48 páginas, 24 euros
¡POR TODOS LOS SANTOS!
El género de fantasía y horror atraviesa un gran momento. A las numerosas sagas de ciencia ficción se suman diversas reinterpretaciones terroríficas, algunas tan blanditas como las derivadas de Crepúsculo y otras realmente estimulantes.
Recientemente releía el Vengadores-Blade de Millar y Dillon. Aunque es una serie más bien mediocre, contiene un gran chiste, cuando se mofa de la saga vampírica. Se pregunta qué hace un vejestorio de más de cien años aguantando las bobaditas de una adolescente. Ella le dice “mírame” y él pregunta “¿intensamente?” cuando aparece Blade declarando que “os odio desde vuestro primer maldito tráiler”. Y poco más.
Tampoco tiene mucho interés la última colaboración entre Corben y Mignola, aunque el dibujante casi consigue que cualquier guión parezca mejor en sus manos, hasta este delirio mejicano lleno de demonios y luchadores. El Hellboy de Mignola no acaba de ser malo, pero tampoco bueno. Supongo que seguirán con Los muertos vivientes, que ha pasado por unos episodios realmente tremendos y que se mantiene en una gran forma. Hasta nuevo aviso, sigue siendo la única serie de zombis que merece la pena, rechacen las imitaciones.
Pero hoy quería hablar de un producto español, un material tan extraño como su título indica y que nos devuelve a los años en que el concepto de lo popular no nos era ajeno. Mi buen amigo Faustino Rodríguez sostiene la teoría de que los géneros son los que crean afición, al menos en el cine. Que son películas como Ultimátum a la Tierra, Río Bravo, El halcón y la flecha o Rocky los que atraen multitudes a las salas. Exactamente el tipo de películas que tradicionalmente la crítica ha despreciado. Años después las recuperan en ciclos sobre cineastas malditos o cine bizarro, intentando olvidar quién los convirtió en malditos y que el auténtico cine basura es el que acostumbran a ensalzar. Aquí tuvimos en su momento cierto cine de género y ahora se ha producido una tímida recuperación en el ámbito del terror.
Lo que ofrece Javier Sáez, un autor reconocido en el campo de la ilustración infantil pero un principiante en el cómic, es una curiosa relectura de ciertos mitos clásicos, con mucha ironía y no poco humor. Escribe y dibuja tres episodios, casi como una sesión continua, dedicando el primero a una variante de King-Kong convertido en babosa gigante y rosa, el segundo a un gusano que tras un cambio de look se transforma en el monstruo del lago y el tercero, para no perder de vista el agua, a una criatura de la laguna negra, que es un realidad un alien no del todo malvado. Presenta todos los sketches un sonriente Vincent Price, como debe ser.
El álbum presume de formato grande, lo cual es un rasgo de valor. Recuerdo cómo se lamentaba Pere Joan de las molestias que le había ocasionado Azul y ceniza, con un tamaño aún más grande. Pocos libreros le encontraban hueco en sus estandarizadas estanterías y eso afectaba de forma notable a su distribución.
Así que cuando veo que algún kamikaze se salta los Dines, no puedo dejar de aplaudir su osadía. La siguiente rareza la señala el color, resuelto con negro más un tono plano, que va cambiando de un episodio a otro. La gama encaja con la estética pulp que parodia el autor: rosas, azules, verdes… Todos ellos desteñidos y de aspecto usado, como las imágenes de referencia que fusila sin reparos. Estamos en un mundo familiar y esos préstamos forman parte de su encanto. En fin, Extraños no es el tebeo del año ni falta que le hace. Tiene una gran portada y se lee con simpatía. Su humor es inocente y agradable como el papel sobre el que está impreso. ¡Y viene con sorpresa al final! Leer más...