114 páginas. 18 euros.
EL ÚLTIMO ZAP COMIX
En 1968 se publica el primer número de Zap Comix, con historietas firmadas exclusivamente por Robert Crumb. Luego invita a colaborar a algunos de sus amigos: S. Clay Wilson, Gilbert Shelton, Spain Rodriguez, Robert Williams, Victor Moscoso y Rick Griffin. Cuando este último murió en 1991, fue sustituido por Mavrides.
Quince números en casi medio siglo no es una gran producción, pero eso no evitó que la publicación se convirtiera en una de las más influyentes de la historia del comic. Lo fue desde el principio. A Shelton le llegó a Texas, donde gestionaba una head-shop y dibujaba carteles para una sala de conciertos, la Vulcan Gas.
Le sirvió de inspiración para publicar Feds’n’heads comics, un recopilatorio donde ya salían unos héroes cuyas aventuras había empezado a serializar en un periódico universitario local, The Rag. Con su revista se pagó el viaje a California y más tarde una prensa desde la que tiraría millones de ejemplares de sus Freak Brothers. Crumb le invitaría a participar en Zap Comix pero antes el propio Shelton animó a otros autores incipientes como Skip Williamson y Jay Lynch, los recientemente fallecidos creadores de Bijou Funnies, otra de las revistas en las que también participaría Crumb.
Zap fue la publicación que señaló el inicio “oficial” del underground (sin olvidar ilustres precedentes como “God Nose” de Jaxon o “The adventures of Jesus” de Stack). Se caracterizaba por tres claves que pueden aplicarse a todo el movimiento: una absoluta libertad de expresión, que no evitaba los asuntos espinosos y se saltaba todas las prohibiciones; la propiedad de los autores sobre sus creaciones, sin mediaciones industriales; y una nueva distribución a través de las “head shops”, tiendas para fumetas donde, además de la habitual parafernalia hippie, también se vendían comics.
A esa primera línea de distribución, que más tarde sería sustituida por las librerías especializadas en comics, se sumaba la de los periódicos universitarios, que acogían entre sus páginas las salvajes parodias alternativas. También numerosas páginas de saunas y contactos así como anuncios de estrenos de películas de destape que nos recuerdan que en España tan solo llegamos una década tarde a la famosa libertad sexual. No nos llevaban tanta ventaja, al menos en los USA.
El éxito de Crumb y de Shelton fue rápido, todo lo que ponían en la calle se vendía con facilidad. En ese sentido Zap Comix nunca fue tan popular como otras aventuras editoriales pero todo el grupo inicial permaneció fiel a una propuesta cuyo prestigio no hizo sino crecer con los años. Se juntaban y montaban indigestas jam sessions en las que resultaba difícil distinguir quién había dibujado qué en cada viñeta.
Por otro lado las aproximaciones al medio del heterogéneo grupo de artistas eran muy diversas. Algunos eran más narrativos, como Crumb, Shelton o Spain, también recientemente fallecido, que firman las partes más legibles de este volumen. En el caso de los dos primeros también las más divertidas, cada uno a su estilo. Y luego están los otros, ilustrativos y psicodélicos. Y Clay Wilson, que es como una categoría en sí mismo, más raro que un perro verde. El conjunto es como siempre, extraño y atractivo, el Zap te deja sin palabras. Lleva haciéndolo medio siglo, desafiando la censura y las autolimitaciones, en aumento en un mundo donde prima la corrección política y los espacios para la libertad individual son cada vez menores. El volumen viene con un subtítulo: “el último”. Sinceramente, espero que no sea así y que estos locos gloriosos sigan dando guerra unos cuantos años más.
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