viernes, 24 de febrero de 2017

JAMÁS TENDRÉ 20 AÑOS de J. MARTÍN

Jamás tendré 20 años de Jaime Martín edita Norma
Norma editorial, 2016.
120 páginas, 22 euros.

LIBERTAD CON IRA
Jaime Martín añade un nuevo volumen a la ya abultada lista de comics españoles ambientados en la Guerra Civil. En este caso además dedicando una buena cantidad de páginas a la posguerra.


Lo confieso: hacía tiempo que no lo hincaba el diente a los comics de Martín. Llamó la atención de los aficionados cuando presentó su “Sangre de Barrio” en El Víbora. Eran los ochenta y su mirada parecía la de un testigo directo que nos permitía asomarnos a las andanzas de unos adolescentes jevis con no pocos problemas económicos y sentimentales.

En posteriores álbumes adoptó diversos tonos, de la farsa al delirio porno-cachondo. Su dibujo y su narrativa siempre han sido correctos, sin florituras. Y con los años ha ido depurando unos grafismos que cada vez tienen mejor aspecto. Esa es la principal razón para acercase a este “Jamás tendré veinte años”. Su línea es directa y sintética y viene acompañada por un color plano, climático y funcional. La portada es encantadora.

Y sin duda lo que cuenta no carece de interés. Seguimos a una pareja a través de sus peripecias en la Guerra Civil, desde Melilla, donde la protagonista trabaja de costurera. Ya en Barcelona conoce al que será primero su novio y más tarde marido y padre de sus hijas. Se suceden diversos episodios bélicos y después llega la posguerra. La primera secuencia en esa parte es un fusilamiento frustrado. Alguien denuncia al héroe y, cuando parece que todo está perdido, uno de sus ejecutores lo reconoce y perdona.
A partir de ahí se produce una cierta mejoría social de la familia, a través del contrabando y del trapicheo en el mercado negro. El énfasis del relato se centra en la figura de la madre, auténtico motor del grupo y la que con más rapidez se sobrepone a los constantes reveses del destino. El tono general es muy dramático, comenzando por las primeras bajas de la guerra, prosiguiendo con las inevitables carnicerías en el frente de batalla y culminando con los rencores acumulados y los enfrentamientos omnipresentes en la posguerra.

Jamás tendré 20 años de Jaime Martín edita Norma
MartÍn, como tantos otros antes que él, no esconde su voluntad de prestar su voz a los vencidos, algo que ahora asociamos con la memoria histórica pero que ya era característico en otras obras del pasado, como “Lo que el viento se llevó”. Allí se hacía una loa a un mundo ya desaparecido, ese mitificado y caballeroso sur, que las brutas y sucias tropas del norte se habían llevado por delante. Sorteando pequeños obstáculos morales como la esclavitud, el film adoptaba el punto de vista de los acaudalados señores que habían visto derrumbarse sus encantadores mansiones. Hasta se contemporizaba con el Ku-Kux-Klan, ante los desmanes de unos negros que nunca debieron ser liberados. En realidad, gran parte de los comics dedicados a nuestra Guerra Civil funcionan de forma similar. Todo se justifica y olvida porque nos machacaron, porque nuestra historia nunca ha sido contada. Así que se establece una línea a un lado de la cual todo son víctimas angelicales y al otro verdugos sin escrúpulos. Esto no suele ser lo mejor para un relato.
¿Por qué después de tantos años seguimos disfrutando con las andanzas de Escarlata y padecemos con la decadencia de Tara? Porque allí sí que había personajes. No solo un asfixiante discurso moral. En “Jamás tendré veinte años” todo chirría desde la primera secuencia. Si la prota ignora al humilde pescadero y prefiere al progre enrollado que la va a enseñar a leer y otras cosas, ya sabemos que el primero se convertirá en un facha con sed de sangre. Y suma y sigue. En la secuencia final, la hija del héroe no puede ser la novia del hombre que le delató. Así es cómo se transmiten los odios de una generación a la siguiente. Toda una lección.
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viernes, 17 de febrero de 2017

JULIETTE, LOS FANTASMAS REGRESAN EN PRIMAVERA de JOURDY

Ediciones La Cúpula, 2016.
244 páginas, 30 euros.


MILES DE CUERPOS FLOTANTES
Rosalie Blum, el anterior trabajo de la autora francesa Camille Jourdy, fue adaptada al cine en 2015. Ahora nos llega su nueva obra, Juliette.


Aunque la depresiva y lánguida protagonista da título a esta novela gráfica, no se dejen engañar, la narración no se centra en un único personaje sino que salta con alegría de uno a otro, acumulando un nutrido elenco de secundarios. No sólo la hermana y los padres de Juliette, también su aspirante a novio y todo su entorno, ese microuniverso focalizado en un cutre bar de pueblo, con todas las miserias y alegrías habituales en tales antros. Juliette es una obra coral y también anticlimática.

