viernes, 30 de marzo de 2018

ANTES DE WATCHMEN: ESPECTRO DE SEDA de COOKE y CONNER

ECC, 2018.
120 páginas, 14,95 euros.

DÉCADAS PRODIGIOSAS
Darwyn Cooke fallecía a los 54 años de edad en 2016. Esa prematura muerte ha facilitado una recuperación de su obra, que es tan escasa como interesante. Ahora nos llega su participación en la serie Antes de Watchmen, agrupada en dos bonitos volúmenes.


Cooke llegó tarde a los comics. Primero colaboró con Timm en las series de animación de Batman y hay muchas similitudes entre los estilos de ambos creadores.

Después desarrolló su carrera como dibujante con los personajes más conocidos de las grandes compañías y más tarde con su adaptación de Parker, el detective de Donald E. Westlake. En Watchmen podemos admirar su talento, como creador completo a cargo de dibujo y guión y como guionista que escribe para otros artistas.

Hay diferencias muy apreciables entre los dos tomos. El de los Minutemen, ambientado en los cincuenta, es más continuista respecto a la serie original de Moore y Gibbons. Mantiene su relectura de la Edad de Oro. Hay un grupo de héroes y, por supuesto, están llenos de debilidades. Los buenos no son siempre lo que parecen, hay gays y lesbianas que apenas pueden abrir la puerta del armario, una violencia latente bajo la aparente tranquilidad del sistema, caza de rojos y subversivos y Vietnam a la vuelta de la esquina. Cooke resuelve con su bonito dibujo pero no consigue que nos olvidemos de Gibbons.

En el episodio dibujado por Rude y escrito por Wein, volvemos a comprobar lo confusa que puede ser la narrativa del autor de Nexus. Dibuja muy bien, pero no se entiende nada, es histérico y lioso, olvidable. Mejor fortuna tiene Eduardo Risso, que habitualmente se empareja con guionistas sin ideas. Straczinski le brinda un relato interesante, ese malo que acaba convertido en la patética marioneta de villanos más poderosos que él. No se dejen engañar por la aparente sencillez del dibujo, Risso sí sabe cómo contar con claridad y aquí firma un excelente trabajo.

Si ese primer tomo es interesante en el segundo todo mejora. Cambiamos de década para seguir las andanzas de la hija de una de las heroínas más “frescas” de los cincuenta, Silk Spectre.

Cooke se centra en su hija, una joven rebelde que se pelea con su progenitora y se escapa a San Francisco en pleno estallido hippie. Amanda Conner se encarga del dibujo y su labor es maravillosa. Parte de la clásica estructura de tres por tres que ya caracterizó al primer Watchmen y recrea con dulzura y elegancia las sensaciones, colores y texturas de los sesenta. Tanto el guión como el dibujo manipulan con sumo cuidado el cóctel de elementos que construyen esta deliciosa mezcla.

Hay rebelión juvenil, descubrimiento de la sexualidad y el amor, exploración de sustancias amplificadoras de la conciencia, comunas, lucha intergeneracional y mucho más. Sobre todo se manejan los afectos con mucha delicadeza y naturalidad. El cariño del tío hacia su hija adoptiva, la atención secreta de ese padre ausente, el amor protector y no correspondido de esa madre incomprendida, el de la heroína hacia su novio, la amistad hacia los nuevos amigos, etc. Y luego está el mal, que se confabula para arruinar la utopía y que intenta sacar provecho de toda nueva esperanza.

Por el camino tenemos un proceso de maduración y crecimiento, asistimos al admirable florecimiento de esa nueva Silk Spectre, que pasa de ser una niñata enfurruñada a una mujercita capaz de enfrentarse a cualquier enemigo. En un tebeo donde las emociones son tan importantes como éste, el dibujo es importantísimo. Amanda Conner cumple con creces y firma un trabajo brillante. No se lo pierdan.




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viernes, 23 de marzo de 2018

LA ODISEA DE LA METAMORFOSIS de STARLIN

Planeta, 2018.
240 páginas, 25 euros.

STARLIN DESTRUYE EL UNIVERSO... ¡OTRA VEZ!
En los últimos meses se ha producido una recuperación de la obra de Jim Starlin que no debería de pasarle desapercibida a ningún aficionado a los buenos tebeos.



Panini, ECC y Planeta se reparten sus reediciones, como ocurre en general con todos los comics de superhéroes.

Observo que una buena parte de esas recuperaciones vienen propiciadas por Thanos, villano que va a protagonizar la próxima peli de Marvel-Disney y que ¡oh, casualidad! fue una creación de Starlin.

