64 páginas, 12,95 euros
TREINTA AÑOS DESPUÉS
Frank Miller firmó el guión de “Batman año 1” en 1988. Ahora, tres décadas más tarde, se atreve con Superman, acompañado al dibujo por John Romita Jr.
El año pasado pudimos verle por Angulema, muy envejecido a causa de los problemas de salud que ha tenido en los últimos tiempos. Pero su trabajo no flaquea. Larry Hama explicaba cómo, siendo apenas un chaval, Miller se acercaba al estudio de Neal Adams para enseñarle sus trabajos. Adams es conocido por su legendaria falta de tacto a la hora de juzgar los esfuerzos de los aspirantes. De hecho, nadie quería sentarse en la mesa cercana a la suya. Miller aguantó sus comentarios un año tras otro. Esporádicamente se dejaba caer por el estudio dispuesto a recibir su ración de crudo sarcasmo. Pero un día todo aquello cambió. Adams miró sus páginas, no dijo nada y descolgó el teléfono. Llamó a Marvel, habló con un editor y le dijo que a su lado tenía a un crío al que deberían contratar. Y así comenzó la leyenda. Miller inició una carrera prodigiosa que le llevó al estrellato muy joven, por su brillante trabajo al frente de “Daredevil”.
Luego desembarcarían los ingleses para quedarse con la atención de la crítica. Pero en aquel primer momento la renovación vino de la mano de Simonson, Byrne o Miller. No se trataba tanto de romper con lo anterior como de demostrar que se habían comprendido las lecciones de maestros como Eisner, Kubert o Kurtzman. Miller probó casi de todo. Hizo “Ronin”, un tebeo muy “europeo”, y el rompedor “Batman Dark Knight”, auténtica fuente de inspiración para todas las versiones fílmicas posteriores. También escribió guiones para algunos de sus colegas más talentosos. Entre esos trabajos sobresalían sus colaboraciones con Mazzuchelli. Juntos firmaron dos obras maestras absolutas: “Daredevil born again” y “Batman año 1”. Luego Miller facturó algunos caprichos más, como el aclamado “300”, para enzarzarse más tarde en su propia serie negra, “Sin City”. La fórmula gráfica de alto contraste que empleó era interesante, pero los argumentos no alcanzaron las alturas de obras anteriores. En los siguientes años pareció desvanecerse, volvió esporádicamente a Batman, filmó una película prescindible (“Spirit”) y parecía haber perdido su ímpetu inicial. No digo que con este nuevo trabajo vuelva a sus mejores momentos, pero sí que consigue superar algunos obstáculos considerables.
Es muy difícil hincarle el diente al hijo de Jor-El. Al contrario que Batman, cuya cercanía al mal inspira incontables guiones que exploran esas vastas zonas morales grises, Superman es
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