Los héroes no tienen eso que las guías llaman “trayectoria”, tan solo deambulan por el relato intentando meter la pata lo menos posible. Más que de aprendizaje se trata de memoria, de recordar cosas sabidas y olvidadas. Se completan unos recorridos y al final del trayecto se vuelve (o se intenta volver) al punto de partida. En ese sentido el trabajo de Jourdy está lleno de agridulces contradicciones. Necesitamos a alguien pero decidimos pasar de él. Queremos una vida y la contraria. Los padres se odian pero al mismo tiempo se aman. La hermana débil resulta fuerte y decidida y la fuerte está llena de debilidades, o algo así.

El mundo descrito por la autora es el hogar al que se vuelve para intentar encontrar un sentido a la propia vida. Pero cuando los secretos se desvelan lo que queda es el afecto y un autoconocimiento que lleva a la aceptación. La parisina vuelve a París y los pueblerinos se quedan en el pueblo y todo es como debería.
Jourdy no sólo escribe con cariño sobre las acciones de sus personajes, también los dibuja con ternura. Su grafismo es contenido y acogedor, con una aproximación casi naif que delata el amor que siente por esos desgraciados. Sus vidas, supuestamente provincianas y desprovistas de interés, se muestran llenas de color y pasión. Las ilustraciones sin línea que salpican el álbum intentan completar ese mural de sensaciones que va levantando la historia, aportan matices y detalles, redondeando nuestra visión del conjunto.

Y todo ello teñido con un humor y una socarronería que engrasan a la perfección la lectura de una narración muy bien desarrollada. El amante que se disfraza para complacer a su querida, la madre artista, el borracho poeta y romántico, todo el repertorio de personajes es peculiar y diferenciado, pero no excéntrico, no se trata de acumular chiflados y brindarnos un circo donde nadie puede reconocerse. Al contrario, sus creaciones son reales, nos sentimos próximos a sus muy cotidianas tragedias: los divorcios, la inminencia del Alzheimer, el olvido y la muerte, el fin del amor, el sinsentido de la vida. Jourdy aborda temas muy profundos. Pero lo hace con sus pequeños dibujos y con un tono ligero y casi casual que nos transporta a un mundo que, sin ser perfecto ni mucho menos, resulta acogedor y familiar. Y nos gustaría quedarnos en él. Puede ser triste y zafio, pero también tierno y tremendamente humano.


Entrevista a Camille Jourdy from videos laletra on Vimeo.
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viernes, 10 de febrero de 2017

EL TESTAMENTO DE WILLIAM S de SENTÉ y JUILLARD

El testamento de William S. de Sente y Juillard - Aventuras de Blake y Mortimer
Norma, 2017.
68 páginas, 16 euros.

DOBLE SHAKESPEARE


Hace ya tiempo que puede considerarse a Yves Sente como uno de los mejores guionistas europeos de la actualidad. Cuando además viene acompañado por André Juillard, la calidad está casi asegurada.


Como en el caso que nos ocupa, un nuevo episodio de Las aventuras de Blake y Mortimer. Ya lo he comentado en anteriores ocasiones: no soy un fan de las historias originales de Jacobs. Creo que era un narrador mediocre que creó un tebeo cargado de textos y de indigesta lectura. Sorprendentemente, con esos mimbres Sente lleva años construyendo comics realmente buenos. Y este no es una excepción. Juillard, como acostumbre, adapta su estilo a la estética Jacobs aportando su fría pero eficaz limpieza. Viene acompañado por el excelente color de Madeleine DeMille, cuyas cálidas gamas adquieren un inusitado protagonismo en los encantadores paisajes.

Quienes hayan leído los anteriores álbumes ya saben a qué atenerse. Un ritmo pausado que viene marcado por la lectura de densos párrafos de texto. En este caso los bocadillos alcanzan un volumen colosal y son muy numerosos. Pese a ello la historia se sigue con interés y no es posible abandonar el libro hasta su conclusión. Guionista y dibujante se esfuerzan por trasladarnos a esa Inglaterra de posguerra, un mundo civilizado donde predominan las buenas maneras y los villanos resultan fuera de lugar, como pirañas en una bañera. Lo cierto es que ese entorno que se reconstruye de manera idílica resulta muy acogedor. Especialmente satisfactorios son los diálogos entre Mortimer y la hija de su vieja amiga, intercambiándose piropos y derrochando amabilidad. ¡Es un gustazo y un verdadero cambio respecto a los diálogos “realistas” con que acostumbran a castigarnos los guionistas!

El testamento de William S. de Sente y Juillard - Aventuras de Blake y Mortimer
Respecto al relato en sí, gira en torno a la figura de Shakespeare, que sirve como excusa para una trepidante aventura. En un palacio veneciano se descubren los restos de un noble que ha dejado explicada en un manuscrito su relación con el escritor. Para esclarecer el misterio deben resolverse algunos enigmas que llevan a nuestros héroes desde la apacible Inglaterra a la bulliciosa Italia.