Aunque él se quejaba amargamente de lo injusto que resultaba crear personajes para Marvel, que luego podía hacer con ellos lo que quisiera y sin consultar a sus creadores, lo cierto es que parece encariñado con su bebé y siempre que puede vuelve a él. Conviene recordar que hablamos del tipo que mató al Capitán Marvel, un comic fundacional en el que el autor recreaba los sentimientos por los que pasó tras la muerte por cáncer de su padre. Años después la editorial decidió que había que resucitarlo y así lo hicieron, para desesperación de Starlin.

Pero él representa también la otra cara de la moneda, ejemplifica el cambio en la relación con los autores que empezó a producirse en los setenta. Concretamente en la revista Epic. Allí los creadores, como ya estaban haciendo los dibujantes underground, se quedaban con los derechos de sus personajes. Y allí apareció Dreadstar, una de las obras mayores de Starlin.

Primero se presentó en una miniserie, esta Odisea de la Metamorfosis que ahora se ha reeditado y que representaba otro de los hitos de la revista. Inspirados por la calidad de los álbumes europeos, los editores americanos decidieron que había llegado el momento de producir obras con mejores colores e impresión. Así que animaron a los autores a realizar verdaderas maravillas gráficas pintadas con colores directos y deslumbrantes. En el caso de Starlin además le gustaba mezclar procedimientos, así que pasaba de papeles coloreados a zonas recortadas, aerógrafo, técnicas secas y húmedas y lo que se les ocurra. En el plano visual la Odisea es muy estimulante. Quizás el argumento no es el mejor que haya escrito Starlin, aunque el fin del mundo está asegurado. Ya saben que le gusta reflexionar sobre el apocalipsis y la muerte. Con humor, eso sí.

Starlin ha sido muy prolífico y no ha evitado escribir para otros dibujantes como Mignola o Wrighston, comics que también se han recuperado recientemente. Se han reeditado también sus colaboraciones con Ron Lim en Silver Surfer. El dibujo es muy de batalla pero contiene varios episodios muy interesantes.

No todo Starlin es bueno. Escribe y produce mucho y no siempre está inspirado. Pero el mejor Starlin es muy bueno, uno de los grandes. Se ha recuperado su Gilgamesh II, que es un trabajo respetable y con un final muy ditkiano. En cambio su reciente colaboración con Alan Davis en Los Guardianes de la Galaxia es entretenido y poco más. Yo citaría como imprescindibles su saga del Capitán Marvel y el cubo cósmico, que se ha agrupado en un mega tomo. Y por supuesto su serie Dreadstar, también reeditada en un volumen. Es una obra maestra que se disfruta desde la primera a la última viñeta, llena de emoción y humor, uno de los mejores tebeos de los ochenta. Y eso es mucho decir.

¿Otros Starlin que merecen atención?
Por supuesto su Breed, posiblemente su último gran trabajo. No lo duden y denle una oportunidad. El que prueba repite.



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viernes, 16 de marzo de 2018

GRANDVILLE. FUERZA MAYOR de TALBOT

Grandville - fuerza mayor - comic de Bryan Talbot thriller policiaco steampunk
Astiberri, 2018.
176 páginas, 24 euros.

ADIEU, GRANDVILLE! 


La serie de Bryan Talbot es un gran canto de amor. Amor a la cultura francesa, a las novelas de detectives, a los tebeos de animalitos, a las películas de gángsters... Pero todo lo bueno se acaba.


Así lo anuncia el autor en el epílogo. Le lleva demasiado trabajo para resultar rentable. Menciona la posibilidad de una adaptación cinematográfica que obviamente relanzaría la serie. Pero como esos asuntos siempre son improbables, por ahora ¡hasta aquí hemos llegado!

Esa es la mala noticia. El resto es todo bueno, pata negra. Talbot demuestra su poder desde la primera secuencia, una brutal matanza en una refinada marisquería. En el mundo de Grandville las personas son animales y el héroe un tejón así que en el restaurante se dan situaciones próximas al canibalismo, con langostas de cuerpo humano zampándose gambas y cosas así. Pero en dos minutos Talbot le ha dado la vuelta a todo y nos sumerge en una aventura trepidante en la que el protagonista, ese Lebrock duro como un pedernal, debe luchar por salvar a su familia de las garras del malo malísimo, una suerte de dinosaurio con muy mala baba.

