta obligado mantener una reglas de juego mínimas. Algunos de los mejores momentos de la obra suceden cuando los soldados se olvidan de sus jefes y llegan a pactos con los contrarios, para poner un poco de orden en una situación tan trágica como irracional. Una de esas secuencias es un alto el fuego que acuerdan para enterrar a unos muertos que ya apestan en exceso y, de paso, intercambiar tabaco por papel de liar. Otra, especialmente poética, es la escena navideña cuando un negro de la brigada Lincoln se pone a cantar “Silent Night” y luego todos le siguen y acaban saliendo de las trincheras para celebrar la Nochebuena. Un pasaje mágico y enternecedor, que acaba con el encarcelamiento de todos los presentes.
Por el camino se cuentan muchas cosas:
Leer más...
DE MADRID AL PUEBLO Autsaider es una de las editoriales más simpáticas de este país. Como suele ocurrir con las casas pequeñas, cuida con exquisitez el acabado de sus productos. Ahora presentan Ronson, una obra muy alejada de su catálogo habitual.
PRIMAVERA PARA MADRID Magius Autsaider Cómics, España, 2020 272 páginas, 25 euros
Lo primero que llama la atención es el delicioso borde ondulado con que se remata el volumen, que se suma al lomo entelado y las tapas en cartoné. En el interior las páginas van a dos tintas, negro y un bonito tono mostaza. Una característica de la editorial es el mimo que ponen en sus escasas entregas. Delicadeza que suele contrastar con los contenidos, de un salvajismo no apto para corazones sensibles. Autsaider se ha mantenido fiel a su nombre, publicando cómics al margen de lo convencional, herederos del primer underground en una apuesta claramente antipopular y selecta. Ese elitismo era de caca y culo, con autores muy inclinados a lo escatológico, exploradores de lo obsceno o ilegal, o más filosófico pero atendiendo a premisas similares, mirando hacia abismos cada vez más profundos. El problema con la provocación es que tiende a ser repetitiva, lo que no es bueno para la narración. Lo mismo ocurre con la desesperación. Si sé que por mucho que nade al final me voy a ahogar ¿para qué seguir leyendo? Es la esperanza la que sostiene el relato. En fin, me ha asomado aleatoriamente a sus publicaciones y en más de un caso me he topado con que, más allá de la provocación inicial, no había buenas construcciones argumentales, ni un guión digno de tal nombre.
Hace dos años uno de sus lanzamientos recibió el Premio Nacional de Cómic. Con lo que pasó de no agotar la mínima tirada inicial a convertirse en un superventas (underground). Primavera para Madrid saltó a las páginas de los periódicos, se le dedicaron reportajes y se comentó mucho su trama, que reflejaba “la corrupción del PP”. Yo ya me había leído el tebeo sobre la mafia del mismo autor, Magius, y preferí no tropezar dos veces en la misma piedra. Como me debo a mis lectores, disculpen el retraso y allá va mi visión de la jugada. Aunque se presenta casi como un reportaje histórico sobre ciertos abusos de poder, el cómic cambia los nombres de sus protagonistas, supongo que para evitar quejas y reclamaciones de los implicados. Reconocemos a una señora que se parece a Esperanza Aguirre pero se llama de otra manera, como el rey Felipe, su esposa, el pequeño Nicolás y el resto de secundarios. Si consultan cualquiera de los numerosos artículos dedicados al libro, podrán dar con la lista completa de equivalencias. Como lector todo ese travestismo me confunde. Además de las anécdotas más populares, como la aventura africana del emérito o la pelea entre reinas en la catedral, luego se alude a un montón de sucesos de los que recuerdo vagas referencias y que el cómic no explica bien. Se dan demasiadas cosas por supuesto y se entrelaza a un montón de personajes que no se diferencian con claridad. El tebeo falla en el terreno documental, ya que no desarrolla con claridad las diferentes tramas. Y también en lo dramático, ya que apenas consigue una correcta construcción de personajes. Las secuencias se estiran mucho, delatando la debilidad del dibujo, que puede ser expresivo en los primeros planos pero falla en los generales y en las escasas escenas de acción. Pasan muchas cosas pero son difíciles de seguir y articular. En realidad, tengo la sensación de que a nadie la importa. Lo que importa, aquí como en El día 3, que también ganó el Premio nacional (además del Ciudad de Palma), no es tanto la calidad gráfica, argumental o narrativa sino la denuncia. O, mejor, el valor como herramienta de propaganda. ¿Podemos usarlo contra la derechona? Pues ya va bien. Todo producto que desvele las corruptelas de los políticos debería de ser bienvenido, pero ¿dónde está ese gran cómic sobre los eres de Andalucía, el tío Bernie o la corrupción de menores en Valencia o Mallorca? Me parece bien que nuestros dibujantes opten por lanzar sus dardos siempre en la misma dirección, pero no intenten hacerlos pasar por maravillosas obras de arte porque no lo son. Apenas panfletos al límite de la legibilidad. Ese carácter propagandístico se ejemplifica en uno de los pasajes más chocantes de la obra. Aparece un alter ego de Ferreras, que participa en una confabulación para desacreditar a una señora que se parece a Cifuentes. Montan la famosa escena del robo de los tarros de crema y el propio presentador televisivo se queja de que la operación es excesiva. Se queja poco porque en realidad es presentado como un cómplice necesario en actividades de manipulación y desprestigio. Uno más.
EN CIELOS E INFIERNOS
Hace más de una década que se publicó este cómic. Hay temas tan concretos que en ocasiones suponemos que solo pueden interesar a un reducido grupo de seguidores. En manos de un buen guionista como Yann, los asuntos más ajemos resultan próximos.
No fui consciente de la aparición de esta obra así que, aunque tarde, me siento obligado a reivindicarla. Tras la lectura de sus colaboraciones con Juillard (Mezek y Doble 7), me he acercado a otros trabajos de este prolífico escritor. En El gran duque aborda un asunto que ya tocó Ennis en sus series de guerra, la vida de las aviadoras soviéticas que se enfrentaron a los nazis con cacharros que convertían sus ataques en verdaderos suicidios. A esas duras condiciones se sumaba el arbitrario liderazgo de unos comisarios dispuestos a los mayores sacrificios (ajenos). Tenían que ganar la guerra contra su antiguo aliado, Hitler. Si los comics de Ennis eran excelentes, Yann consigue estar a la altura y además intenta algo aún más complicado. El irlandés se centraba en el bando soviético, pero Yann cuenta dos vidas paralelas, la del militar alemán que no es partidario de los nazis pero considera que debe defender y luchar por su país, y la de la piloto soviética que lucha contra los alemanes y también contra las estupideces de sus superiores. Esa doble visión conforma un fresco emotivo y trepidante, dominado por una de las características del escritor francés: no permite que el realismo arruine sus relatos. Así que la documentación es rigurosa, los combates aéreos muy creíbles, las relaciones de poder tan ásperas como cabría esperar, pero sabemos que el héroe vivirá lo suficiente como para acompañarnos hasta el final de la historia y que, con un poco de suerte, tendremos lo más parecido posible a un final feliz. Justo el nivel de “mentira dramática” que como lector me hace disfrutar. Muchos autores parecen haber llegado a la conclusión de que “cuanto peor, mejor”. Como cualquier automatismo, eso es letal para la narración. Si sé que todo va a salir mal y que no hay redención posible para el protagonista ¿para qué seguir leyendo?
Queremos que los héroes lleguen más lejos que nosotros y las creaciones de Yann suelen hacerlo. Respecto a la chica
Leer más...