viernes, 28 de diciembre de 2018

BELLEZA de HUBERT y KERACOET COMIC

Belleza de Kerascoet y Hubert comic fábula hadas
Astiberri, 2018.
162 páginas, 25 euros


LA MIRADA DE LOS OTROS


No deberían de dejar escapar esta extraña obra. Es una fábula para adultos servida con un dibujo casi infantil de engañosa apariencia, que revela crueles verdades sobre la naturaleza voraz del deseo.


Como todo buen cuento empieza con una enseñanza. Hedionda, una pescadera que está harta de ser maltratada por su fealdad, solicita a un hada que la vuelva hermosa. Su petición es concedida de manera paradójica: no adquiere belleza pero sí resulta increíblemente guapa a los ojos de los demás. Esto provoca una innumerable sucesión de problemas. El deseo es contagioso e incendiario. Pronto la desvalida protagonista debe abandonar su casa para refugiarse en los brazos de quien puede protegerla, su señor feudal.

Pero el guión no abandona las sendas clásicas así que Hedionda no se vuelve sabia con la misma rapidez con la que ha conseguido su peligroso atractivo. Muy al contrario, su nuevo poder dispara los peores aspectos de su personalidad. Se comporta de forma mezquina y arrogante y pronto el noble es poco para ella. Salta a la corte donde por un lado los problemas se multiplican y por el otro conocemos a nuevos personajes, entre quienes destaca la hermana del rey. Es la única que parece tener algo de sensatez entre un océano de imbéciles. Pero nadie le hace caso, no es bonita y no está interesada en los hombres.

Belleza de Kerascoet y Hubert comic fábula hadas
A pesar de toda la atención que despierta, Hedionda no es feliz. Tampoco quienes la rodean. El rey enferma de celos, cuando tiene un niño sospecha que no es suyo, inflamado por el deseo otro monarca le declara la guerra… En fin, que la hermosura acaba siendo un auténtico imán para un cúmulo de desgracias que se suceden a un ritmo trepidante. Curiosamente, una de las víctimas de ese amor no correspondido, el primer noble que acoge a Hedionda, recorre su propio camino de mejora y maduración, que acaba llevándole a establecer una relación con la intrépida y lista hermana del rey.

Pero salvo esta excepción el libro plantea una crítica radical hacia la belleza y la fascinación que provoca. Nada bueno puede salir de esa absoluta adoración que despierta un personaje vacío cuyo única (y aparente) virtud es su atractivo exterior. Pero el argumento no se detiene en reflexiones pedagógicas.

Notamos que esa guapura superficial es peligrosa y dañina mientras suceden un montón de cosas, sin descanso. Hay celos, asesinatos, guerras, nacimientos, envidias y risas. Y hasta se nos cuenta una historia sobre las hadas y sus trifulcas. La narración no ofrece un descanso al lector, que agradece la voluntad épica de un divertimento que sin perder su ligereza consigue construir todo un elenco de personajes muy convincente.



Sumen a esto un dibujo, firmado por una pareja de artistas, de lo más agradable. Su sencillez es engañosa. Sacan un excelente partido de la segunda tinta plana, como puede apreciarse sobre todo en algunos paisajes. Los personajes, que son muchos, se distinguen con facilidad. Resuelven con limpieza los constantes saltos de la fealdad real de Hedionda a la imagen que los demás tienen de ella. La ambientación es sólida y discreta, pasamos de los pueblos más miserables a magníficos palacios con naturalidad. En fin, todo es expresivo y bonito y no se puede pedir más de la parte gráfica.

No es un tebeo para niños. Es una parábola pensada para lectores adultos que puedan disfrutar con las reacciones y contradicciones que la maldición de la belleza provoca.




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viernes, 21 de diciembre de 2018

EL PRÍNCIPE Y LA MODISTA de JEN WANG

"El príncipe y la modista" de Jen Wang, comic editado por Sapristi
Sapristi, 2018.
284 páginas, 17,90 euros


PRÍNCIPE Y PRINCESA


Jen Wang, dibujante afincada en Los Angeles, firma un cuento con grafismo de película de Disney pero que esconde tras sus amables acabados uno de los guiones más brillantes que he leído en mucho tiempo.


Todo es sorprendente en esta novela gráfica. Empezando por el dibujo, que es tan encantador como expresivo. Las fuentes clásicas de las que bebe saltan a la vista, con citas no solo al mundo de la animación sino a los grafismos de ese fin de siglo en el que transcurre la acción. Pero al mismo tiempo se nota que han sido asimiladas e integradas en un estilo propio, personal y muy efectivo en el que destacan una perfecta línea de contorno y un color cálido y embriagador. Sumen a eso una narrativa arrolladora y una estructura de página abierta y cambiante.

