EL HOMBRE DE LOS MIL PLANETAS
La muerte de Jean-Claude Mézières el pasado 23 de enero nos ha dejado sin uno de los grandes. Por supuesto, queda su obra, esa excelente serie de ciencia-ficción que es “Valerian, agente espacio-temporal”.
O mejor, que era. Quienes hayan adquirido los integrales que agrupan los diferentes volúmenes de la saga habrán notado que ahora su título es “Valerian y Laureline”. Cuando Mézières y su amigo el guionista Pierre Christin se plantearon sus aventuras galácticas, uno de los ingredientes principales fue desde el principio la lucha de sexos entre los dos protagonistas. Sí, Valerian daba nombre al libro pero a su lado siempre estaba aquella chica que demostraba una y otra vez ser más avispada que él. La serie se presentó en la revista Pilote en 1967 y muchos años después, de manera lógica, se reconoció el papel de Laureline. Una protagonista femenina con mucho carácter, un personaje perfectamente escrito y cuyo nombre pasó a compartir los honores del título, al lado de su compañero. Y es que, al contrario que muchas ficciones actuales, no se trataba de probar la fortaleza del personaje femenino a base de denostar al comparsa masculino. Valerian podía ser bastante atolondrado y normalmente era ella la que le sacaba las castañas del fuego. Pero no era un perfecto idiota, era valeroso y estaba muy enamorado de su compañera de nave espacial. Formaban una especie de pareja aunque a veces Valerian se despistaba. De manera muy acusada en uno de mis álbumes favoritos, “Los héroes del equinoccio”, donde se relacionaba con una impresionante diosa planetaria. Los enfados y diferencias entre los dos personajes añadían matices a una serie llena de virtudes gráficas y temáticas.
Mézières tuvo una vida interesante y con algunas anécdotas muy llamativas. En la escuela de arte coincidió Leer más...