viernes, 31 de diciembre de 2010

EL GAVILÁN, LA MISIÓN de PELLERIN

Viñeta de "El Gavilán" de Pellerin. Edita Ponent Mon
Ponent Mon, 2010.
88 páginas, 20 euros.
Dupuis 

UNA NUEVA SINGLADURA

Nada mejor para rematar el año que zamparse el nuevo volumen de las aventuras del Gavilán. Resulta especialmente recomendable en estas fechas debido a su abultado precio. 



Si el primer ciclo ya no estaba al alcance de todos los bolsillos, al menos allí se reunían un montón de álbumes que nos aseguraban una lectura prolongada. Este es sólo el primero de un segundo ciclo y en él encontramos el prólogo a lo que sin duda será una gran aventura. Así que aconsejo pedirlo como regalo navideño para disfrutarlo sin pensar en la dolorosa relación entre páginas y precio.

Superados estos lamentables y mundanos asuntos, recordemos que estos son días para hacer balance y valorar lo que realmente nos importa y aquello de lo que podemos prescindir. Sin duda nos han salido más caros todos aquellos tebeos de precio menor pero de calidad tan ínfima que rápidamente abandonaron el espacio que ocupaban en nuestras estanterías. El Gavilán, en cambio, es una obra clásica, un comic hecho con amor, a la antigua, cuidando el detalle y que nos brinda una diminuta obra de arte en cada viñeta. Y no hablo sólo del dibujo, cuya calidad está fuera de toda duda; con cierto parecido a Juillard pero mejor en el empleo del color y menos frío en los personajes. Pienso sobre todo en el guión, tan bien construido como en el primer ciclo. Con precisión y calma.

Viñeta de "El Gavilán" de Pellerin. Edita Ponent Mon
La historia comienza en Canadá donde un hombre consigue transmitir un mensaje justo antes de morir. Le arrancan un trozo de espalda y ponen la piel a curtir ya que en ella está grabada esa misiva para el rey de Francia. En Versalles, meses más tarde, el Gavilán recibe el encargo de completar esa misión en la que el anterior enviado ha fracasado, con trágicas consecuencias como ya sabemos. Antes de abandonar el lugar atentan contra su vida, algo que se repetirá en sucesivos intentos de abortar su viaje. Los conspiradores, algunos muy cercanos al rey, se reúnen en tenebrosos antros planeando diversas formas de acabar con el aventurero. Todo esto bajo esos grises cielos de Bretaña que ya conocíamos del anterior ciclo. También se repite el ambiente marino que delata la fascinación del autor por unos veleros que describe justamente como “catedrales del mar”.

En fin, el Gavilán arregla su nave y enrola a los hombres más adecuados para su tripulación, aunque algunos sean tan poco recomendables como ese Villéon al que saca de la cárcel. El volumen se cierra con el héroe flotando en el agua, la cabeza abierta por un disparo. Todavía respira, mientras nosotros contenemos la respiración hasta que se publique el siguiente episodio. Todo es sutil, realizado con esmero y respetuoso con el lector. Yo no sé ustedes, pero yo hacía tiempo que no me sentía tan bien tratado leyendo un tebeo. Ahora sólo falta que sea un éxito y le bajen el precio para alcanzar la perfección. ¡Feliz Año Nuevo!
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viernes, 24 de diciembre de 2010

The Amazon. Steven T. Seagle y Tim Sale

CACA VERDE

The Amazon
Steven T. Seagle y Tim Sale
Norma Editorial. Barcelona, 2010
86 páginas. 14 euros.

Siempre he pensado que Steranko tuvo dos hijos que resultaron mejores que él. Me refiero a Gulacy y a Sale. El primero heredó su dibujo fotográfico y de alto contraste y puso en funcionamiento algunas de sus invenciones narrativas. El segundo convirtió su adaptación de Atmósfera Cero en un modelo a seguir, demostrando que podía ser viable. En realidad nunca me han interesado los tebeos de Steranko, más allá de su indudable papel como fundador. Esto hay que reconocérselo para añadir inmediatamente que ninguna de sus historias resulta memorable. Más preocupado por la forma que por los contenidos elabora preciosos juguetes que acaban convertidos en trastos en un medio donde prima lo narrativo. Esto lo entendieron mejor sus aprendices, que pronto superaron al maestro. Gulacy fue el primero y ahí sigue sorprendiéndonos con la vitalidad de sus historias. Sale pareció inspirarse en el Miller de Sin City, de hecho le exigieron que lo imitara en Deathblow, el tebeo que consiguió que nos fijáramos en él. Pero demostró en seguida que su terreno de juego era más amplio y personal y que se derivaba más bien del experimento de Steranko, aquel comic construido a base de dobles páginas, tan bonito como ilegible. Sale nunca emplea una viñeta de más y siempre elige la mayor, estirándolas a lo largo o a lo ancho.

Tim Sale ha demostrado que es un narrador a quien conviene seguir la pista y ya he expresado en anteriores ocasiones mi admiración por su trabajo. Por eso me alegró esta recuperación de una obra perdida de hace veinte años. Lamentablemente, el guionista que le acompaña no es su compinche habitual, Jeph Loeb, con quien ha creado sus mejores historias. Al contrario, Steven T. Seagle es el típico escritor cuya firma recordamos vagamente de algunos títulos de la DC, obras que misericordiosamente hemos conseguido olvidar. Tenía un recuerdo difuso de su labor y leyendo este relato he comprendido porqué.

Amazon se deja leer gracias al portentoso dibujo de Sale. Se nota su juventud pero ya está en plena forma y las páginas se disfrutan con su habitual mezcla de sofisticación, claridad y sencillez. El color también es bonito. Pero ahí se acaban las virtudes de este tebeo. Tengo la teoría de que hay dos tipos de lectores. Están los lectores de “temas”. Los que aconsejan un comic no por cómo está dibujado o por sus personajes sino porque denuncia la opresión machista o los abusos de Estados Unidos en Nicaragua. Ya habrán comprendido que para mi esos NO son lectores de tebeos sino otra cosa. Los verdaderos lectores apenas mencionan el tema. Se deleitan en determinada secuencia, comentan tal chiste o disfrutan con aquel héroe. Pues bien, Amazon es una obra pensada para el primer grupo, una obra “de tema”.

En este caso se trata de la deforestación del Amazonas, como supongo que ya habrán imaginado. Por el camino se denuncia a las grandes compañías madereras, representantes del capitalismo salvaje, y a la iglesia católica, que provoca asco al protagonista y cuyas acciones considera “otra forma de arrasar esta tierra”. Por supuesto su visión de las tribus es mucho más indulgente, aunque apenas conoce su cultura la califica de “extremadamente eficiente” y casi alcanza el éxtasis cuando visita su poblado (“es todo tan hermoso”). En fin, siempre pueden disfrutar con los dibujitos y olvidarse del texto.
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viernes, 17 de diciembre de 2010

Arroz pasado. Juanjo Sáez.


AUTOR PASADO

Arroz pasado.
Juanjo Sáez.
Reservoir Books. Barcelona, 2010.
784 páginas. 26,90 euros.


En su momento aplaudí las primeras obras de Sáez, Viviendo del cuento y El Arte, conversaciones imaginarias con mi madre. Eran trabajos frescos, realizados por un narrador chispeante y con cosas nuevas que decir. Su mezcla de ingenuidad y pedantería funcionaba y su relativo éxito entre los modernos de este país parecía bien merecido. Su siguiente entrega, Yo. Otro libro egocéntrico de Juanjo Sáez, ya me hizo arrugar la nariz. Como casi todos los volúmenes que aprovechan encargos diversos tenía partes interesantes al lado de zonas estiradas, con un balance muy irregular. Luego, zapeando entre canales, pude ver unos dibujos animados que llevaban la inconfundible firma de su estilo en alguna cadena catalana. Efectivamente, se trataba de Arròs Covat, una serie que antes de saltar a la televisión nació en forma de story-board o historieta. Es lo que ahora se ha publicado en un grueso volumen de casi ochocientas páginas.

En ellas se nos narran las aventuras y sobre todo desventuras de Xavi, un joven diseñador catalán que se encuentra en un momento crucial de su vida. Empieza en la cresta de la ola, recibiendo un premio Laus y flirteando con una admiradora. Pero luego entra en crisis, el trabajo comienza a ir mal, deja a su novia, su tía sufre un colapso, sus amoríos son un completo desastre… El tono oscila entre la farsa romántica y el drama con pretensiones. En las solapas se compara el trabajo de Sáez con el de Woody Allen, algo que sin duda encaja con las aspiraciones del autor, aunque no tanto con sus logros.

Arroz pasado ofrece no pocos momentos de diversión, sobre todo en las secuencias con las queridas. Toda la escena en casa de la diseñadora de tetas bamboleantes es graciosa. Lo mismo la de la banquera con su niño-cerdo de ojos enrojecidos. También está bien construido el descenso de la nevera con el ex-suegro. Pero en general el humor es de un tono bastante grueso, no sé si por razones de contagio o exigencia televisiva. Alcanza notas tan grotescas como las del taxista de “Madriz” que, por supuesto, es un perro, escucha la COPE y odia a todos los catalanes. ¿Se imaginan tal acumulación de tópicos pero al revés, en un honrado funcionario del taxi de Barcelona? Supongo que en su caso el odio a los madrileños estaría justificado, que es más o menos lo que viene a decirnos Sáez.

