DE MADRID AL PUEBLO
Autsaider es una de las editoriales más simpáticas de este país. Como suele ocurrir con las casas pequeñas, cuida con exquisitez el acabado de sus productos. Ahora presentan Ronson, una obra muy alejada de su catálogo habitual.
PRIMAVERA PARA MADRID
Magius
Autsaider Cómics, España, 2020
272 páginas, 25 euros
Lo primero que llama la atención es el delicioso borde ondulado con que se remata el volumen, que se suma al lomo entelado y las tapas en cartoné. En el interior las páginas van a dos tintas, negro y un bonito tono mostaza. Una característica de la editorial es el mimo que ponen en sus escasas entregas. Delicadeza que suele contrastar con los contenidos, de un salvajismo no apto para corazones sensibles. Autsaider se ha mantenido fiel a su nombre, publicando cómics al margen de lo convencional, herederos del primer underground en una apuesta claramente antipopular y selecta. Ese elitismo era de caca y culo, con autores muy inclinados a lo escatológico, exploradores de lo obsceno o ilegal, o más filosófico pero atendiendo a premisas similares, mirando hacia abismos cada vez más profundos. El problema con la provocación es que tiende a ser repetitiva, lo que no es bueno para la narración. Lo mismo ocurre con la desesperación. Si sé que por mucho que nade al final me voy a ahogar ¿para qué seguir leyendo? Es la esperanza la que sostiene el relato. En fin, me ha asomado aleatoriamente a sus publicaciones y en más de un caso me he topado con que, más allá de la provocación inicial, no había buenas construcciones argumentales, ni un guión digno de tal nombre.
Hace dos años uno de sus lanzamientos recibió el Premio Nacional de Cómic. Con lo que pasó de no agotar la mínima tirada inicial a convertirse en un superventas (underground). Primavera para Madrid saltó a las páginas de los periódicos, se le dedicaron reportajes y se comentó mucho su trama, que reflejaba “la corrupción del PP”. Yo ya me había leído el tebeo sobre la mafia del mismo autor, Magius, y preferí no tropezar dos veces en la misma piedra. Como me debo a mis lectores, disculpen el retraso y allá va mi visión de la jugada. Aunque se presenta casi como un reportaje histórico sobre ciertos abusos de poder, el cómic cambia los nombres de sus protagonistas, supongo que para evitar quejas y reclamaciones de los implicados. Reconocemos a una señora que se parece a Esperanza Aguirre pero se llama de otra manera, como el rey Felipe, su esposa, el pequeño Nicolás y el resto de secundarios. Si consultan cualquiera de los numerosos artículos dedicados al libro, podrán dar con la lista completa de equivalencias. Como lector todo ese travestismo me confunde. Además de las anécdotas más populares, como la aventura africana del emérito o la pelea entre reinas en la catedral, luego se alude a un montón de sucesos de los que recuerdo vagas referencias y que el cómic no explica bien. Se dan demasiadas cosas por supuesto y se entrelaza a un montón de personajes que no se diferencian con claridad. El tebeo falla en el terreno documental, ya que no desarrolla con claridad las diferentes tramas. Y también en lo dramático, ya que apenas consigue una correcta construcción de personajes. Las secuencias se estiran mucho, delatando la debilidad del dibujo, que puede ser expresivo en los primeros planos pero falla en los generales y en las escasas escenas de acción. Pasan muchas cosas pero son difíciles de seguir y articular. En realidad, tengo la sensación de que a nadie la importa. Lo que importa, aquí como en El día 3, que también ganó el Premio nacional (además del Ciudad de Palma), no es tanto la calidad gráfica, argumental o narrativa sino la denuncia. O, mejor, el valor como herramienta de propaganda. ¿Podemos usarlo contra la derechona? Pues ya va bien. Todo producto que desvele las corruptelas de los políticos debería de ser bienvenido, pero ¿dónde está ese gran cómic sobre los eres de Andalucía, el tío Bernie o la corrupción de menores en Valencia o Mallorca? Me parece bien que nuestros dibujantes opten por lanzar sus dardos siempre en la misma dirección, pero no intenten hacerlos pasar por maravillosas obras de arte porque no lo son. Apenas panfletos al límite de la legibilidad. Ese carácter propagandístico se ejemplifica en uno de los pasajes más chocantes de la obra. Aparece un alter ego de Ferreras, que participa en una confabulación para desacreditar a una señora que se parece a Cifuentes. Montan la famosa escena del robo de los tarros de crema y el propio presentador televisivo se queja de que la operación es excesiva. Se queja poco porque en realidad es presentado como un cómplice necesario en actividades de manipulación y desprestigio. Uno más.
Así que, en comparación, Ronson es una maravilla. Dibujo claro y bonito, textos bien escritos, ambiente rural y
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