Salamandra Graphic, Barcelona, 2017
304 páginas, 25 euros
EN BUSCA DE LA VERDAD
Un trabajo riguroso sobre el periodismo actual. Sarah Glidden se sumerge en el mundo de los buscadores de noticias, permitiéndonos admirar sus logros y descubrir sus limitaciones.
Joe Sacco es el gran referente en cuanto al cómic-reportaje. No me refiero a tebeos que cuentan con un protagonista reportero como Tintín (o Superman, ya puestos), sino a novelas gráficas en las que el propio autor se desplaza a los sitios, interroga a los testigos y relata todo lo vivido a modo de documental pero en viñetas. Prácticamente abrió un nuevo frente, trasladando la idea de que el cómic no tenía porqué quedarse en los territorios de la ficción dramática sino que podía ser una forma tan rigurosa como cualquier otra de documentar hechos reales. Regiones cercanas a las ya exploradas por otros autores, esos “pedazos de vida”, historias autobiográficas donde se relatan, con mayor o menor crudeza, abusos, enfermedades y otras desdichas. La gran diferencia era que en los tebeos-reportaje de Sacco la mirada se desplazaba desde el autor, como centro de la historia, al objeto periodístico que se deseaba analizar, Palestina, Gorazde o lo que se les ocurra. A mi los resultados no me convencían por una razón que ya he comentado con anterioridad. La narrativa de Sacco me aburre, me resulta plomiza. Hay textos que en un documental quizás podamos procesar con más facilidad, pero entremezclados con las viñetas de un cómic se me atragantan.
Así que cuando abrí la primera página de esta obra de Glidden y me topé con la señora del pañuelo hablando a cámara en plano fijo pensé: “ya estamos otra vez”. Ojear el volumen tampoco invitaba a continuar con la lectura. Abundan los primeros planos y planos medios de gente hablando, bastantes cartuchos de texto y bocadillos bien cargados y no de mortadela. No busquen las escenas de acción que podrían animar esa enorme cantidad de páginas. Así que, si deciden que al menos el dibujito parece mono y el color agradable y deciden echarle un vistazo, se llevarán una agradable sorpresa. Y es que la propuesta de Glidden llega cargada de elementos de interés. Empezando por su personal grafismo, de una manualidad acogedora. Ella dibuja, pinta y rotula y el conjunto es coherente y atractivo. No es una dibujante realista pero sus personajes son expresivos y el tono un tanto infantil ayuda a suavizar lo que se cuenta, que en ocasiones puede ser bastante crudo.
Obviamente, más allá del medio, lo que cuenta son los contenidos. Este trabajo se puede disfrutar por varias razones. Primero, es una muy precisa aproximación al trabajo de los periodistas en la actualidad. Ella sigue a dos conocidos, reportera ella y cámara él, que deciden viajar a Oriente Medio, saltando de un campo de refugiados a otro con la idea de componer un documental o un conjunto de piezas que luego puedan vender a cadenas locales en USA. El periodista contratado por un gran periódico o televisión deja así paso a un nuevo autónomo que se arriesga a investigar un tema con unos resultados económicamente inciertos. La descripción de esa forma de trabajar y de los pequeños y constantes trastornos financieros que provoca, es muy interesante. Segundo, el tema elegido, esos refugiados que cambian de un país de acogida u otro, de una procedencia a otra. Saltan de Turquía a Iraq y Siria, tres lugares con problemáticas y matices muy diferentes. Les aseguro que lo que cuenta va mucho más allá de lo que vemos habitualmente en las noticias.
Tercero, “Oscuridades programadas” reflexiona en profundidad sobre la posición del periodista, su actitud ante los sucesos. Y lo hace no solo a través de la reportera protagonista, una mujer lista, de ideas muy claras respecto a los valores de honestidad y denuncia que asociamos con la mejor prensa. También con la presencia de un personaje que provoca las mejores y más incómodas escenas del libro. Me refiero al veterano de la guerra de Iraq que les acompaña, un antiguo compañero de instituto de la periodista. Su intención, que no oculta, es captar la reacción del soldado enfrentado a las consecuencias de sus actos. El problema es que ese momento de iluminación no acaba de llegar. Él no parece reaccionar frente a los relatos que escuchan de incontables víctimas o, si lo hace, acaba justificando la necesidad de la intervención. Al fin y al cabo Sadam era el demonio. Eso provoca no pocos conflictos con los reporteros que no aceptan el mutismo del ex-militar, su falta de comprensión, su indiferencia. Glidden presenta estos debates con sutileza y dejando hablar a los dos lados. No parte de un discurso que se impone a los hechos. Al contrario, los presenta de manera muy equilibrada y permite que el lector saque sus propias conclusiones. Yo se lo agradezco. Por ejemplo, es llamativo el caso de los iraquíes refugiados en Siria, muy críticos con los americanos y que añoran la vida que tenían bajo el régimen de Sadam. Nunca llueve a gusto de todos.
No esperen las emociones que encontraríamos en un cómic dramático pero sí una lectura tan amena como fascinante, el trabajo de una gran narradora que nos habla de esos miles de personas desplazadas. Está bien que alguien nos las recuerde de vez en cuando.