En fin, lo peor de todo es que el libro resulta muy tontorrón. La historia está estirada, es aburrida y pretenciosa. El protagonista es un llorica con el que resulta imposible identificarse. Todo se cuenta como si tuviera mucha importancia cuando en realidad asistimos a un encadenado de anécdotas más bien insignificantes. Respecto al dibujo, mantiene el minimalismo habitual aunque aquí debe detallar algo más de vez en cuando, supongo que por razones dramáticas o de actuación de los personajes. Esto se traduce en que a veces se ve obligado a dibujar ojos ¡y hasta algunas bocas!
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viernes, 10 de diciembre de 2010

EL TENIENTE NEGRO de SILVER KAE & JOSE GRAU

El teniente negro de Silver Kane y Jose Grau, edita Glénat
Glénat. Barcelona, 2010.
256 páginas. 19,95 euros


UN NEGRO DESTEÑIDO


No es necesario ser un experto en comic clásico español para apreciar las virtudes de autores como Ambrós, Iranzo o Giner, por citar tres nombres que puedan sonar familiares. Sin embargo, excepto del primero, de quien se publican constantes reediciones de su Capitán Trueno, nadie ha pensado en recuperar el trabajo de estos maestros; se les condena así a pervivir en ediciones facsímiles habitualmente de precios abusivos. En este contexto de absoluta desmemoria histórica nos llega ahora este Teniente Negro.


Supongo yo que la razón de ser de esta publicación es su guionista, o, si lo prefieren, Francisco González Ledesma. En los últimos años se ha reconocido su ingente labor como escritor de novelas del oeste, aquellos productos de quiosco que pasaron por tantas manos, en un inacabable proceso de intercambio. Bien está que aplaudamos los esfuerzos de artesanos que parecían condenados al olvido, mientras fantasmas con menos capacidad reciben públicos honores. Pero eso no hace bueno el guión de este tebeo. Sin duda habrá sido escrito en las peores condiciones posibles. Eso excusa a su autor pero no a quienes han decidido recuperarlo. Menos aún cuando se aducen sorprendentes paralelismos entre las disparatadas aventuras que componen esta serie y nuestra trágica y sobada guerra civil. Si en un episodio aparecen unos buitres bombardeando un pueblo no se puede discutir que es un trasunto de Guernica ¡Faltaría más!

Otra cita obligada es la película de Ford, por supuesto. Sólo que allí el protagonista era un sargento, no un teniente y, lo que es algo más importante, era un verdadero negro, no un blanco pintado como aquí, uno de los aspectos más ofensivos del relato. Se emplean algunos tópicos enraizados en series como El Jabato o El Corsario de Hierro, pasando por el ya citado Capitán Trueno: al protagonista le acompañan un alegre jovencito y un forzudo más bien rellenito. Pero además se parte de una premisa clásica, la misma del Zorro o de la Pimpinela Escarlata, el héroe adopta una falsa identidad para protegerse, mientras que en su vida diaria se comporta como un petimetre. Lo más peculiar de ese disfraz es que no consiste en otra cosa que en pintarse la cara de negro. Y ¡hop!, ahí tenemos a nuestro aventurero desfaciendo entuertos en plan Al Jolson. Tan lamentable como suena.

No cabe duda de que, como cualquier serie B, El Teniente Negro no carece de encantos, debido sobre todo a la acumulación de situaciones disparatadas y a la indudable imaginación de su guionista, aunque se echa en falta un mayor desarrollo de los personajes y algo más de conexión en el incesante flujo de sucesos inverosímiles. La parte del dibujo es más débil y muy mejorable en las secuencias de acción. Cada vez que una figura salta parece volar, el asalto a la casa con el grupo del Ku-klus-clan enarbolando un tronco es directamente cómico por lo ridículo.

En fin, seguro que encuentran mejores tebeos en los que gastarse los euros estas navidades. Leer más...

viernes, 3 de diciembre de 2010

SKY HAWK de J. TANIGUCHI

Sky Hawk de Jiro Taniguchi. Edita Ponent Mon
Ponent Mon, 2010.
288 páginas, 17 euros.

VIENTOS DEL OESTE


Hace ya tiempo que Jiro Taniguchi demostró que es el actual dios del manga, por emplear la exagerada terminología que tanto agrada a los japoneses. Y lo es por muchas razones: su indudable habilidad narrativa, su ingente producción, su capacidad para transitar con fortuna los géneros más diversos, su cuidado dibujo, su cosmovisión, que transmite no importa qué esté contando… 


No es sólo bueno, habilidoso, es que además nos cae bien, su escala de valores nos alcanza, su convicción nos emociona. Así que en muy pocas ocasiones me he resistido a comentar su trabajo, porque lo considero imprescindible y normalmente recomendable.

En los últimos meses he dejado pasar tres de sus obras, para no aburrirles. Pero aprovecharé que hablamos de él para, al menos, citarlas. Una es Mi año, su aventura europea con Morvan, un guionista que no contaba entre mis favoritos. No sé si es gracias al japonés, pero esta su primera entrega es tan emotiva como interesante. Ojo a esta serie cuyo segundo episodio ya esperamos con ansiedad. Peor era Blanco, algo que supongo es una recuperación de un trabajo de juventud. El autor todavía no está maduro y se le nota. Más interés tiene El gourmet solitario, un álbum en la línea de El caminante, un deambular por diversos restaurantes nipones, donde se nos muestran algunas comidas locales. Un trabajo raro y espacial, que resulta agradable sólo gracias al talento de Taniguchi, capaz de hacernos leer cualquier cosa y de conseguir que además nos fascine.


Y ahora nos llega este Sky Hawk, un western donde mezcla la épica y el drama de la lucha de las tribus indias con la agonía de dos samuráis que han emigrado a América, huyendo de un destino que los condenaba a la extinción.
Sky Hawk de Jiro Taniguchi edita Ponent Mon.
El autor transita con naturalidad los terrenos del western, adoptando el punto de vista de los nativos americanos, como ya hicieran antes que él creadores anteriores como Ford o Aldrich. Por supuesto, hay mucho de Bailando con Lobos, Jeremiah Johnson y otros clásicos del género. Y no pocas secuencias contemplativas en las que los protagonistas se embelesan con los paisajes que les rodean y perciben la energía de una naturaleza que pronto sufrirá grandes transformaciones.

Más allá de los dramas y las aventuras que se narran, muchas de las cuales ya nos suenan de otros relatos fílmicos o en viñetas, Taniguchi acierta en la construcción de esos dos indios de adopción, que sorprenden a los pieles rojas con sus cuchillos largos y sus poderosos arcos. Aunque las simpatías del autor están claramente con los nativos, no peca de una excesiva idealización y cuida especialmente los aspectos relativos a la ética guerrera de sus héroes. Como Aldrich en La venganza de Ulzana, la lucha y la exterminación del enemigo se muestran como fines honorables, aspectos de una vida que no puede aspirar a la paz, por mucho que ésta se desee.

Hikozaburo y Manzo aceptan sin quejarse un destino que los condena a una lucha sin tregua y una muerte segura al final, con la estoica tranquilidad que caracteriza a los auténticos samurais. Taniguchi nos habla de todo esto y de cómo los nativos americanos pueden entender y aceptar esa filosofía, adoptando como miembros de su tribu a estos extraños guerreros venidos del oeste. Con estos componentes y sazonado con sentimientos que van del afecto entre camaradas a un amor nunca enunciado, pasando por el instinto de protección entre padres e hijos y una generosa ración de odio entre razas y culturas, construye uno de los mejores tebeos del año. Otro más en su ya larga y fructífera carrera. No se lo pueden perder.
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viernes, 26 de noviembre de 2010

Amistad estrecha. Bastien Vivès

SENSUALIDAD

Amistad estrecha. Bastien Vivès
Diábolo Ediciones. Madrid, 2010.

132 páginas, 17,95 euros

El gusto del cloro contaba la historia de un personaje que se enamoraba de una chica con la que coincidía nadando en una piscina pública. O algo así. En realidad, a su autor no le interesaba tanto la solidez del relato como las sensaciones que podía transmitir con su dibujo y sobre todo con el color. Cualquiera que como en mi caso se haya pasado algunos años nadando en piscinas, reconocerá inmediatamente la paleta de tonos azulados y verdosos empleada por el dibujante. Y eso era exactamente lo que se fijaba en la memoria. Casi se podía sentir ese gusto del cloro en una obra que suponía una auténtica inmersión en el universo piscinero, una realidad que bordea en ocasiones el territorio de los sueños.



Con todo, me pareció un divertimento, un trabajo bonito pero menor, así que dejé escapar los siguientes productos de Vivès, En mis ojos y Por el Imperio, de la que ya se han publicado dos tomos. Ahora nos llega una nueva entrega del dibujante, que insiste en sus especiales colores, su tono lánguido y sus temas de difícil clasificación. Aquí cuenta con la inestimable ayuda al color de Romain Trystram. Considero que este trabajo es un buen síntoma de lo que nos espera, obras en las que los soportes digitales favorecen la aparición de efectos nuevos y sorprendentes. Amistad estrecha se estructura alrededor de dos tipos muy diferentes de secuencias. Por un lado hay un relato secuencial, actual, que se cuenta con un dibujo esquemático, de línea básica, como de rotulador, y un color con una gama muy definida y que puede recordarnos a la del Gusto del cloro. Priman los violetas, rosados, verdes y azules pastel en una combinación tan sencilla como eficaz. En la secuencia de la discoteca la gama se satura con el empleo de tonos más ácidos, pero igualmente armónicos. Por otro lado se emplea un recurso de Photoshop, como es el desenfoque de los objetos. Este efecto consigue que los pasajes en que se aplica el acabado redondeado de las figuras recuerde a Matotti, que alcanza parecidos resultados con sus lápices. En todo caso el procedimiento es tan agradable como confuso. De nuevo la gama de color es atractiva, más cálida que en el resto del volumen, pero eso no nos ayuda a situarnos. La verdad es que cuesta identificar a los protagonistas de esas zonas desenfocadas.