Por el camino intervienen viejos conocidos como el malvado Olrik y se presentan nuevos secundarios como la maravillosa coleccionista americana Peggy Newgold (¡qué gran nombre!), o el impresionante mayordomo Salman.

No solo la acción en el presente está perfectamente dosificada y explicada, es que además se intercalan con precisión las escenas del pasado y todo lo que se narra sobre Shakespeare es curioso y hasta educativo. Se nos cuenta la vida del gran autor, salpimentándola con una nueva versión que es la base de este álbum. Se trata de explicar cómo un palurdo que vivía en el campo como él pudo acceder a las fuentes clásicas que pueblan y en más de un caso originan sus obras. Paradoja que ha llevado a muchos a negar su autoría y a adjudicársela a otros creadores más nobles. Senté tiene su propia teoría y la desarrolla con amenidad y vigor.

El resultado es un álbum apasionante con componentes de Agatha Christie y también del cine Hitchcock. Hay cuartos con llaves secretas, herencias en juego, logias masónicas, persecuciones a lomos de un Ferrari, gamberros sueltos por el parque y un sinfín de elementos más. No se lo deben perder.
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viernes, 3 de febrero de 2017

TANGUY Y LAVERDURE INTEGRAL 6 de CHARLIER Y JIJÉ

Tanguy y Laverdure. Integral 6 Pelea en el desierto de Charlier y Jijé
Ponent Mon, 2016.
196 páginas, 32 euros.

POR TIERRA, MAR Y AIRE

La política de recuperación de personajes clásicos del tebeo franco-belga nos brindó dos nuevas alegrías en 2016. Dos volúmenes que mejoran nuestro conocimiento de ese genio del comic que fue Joseph Gillain, Jijé.


En 2011 yo saludaba con entusiasmo la publicación de Jerry Spring, uno de los más grandes westerns que se hayan realizado jamás. A los cinco gruesos volúmenes del héroe del Oeste se sumaron después los correspondientes a Tanguy, el piloto de Mirage que había sido inicialmente dibujado por Uderzo. Ya han aparecido dos, siempre con guión de Charlier. El mismo escritor acompañó a Jijé en la que sería su última obra y que recientemente también se ha traducido por aquí.

Se trataba de una aventura de Barbarroja dividida en dos álbumes. Lamentablemente Jijé falleció y no pudo concluirla. Hay casi una década de diferencia entre el integral de Tanguy y el de Barbarroja, pero eso apenas se percibe en su trazo y en la energía que emana de sus viñetas. En ambos casos el autor tuvo que “adaptarse” al estilo de quienes le precedieron. Hubinon, en la clásica serie de piratas, era más contenido y estático y sus planchas se derrumbaban bajo el peso de los textos de Charlier. Digamos que Jijé hace lo que puede para mantener a raya la logorrea de su compañero.

En Tanguy y Laverdure sucedió a un autor mucho más capacitado, por entonces ya totalmente concentrado en su exitoso Asterix. Pero la popularidad de la serie de televisión derivada de los álbumes permitió a Jijé ir imponiendo su estilo al tiempo que aplicaba a los protagonistas los rostros de los actores televisivos, dejando atrás las referencias y el tono marcados por Uderzo.

Tanguy y Laverdure. Integral 6 Pelea en el desierto de Charlier y Jijé
Los dos integrales vienen como es habitual cargados de información y entrevistas.
Muy interesante resulta la dedicada a Benoit, hijo de Jijé. En ella cuenta el viaje al que se lanzaron por México y USA, en un momento en que el autor supuso que los americanos apreciarían su arte. En América coincidió con Goscinny, Franquin y Morris. Al final acabó mandando planchas por correo a Dupuis. También comenta Benoit Gillain la inefable generosidad de su padre, que regaló o traspasó personajes que había creado a otros amigos dibujantes. Muchos se enriquecieron con ellos y Jijé no cobró ni un duro en derechos. Le pasó Spirou a Franquin y también había dibujado El teniente Blueberry antes de cedérselo a un principiante Giraud. Este último ya le había echado una mano en un episodio de Jerry Spring. La posición de Jijé como figura central del comic franco belga ha sido reconocida por muchos de sus colegas y amigos, empezando por el propio Giraud, pero también por Hermann o Mezieres, otro habitual en su casa.

Lo que la combinación Jijé-Charlier nos ofrece es una buena dosis de aventuras. Algo más parsimoniosas en el caso de Barbarroja y trepidantes en Tanguy y Laverdure. Al dibujante no le interesaban los aviones pero se desquitaba en secuencias como las cabalgatas por el desierto. Abundan en una saga que transcurre en un imaginario país árabe con ecos de Jordania. Entretenido, muy aventurero y servido con el trazo de un indiscutible genio. Ya esperamos por el siguiente.
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