Todo es luminoso y bonito, cada centímetro está resuelto con primor y dedicación, sin perder frescura y sin que nada en el delicioso dibujo estorbe a la narración. Pero si la parte gráfica no defrauda las expectativas creadas al hojear el volumen, las verdaderas sorpresas se encuentran en el terreno argumental.
La dulce carcasa esconde profundidades insospechadas, un cuento de hadas moderno, adulto y que pone en el centro de lo narrado la movediza identidad sexual de los protagonistas. Sumen a eso una segunda línea de interés de carácter aparentemente más tradicional: la historia del desclasamiento, del ascenso social de la modista del título. Pero incluso a eso Jen Wang sabe cómo darle la vuelta.


"El príncipe y la modista" de Jen Wang, comic editado por Sapristi
El título nos remite al clásico de la Monroe, “El príncipe y la corista”, aunque en realidad quizás tenga más que ver con “Príncipe y mendigo”. O con ninguno de los dos.

Como fuera, la autora desvela pronto sus intenciones. Se nos cuenta la historia de Frances, una modistilla a la que se brinda la oportunidad de salir del taller donde es explotada, para ir a crear modelos para un misterioso cliente. Ella cree que va a trabajar para una princesa cuando descubre que en realidad se trata de un príncipe.

A partir de esa primera sorpresa descubrimos que el relato no cede a la tentación de la farsa o de la reivindicación sexual. El protagonista no es exactamente un gay, tan solo le gusta travestirse de vez en cuando. Pero por supuesto eso resulta inaceptable para un miembro de la familia real. Si la figura del príncipe Sebastian está llena de matices, no todos divertidos, Wang se preocupa por no descuidar a su modista.
Nos mostrará no solo su crecimiento profesional y creativo, también sentimental y emocional. No se detiene solo en las tradicionales barreras de clase sino también en las aspiraciones creativas de Frances, que ella misma debe descubrir, y en la compleja psicología del príncipe, que es al tiempo hombre y mujer, lo que dificulta un posible acercamiento afectivo.

A pesar de su ambiente decimonónico, esta novela gráfica es rematadamente moderna. Como en el Moulin Rouge de Baz Luhrmann, el París de Lautrec y Riviere se emplea como telón de fondo de preocupaciones más actuales.

Frente a una sociedad donde los roles sexuales se remarcan hasta la saturación visual, la obra reflexiona sobre el papel de la ropa a la hora de definirnos, cómo nuestras elecciones determinan la mirada de los otros. Y cómo es posible jugar con esos roles, casi a voluntad. Es muy complicado el tono que se mantiene a lo largo de toda la narración, oscilando entre la comedia sentimental y el más puro drama. Hay que ser realmente bueno para manipular materiales tan delicados sin bajar el listón ni perder la atención del lector.

Es un verdadero festín que no deberían perderse.

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viernes, 14 de diciembre de 2018

TOM WOLFE - EL REINO DEL LENGUAJE - RIP

Tom Wolfe El periodismo canalla y otros artículos - RIP obras

EL TRAJE INVISIBLE DEL REY

Las noticias que llegaban sobre el último libro de Wolfe eran alarmantes. Que si negaba la Teoría de la evolución y abrazaba el creacionismo, que si se atrevía a criticar a Chomsky… 

Ahora que se ha traducido comprobamos la buena forma que el autor mantuvo hasta el fin de sus días.


Sus libros se presentaban con portadas de grafismos suaves en la onda de Milton Glaser, eran tan “pop” como sus temas: hippies, movimientos alternativos, surf, tuneo de coches, panteras negras...
Glosó las vidas de gurús y abanderados como Kesey, McLuhan o Hall. Siempre estuvo a la última. Sus libros sobre arte moderno o arquitectura contemporánea ofrecían la mirada del no especialista, lo que muchos pensaban pero nadie osaba poner por escrito. Él sí.

Tom Wolfe - Lo que hay que tener - Editorial anagrama  rip
Sus ensayos no brindaban excusas intelectuales para abandonarse al desenfreno juvenil y las actividades antisistema. Al contrario: nos golpeaba con sentido común poniéndonos en guardia contra la pedantería y la pretenciosidad. Admiraba a los que hacían algo, ya fuera reformar su coche o diseñar hoteles de lujo. Y despreciaba a los que se tiraban el rollo, a quienes pretendían imponer su voz, ocultando apenas su voluntad despótica.

