jueves, 29 de abril de 2010

Alicia en Sunderland - Bryan Talbot

Alice in Sunderland de Bryan Talbot Random House Mondadori.
Barcelona, 2010.
322 páginas. 24,90 €


GUÍA DE VIAJE POR EL PAÍS DE LAS MARAVILLAS

Esto no es exactamente un tebeo. Los que hayan disfrutado con anteriores trabajos de Talbot, ya conocen su habilidad narativa y su laborioso y áspero dibujo. Desde Luther Arkwright, ha explorado con variada fortuna las posibilidades del medio. Arkwright es un producto embarullado y excesivo, pero su Rata Mala es toda una lección de narrativa. Talbot es un creador riguroso, respetable y un poco excéntrico. Quizás lo más difícil de aceptar sea su dibujo, con un feísmo típicamente inglés, una torpeza interna que combate a base de mucho trabajo y que alimenta con su gusto por lo zafio. Una corriente populachera recorre toda su obra, aportándole color y humor. Sus comics están vivos y llenos de interés y siempre puede deparanos alguna sorpresa, para bien y para mal.

Contemplé las primeras impresiones de Alice en Gijón. Estaba en pleno proceso de elaboración del álbum y se dedicó a enseñar lo que ya tenía realizado, recabando opiniones y estudiando las reacciones que aquellos fragmentos producían. Era desconcertante. Iba sobre un tipo en un teatro que asiste a una extraña representación, mezclando dibujos con fondos fotográficos retocados con Photoshop, alternándose con historietas más caricaturescas sobre leyendas locales o citas de Shakespeare. Algo que llamó mi atención fueron unas páginas sobre William Hogarth, el ilustrador inglés. En ellas explicaba con sencillos esquemas visuales algunos de los recursos del dibujante, como el empleo de diagonales para aportar dinamicidad o la altura del punto de vista.

La sensación final era muy rara. Demasiadas cosas a la vez, sin un hilo argumental claro. Cuando finalmente el libro ha llegado hasta nosotros, gracias a la moda “Alicia” desatada por Tim Burton, mi inquietud no cesó. Talbot es un poco hortera y cuando se hojea su volumen no dan precisamente ganas de comprarlo ¡y menos de leerlo! Efectos de ordenador por doquier, textos que se amontonan unos sobre otros, mezcla de imágenes de procedencia diversa...
Y, sin embargo, estamos ante un gran trabajo. Pero no es un tebeo. No busquen aquí una estructura narrativa clásica, con un argumento que se despliega y alcanza un fin coherente. Tampoco personajes que ayuden a conducir la trama. Básicamente, es el propio Talbot el protagonista absoluto de su obra, dividido en diferentes configuraciones, del actor al patán, pasando por el peregrino e incluso el dibujante, que se fotografía con su mujer, la encantadora Mary. Lo que nos propone a partir de este juego de identidades es un viaje, a la manera de Alicia. Si ella se paseaba por los alrededores del sueño, Talbot nos descubre su hogar, ese Sunderland que al final conoceremos perfectamente.

El recorrido es doble y hasta triple. Deambulamos por la geografía de su ciudad y en cada esquina se nos explica su historia, con constantes saltos al pasado, tanto real como mitológico, que se entrecruzan y aclaran con gran habilidad. Pero también acompañamos a Carroll en sus paseos por estos lugares. Esta es una obra de tesis, la que sostiene la relación del creador de Alicia con Sunderland, restando importancia a Oxford. En el camino Talbot encuentra lugares y claves que podemos relacionar con el país de las Maravillas. También reivindica un Carroll más luminoso y abierto, despejando las sombras de sospecha que se arrojan sobre su trato con la pequeña Liddell. Para Talbot, el escritor es un tipo lleno de sensibilidad y que guarda en su corazón la alegría de la niñez, gozo que se renueva cuando está en compañía de niños. Nuestra hipersexualizada sociedad ya no es capaz de entender que tales relaciones puedan darse sin que por ello debamos llamar inmediatamente a la policía.

El libro también incluye una fenomenal reflexión sobre la fugacidad de la existencia y sobre el medio que el autor emplea para expresarse, una historia del comic inglés, un paseo por la vida y la muerte y un maravilloso monólogo final sobre Inglaterra, con Talbot envuelto en la Union Jack ¡Qué envidia nos dan los ingleses! Y muchas cosas más.