El resultado es un álbum que se entiende a medias. La parte que se sigue con cierta facilidad supone un quiero y no puedo. El autor nos cuenta en un tono muy solemne la vieja historia de la pareja de amigos que se enamoran casi sin darse cuenta. Eso sí, de la forma más rebuscada y cool posible. Si argumentalmente este es un trabajo hinchado y poco convincente, Vivès vuelve a acertar en el terreno de las sensaciones. Aquí abundan los diálogos y las secuencias eróticas y realmente son el dibujo y el color quienes consiguen que nos interesemos por esos personajes cuyas palabras apenas nos conmueven. Pero sí su aspecto y la forma en que han sido trasladados al papel.

Así que el dibujante se mantiene como un creador tan irregular como sugerente. Creo que probaré suerte con alguno de sus otros trabajos y ya les contaré.
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viernes, 19 de noviembre de 2010

ASTERIOS POLYP de DAVID MAZZUCCHELLI

ASTERIOS POLYP de DAVID MAZZUCCHELLI
Sins entido. Madrid, 2010.
344 páginas, 30 euros

CUANDO LO NUEVO PARECE VIEJO


La biografía de Mazzucchelli es tan breve como extraña. En los ochenta dibuja superhéroes firmando, con Frank Miller al guión, dos álbumes antológicos: Daredevil born again y Batman año I. Luego publica su propia revista a principios de los noventa, Rubber Blanket, donde incluye una serie de experimentos de difícil clasificación, en general de pequeño formato. Con dos excepciones: la peculiar Discovering America y la extraordinaria Big Man, ambas publicadas en español por mis compañeros de El Wendigo. En 1994 dibuja una adaptación de la novela de Paul Auster, City of Glass. Y luego, un conjunto de noticias sueltas. Una beca para estudiar en Japón, portadas para el New Yorker, clases en la School of Visual Arts


 Leímos su historieta japonesa en Nosotros somos los muertos y su adaptación de un cuento en el volumen editado por Spiegelman. Pero, sobre todo, esperábamos. Era un secreto a voces que David preparaba una novela gráfica, el trabajo definitivo de quien ya había demostrado que su talento como dibujante no tenía límites. Tampoco era mal escritor, en todos sus comics latía una preocupación existencial que los teñía de cierta melancolía y un sentimiento religioso poco habitual en sus contemporáneos.

Por fin nos llega su Asterios. Es un libro mimado en todos sus detalles, aunque no entiendo la tontería de la camisa corta en la cubierta ¿Es para que se estropeen los bordes? El color se soluciona alternando dos tipos de bitonos, de cálidos y fríos, respectivamente. Y su dibujo tiene la calidad de siempre. Utiliza una estructura de página dinámica, con muchos blancos y variedad de tamaños en las viñetas. El problema, como ya habrán supuesto, está en la historia. O mejor, las historias.

Hay una parte en la obra más agradable, como es la relación entre Asterios, el “héroe” de la novela, y Hana, la escultora japonesa. Tiene momentos muy verdaderos, especialmente la deliciosa secuencia muda en que acumula un montón de instantes cotidianos con gran efectividad. También convencen algunos de sus diálogos, en los que Asterios acaba siempre haciendo callar a su compañera. El arquitecto protagoniza otras partes creíbles, como la de la construcción de la cabaña, una celebración del esfuerzo y el trabajo bien hecho. O la visita al cráter, en la que el talento de Mazzucchelli para el dibujo realmente nos transmite la sensación de grandiosidad necesaria.
Viñeta de Asterios Polyp de David Mazzuchelli, edita en España Sins Entido

Pero son momentos aislados en el conjunto de una obra hinchada, presuntuosa e innecesaria. El autor parece contagiarse de la personalidad de su personaje, ese pedante insufrible que filosofa sobre la percepción de la realidad, la dualidad y otros asuntos igualmente graves y trascendentes. David despliega su bolsa de trucos y lo vemos esforzándose por resultar moderno, cambiando de estilo a voluntad, saltando de un manierismo al siguiente, repitiendo encuadres y jugando con los colores para contarnos ¿qué? Muy poco, la verdad.

Acumula retazos de historias pero falla a la hora de encadenar las secuencias, o quizás es que está por encima de esas menudencias. Así que nos quedamos sin saber en qué consistió la relación entre Hana y el insoportable Willy o porqué se separó de Asterios. Y, si me apuran, tampoco sabemos porqué se unen cuando él parece tan feliz tirándose a todas sus alumnas. Si los apartados filosóficos interrumpen el fluir de los hechos, lo mismo podría decirse de la estancia de Polyp en la casa del mecánico. Parece una excusa para aportar un tono “indie” a la narración y presentar unos cuantos personajes estrambóticos y pintorescos, entre los que destaca, por supuesto, Úrsula Major.

Lo peor no es que la novela resulte pretenciosa y grandilocuente, es que además es aburrida. Artificiosa y falsamente trascendente, como el capítulo dedicado al padre enfermo demuestra. No conseguimos entrar en lo que se nos cuenta, falta verdad, autenticidad. Sin duda Mazzucchelli se ha pensado mucho este trabajo, pero apenas consigue emocionarnos. Apreciamos su destreza, pero nos distanciamos de su helado interior.
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viernes, 12 de noviembre de 2010

Milan K. Sam Timel y Corentin

¡QUE VIENEN LOS RUSOS!

El Patito Editorial.
Santiago De Compostela, 2010.

64 páginas, 15 euros.

Hace ya tiempo que el mercado europeo intenta renovar viejas fórmulas, incorporando giros narrativos tomados del manga o de la industria americana. Mantengo un ojo puesto en los nuevos autores aunque debo reconocer que después del empacho provocado por los Sfar, Blain y compañía, cada día me siento menos tentado a darles una oportunidad. Con todo siempre hay excepciones, como algunos brillantes trabajos nos han demostrado recientemente. Pienso en el ciclo de Aldebarán, en el terreno de la ciencia-ficción, o en el del Gavilán, en el campo de la historieta histórica más clásica, pero debidamente actualizada. Siempre nos quedan Senté y Bravo para consolarnos. Y la esperanza de que algún día alguien ose traducir al gran Berardi que, desde Italia, continúa escribiendo cientos de páginas de su Julia, ¡cada mes!

Ahora nos llega esta aventura con ambientes que nos recuerdan a otro de los grandes, Van Hamme. En concreto a su serie Largo Winch. Si allí el protagonista era un joven rebelde que heredaba la fortuna de su padre adoptivo pasando a dirigir una multinacional, un conglomerado de empresas de compleja articulación, aquí se parte de una situación similar. Pero algo más complicada. En este guión escrito por Timal todo recuerda sucesos reales. Tenemos a un empresario ruso que se enfrenta a su gobierno, dirigido por un trasunto de Putin, en feo. La situación llega a un extremo tal que el hijo del millonario debe abandonar su refugio suizo y escapar a los USA bajo una identidad falsa, acompañado de su fiel guardaespaldas.

Allí intenta pasar desapercibido y adaptarse a una situación desesperada. Toda su familia ha sido asesinada y él es perseguido por su propio gobierno, que desea arrebatarle los bienes que pertenecían a su padre. Por el camino vemos cómo el protagonista va madurando. Primero es un niño, luego un adolescente y finalmente casi un hombrecito que aprende a base de experiencias muy duras. Aunque el guión está cargado de lugares comunes, como la relación que se establece entre el joven y su guardián, con fases quizás predecibles, la historia en general se sigue con interés. Las secuencias de acción están bien planteadas y se alternan con habilidad en una trama donde priman los diálogos y las conspiraciones al más alto nivel. Destaca esa larga escena final en que se enfrentan a tiros a sus perseguidores por los suburbios de Los Ángeles.

Este no es un tebeo de Van Hamme, no alcanza las honduras que le caracterizan. Pero se mantiene en un nivel digno, es un entretenimiento de calidad que no decepciona las expectativas que genera en el lector. Ello se debe en gran medida al excelente trabajo de Corentin, un dibujante clásico y sólido, que no se anda por las ramas y nos convence con su narración pura y directa. Quizás alguna expresión es mejorable, pero su entintado es fresco y claro y sus escenarios más que apropiados.

No es el mejor tebeo del año, pero si le gustan los thrillers de ambiente político este tebeo le complacerá. Es un trabajo más que correcto, contado con ganas y que sin duda mejorará en próximas entregas.
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viernes, 5 de noviembre de 2010

USAGI YOJIMBO: la madre de las montañas de S. SAKAI

Usagi Yojimbo, la madre de las montañas de Stan Sakai. Edita Planeta de Agostini.
Planeta DeAgostini. 
Barcelona, 2010.
180 páginas, 12,95 euros.

