Norma Editorial, España, 2024
48 páginas, 17 euros
POR EL CAMINO DE YANN
Guionista todoterreno, el marsellés Yannick Le Pennetier (1954) firma sus obras como Yann, pero también como Balac, Pearce o Pennetier. Ha escrito un número abrumador de historietas que sorprenden por su variedad y también por la excelencia de unos textos tan entretenidos como inteligentes.
El heredero
Su trabajo se enraíza en la tradición más popular del cómic franco belga. Lo que se refleja en su continua participación en series “de otros”. Empezó con creaciones propias como “Los innombrables” (1983), en la práctica la versión paródica de sus futuras historias de aviones. Esa vertiente humorística le llevó a Lucky Luke, donde facturó guiones tan entretenidos como “Oklahoma Kid” (1997) o “El Klondike” (1996). También ha escrito diversos álbumes del Marsupilami y Spirou, entre los que destaca “El Botones de verde caqui” (2015). Llegó a participar en “Captain America. Rojo, blanco y azul” (2004), su única incursión en el mercado americano, que yo sepa. Se ha hecho cargo de algunos de los personajes de Van Hamme, firmando el álbum “XIII Mystery” (2011). Más importante fue su entrada en Thorgal, donde sustituyó a Senté en la serie principal, en los episodios “Aniel” (2019), “El ermitaño de Skellingar” (2021), “La selkie” (2022), “Neokora” (2023) y recientemente “Tupilaks” (2024). Le acompaña Vignaux, un muy digno sucesor del primer dibujante de la saga, Rosinski.
Además Yann se puso al frente de dos series derivadas de la original: “Loba”, para la que ha escrito siete álbumes, y “La juventud de Thorgal”, donde van por el noveno. El guionista ha inclinado la saga hacia su vertiente más fantástica, sacando un extraordinario partido de las mitologías nórdicas.
También ha participado en Gil Jourdan y Buck Danny, una serie que le fascinaba de crío. La obra donde mejor expresa su sintonía con la tradición es “Gringos Locos” (2016). En ella, con ayuda del elegante dibujo de Schwartz, recrea el mítico periplo americano de Jijé, Franquin y Morris, tres de los padres fundadores del cómic belga. Soñaban con ser contratados por Disney y acabaron viviendo una temporada en México. Yann, que conoció a algunos de aquellos creadores y tuvo ocasión de escuchar de primera mano sus anécdotas sobre el viaje, adapta la realidad siguiendo el consejo fordiano: “Print the legend!”. En los complementos, la familia de Jijé se queja de su versión. Sin embargo, el relato seduce y convence, trasmitiendo bien el espíritu de unos hechos y personajes más grandes que la vida.
Con Schwartz ha colaborado en otras sagas, todas interesantes. Como “Atom Agency”, donde recrean unos fascinantes años cincuenta, tanto desde un punto de vista histórico y conceptual como puramente gráfico, como un delicado envoltorio para sus trepidantes historias de serie negra. El curvilíneo estilo de Schwartz recuerda a un creador con el que Yann trabajó en sus inicios. Acompañó al elegante Chaland en dos de sus mejores álbumes: “Vacaciones en Budapest” y (¡sobre todo!) “F-52”.
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Una buena parte de su comicgrafía
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