Grandville - fuerza mayor - comic de Bryan Talbot thriller policiaco steampunk
Por el camino nos adentramos en la educación del inspector, a cargo de un evidente homenaje a Sherlock Holmes con aspecto de águila. Talbot entrelaza con habilidad los flashback y las numerosas acciones en paralelo y la estructura del relato permanece firme pese a los constantes vaivenes espacio-temporales. Tiene ocasión de volver a demostrar su maestría en la persecución por las calles de París. La novia del héroe, que tiene muy poco de delicada damisela, se enfrenta a un ejército de villanos que la persiguen en un antológico conjunto de planchas. Ella no solo sabe correr, también liquida a un buen número de mastuerzos en una secuencia con claras resonancias tarantinianas. Ocho páginas que son un absoluto libro de texto de narrativa visual.

Sumen a ello otro tema que siempre ha interesado a Talbot y a los ingleses en general, la lucha de clases. Lebrock es un héroe de la clase trabajadora, un currante que comienza como policía de a pié y que a fuerza de tenacidad y talento va escalando posiciones en el cuerpo hasta alcanzar la cima del escalafón, el lugar ocupado antes por su mentor. Su esfuerzo le lleva a convertirse en una persona mejor, en el perfecto investigador, a quien no se le escapa ningún detalle y cuya memoria parece capaz de albergar todos los datos conocidos por hombres y bestias. Por supuesto sus superiores son unos idiotas incapaces que prosperan gracias a sus contactos y amistades ¿Les suena?



La tensión se acumula sin desmayo hasta el clímax final en la guarida del malo, ese "Infierno" lleno de resonancias y que, como todo en Grandville, esconde capas y capas de alusiones, homenajes y significados. Talbot ha acumulado en este trabajo todo lo que le emociona y le hace vibrar y al lector no le cuesta ir reconociendo los incontables guiños que se agolpan en las viñetas.

De hecho esos juegos de espejos forman parte del placer de leer esta enorme serie. No se dejen amedrentar por su saturada textura visual y sus chirriantes colores digitales. En cuanto nos ponemos a leerlo nos olvidamos de todo y nos percatamos de que no podía estar mejor contado. Los diálogos son ingeniosos y ágiles y los dibujos son minuciosos y están perfecta y laboriosamente construidos.

En fin, después de cinco brillantes números, que ya me dispongo a repasar con placer, Talbot parece dispuesto a interrumpir su serie. Todo lo bueno se acaba ¡maldita sea!



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viernes, 9 de marzo de 2018

COMIC FEMENINO 8 MARZO ¡JO TÍA!

Aunque a veces se da por supuesto que solo los chicos leen tebeos, lo cierto es que existe un público femenino que hasta ahora sobre todo consumía manga y que empieza a sustituir la furia oriental por pasiones más cercanas. 


Ya he comentado con anterioridad el florecimiento del fenómeno “blog”, la aparición de un conjunto de autoras que a base de humor y guiños generacionales se las apañan para saltar de los universos digitales a los de papel.

Aunque algunos youtubers de éxito parecen ser capaces de sobrevivir a base de anuncios en la nube, las nuevas ilustradoras intentan alcanzar los formatos impresos tradicionales. De una forma u otra se está produciendo un recambio, entran en escena nuevas creadoras con, se supone, nuevos mensajes.

olivia y el sexo comic de Idoia Iribertegui y Alicia Gallotti grijalbo
OLIVIA Y EL SEXO
Idoia Iribertegui y Alicia Gallotti

Grijalbo, 2018.
126 páginas, 16,90 euros.

Alicia Gallotti, guionista de Olivia y el sexo, se presenta como “escritora especializada en libros de orientación sexual”. Un primer vistazo a su obra, ilustrada por Idoia Iribertegui, nos remite al Fresa y chocolate de Aurélia Aurita (2006). En aquella novela gráfica la autora explicaba con pocos pelos y muchas señales su vida íntima con su novio en Japón. Los explícitos contenidos venían servidos por un dibujo casi infantil y la mezcla era realmente explosiva, muy turbadora.