ENVIDIA Y CODICIA

Cada volumen de Usagi Yojimbo es una alegría. Su creador, el gran Stan Sakai, podrá estar más o menos inspirado pero hace ya tiempo que nos ha demostrado que su calidad está muy por encima de la media. 


Tiene historias que contar y un dibujo sencillo y una narrativa eficaz para hacerlo. Volvemos en esta ocasión a ese Japón feudal que ha distorsionado para situar a su héroe, un conejo samurai que ya es como de la familia. Cada episodio de Usagi es una celebración de un conjunto de valores que definen al héroe: fidelidad, honestidad, lealtad, valor, integridad… La lista completa. Su firmeza en la defensa de estos principios coloca a Usagi en no pocas situaciones comprometidas, empezando por sus relaciones con la madre de un hijo que no puede reconocer.

Y es que, a pesar de su aspecto de fantasía para niños, de su dibujo casi infantil, Usagi Yojimbo aborda temas universales y que pueden interesar a cualquier lector.
Usagi Yojimbo de Stan Sakai. Edita Planeta de Agostini.
Sakai sólo se limita en cuanto a que procura que sus historias puedan ser leídas por todos, evitando escenas muy desagradables. Pero cualquiera que le eche un vistazo a esta su última entrega comprobará que describe cómo torturan al héroe y que su villana protagonista no se ahorra actos de maldad y depravación sin límites. Actos que apenas son contenidos por el estilizado dibujo del autor.

Se nos cuenta la relación entre dos primas, Tomoe, una vieja conocida de la serie, y Noriko, una espléndida mala y algo más, como descubriremos con asombro a medida que avanza la historia. También cómo el hallazgo de una mina de oro puede alterar la vida de toda una región, excitando la codicia de sus ambiciosos vecinos. Como siempre Sakai va dejándonos pistas que nos llevan de una secuencia a otra, con su fluidez habitual. Por el camino engarza otras pequeñas historias entre las que sobresale la del paje Motokazu. La desarrolla con naturalidad y la cierra en un final perfecto. Por cierto, no sé si a ustedes les pasará, pero tiene momentos en que me recuerda el relato de Arf en el Príncipe Valiente, en los episodios en que aún no ha perdido la pierna y es un adolescente que se esfuerza por llamar la atención de Aleta.

Los temas que aborda la historia son dos tan universales como la codicia, ya mencionada, y sobre todo la envidia. Esa y no otra es la pasión que mueve a la malvada Noriko, una fuerza antigua como la humanidad y que explica no pocas de nuestras debilidades y pecados.

Sakai la maneja con su habilidad característica y nos deslumbra con una aventura trepidante y más áspera de lo normal en él. Sorprenden la crudeza de la secuencia de tortura y las reacciones de furia homicida del héroe, justificadas por su preocupación por Tomoe, la mujer a la que ama calladamente.

Por el camino, todo es bueno. Las secuencias de acción, los secundarios, la construcción del argumento, las motivaciones de los personajes, los giros inesperados, las intrigas palaciegas… Sabemos ya que Sakai se toma su tiempo para presentar a sus protagonistas y explicar sus intereses y sentimientos. Pero esa planificación a largo plazo, que tan gratificante es para el lector, no le impide construir un gran entretenimiento en cada uno de sus relatos.

Es un maestro y aquí ha vuelto a demostrarlo.
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sábado, 30 de octubre de 2010

PREMIOS HAXTUR 2010

Ya se puede consultar los ganadores de los premios HAXTUR 2010 en elwendigo.net. Los premios se han ido entregando desde 1984, paralelamente al Salón Internacional del cómic del Princincipado de Asturias, e intentan reconocer las mejores obras publicadas en España cada año y en diferentes apartados:

  • Mejor Historia Larga
  • Mejor Historia Corta
  • Mejor Guión
  • Mejor Dibujo
  • Mejor Portada
A estos se añaden dos Haxtur más: "Autor que amamos", homenaje a la carrera de algún prestigioso creador y "Finalista más votado", elegido por el publico asistente entre los nominados a los premios. En el año 2000 incorporamos un Premio Haxtur independiente de los demás con el título "Haxtur al Humor". Leer más...

viernes, 29 de octubre de 2010

Jonah Hex. Lansadle, Truman y Glanzman

EL OESTE MÁS SUCIO

Planeta DeAgostini. Barcelona, 2010.
232 páginas, 22 euros.

Tras publicar diversos recopilatorios más o menos prescindibles de Jonah Hex, finalmente se han animado a traducir los episodios dibujados por Truman en los noventa. Nunca es tarde si la dicha es buena. Ya saben que cuento a este autor entre mis favoritos, a pesar de que generalmente se le considera un artesano, una figura menor frente a astros más rutilantes.

Lo cierto es que todo lo que hace está bien y, en muchos casos, muy bien. Este exalumno de Kubert, cuya influencia se aprecia con facilidad en su fluida narrativa, nos sorprendió con una serie tosca y mal dibujada, un western postapocalíptico llamado Scout, que nadie se ha atrevido a reeditar, mientras nos castigan, por ejemplo, con nuevos tomos de Nexus, Bone y hasta ¡horror! de Cerebus. Sobre la marcha, aprovecho para confesarles que tras haberme comprado el primer volumen de la obra magna de Sim, traducido por ver primera al español, aún no he sido capaz de completar su lectura. Así que admitamos lo evidente y enviemos las aventuras del cerdo hormiguero más citado y menos leído de la historia del comic al baúl de los tebeos para vender. Seguro que alguien pica. Respecto a Nexus y Bone, qué les voy a contar que no sepan. Van en la misma saca que los comics de Chris Ware y algunos más. Se puede dibujar muy bien y ser un pésimo dibujante de tebeos. Lo primero es tener algo que contar.

Y Truman lo tiene, como demostró en Grimjack o con su obra maestra Hawkworld que, esta sí, ha sido recientemente reeditada. Échenle un vistazo. O a su entrega sobre Conan, personaje para cuya serie regular está ahora escribiendo unos espléndidos guiones. En Conan y las canciones de los muertos el argumento corría a cargo de Lansdale, que es el mismo que le acompaña en sus episodios para Jonah Hex. Allí probaron que hacían buena pareja y que el guionista se ajustaba con perfección a los mundos y la filosofía vital de Truman.

En el fondo, sus historias se parecen mucho a sus dibujos. Su aspecto es más bien tosco y hasta desagradable, de tebeo barato y si me apuran hasta vulgar. Pero pronto su habilidad narrativa consigue que nos olvidemos de su torpe carcasa y nos concentremos en la historia. Sus relatos están llenos de tipos duros y al tiempo nobles, sazonado siempre con grandes dosis de humor muy grueso y acción trepidante. El resultado es arrollador.

Es casi imposible resumir las andanzas en que mete al vaquero medio muerto de la DC, con zombies, imitadores de Buffalo Bill, niños con cabeza de oso, espectáculos de fenómenos y otros tantos disparates que caben en las historias de Lansdale, dibujadas con entusiasmo por Truman. Pero les brindo un fragmento de diálogo, para que aprecien el tono. Jonah se encuentra con un viejo amigo indio. “¡Huevos moteados!”. “Aquí me conocen como mano moteada”. “Pero tú no tienes motas en las manos”. Interviene entonces un vaquero enano: “¿Y tú cómo sabes que tiene motas en otro lado?”. “¡Mira este! Yo no le puse el nombre”. Y siguen así durante un buen rato.

No se lo pierdan ni dejen que su aspecto de obra menor les engañe.
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viernes, 22 de octubre de 2010

Zarpa de Acero.Tom Tully y Jesús Blasco

¡ESOS DEPRIMENTES TEBEOS INGLESES!

Planeta DeAgostini. Barcelona, 2010.
112 páginas, 14,95 euros

Desde que hace unos años la editorial Planeta perdió los derechos para publicar en España los tebeos de la Marvel, los aficionados apenas podemos salir de nuestro asombro. Lo que en principio era una mala noticia, que hacía peligrar la continuidad de determinadas series, acabó siendo una nueva demostración de las virtudes del mercado y la libre competencia. Panini no lo hace nada mal con los superhéroes marvelianos y Planeta tuvo que espabilarse, dirigiendo su mirada en otras direcciones. Los resultados han sido espectaculares. Primero, recuperación de las colecciones DC, muchas de las cuales por fin hemos podido leer completas, después intentos varios con personajes y series europeas, lo que también es de agradecer. Ya he demostrado mi entusiasmo ante la reedición de clásicos tan imprescindibles como Julieta Jones. Y, por si todo esto no fuera suficiente, ahora le han hincado el diente al tebeo inglés.

No es la primera vez, ya se hicieron cargo de dos imprescindibles ediciones de James Bond y Modesty Blaise. Pero para el lector de mi edad, decir tebeos ingleses significa sobre todo un conjunto difuso de aventuras mal editadas en su momento por Vértice, cargadas de masas negras y una fantasía más bien bizarra. Encima, los protagonistas eran eso que ahora llamaríamos antihéroes, cuando tal término ni siquiera existía. Spider, Mitek el poderoso, Kelly Ojo Mágico, Zarpa de Acero… la lista es tremenda y a ella debemos añadir otra recuperación, la del Imperio de Trigán, al que me referiré en otro momento. Una de las sorpresas que nos llevamos con los años fue comprobar que muchos de esos tebeos de aspecto Dickensiano estaban dibujados por emigrantes españoles o sudamericanos, caso de Solano en Ojo Mágico, o el gran Jesús Blasco en Zarpa de Acero.