El alegato siempre venía servido con humor. Podía denunciar los excesos de los Panteras Negras, pero lo hacía en el contexto de una cena de alta sociedad, con Preminger discutiendo con los musulmanes negros sus planes para aniquilar a los judíos. El Wolfe periodista era arrollador, sin término medio: a un lado los hacedores, los héroes que conforman nuestra realidad, al otro los farsantes, necios cargados de indignación moral.

La hoguera de las vanidades - Tom Wolfe - Editorial Anagrama - RIP escritorTodos estos asuntos saltaron con naturalidad a sus cuatro novelas. La primera contó con una adaptación al cine, “La hoguera de las vanidades”. Aunque al escritor no le interesó la película afirmó que solo el cine seguía intentando explicar el mundo que nos rodea.

Si la literatura había dejado de atraer a las masas era porque se había vuelto autocomplaciente, prescindiendo de la investigación y la ardua documentación necesarias para construir obras a la altura de Zola o Balzac. No era su caso. Su conocimiento profundo de los temas que abordaba le permitió dibujar escenarios trufados de intereses contrapuestos, con tribus que anidaban en barrios e instituciones, debatiéndose por afianzar su poder.

Sus libros están llenos de gente que triunfaba de una forma u otra (“¡Soy el máster del universo!”). Fuertes o listos o guapos o ricos o lo que sea. Luego podían caer y pasar las de Caín, pero sus descripciones de cómo los vencedores, los triunfadores, veían el mundo eran embriagadoras.

Al lado de esos pequeños césares se situaba todo el trapicheo y la corrupción de las calles, esos “bancos de favores”, esas mafias que se instalaban en la policía, los juzgados o el mundo del arte. No miraba los asuntos desde las alturas sino desde dentro, borracho de información y detalles. Como periodista, le costaba dar por terminadas sus historias. Sus novelas seguían y seguían y no parecían acabar jamás. Carecían de un final a la altura de lo narrado.

La misma sensación producía Todo un hombre”, su segunda novela. En ella destacaban dos pasajes de nuevo espléndidamente periodísticos: el del refrigerador y el de la cárcel, con su secuencia nocturna llena de gemidos y poluciones, tan sórdida como fascinante.

       

Tom Wolfe Charlotte Simmons - novela RIP
Sus problemas con los finales se mitigaron en Soy Charlotte Simmons”, ambientada en la universidad. Un alegato salvaje contra la corrección política y otras memeces académicas. Atención al recorrido vital de la virginal protagonista y al incierto héroe que acababa siendo su novio.

Con Wolfe las cosas nunca eran del todo como parecían. “Bloody Miami”, por último, era una lúcida descripción de las guerras raciales en Miami, con cubanos, afroamericanos y haitianos luchando por imponer sus puntos de vista frente al retroceso de los anglos. Por el camino aprovechaba para hablar de pornografía y disparar algunos tiros contra los expertos en arte moderno. Era un trabajo dinámico y divertido. Sus personajes no solo ambicionaban poder o dinero, también recompensas sexuales.

Siempre atento a la realidad, podía ver las señales sexuales que se encendían a su alrededor, cada vez con mayor descaro. Y así aparecían en sus novelas, entre onomatopeyas y letras de rap. Hasta se inventó una página web: withonehand.com.

Tom Wolfe El reino del lenguaje, edita Anagrama  obituario obras182 páginas, 17 euros
Anagrama, 2018.

Su ensayo “El reino del lenguaje, lo devolvió al centro de la polémica. Empezaba con la teoría de la evolución, criticando la voluntad de muchos científicos, incluyendo al propio Darwin, de convertirla en una Teoría del Todo. Afirmaba que si muchos fenómenos podían explicarse en el ámbito de la evolución, otros no.

Luego llegaba el turno de Chomsky, que consideraba el lenguaje como una manifestación más de la evolución. Para discutir este punto Wolfe se apoyaba en los descubrimientos de Daniel L. Everett, un lingüista que se había pasado años en la selva estudiando una oscura lengua, el pirahá. No desvelaré toda la historia, que es apasionante, pero los pasajes que como lector se disfrutan más son aquellos en los que se enumeran las andanzas del investigador en la selva amazónica, luchando con arañas, serpientes y los propios nativos, con su mujer al borde de la muerte por unas fiebres, frente a la cómoda vida de Chomsky. Uno está con los pies hundidos en el barro, el otro en las moquetas universitarias. Ya pueden suponer de parte de quién está el autor.