En fin, amplía las fronteras del comic con esta extraña guía de viajes, que debe leerse con calma y no necesariamente de un tirón. Un trabajo erudito y rabiosamente conceptual. Si, después sienten ganas de comprarse un billete para viajar a Sunderland, recuerden lo que el autor comenta con ironía: “ha sido realizado sin ninguna ayuda del Arts Council England (del nordeste) radicado en Newcastle, que rechazó la solicitud de una beca para financiar este libro basado en la ciudad de Sunderland”. Dudo que la ciudad vuelva a ser soñada y explicada con tal pasión. No se lo pierdan. Es tan raro como fascinante, una obra maestra.
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jueves, 22 de abril de 2010

HELLBOY, EL HOMBRE RETORCIDO de MIGNOLA y CORBEN

Hellboy El hombre retorcido de Mignola y Corben, edita Norma editorial
Norma Editorial. Barcelona, 2010.
80 páginas, 11 euros


RETORCIDA CLARIDAD


La proximidad del Salón de Barcelona hace que el volumen de novedades aumente, desequilibrando peligrosamente la economía de los aficionados. Entre todas esas lecturas uno se lanza instintivamente sobre aquello que sospecha le aportará mayores satisfacciones.


Y, si Corben anda por en medio, yo no suelo dudar. Como saben, el autor fue una de las grandes estrellas en los setenta y luego su brillo se apagó progresivamente hasta casi desaparecer, devorado por sus experimentos con el color. Sorprendentemente hace unos años asistimos a su resurección, marcada por un retorno a los orígenes, un poderosísimo blanco y negro lleno de contraluces y unas figuras más deformes que nunca, Corben en estado totalmente puro. Desde entonces sólo nos ha dado alegrías. Su gran momento de forma sólo tenía una pega: los guiones que ilustraba eran bastante mediocres. Él los hacía parecer mejores, tal es su capacidad narrativa, pero ninguno era demasiado interesante.

Ahora vuelve con Hellboy, una serie pródiga en atmósferas y huérfana de buenos argumentos, y resulta que nos brindan una pequeña obra maestra.

Mignola 
consigue hilvanar un relato coherente, con un protagonista interesante, ese Tom Ferrell que ha vendido su alma al diablo para luego arrepentirse de ello, y con su héroe cuernicorto en un papel muy secundario. El relato se sigue con interés y, por momentos, mete auténtico miedo. Acompañamos a los dos personajes en su viaje por esas montañas siniestras y llenas de pecado y vileza, que parecen sacadas de un cuento de Lovecraft. El enfrentamiento final con el diablo y sus acólitos se mantiene a la altura de las espectativas creadas y Mignola evita la ironía que carcateriza a Hellboy y que en muchos casos sólo sirve para distanciar al lector.

Contiene escenas brillantes, como la de la piel vacía de la chica, ocupada por diferentes animales, o la del ataque con ataudes a la iglesia. Toda la secuencia de las minas es repugnantemente terrorífica. Por supuesto, la gran baza es Corben. Se me acaban los adjetivos con él. Manchas poderosas, deformaciones de la realidad que resultan más veraces que cualquier fotografía, volúmenes rotundos, cuerpos que sudan, tiemblan, se convulsionan, escupen, sombras que invaden las figuras y adquieren vida propia, un increíble sentido de lo grotesco que emparenta sus brujas con las de Goya, por muy exagerado que pueda parecer, una narrativa clara, rotunda y aterradora...

Este tebeo no se lee, se devora, se disfruta desde la primera a la última viñeta. Nos creemos lo que pasa y esos racimos de brujas agazapados en la oscuridad de las minas consiguen aterrorizarnos. Como las arpías que rodean la vieja iglesia al modo de los zombis en las películas de Romero. Por supuesto, no olvida su afición a la carne y nos ofrece una buena muestra en esa bruja tan zalamera como peligrosa. En fin, toda una lección impartida por uno de los últimos grandes maestros. Corben siempre se sintió cómodo en el terror, en las zonas más húmedas y resbaladizas de nuestra conciencia, y con esta obra vuelve a casa, al territorio donde sigue siendo el rey. No se lo pierdan.

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jueves, 15 de abril de 2010

Las muchas caras de Alicia


Alicia siempre ha gozado de cierta popularidad entre los dibujantes de comics. Su descripción de mundos alternativos, sus pasajes con tipos comiendo hongos que provocan extrañas reacciones, su galería de chiflados, su universo subversivo en el que las figuras de autoridad son ridiculizadas... son muchos los elementos que facilitan su integración en la cultura de las viñetas. 

Malice in Wonderland - Alicia en el país de las maravillas por  Wallace Wood
Fue asimilada por los autores underground y recientemente un creador tan heterodoxo como Bryan Talbot ha construido toda una reflexión sobre el lenguaje del comic alrededor de ella. Su Alice in Sunderland es un trabajo tan complejo y raro que hasta el momento ningún editor español se ha atrevido a publicarlo. Paciencia.

Ha habido otros acercamientos. Sin duda el más divertido fue el de Wally Wood con su Malice in Wonderland. También permanece casi inédito por aquí. Y digo casi ya que en 1985 Toutain publicó cuatro de sus páginas en su revista Ilustración+Comix Internacional nº 56, en un especial dedicado al comic erótico.