Ahora resulta casi habitual la ambigüedad moral en los comics y es inevitable que los héroes se columpien en una zona gris en la que caben ciertos excesos como la violencia y la anarquía. Pero en su momento que el protagonista de un tebeo fuera un ladrón o coqueteara con actividades delictivas era más que chocante. Más cuando entonces empezaban a llegar a los quioscos el reverso luminoso de esas series, los superhéroes de la Marvel que, tanto gráfica como conceptualmente, se situaban en el extremo opuesto de esas locuras ingleses. Siempre recordaré al director del Salón Internacional del Comic de Gijón, Faustino Rodríguez Arbesú, mi maestro en esto de los tebeos, confesándome su aversión a estos productos ¡en el curso de un viaje a Londres! Casi consiguieron que dejara de leer tebeos, ¡eran tan deprimentes!, decía. Y es cierto: el clima visual que transmiten es opresivo y como de posguerra. Y los relatos en general carecen de profundidad, más allá de lo insólito de ciertas premisas.

Mientras Spider empleaba su brillante inteligencia en los robos más disparatados, Ditko hablaba a través de Spiderman, enunciando los principios que luego se volverían explícitos en su Mr. A. No hay grises en la frontera entre el bien y el mal. Dura lex sed lex. Por supuesto, nos enganchamos a los productos americanos, olvidando las densas viñetas inglesas que, sin embargo, seguían latiendo en los rincones más salvajes de nuestro subconsciente. Ahora han vuelto. Las historias no son para tanto. Pero Blasco sigue siendo tan brillante como lo recordábamos. No es extraño que dibujantes tan extraordinarios como Bolland hayan reconocido su influencia y expresado su admiración hacia su trabajo. Blasco es uno de los grandes ilustradores realistas y su blanco y negro es espectacular. No se lo pierdan.
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viernes, 15 de octubre de 2010

Marzi. 1984-1987

UNA INFANCIA POLACA
Sylvain Savoia-Marzela Sowa
Norma Editorial. Barcelona, 2010.
224 páginas, 24 euros.

Podría pensarse que los creadores de historietas son cada vez más perezosos ya que, cuando se interesan por la realidad, en muchos casos prefieren contar sus propias historias. Abundan las autobiografías y los relatos en los que incontables dibujantes nos explican circunstancias que van de lo chusco a lo dramático, pasando por la denuncia del maltrato al descubrimiento del sexo, entre otros misterios vitales. Si el género autobiográfico ha explotado en numerosas direcciones, fruto de la política de autor que ha dominado el mundo del comic en las últimas décadas, también encontramos otra vía documental, otra forma de alejarse de la fantasía que dominó el medio durante tantos años. Este segundo camino está menos transitado. Buenos representantes serían Delisle y Sacco, o Crumb con su Kafka. Pero, más allá de ciertas experiencias aisladas, algunas tan notables como el brillante ensayo visual de Talbot, Alicia en Sunderland, el comic evita en general competir con prensa y televisión en el análisis y la descripción de lo real.

Lo más curioso en este caso es que Savoia y Sowa intentan mezclar ambos géneros, el autobiográfico y el documental, para ofrecernos una visión de Polonia en los últimos días del comunismo, a través de la mirada de una niña, esa Marzi que da título al volumen. El enfoque es correcto, primando la interpretación de la niña y evitando esclarecer aquellos temas que ella no entendía. Así, se nos permite asistir a la histórica visita del Papa a Polonia o a los primeros enfrentamientos de Walesa con el régimen, pero sin profusión de datos ni insistir mucho en ello. Más importantes resultan las colas del supermercado, las vacaciones en casa de los abuelos o cualquier otra anécdota, relevante solo para la protagonista.

Anteponer lo particular a lo general es una buena elección, que aporta vida y verdad a un relato presidido por un dibujo delicado y eficaz, servido con un bonito bitono. Todo lo que se nos cuenta respecto a las miserias que constituían el día a día en aquel paraíso socialista tiene interés. También somos testigos de la pervivencia de una fe católica muy arraigada en las tradiciones populares y que tanta importancia tendrá en los cambios que se sucedieron. Tanto gráfica como argumentalmente Marzi resulta agradable y curiosa y se constituye en una lectura recomendable, si nos quedamos en esos aspectos.

Lamentablemente, falla estrepitosamente en el terreno de la puesta en escena. Constantes textos de apoyo van desarrollando la historia, de manera pausada en exceso y ralentizando lo que ya vemos en las imágenes. No es un absoluto desastre, pero nos distanciamos de los personajes y la información que se oculta en los textos acaba pesando demasiado, arruinando el ritmo de la narración. Todo lo que cuenta Marzi despierta nuestra curiosidad, los niños se comportan como tales, los protagonistas son pintorescos, pero apenas nos preocupa lo que hacen, todo es monocorde y algo plomizo y cuesta completar la lectura. Con todo, su contenido es interesante y recomendable. ¿Quién sabe? Quizás a ustedes no les resulte tan pesado, les animo a que lo intenten. Es lo que llamo un fracaso digno. Tenían todos los elementos para un gran tebeo, lo han intentado con ganas y el resultado tiene calidad. Pero a veces todo eso no es suficiente.
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¡Gracias, Vargas Llosa!

La obra de Vargas Llosa contiene algo que excede el puro placer literario o el divertimento estético. Por supuesto, no ha evitado ciertos artificios propios de su oficio. El más conocido es su juego con las estructuras narrativas, aquellos procedimientos mediante los cuales la historia se fragmenta y se cuenta de forma no lineal. En ocasiones adopta múltiples puntos de vista, con secuencias en tiempos sincrónicos pero en espacios y con personajes diversos. En otras la travesura narrativa incluye al tiempo y es entonces cuando nos topamos con el Vargas Llosa más difícil y árido. En el cine estos saltos espacio-temporales son relativamente sencillos de dar, ya que vemos el aspecto de los personajes y su contexto. En una novela el resultado es más discutible y en no pocas ocasiones al lector le cuesta situarse, lo que afecta a su relación con el relato y le distancia.

Desde ese punto de vista podemos hablar de dos etapas. Una primera en que lleva al extremo esos malabarismos narrativos, con, a mi entender, excesos como “La casa verde” (1965), y trabajos más afortunados como “Conversaciones en La catedral” (1969), que estos días se cita mucho entre sus obras maestras. Podría serlo por su construcción de personajes, uno de los puntos fuertes del autor. Pero se resiente del encaje de bolillos al que acaba reducido el hilo argumental. De hecho, en trabajos posteriores lo que notamos es una mayor contención y un dominio de los recursos que conlleva no traspasar ciertos límites.

Por ejemplo, en “El paraíso en la otra esquina” (2003) los saltos entre la vida de Gauguin y de su abuela Flora Tristán están claramente separados en el tiempo y no provocan confusión alguna. Procedimiento similar al que emplea en “La fiesta del chivo” (2000), con la visita en paralelo al Santo Domingo de la actualidad y una mirada al país gobernado por Trujillo en los sesenta. En “La guerra del fin del mundo” (1981) la complejidad se consigue por la multiplicidad de voces, un auténtico océano de personajes que ofrecen una visión global de un fascinante episodio brasileño. Ni siquiera en su autobiográfica “El pez en el agua” (1993) evita estos artificios, alternando la historia de su agridulce carrera política con el relato de sus diversos acontecimientos vitales.

En “La tía Julia y el escribidor” (1977) salta con ironía de la narración central a un conjunto de pastiches en los que homenajea el estilo de Corín Tellado, la célebre escritora de folletines. Es una de las escasas ocasiones en que intenta resultar más ligero, casi frívolo. Supongo que es su admiración por la cultura francesa la que le lleva a explorar el erotismo en novelas como “Elogio de la madrastra” (1988). Pero casi podemos notar su apuro y envaramiento. Jodorowsky contaba que había participado en una orgía con Vargas Llosa y que este último ni siquiera se había desvestido. Sea cierto o no, hay algo muy formal en él y sus aproximaciones más sicalípticas nunca son del todo satisfactorias. Con todo, los seguidores de Schiele pueden disfrutar del estudio que se realiza del pintor, mientras los protagonistas de “Los cuadernos de don Rigoberto” (1997) intentan reproducir algunas de las poses de sus cuadros.

Explora el género policiaco en “¿Quién mató a Palomino Molero?” (1986) en la que el crimen sirve como excusa para mostrar un contexto social donde reinan la corrupción y la hipocresía. Allí volvemos a encontrarnos con el cabo Lituma, un personaje que ya había aparecido en novelas anteriores. Su denuncia de ciertas lacras sociales no es una novedad, toda su obra tiene una marcada voluntad reformista. La descripción del machismo y la violencia de “Los jefes” (1959) y “Los cachorros” (1967) o de la rigurosa disciplina militar en “La ciudad y los perros” (1962), demuestran que comparte la idea de que la literatura puede ayudarnos a transformar la sociedad o, al menos, corregir algunos de sus defectos.

Estos días se menciona mucho “La fiesta del chivo” que es, sin duda, una gran novela. Pero también porque se ajusta a los temas que se esperan de todo intelectual sudamericano: una dictadura bananera de derechas que se entrega a todo tipo de torturas y violaciones, auspiciada por la torpe política exterior norteamericana. Otras denuncias no se ajustan tan correctamente al guión. Sus reflexiones sobre el autoritarismo y la utopía quedan compendiadas en tres libros extraordinarios. El primero es “Historia de Mayta” (1984) un retrato compasivo y patético del revolucionario profesional. Mayta es un personaje triste y lamentable, un izquierdista de salón con una preocupación real por los más desfavorecidos, pero incapaz de encajar en la realidad. Cuando de acuerdo a las doctrinas del gran timonel intenta poner en marcha una revuelta campesina, su fracaso es estrepitoso.