Más recientemente hemos tenido otras muestras de porno escrito o dibujado por señoras, como las Historias inconfesables (2013), con guión de Ovidie y en ese caso con elegantes dibujos del señor D’Aviau. Pero Olivia y el sexo es otra cosa, algo más que una acumulación de escenas picantes. El arranque puede ser engañoso. Dibujo naif, “femenino” en el sentido más convencional de la expresión… Pero en la página 25 la prota disfruta del sexo anal en una primera cita. Así que como lector supongo que los tiros irán por ahí. A la heroína la ha dejado el imbécil de su novio y su venganza consistirá en una acumulación de polvos a cual más sicalíptico. Resulta que no.

olivia y el sexo comic de Idoia Iribertegui y Alicia Gallotti grijalbo
El primer síntoma de que estamos en territorio “moderno” es el uso del móvil. Muchos autores parecen haberse puesto de acuerdo para llenar sus páginas de mensajes de texto. Entiendo que es un signo de los tiempos y que una buena parte de la comunicación se establece a través de las redes. Pero visual y narrativamente es bastante pesado, venga wasaps y miraditas a la pantalla.

El dibujo, aunque blandito, no molesta, nos ayuda a entrar en la historia. Y lo que se cuenta no se detiene en las hazañas amatorias de la protagonista y sus amigas sino que se interesa más por los vaivenes de toda relación amorosa. Los me-quiere-no-me-quiere que ahora se traducen en no-contesta-a-mis-mensajes.

El guión hace bueno el clásico chiste de porqué las chicas se quedan hasta el final de las pelis porno, para saber si hay boda o no. Es como leer un tebeo de la Esther de Purita Campos, con sexo por en medio, pero el resto no es muy diferente. Llama la atención lo cerrado de este universo. Los chicos son poco más que estorbos, tipos que a veces lo hacen bien y otras no pero en los que de ninguna manera se puede confiar. Olivia salta de una relación desastrosa a otra y al final tiene “un encuentro agradable” y su conclusión es que “si no nos vemos más no pasa nada”. Pues eso.


Vamos nena que te comen la merienda de marta masana y So Blode edita Planeta
VAMOS, NENA, QUE TE COMEN LA MERIENDA

Marta Masana y So Blonde
Planeta, 2018.
112 páginas, 17,95 euros.

Creo que Vamos, nena, que te comen la merienda es más interesante. Esta propuesta de Marta Masana con So Blonde al guión, emplea un tono menos serio, evitando la gravedad sentimental y hasta pedagógica de Olivia y el sexo


Para empezar, aplaudo el chiste de la guionista en la presentación. El del madroño. Para seguir, es inteligente poner en escena a tres generaciones, cada una con su punto de vista particular, la madre, la abuela y la nieta. Lo hemos visto antes, dentro de una reivindicación de la femineidad universal y hasta cósmica. Pero aquí básicamente sirve para generar gags tan diversos como afortunados. Aunque la abuela es un personaje fascinante y tiene una gran broma (la de “alégrame el día”), creo que es la más pasada de rosca. Madre e hija son más naturales, dentro de la exageración que caracteriza a toda buena farsa como esta. Pero considero que algo más de contención volvería a la yaya más creíble. Una cosa es que sea dura y resabiada y otra que parezca un Rambo con faja.

El dibujo y la narrativa son irregulares. Hay un cierto abuso de las viñetas grandes, en muchos casos innecesarias, como hinchadas. Cuando las páginas se vuelven más densas, mejoran. Es un trabajo fresco y que en general acierta en las expresiones y actuaciones de los personajes. Esa misma frescura e inmediatez que constituyen las mejores bazas de Massana, son también las que más a menudo la traicionan. Hay momentos en que los gestos y los fondos podían haberse cuidado más. Ocurre lo mismo con la escritura, al lado de gags muy conseguidos aparecen escenas estiradas o no muy divertidas.

Vamos nena que te comen la merienda de marta masana y So Blode edita Planeta
Como en Olivia y el sexo, los varones son representados como unos negados. El universo de Vamos, nena, es casi exclusivamente femenino.

Si entra en escena algún tipo es para burlarse de él o presentarlo como un abusador. O es lo bastante blandito como para no parecer peligroso. Estamos entrando en una fase de historietas muy beligerantes con los señores. Algo que me llama la atención cuando llevo media vida escuchando quejas sobre la ausencia de damas en Tintín. Es cierto que en muchos casos la falta de presencia femenina en los tebeos era clamorosa, pero eso no justifica, creo yo, lo contrario. Hagamos tebeos sin salchichas, ha llegado el momento de desaparecer.

Aquí al menos no se cae a menudo en el panfleto. Está el chiste en la clase de historia, donde supongo que reivindican a Margaret Thatcher y a Golda Meir. Pero en general no entran al trapo y la propia Masana ha declarado que prefiere considerar su trabajo más como comedia costumbrista que como feminista. Creo que acierta y que los mejores momentos los consiguen cuando se centran en los personajes, que llegan a ser muy convincentes.