Lo que nos describe es un mundo académico dominado por una casta que no permite discrepancias y que hará todo lo posible por arruinar la carrera de Everett, llegando a acusarlo de “racismo”. La parte en que invitan a Chomsky a que viaje a la selva para comprobar cómo es en realidad una comuna anarquista es tronchante.

Se estará o no de acuerdo con sus conclusiones sobre el lenguaje y la mnemotécnica, pero no se puede dejar de disfrutar con su ironía y su capacidad para desvelar las mentiras de los poderosos. Muerto Wolfe, ¿quién gritará ahora “¡el rey está desnudo!”?

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viernes, 7 de diciembre de 2018

REY CARBÓN de MAX

Rey Carbón de Max, Ediciones La Cúpula
Ediciones La Cúpula, 2018.
160 páginas, 16,90 euros


¡SOY MINERO!


Nueva entrega de Max, en la línea de sus últimas obras. En este caso la excusa para sus devaneos gráficos es un viejo cuento griego sobre el origen de la pintura.


Me llama la atención que haya coincidido en su título con el elegido por un creador que se encuentra en sus antípodas. Mark Schultz llevaba años publicando recopilatorios con sus pulidos dibujos en Flesk bajo el prosaico rótulo de “Dibujos varios”. Cuando llegó al quinto volumen decidió cambiar y optó por “Carbón”.

Lo explicaba recordando que era el elemento que formaba parte de muchas de sus herramientas, tinta, lápiz, carboncillo… Si es negro, seguramente llevará carbón.

Carbon Mark Schultz - Flesk
Además, es el componente clave de la vida sobre la tierra, lo que lo mantiene todo unido ¡Y además es un nombre muy chulo! El material que Schultz agrupa en “Carbon” no podría ser más lejano al que encontramos en el “Rey Carbón” de Max. El primero es clásico y realista, el segundo poético y despojado.

Uno nos transporta a los mundos de la aventura y los grandes relatos, el otro a un desierto helado donde reina el ascetismo y el dibujo se conforma con ser, sin necesidad de contar. Curiosamente ambos fabrican esos universos tan enfrentados con materiales similares: el grafito, la tinta y sus huellas sobre el papel.

El cuento que Max emplea en el centro de su obra ha sido comentado y citado por numerosos autores, es una de las fábulas más populares sobre el inicio del arte. En una publicación denominada Comercial de la pintura el brillante Ángel González (el poeta no, el otro) le dedicaba un artículo titulado “A propósito de algunos cuentos sobre pintura entre los antiguos” (1984). En él pasaba revista no solo a la versión de la que parte Max sino a cuentos similares y hasta a atribuciones diversas de la misma historia.

El rey carbón de Max, Ediciones La Cúpula - comic
Se consideraba que aquella despedida entre los amantes era el origen no del dibujo sino de la cerámica. Y que lo que había hecho ella era modelar a su amor en lugar de trazar su retrato sobre la pared. González también citaba una de las interpretaciones más famosas de un cuento similar, el de las tres líneas a cargo de Gombrich. Como saben esa historia se consideraba una alusión a la destreza, al virtuosismo, hasta que el historiador del arte lo relacionó con los secretos de los pintores para crear la ilusión de volumen. Tendríamos la sombra, la zona de luz y la tercera línea sería el brillo, la parte cegadora. Luego González pasaba a reflexionar sobre el concepto y el trazo, la línea y el diseño y todos esos matices que suelen manejarse en el mundo del dibujo. Concluía con un apunte sobre la luz y la sombra aplicado a la moralidad. La línea correcta separaría lo bueno de lo malo. Zip!

Hay algo de todo eso en el “Rey Carbón”. Vuelve a aparecer la urraca que ha acompañado los últimos trabajos del dibujante, una especie de yeti blanco y narigudo y otro personaje negro. La línea se estiliza hasta la perfección en los contornos y se duplica con insistencia en tramas muy regulares. Hacia el final ya nada queda del argumento.

El autor se deja ir y los rallados invaden las planchas sin intención narrativa alguna, tan solo dibujos hablando con dibujos. Hay una transformación en la que se nos recuerda la importante presencia del carbón en las modernas revoluciones industriales, pero al fin y al cabo todo son trazos en la pared, parece decir Max. Creo que tras muchos años transitando los mundos del cómic y la ilustración el autor ha decidido que lo que le gusta es acumular dibujos. Si luego esos conjuntos de imágenes fascinantes acaban construyendo una narración coherente bien. Y si no, también.



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