En “Lituma en los Andes” (1993) el tono cambia. Sendero Luminoso ya estaba haciendo de las suyas y el subcomandante Marcos pronto se haría célebre en México. Ya no se nos muestran intelectuales equivocados pero bienintencionados. Vargas Llosa reflexiona con crudeza sobre el origen de la violencia y su permanencia muy real en nuestros días. Las andanzas de los jóvenes maoístas se relacionan de forma pertinente con ancestrales y sanguinarios sacrificios humanos. La monumental “Guerra del fin del mundo” es más extensa y rica en secuencias arrolladoras, pero quizás no más compleja. Llaman la atención su amplia galería de personajes marginales, tipos acabados a quienes la presencia del santurrón protagonista transforma en algo mejor. Política y religión se entremezclan y, si el misticismo extremo del Consejero provoca revoluciones, la respuesta que ofrece un gobierno corrupto no es mejor. Entre opuestas manifestaciones de locura sobrevive un conjunto de individuos aislados que se esfuerza por mantener el orden y limitar las brutalidades.

Vargas Llosa nos ha ayudado a entender la barbarie y, así, hacerle frente.
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sábado, 9 de octubre de 2010

Batman confidencial: La tumba del rey Tut

PEQUEÑO GRAN GARCÍA LÓPEZ

DeFilippis, Weir, García López y Nowlan
Planeta DeAgostini. Barcelona, 2010.
130 páginas, 10,95 euros

En 1993 tuvimos la fortuna de contar en el Salón Internacional del Comic de Gijón con José Luis García López. Este dibujante de origen español emigró de niño a la Argentina, donde inició su carrera profesional. A mediados de los setenta se instaló en los USA, donde muy pronto empezó a colaborar en exclusiva para la editorial DC. Debido a que su ritmo de trabajo no se ajusta a los exigentes estándares norteamericanos, se decantó por las miniseries, los encargos especiales y los dibujos de promoción. García López ha sido uno de los pocos dibujantes encargados de fijar la imagen de los superhéroes de la DC, de cara a su inclusión en productos comerciales, de las fiambreras a las mochilas, pasando por cromos, carpetas, chicles o lo que se les ocurra.

De aquella primera estancia en Gijón yo recordaba su aspecto frágil, que contrastaba de manera divertida con la fortaleza que emana de cualquiera de sus figuras. Iba asociado a una aparente timidez y a una gran amabilidad, que se hacía evidente en el trato que dispensaba a su mujer, de la que estaba siempre pendiente. Todos quedamos prendados de su dulzura y humildad y sentimos mucho que diversas circunstancias familiares le impidieran repetir su viaje a España. Por eso fue especialmente placentero tener ocasión de saludarlo de nuevo, el pasado año en Nueva York. Estaba tal cual lo recordaba, como si el tiempo no hubiera transcurrido para él. Y lo mismo ocurría con su trabajo.

Aunque como ya he explicado dedica casi todos sus esfuerzos a tareas de promoción de la compañía, de vez en cuando nos sorprende con alguna historieta. ¡Y son siempre brillantes! García López mejora con los años y sus virtudes gráficas consiguen dejarnos boquiabiertos. Se ha dicho que es un dibujante de dibujantes, que su arte sólo gusta a sus colegas y sin embargo no convence al público. No encuentro una razón que justifique esto, porque lo cierto es que ahora mismo son ya muy pocos los autores realistas que alcanzan su calidad. Domina la figura humana, dibuja tan bien a hombres como mujeres, no hay encuadre que se le resista, sus personajes actúan con gran expresividad y es un narrador excelente, con una puesta en escena siempre espectacular. Como ya he dicho, sus patronos sólo pueden ponerle una pega, su lentitud.

En este caso lo han emparejado con otro creador exigente y característico, Kevin Nowlan, que tampoco se distingue por su rapidez. Ya habían coincidido en aquella extraña aventura que amalgamaba héroes de Marvel y DC, donde demostraban que formaban un buen matrimonio. Aquí la magia vuelve a producirse y sus tintas enaltecen los lápices de García López con una delicadeza no exenta de vigor. Pero, como nos explicaba el propio José Luis, “si yo soy lerdo, Kevin es re-lerdo”. Lo que quería decir era que Nowlan iba tan despacio que García López tuvo que entintarse en una parte. Cuando vio lo que el entintador ya había hecho, se sintió incapaz de alcanzar sus cuidadosos acabados y, de hecho, su fragmento resulta más “torpe” en comparación.

Dicho lo cual sólo cabe alegrarse por la aparición de este tebeo, una aventura más de Batman, con un guión entretenido y un increíble trabajo de García López, secundado por el siempre especial Kevin Nowlan. Para rematar la faena, los editores españoles han tenido la feliz idea de incluir trabajos anteriores del español, entre los que sobresale ese soberbio episodio ambientado en la guerra civil americana. No se lo pueden perder.
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sábado, 2 de octubre de 2010

Superman: Kryptonita nunca más. O’Neil, Swan y Anderson

VUELVE EL HOMBRE DE ARENA

Planeta DeAgostini. Barcelona, 2010.
242 páginas, 22 euros.

Si la semana pasada comentaba la afortunada recuperación de Juliet Jones, en esta ocasión debo celebrar otra reedición que, además, resulta totalmente inesperada. Me refiero a los episodios escritos por Dennis O’Neil en los setenta en los que mermaba los poderes del superhéroe por antonomasia: Superman. En su momento pudimos disfrutarlos a la desordenada manera de Novaro. Con algunos huecos, todavía conservo aquella versión, que me impactó por lo sorprendente de la historia y el refinado dibujo de Swan y Anderson. Luego Neal Adams se encargaría de hacernos olvidar esas otras miradas realistas al género, pero lo cierto es que estamos ante un trabajo sólido y contundente, cuya revisión siempre es conveniente.

En todo caso Adams tiene mucho que ver en este relato. No sólo porque aportó sus espléndidas portadas a la serie, también debido a que su dibujo ayudó a que los guiones de O’Neil para series como Batman o Linterna Verde y Flecha Verde se convirtieran en éxitos. Lo que facilitó que los editores de la DC se fijaran en el radical guionista y le confiaran el personaje estrella de la casa. O’Neil enseguida comprendió que el mayor problema de Superman era su carácter todopoderoso, semidivino. Por eso su primera decisión consistió en reducir esos poderes.

Dicho y hecho, de una tacada anuló los efectos de la kryptonita, tradicionalmente el único talón de Aquiles del personaje, y rebajó sus tradicionales superpoderes. Para ello se inventó un doble de arena, una figura misteriosa que, episodio a episodio, iba pareciéndose cada vez más al nativo de Krypton, al tiempo que le restaba poderes. El resultado es un curioso tebeo, a mitad de camino entre dos épocas. Conserva no poca de la ingenuidad del primer Superman, pero se dirige ya con firmeza hacia el “realismo” y la complejidad que posteriores autores le aportarán, sobre todo a partir de los ochenta. Y aquí es donde conviene recordar dos o tres nombres, sobre todo Byrne pero también Moore y Gibbons y más tarde Sale y Loeb.

En fin, este volumen es sobre todo un buen entretenimiento, una pieza histórica de importancia, en tanto en cuanto marca un momento de transición, clave en la evolución del personaje, un disfrute visual gracias al refinado, sólido y tradicional trabajo de Swan y Anderson y que, además, cuenta con algunos extras de interés. Uno ya lo he citado: las portadas de Adams. Pero alguien ha tenido la afortunada idea de incluir la nueva versión que Simonson realizó de la historia en los noventa y que aquí se publicó en el Superman nº 100, si la memoria no me engaña. Como casi todo lo que dibuja Walter es un tebeo formidable, espléndidamente narrado, un complemento de auténtico lujo.

Hay una pega no menor en esta edición. Me refiero a la reproducción de los originales. No puede hablarse de un trabajo de calidad. En muchas planchas la línea está comida y resulta irregular y en todas el color está lavado, muy bajo de intensidad. Por supuesto, prefiero el tono vintage que esto último aporta al volumen, a esas reediciones en las que se ha optado por un color digital, para “actualizar” el original. En muchos casos sólo consiguen cargarse lo que ya había, empastarlo y degradar trabajos muy pensados para colores simples y planos. Pero aquí las gamas son tan suaves que nos hacen añorar la versión de Novaro. Una pena.
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viernes, 24 de septiembre de 2010

JULIETA JONES de E. CAPLIN & S. DRAKE

Julieta Jones de Stan Drake y Elliot Caplin. Panini Comics
Panini Comics. Barcelona, 2010.
280 páginas, 29,95 euros.

LA SEÑORITA JONES


Ya he manifestado con anterioridad mi entusiasmo ante las reediciones. Demuestran la madurez del medio, que rescata del olvido piezas que deben servirnos para juzgar con corrección los trabajos de nuestros contemporáneos. Si son saludables y necesarias, mucho más cuando se trata de series tan maravillosas como esta. En España conocemos relativamente bien a Julieta, ya que ha pasado por diferentes encarnaciones editoriales. Y su calidad es tan grande que quien ha podido leerla ya no la olvida.