Wood había dibujado la historieta en 1976 para National Screw, con la ayuda de Paul Kirchner. Tras su muerte apareció remontada en uno de los recopilatorios que la editora Barbara Friedman publicó con todo su material erótico, Gang Bang nº 3. Allí también se encuentra una muy burra parodia de El Mago de Oz (The Blizzard of Ooze) y de Flash Gordon (Flesh Fucker meets Women's Lib!), que culmina con la porculización del célebre héroe de Raymond a manos de su novia de toda la vida, provista del conveniente cachirulo. Luego Malice ha sido reeditada en varios recopilatorios posteriores.

Aunque Wood es conocido por trabajar con las editoriales más importantes, llevó siempre una doble vida como autor alternativo y abierto a nuevas aventuras creativas. Todos recordamos su participación en la mítica EC, con sus historietas bélicas y de ciencia ficción. También su paso por la Marvel, donde diseñó el actual uniforme de Daredevil. Y fue uno de los dibujantes de plantilla en Mad durante casi una década. Pero también publicó witzend (en minúsculas), considerado por muchos como la primera revista underground. Y tonteó con la pornografía.

Al principio eran chistes y parodias subidas de tono, que aparecían en revistas como Playboy y sus imitadores, Nugget, Gent o Cavalcade. Para esta última dibujó no pocas variaciones de cuentos infantiles, trasladados a los gustos de un público más adulto. Pero en el último tramo de su carrera, a mediados de los setenta, se vuelve más explícito.

Acepta encargos que presentaban una gran ventaja para él: le permitían quedarse con el copyright. Así que dibuja varias portadas con chistes verdes en el periódico de Al Goldstein Screw, sencillas, frescas y muy picantes. Y Malice in Wonderland, que se publica por entregas en la revista National Screw. No es una obra menor. Al contrario, resulta sexy y muy entretenida, sin duda uno de los mejores trabajos de Wood en este campo. Mantiene parte de la pícara ingenuidad que caracterizaba a su personaje Sally Forth, llevándola un paso más allá.

Resulta pertinente recordar el comentario de su amigo el dibujante John Severin al respecto: “Pero incluso cuando Woody hacía esas cosas, no tenían ese aspecto sucio. ¿No es curioso? Era pornografía, tan asquerosa como podían serlo cualquiera de aquellas revistas, pero él podía dibujar esas cosas y salir tan fresco. Si lo hiciera cualquier otro lo habrían fusilado por ello”.

A Malice le pasa de todo, en un mundo poblado de objetos, animales y vegetales abiertamente sexualizados. Todos intentan tirársela y ella resiste comiendo hongos de fálico aspecto que tan pronto le hinchan las tetas como la convierten en gigante. En fin, un auténtico desparrame que, partiendo de las locuras de Carroll, las desplaza a un universo paralelo muy salido y subido de tono, servido todo ello con el dibujo infantil y de trazo amable de Wood.
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jueves, 8 de abril de 2010

El alcohólico - Jonathan Ames y Dean Haspiel

Planeta DeAgostini. Barcelona, 2010.
140 páginas. 13,95 euros.

LA ÚLTIMA JUERGA
A priori, las historias de adictos están abocadas al fracaso. Que alguien desarrolle un comportamiento circular, repetitivo, es lo peor para una narración. A la tercera vez que vemos cómo el protagonista falla en su intento de dejar el alcohol, la heroína o lo que sea, nos distanciamos del relato y pensamos “vale, ya sé cómo va a acabar esto”. Por supuesto, el arte se construye a base de excepciones y son muchas las que desmienten esta norma, de Días de vino y rosas a El hombre del brazo de oro, por citar dos muy conocidas. Pero son legión los ejemplos que la confirman, novelas, peliculillas o tebeos en que el personaje va de colocón en colocón sin mayor desarrollo dramático, para desesperación del lector.

Por eso no esperaba gran cosa de una novela gráfica titulada El alcohólico. Y, sin embargo, resulta entretenida y hasta divertida. Lo cual no deja de ser parodójico y nos habla del talento del guionista. No es tan sencillo contar historias sobre un tipo que acaba en el cubo de la basura, con incontinencia intestinal y una vida siempre al borde del desastre, ni, con tan ingrato material, construir una narración llena de humor. Adelanto que el dibujante, a quien conocemos como colaborador del pesado de Pekar, no es tan interesante. Cumple, es un buen narrador, pero su grafismo presenta muchas carencias en terrenos como el movimiento de las figuras o las actuaciones de los personajes. A su favor cabe decir que, pese a esas limitaciones, maneja con habilidad el material argumental y nos ayuda a seguirlo con facilidad, realizando un trabajo respetable.