No es sencillo mantener la atención sobre tres protagonistas que actúan en ocasiones por separado y otras todas juntas, además de incluir un montón de secundarios, algunos con tanto peso como la ex-suegra o la amiga operada. Sientan las bases para lo que podría ser una excelente comedia de situación.



 Obviamente los chistes pueden mejorar y el encaje de todas las piezas ajustarse. Pero sentimos que van por el buen camino ante secuencias como la de “Jo, tía”. No solo es descacharrante la primera vez que se lee. Es que luego se emplea como un mecanismo de repetición que aparece en un segundo gag aún mejor que el primero. Denota una preocupación por la obra como unidad donde todo tiene un sentido al final. Y hay más momentos como ese en el relato.

Pienso en la secuencia entre la operada y la abuela, escrita con mucha delicadeza y que supone un adecuado contrapunto sentimental. O en el personaje del encargado del centro de día, cuyo interés por la madre se va sugiriendo paso a paso. Esas pequeñas pistas nos hablan de una visión de conjunto que esperamos germine en situaciones más divertidas y humanas en futuros volúmenes. Pero el nivel de esta primera entrega ya es muy alto.

No se equivoquen, la comedia es uno de los géneros más difíciles. Y con esto se reirán.

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viernes, 2 de marzo de 2018

LOS TEBEOS de BASTIEN VIVÈS

Diábolo ediciones. Madrid, 2018.
188 páginas, 11,95 euros.

DIBUJANTES Y ESTRELLAS DEL ROCK
Este es un Vivès más, con los parámetros habituales de su “serie blanca”. Así que si se han leído alguno de los anteriores ya saben a qué atenerse. Están avisados.


Su lista de recopilatorios de humor empieza a ser abultada: La guerra, La blogosfera, Los videojuegos, La familia, El amor… Temas variados y en general “modernos”. Es un autor joven y presume de ello. Sus historias son apenas situaciones, con un dibujo que se repite a lo largo de innumerables viñetas donde toda la acción está en los diálogos. A los puristas les desespera la falta de “trabajo” en el grafismo de Vivès. Yo reconozco que me fascina su capacidad para activar una narración con herramientas tan limitadas.

Y además consigue ser muy divertido. Porque se trata de humor. El autor no se limita en absoluto y en sus páginas incluye chistes sexistas, padres que golpean a sus hijos y todas aquellas situaciones que se han vuelto tan poco habituales que cada vez que volvemos a verlas a mí al menos me hacen llorar de risa. El gag del niño al que se le ocurre tocarle el Asterix al padre y recibe un buen hostión por ello es mortal. ¡Es una primera edición! ¿A quién se le ocurre? Antes de que a alguien piense en denunciarme por exaltación de la violencia contra la infancia debo recordar que no hablamos de la realidad ¡Es un tebeo! Un espacio donde todo deseo puede ser representado. Afortunadamente.
También aquel en que un fan especialmente baboso le alaba por su primer éxito, El gusto del cloro. Un Vivès genuinamente divertido se ríe de sí mismo preguntándose cómo pudo hacer aquel tebeo tan moñas. Luego presume de todas las chavalas que se ha tirado gracias a él.

Son especialmente cómicos los que se burlan de los estudiosos del cómic. Simula una conferencia en la que el catedrático de turno resume todos los antecedentes históricos de los tebeos, de Töpffer a las cuevas de Altamira. Todo parece normal pero enseguida se embala, llegando a afirmar que las hojas de un árbol son historieta y el curso de un río… En una descacharrante punch-line, tienen que interrumpirlo cuando está a punto de meterse el micrófono por el culo. Otros pasajes en que amables expertos desvelan los misterios de la narración son igualmente divertidos.

      

En fin, que Vivès no deja títere con cabeza y no se corta para nada. Especialmente tronchantes son los episodios en los que los dibujantes se comportan como estrellas rock, saludando a Penélope Cruz y ganándose sus favores. O aquel en que un rapero decide dedicarse a esto del cómic, porque sin duda se puede sacar mucha pasta. Es especialmente eficaz cuando desmonta algunos lugares comunes habituales, como la idea del “prestigio” del medio. Está claro que a él la respetabilidad cultural le da lo mismo, lo que quiere es ser rico y famoso y atraer la atención de las pibas. Y luego, por supuesto, está el chiste de los taxistas, que es buenísimo. Solo por esa broma merece la pena que se compren este recopilatorio. No se lo pierdan y que me perdonen los taxistas.




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