Esto se debe en parte al dibujo del increíble Stan Drake, por supuesto. Dicen que estuvo casado con una rubia, una morena y una pelirroja, lo que quizás explique su dominio de la figura femenina, especialmente de una parte de su anatomía: el pelo. Nadie dibuja largas y sedosas melenas como Drake, con esa mezcla de facilidad y realismo que muchos dibujantes copiaron. Tiene casi todas las virtudes que esperamos de un autor de comics: grandes expresiones en sus “actores”, dominio de la gestualidad, un acabado fresco y deslumbrante, un empleo dramático de la iluminación, una línea de contorno formidablemente expresiva… y mucho más. A ver si alguien se anima y publica en condiciones su último trabajo, que en su momento saboreamos por entregas en diferentes publicaciones. Aquella Kelly Green escrita por otro de los grandes, Leonard Starr, que de manera muy oportuna firma el prólogo de esta edición.

Julieta Jones de Stan Drake y Elliot Caplin
Pero es que Drake es sólo la mitad de un equipo en estado de gracia. Le acompaña Elliot Caplin, un escritor que nos sedujo en otra tira clásica que también lleva su firma. Me refiero, claro está, a Big Ben Bolt, la historieta de boxeo que dibujaba el gran Cullen Murphy, que más tarde se haría cargo de Prince Valiant. Si allí nos sorprendía la habilidad del guionista para convertir los combates que se iban sucediendo en algo novedoso y emocionante, aquí también parte de un material aparentemente banal que transforma en puro oro narrativo. Julieta y Eva Jones viven con su padre, un modesto empleado de banca, viudo, en un pequeño pueblecito. Se nos pinta a Eva como una perfecta egoísta en los primeros capítulos, mientras que su hermana Julieta es la comprensiva, hacendosa y humilde chica de su casa, en su papel de hija ejemplar y madre para su propia hermana, mientras el fantasma de la soltería la acecha.

Con ese escenario Caplin y Drake elaboran una indiscutible obra maestra, llena de emotividad, humor, drama, crítica social y personajes inolvidables. Cabe subrayar que, aunque se ha dicho que ofrecía una visión edulcorada de la sociedad americana de los cincuenta, Julieta Jones dista mucho de ser un producto que evite afrontar temas complejos y polémicos. El tono es siempre tranquilo, oscilando entre el drama familiar y la comedia de situación, pero hay tensiones constantes, especialmente con algunos asuntos como el económico. En uno de los primeros episodios los problemas comienzan cuando el hijo de un ricacho se enamora de Julieta, ante el escándalo de su futura suegra. En otro, el padre casi se arruina intentando enviar a Eva a la universidad. Los conflictos sociales son una constante en la serie, pero no su razón de ser. Por encima de la clase siempre se dibujan individuos. Antes que el hijo del jefe, Shorty es un muchacho incapaz de conquistar el corazón de la muchacha de la que se enamora. Julieta puede pelear con su futura suegra, pero el padre de su pretendiente no tiene ningún problema con ella. Etc.

Julieta Jones es ante todo un gran retrato de la humanidad contenida en ese pequeño pueblo, un universo en el que podemos fácilmente reflejarnos. Hay envidias, placeres, amores, trampas, mentiras, castigos y recompensas, personajes extremadamente nobles y estafadores, pobres y ricos, desgraciados y satisfechos. Es un gran entretenimiento construido con mucha inteligencia y un dominio absoluto de la progresión dramática. No se lo pueden perder.
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jueves, 16 de septiembre de 2010

EXPOSICIÓN de WALLACE WOOD - WOODWORK

Catálogo de la exposición de WOODWORK en Casal Solleric, Palma de Mallorca sobre Wally Wood
CASAL SOLLERIC Palma de Mallorca. España.
Del 16 de septiembre al 7 de noviembre 2010

CATÁLOGO
A LA VENTA

Precio: 25 €

Llamando al tel. 971 722 092
o al email: folmo@apalma.es (Att. Francisca Olmo)


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OTRAS EXPOSICIONES

En el Solleric podrán disfrutar de algunas de sus más conocidas historietas completas, así como admirar sus exquisitos acabados sobre los lápices de colegas tan brillantes como Ditko, Kane o Kirby, entre otros. Hay muchas razones para no perderse la que sin duda es una de las grandes exposiciones de comic del año. Y no sólo en España, sin exageración alguna. La inauguración coincide además con esa gran fiesta que es la Nit de l’Art y se produce en un año en que el Ayuntamiento ha creado el Premio Ciudad de Palma de Comic.


FOTOS DE LA INAUGURACIÓN 

Una exposición que se acompaña de un catálogo donde se ha cuidado especialmente la reproducción de los originales y la selección de material complementario, que ayude a entender mejor a este creador obsesivo y fascinante. Se incluyen diversos textos escritos por Bill Pearson, uno de sus ayudantes y actual albacea de su obra, y estudiosos de reconocido prestigio como Roger Hill y Jerry Weist.

El casal Solleric con las cartelas de las exposiciones, Wally Wood
Como he tenido el placer de participar en este proyecto, abordaré aquella parte que, por motivos de espacio, no he podido incluir en el catálogo. Me refiero a la presencia de Wood en el mercado español. Pese a algunos sonoros huecos, no nos podemos quejar. Llevamos años disfrutando con su labor de manera quizás un poco desordenada, pero dista mucho de ser un desconocido entre nosotros.

Eisner le ofrece su primer encargo como rotulista de Spirit, a finales de los cuarenta. En esos primeros años practica todos los géneros, del romance al terror pasando por lo policiaco o la ciencia-ficción, que es donde empieza a llamar la atención. Destacan dos comic-books, The flying saucers y An Earth man in Venus, que ya presentan muchos de los rasgos que le darán fama, especialmente su tremenda imaginación en el diseño de escenarios, artefactos y aliens y su desatado sentido de la aventura. Todo este material no ha sido traducido, aunque en los USA es sencillo encontrar diversas selecciones de este período, como las editadas por Pure Imagination: The Wallace Wood Reader (2004) y Wally Wood Edge of Genius (2009).

A comienzos de los cincuenta Wood inicia una de sus etapas más conocidas. Para la editorial EC dibujará inolvidables historietas sociales, de ciencia-ficción, guerra y terror. Durante años permanecieron inéditos en España hasta que en 2004 Planeta se decidió a publicarlos, llenando un hueco inexcusable. Toutain ya nos había ofrecido algunos adelantos. En 1981, coincidiendo con la muerte del autor, le rendían homenaje publicando en la revista 1984 nº 37 “My World”, una historieta que había aparecido por primera vez en Weird Science nº 22 (1953). También emplearon una portada de Wood en Comix Internacional, nº 42, Especial EC (1984), aunque curiosamente el autor no firmaba ninguna de las historias seleccionadas en el interior.

De esos años también recordamos su colaboración con Eisner, ahora ya no como aprendiz sino como joven promesa. Me refiero a Outer Space, que aquí publicó Toutain como Espacio Exterior (1981). Recopilaba los episodios de Spirit dibujados por Eisner y Wood en 1952. Su revisión merece la pena.

La parte menos conocida de esa época es su largo recorrido en Mad, que alcanzó los primeros años sesenta. Allí demostró que siendo un buen dibujante realista, era todavía mejor en el humor. Planeta publicó recientemente los dos primeros tomos de Mad y estamos a la espera del resto, así como de su trabajo en Panic, la otra revista de humor de la EC.

Original art at the exposition of Wally Wood in Palma de Mallorca, Sp
Tras el desplome del mercado de los tebeos en la segunda mitad de la década de los cincuenta, Wood buscó trabajo en otras áreas. Destacan sus ilustraciones para Galaxy, recopiladas por Pure Imagination en Wallace Wood’s Wayout (2005). En 1957 intervino en la tira Flash Gordon ayudando a Dan Barry. Se le atribuyen fragmentos de la famosa aventura del administrador, que en la imprescindible edición de Tebeos S.A. se publicó en los nº 46 y 47 (1988). Cierra la década entintando a uno de los grandes, Jack Kirby, en Sky Masters, una tira de prensa que ha sido recientemente editada por Glénat (2008) y en la maravillosa Challengers of the Unknown, serie que Novaro publicó en su día.

Abre los sesenta participando en diferentes proyectos publicitarios en relación con Topps, un fabricante de cromos, chicles y otros artículos de broma para niños. Su encargo más conocido es la serie Mars Attack! Wood realizó los primeros bocetos que fueron rematados por otros artistas. La popularidad de los cromos marcianos llegó hasta los noventa, cuando Tim Burton realizó una película inspirado en ellos. Pero lo más importante en esos años es su entrada en Marvel. Era la editorial que estaba revolucionando el mercado y Wood fue recibido como una auténtica estrella. Realizó varios números de Daredevil, a quien aportó su fantástico traje rojo, pero no aguantó al editor Stan Lee y se fue pronto. Esos números publicados en USA en 1964 y 65 llegaron pronto a España, en la impresentable versión de Vértice (1969). De alguna manera el arte de Wood sobrevivía a los remontajes y permanece con todo su fulgor en nuestra memoria. La Biblioteca Marvel (Planeta) nos ofrecía una versión algo más digna en 2001.