Pero es el guionista el que realmente importa aquí. Por un lado, asume con profesionalidad todas las reglas del género de borrachos. Asistimos a esas juergas iniciales e iniciáticas, a esas mañanas sin recuerdos, a la característica progresión en el consumo, a los intentos de rehabilitación... No se deja nada en el tintero. Pero consigue ir más allá de los estereotipos, construyendo un verdadero personaje. Así que no extraña que en el epílogo el autor tenga que aclarar que ésta no es una historia autobiográfica. Porque desgrana con tanta habilidad los sucesos que componen la desgraciada vida del protagonista, que tal parecen los recuerdos de una persona real.
De hecho, resulta fácil identificarse con muchas secuencias y supongo que cada cual elegirá las suyas en función de sus propias vivencias. De la tía solterona y acogedora que le cuenta sus anécdotas de juventud a la novia loca que lo abandona cruelmente, pasando por el amigo de la infancia al que perdemos en un malentendido, por no mecionar las juergas en el internado de señoritas o su versión del 11 de septiembre y su coda en el encuentro con Mónica Lewinsky.
Jonathan Ames tiene muchas cosas que contar y lo hace con la naturalidad de los grandes narradores. Se esfuerza por darle una apariencia ligera a su trabajo, pero va cargado de reflexiones sobre la vida y sus accidentes y cómo sobrevivir a ellos. Hay una buena dosis de autoanálisis y siempre encuentra la frase oportuna para refrescar situaciones demasiado solemnes. Es un buen trabajo que salta por encima de los tópicos, aportándoles nueva vida. No se lo pierdan.
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jueves, 1 de abril de 2010

CONSPIRACIÓN DEL MÁS ALLÁ: MIGRADOR NOCTURNO de S. SANZ

Migrador nocturno de Salvador Sanz, edita la Cupula
La Cúpula. Barcelona, 2010
144 páginas, 15 euros.


PÁJAROS DE MAL AGÜERO

El argentino Salvador Sanz firma esta obra tan irregular como fascinante. Se nos habla de una conspiración que proviene de un más allá de resonancias infernales, de otra dimensión que recuerda al mundo de la vigilia en Matrix. 


Una raza ajena a la nuestra intenta invadirnos y para ello traza un plan tan retorcido como incomprensible. Por en medio hay un mago, secuestran a niños, una pareja que no se encuentra, una bufanda asesina, destripan a una ballena... Éste es uno de los aspectos más débiles del álbum. Sabemos que los malos deben ser detenidos y que lo que planean es abominable. Pero todo es tan secreto y misterioso que resulta muy difícil de seguir. Además, ese mecanismo argumental tiende a adquirir más importancia que los propios personajes, que acaban convertidos en marionetas a su servicio, sin apenas personalidad. Así que, al despistarnos uno, nos desinteresamos de los otros. Pero no del todo.

Si Migrador Nocturno falla en su estructura y desarrollo, acierta en otros planos, no sé si tan relevantes, pero sí lo bastante como para ser considerada una obra respetable y fascinante. Sobre todo en los aspectos ambientales, atmosféricos. Tiene sus deudas, eso es indiscutible, pero es lo bastante original como para sorprendernos, especialmente esa raza principal, esa especie de pajarracos del infierno, tan horrendos como letales. También los pajaritos, los cruces entre humanos y aliens, con esperimentos fallidos tan llamativos como el anfitrión que recibe y engaña a los humanos que cruzan el umbral entre los dos mundos. La descripción de ese otro universo arbóreo es efectiva, sugiriendo más que enseñando, pero permitiéndonos intuir los horrores que rondan esos paisajes que apenas vislumbramos.

Por otro lado, aunque la conspiración acabe siendo demasiado retorcida y sinuosa, no todas las secuencias que provoca son despreciables. Al contrario, el volumen se sigue con interés porque su autor sabe dosificar la acción y maneja muy bien la sensación de amenaza, de peligro constante. Mueve a sus actores de acá para allá y pasan muchas cosas, con portaaviones y escenarios que nos demuestran que no le da pereza dibujar lo que sea. No en vano proviene del mundo de la animación. Aderezado todo ello con secuencias de erotismo bizarro y violencia extrema. Especialmente llamativa es la escena en que tiran a todos los aspirantes del avión y lo que sigue. O todas las páginas de transformación, que demuestran que en el terreno de los monstruos todavía no está todo dicho, ni mucho menos. Por supuesto, la secuencia del ataque de los bichos-tijera a los aviones es espectacular.

Migrador Nocturno es un producto exótico, raro y con sabores poco habituales, hay algo atractivo, viscoso e hipnótico detrás de muchas viñetas. Un experimento narrativo probablemente fallido pero interesante y más que notable. El dibujo nos habla de un autor con mucho talento, muy imaginativo y con un grafismo limpio y personal, que sabe detallar sin empastar y usar los grises como adecuado complemento para su barroco trabajo. No se lo pierdan.
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