La Cúpula. Barcelona, 2019.
124 páginas, 17 euros.
MUJERES LIBRES
Desde que abandonara “Odio”, la serie con la que se hizo popular en los noventa, Peter Bagge se ha dedicado a narrar las vidas de algunas mujeres realmente interesantes.
Y no demasiado conocidas. O, al menos, no son las mismas que aparecen repetidamente en esos libros para niñas empoderadas que colonizan las librerías infantiles. Cierto es que algunas de esas biografías están bien. Sobre todo las de la brillante
Pénélope Bagieu, que recientemente presentó
“California Dreamin’”. Da la sensación de que preparaba una de sus breves historietas para “
Valerosas” sobre
Mama Cash, una de las cantantes de
The Mamas & the Papas. Y que se enamoró del material y lo dejó crecer hasta que se convirtió en una novela gráfica. Su dibujo mantiene la fuerza habitual y, como siempre, narra con fluidez y desparpajo. Si acaso, toda la parte de psicodelia y adicciones varias resulta un poco cansina, pero en general es muy recomendable.
Volviendo a
Bagge, es justo reconocer sus esfuerzos documentando personajes controvertidos y que requieren de una laboriosa investigación. En algunos casos ese trabajo se concreta en obras tan redondas como su cómic sobre
Margaret Sanger. En cambio sus aproximaciones a
Zora Neale Hurston o a
Rose Wilder Lane son más irregulares, pero no perderán el tiempo si las leen. Al contrario, están llenas de información sorprendente y amena. Lo que ocurre es que en ocasiones es tal la cantidad de personajes y hechos que se incluyen que la narración se resiente.
En el caso de
Rose Wilder Lane la sensación es agridulce. Por un lado abruma el caudal de referencias históricas, con hechos como la hambruna soviética o la masacre armenia despachados en pocas viñetas. Por otro, esa misma velocidad acaba desequilibrando una obra que transmite cierta sensación de urgencia.
Bagge tiene mucho que contar pero no dispone del espacio suficiente. Los pasajes más cotidianos, con la protagonista discutiendo con su madre, sus novios o sus amigas, están entre lo mejor de un torrente vital que las viñetas apenas consiguen contener. Por cierto, la protagonista es la hija de
Laura Ingells. Ese nombre evoca inmediatamente la serie que en los setenta rellenó no pocas tardes de domingo: “
La casa de la pradera”. Un culebrón que primero fue novela para transformarse mucho más tarde en ficción televisiva. En el apartado de notas se incluye una foto del padre real de Laura y el de la tele, el peludo
Michael Landon. Como suele decirse, cualquiera parecido con la realidad es mera coincidencia.
Bagge explora muy bien la relación de la heroína con su madre, que le pasó sus novelas autobiográficas donde contaba su infancia en la durísima frontera americana. Rose corregía los manuscritos y
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