El siguiente movimiento del dibujante permanece inédito por aquí. Me refiero a T.H.U.N.D.E.R. Agents. Realizado para una compañía que pretendía rivalizar con Marvel, la aventura le ocupó el resto de la década. Wood trabajó como editor, guionista, dibujante a lápiz y entintador, colaborando con talentos de la talla de Kane, Crandall o Ditko entre otros. En USA estas series han sido publicadas en seis volúmenes por DC, The T.H.U.N.D.E.R. Agents Archives. A ver si alguien se anima a traducirlos.

Mientras hacía frente a la vorágine laboral que suponía producir T.H.U.N.D.E.R. Agents, a Wood todavía le quedaba tiempo para otras apuestas. La más conocida es la creación de witzend (en caja baja), un fanzine que se adelanta a la explosión de la prensa underground. No ha sido traducido, que yo sepa, así que sus historietas Animan y Pipsqueack Papers son un misterio para el público español. Como consuelo les recuerdo que sí conocemos la historia con dibujo de Williamson y guión de Wood que apareció en el nº 1, “Savage World”. Aquí la encontramos en el nº 3 de Relatos Salvajes (Vértice, 1974) con el título de “¡Mundo salvaje!”. Es tan buena como la recordábamos. Otros esfuerzos inéditos son su tira Bucky Ruckus, su escandaloso poster sobre Disney para The Realist o su participación en la revista de comics más grande del mundo, Wham-O Giant Comics, todo en 1967.

Woodwork - Exhibition in Majorca, Spain, Comic art, drawing inking
Cierra los sesenta entintando a otros dibujantes, realizando su famosa plancha de prueba para Prince Valiant y tanteando un nuevo cliente, el ejército de los USA. Con ellos colaborará a inicios de los setenta con dos célebres personajes: la picante Sally Forth y el durísimo Cannon. A ambos los conocemos más o menos bien, ya que se publicaron en su momento en España. Sally en Totem Especial USA nº 1 al 5 y Cannon en Totem Calibre 38 y en Tótem Especial USA nº 6, todos ellos editados por Nueva Frontera desde 1977. Lo que sirvió como distracción a los soldados americanos en sus misiones de ultramar fue un soplo de aire fresco en un país que acaba de dejar atrás cuarenta años de dictadura. ¡Gracias, tío Sam!

Vuelve a la casa de las ideas donde firma unos espléndidos episodios del Doctor Muerte, con guión de Thomas. Vértice lo publicó en su momento, o eso quiere recordar algún rincón de mi memoria, donde perviven esos cascos-burbuja, el calvo con vendajes y los cohetitos voladores. Planeta lo reeditó en Selecciones Marvel nº 16 (2001). Después dibujó cuatro excelentes tebeos para Tower of Shadows, “Flight into Fear” en el nº 5 (Mayo, 1970), “The Ghost Beast!” en el 6 (Julio, 1970), “Of Swords and Sorcery!” en el 7 (Septiembre, 1970) y “Sanctuary!” en el 8 (Noviembre, 1970). Juntas forman un conjunto sólido y coherente donde encontramos algunos de los temas y arquetipos que empleará con Warren y en su último gran proyecto, The Wizard King. Hasta donde yo sé, en España se publicó “Santuario”, como complemento en Conan el Bárbaro Volumen 2, nº 8, pero es posible que se tradujera alguna otra. Cierra esta nueva etapa en Marvel con varios trabajos como entintador. La excelente historia de Kull “A king comes riding!”, publicada en King Kull nº 1 (1971), apareció aquí en Relatos Salvajes nº 13 (Vértice 1973) y luego ha sido repetidamente reeditada. Y The Cat, donde entinta a Marie Severin. Después volvió a pelearse con Lee y buscó trabajo en otras editoriales.

Tampoco mantuvo buenas relaciones con Warren y sin embargo también dibujó para él un montón de obras maestras. Podemos rastrearlas entre las diversas revistas españolas de fantasía y terror. Empecemos por sus historias de espada y brujería: “The Curse” publicada en Vampirella nº 9 (Enero, 1971), “War of the Wizards” en el 10 (Marzo, 1971) y “The End”, que provocó su ruptura definitiva con el editor. La primera la encontramos en Vampus Extra (Ibero Mundial de Ediciones, 1973) como “La maldición”, con la protagonista algo más tapada que en el original. Lo mismo ocurría en la segunda, publicada como “La guerra de los magos” en Dossier Negro nº 48 (Ibero Mundial de Ediciones, 1973). La tercera aparece en 1978 troceada en dos y manipulada, como en los USA. Luego Wood la publicó íntegra en su fanzine The Woodwork Gazette. “Una noche en el manicomio” se publicó en la revista 1984 nº 1 (Toutain, 1978) y “Corte rápido” en el nº 3 (Toutain, 1978).


Para Warren dibujó así mismo tres historietas de ciencia-ficción: “The cosmic all” en Creepy nº 38 (Marzo, 1971), “Manhunters” en Comix Internacional nº 2 (1973) y “Killer Hawk” en Eerie nº 61 (Noviembre, 1974). Aquí aparecieron como “En el Cosmos”, en Vampus nº 1 (Ibero Mundial de Ediciones, 1971), “Los cazadores de hombres” en Famosos Monsters del Cine nº 17 (Garbo, 1976) y “El enviado de la muerte” en Rufus nº 23 (Garbo, 1973). Y dos más, donde juega con elementos mitológicos: griegos en “Prelude to Armageddon” para Creepy nº 41 (Septiembre, 1971) y egipcios en la magistral “To Kill a God”, en Vampirella nº 12 (1971). Aquí se publicaron como “Preludio al Armageddon” en Creepy nº 26 (Toutain, 1980) y “Matar a un Dios” en Rufus nº 29 (Garbo, 1975), aunque ésta última ha sido reeditada en diversas ocasiones.

Su recorrido en Warren se completa con varias obras realizadas en colaboración con otros autores. Como “Overworked”, que dibujó Adkins y aquí se publicó en Vampus nº 3 como “Exceso de trabajo” (Ibero Mundial de Ediciones, 1971). En “Creeps” fue entintado por Severin y aquí se tituló “Reptiles” cuando apareció en Vampus nº 56 (Garbo, 1976). Entintó a Buckler en “Snow”, que apareció como “Nieve” en Rufus nº 32 (Garbo, 1976). Y escribió el guión para Reese de “Warmonger of Mars”, que aquí se tradujo como “Croniquillas de Marte” cuando salió en las páginas de 1984 nº 11 (Toutain, 1979). Finalmente, los completistas me perdonarán si confieso que no recuerdo dónde se publicó la versión en español de “Last train to Laurelhurst”. Como en el caso de “Prelude to Armageddon”, sé que existe una edición en los setenta, pero no consigo dar con ella.

Dibujó también muchas historietas cortas para la DC, cuando su amigo Orlando fue nombrado editor, pero permanecen inéditas en España. Lo mismo su brutal participación en Big Apple Comix (1975) una salvaje revisión de su clásico “My world”, ahora convertido en “My word”. A mediados de los setenta se centra en la DC, sobre todo como entintador. Destacan sus aportaciones a la revista de humor Plop!, su colaboración con el gran García-López en Hercules Unbound y un breve recorrido en La Sociedad de la Justicia, que Planeta rescató en 2007. También aporta sus tintas a Richard Dragon, una serie menor de kung-fu, que aquí apareció en Relatos Salvajes nº 38 y 39 (Vértice, 1978).

Luego está su participación en el género erótico, que ya se había iniciado en los 50. Primero fueron chistes y más tarde historietas completas y portadas, como la espléndida serie que realizó para la revista Screw. En Totem Especial USA nº 6 (Nueva Frontera, 1977?) apareció su versión de Cenicienta, que se había publicado originalmente en Cavalcade, una de esas revistas “para chicos” de principios de los sesenta. Y en Ilustración y Comix Internacional nº 56 (Toutain, 1984) se incluyó un fragmento de su versión de Alicia, “Malicia en el país de las Maravillas”. Aunque sin duda lo más chocante para el lector español fue Wallace “Wally” Wood desconocido, una extraña edición sin acreditar, publicada en los ochenta, que reproducía el material aparecido en Gang Bang nº 1 (Nuance, 1980). Se llegaron a editar tres números, el último con material recopilatorio tras la muerte de Wood. En el segundo apenas se aprecia su presencia, así que puede afirmarse que conocemos la mejor pornografía de Wood. Siendo un trabajo sin mayores pretensiones artísticas, está realizado con su calidad habitual.

Del último gran proyecto del autor también tenemos algunas noticias. Desde su infancia Wood soñó con los personajes que pueblan el mundo de The Wizard King, una fantasía a lo Tolkien que finalmente vio la luz en la forma de dos novelas gráficas, cuando nadie las llamaba así. En ellas se nota ya el peso de los años y la mano de sus ayudantes. Pero antes se había aproximado a esos mundos de diversas maneras. Una de ellas fue un resumen literario muy ilustrado que presentó en el nº 5 de witzend (1968). Introducción que se publicó aquí en una edición muy digna en la revista Antares (Dronte, 1976).

Como curiosidad, recordar su portada para Daredevil nº 164 (Marvel, 1980), donde volvió a su antiguo personaje, entintando los lápices de una joven promesa: Frank Miller. Seguramente hay algún trabajo más que se me escapa, pero revisando todo esto ya pueden hacerse una idea de la destreza artística, la imaginación sin límites y la sensualidad del arte de Wallace Wood. Por cierto, nunca le gustó que le llamaran Wally. Él siempre fue Woody para sus amigos.
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