YO ESTUVE ALLÍ ASÍ QUE PROBABLEMENTE NO RECUERDE NADA
Ese es el lema que Gilbert Shelton incluye en una página donde nos explica su actual vida en la campiña francesa. Allí el antiguo cronista del fenómeno hippie se autorretrata como un hacendado que defiende su propiedad, armado con una contundente escopeta. Al fondo, su mujer arregla un gigantesco seto. Es una broma, una más en una vida dedicada al noble arte de hacer reír. Les aseguro que su memoria es muy buena. Su asistencia a la inauguración de la muestra que se le ha dedicado en Palma nos sirve de excusa para hablar de uno de los padres fundadores del comic underground: el comix.
EN LA CARRETERA
Gilbert confesaba el impacto que sobre su generación tuvo el clásico de
Kerouac. Quizás es una de las razones que le impulsaron a llevar una vida tan agitada. Natural de Texas, el empleo de su padre hizo que su familia se trasladara de un lado a otro. Ya en la Universidad, continuó desplazándose y pronto lo encontramos en Nueva York, donde consigue su primer empleo en una revista de coches. Esa pasión no le abandona y aparece en su serie sobre consejos automovilísticos, sus serigrafías y, por supuesto, en las aventuras de sus personajes, de los
Freak Brothers a los
Not Quite Dead.
Esa primera ocupación no le dura mucho y vuelve a la universidad. Será en una revista universitaria donde nacerá su primer héroe popular:
Superserdo, parodia salvaje de los superhéroes y la policía, con un
Shelton todavía muy crudo de dibujo. Su personaje le llevará de una publicación a otra y le servirá para darse a conocer, practicar y pulir su estilo. Continúa desplazándose, primero a California, luego de vuelta a Nueva York y a Texas. Por el camino se pone a dibujar carteles psicodélicos, como los que había visto en su paso por el oeste. Finalmente vuelve a California a principios de los setenta y allí se queda.
Con unos colegas y la intención de imprimir carteles para conciertos funda
Rip Off Press. Pronto comprueban que los comics daban más
pasta que los posters. Sobre todo aquellos protagonizados por las creaciones de Crumb y por sus propios personajes, los Freak Brothers, tres sujetos sin oficio conocido que sobreviven como pueden. Tendemos a interpretarlos como una crónica del movimiento hippie, pero su autor insiste en que cuando el llegó a San Francisco los hippies ya se habían ido y que tan sólo dibuja algo muy tradicional: chistes de borrachos. Eso sí, añadiendo a las botellas toda clase de estupefacientes.
La serie funciona tan bien que busca colaboradores que le permitan atender la creciente demanda. Destacan Sheridan primero y Mavrides más tarde. Shelton afirma que no había una división clara del trabajo, no tenían reglas. “Sólo buscaba trabajar con dibujantes mejores que yo. Fumábamos mucha marihuana y trabajábamos muchas horas seguidas”.
Es a principios de los setenta cuando se inventa al gato de Fat Freddy, un personaje que podría recordar al de su amigo Crumb. “Mi gato está inspirado en Cicero’s Cat, un tebeo muy antiguo, con un gato de rasgos humanos. Crumb decía que el modelo para Fritz fue el gato de su familia. El Gato de Fat Freddy apareció primero, en Los Angeles Free Press, en 1970. Era para completar el formato de la página del periódico”.
Pronto los Freaks popularizan expresiones como “es más fácil vivir con drogas y sin dinero, que con dinero y sin drogas”. Shelton todavía sonríe cuando se la recuerdan. “Es verdad. Pero no es mía, la oí en la calle”.
Toca de vez en cuando y su pasión por la música le ha llevado a crear un nuevo grupo, los Not Quite Dead. “Sí, yo prefiero la música de los 50, la de mi juventud: Be-Bop, jazz y rock&roll. La escucho mientras trabajo. Crumb dice que no, que hay que escuchar con las dos orejas. A él no le gusta nada de después del año 36”. Cuando comparamos sus músicos con los Freak, echamos en falta la marcada personalidad que caracteriza a estos últimos. Sus músicos fracasados no se distinguen tan claramente. “Es difícil porque son seis. Pero no son muy diferentes de los Freak Brothers. Es un tebeo humorístico, cambia el tema: es la música rock, no hay marihuana”.
A sus casi setenta años el maestro sigue en plena forma, a punto de terminar un álbum y otros proyectos en mente. Mantiene además ese buen humor que se filtra a través de toda su obra y que transmite en la distancia corta. Le preguntamos por su buen carácter, que contrasta con el mal rollo de algunos de sus colegas. “No sé porqué, pero yo soy optimista. Crumb es justo lo contrario. Como Chris Ware, muy depresivo”. En realidad, gran parte de la segunda oleada underground se caracterizaba por ese tono depresivo: Burns, Clowes y compañía. “No sé. Yo creo que es la influencia de Robert Crumb. Me gustan mucho sus dibujos, pero su influencia sobre los demás no ha sido positiva. Cuando los otros hacen autobiografía no son tan buenos. El estilo de Crumb es humorístico, pero no sus contenidos, es muy negativo”.
RAÍCES PERDIDAS
El afán viajero de Shelton le llevó a Barcelona a principios de los ochenta, donde participó en la creación de el Víbora y se codeó con los que entonces eran jóvenes promesas: Martí, Max, Gallardo, Nazario y compañía. Finalmente, se instaló en Paris, donde reside en la actualidad.
Cuando la revista The Comics Journal publicó el listado de los 100 mejores comics de la historia incluyó La vuelta al mundo de los Freak Brothers. Shelton se ríe cuando le pedimos su opinión al respecto. “Me cae bien Gary Groth, el editor de TCJ, porque es muy peleón. Pero esa lista era una tontería. Perdí la cuenta de los comics de los Hernández que incluía”. Conviene aclarar que Groth edita el trabajo de estos hermanos. La cuestión es, si Shelton no piensa que La vuelta al mundo sea su mejor trabajo, entonces ¿cual? No duda en señalar Grass roots (Raíces de Hierba).
Sin duda es una de sus obras maestras, una cómica descripción de las fantasías y las decepciones de una generación. Shelton muestra el sueño hippie en todo su esplendor, pero también su cara más fea, el fracaso de la comuna, la imposibilidad de llevar una vida más libre, el desastre de las utopías cuando intentan volverse reales.
Lamentablemente no incluyó ninguna página de este trabajo en su exposición y yo daba por supuesto que se debía a que no deseaba mostrar planchas realizadas en colaboración con otros autores, en este caso Sheridan. Pero la razón es un poco más complicada. Hace ya tiempo que Shelton tiene otras fuentes de financiación, además de la venta directa de sus tebeos. La más conocida es la cesión de derechos para la adaptación cinematográfica de sus historias. Ya lo ha hecho en innumerables ocasiones, obteniendo pingües beneficios con ese negocio y sin que hasta el día de hoy se haya hecho realidad ninguna de esos proyectos.
Pero también ha vendido parte de sus originales. Y eso es lo que pasó con Grasss roots. El comprador no fue cualquiera, sino Kevin Eastman, el co-creador de las Tortugas Ninja. Como sabrán, se hizo multimillonario con sus extraños quelonios; su dinero le permitió concederse ciertos caprichos, entre los que se cuenta la adquisición de originales entre los colegas a los que admiraba. Shelton era uno de ellos y le vendió Grass Roots completo, suponemos que a buen precio. Las planchas fueron a parar al museo que Eastman montó en Northampton, Massachusetts: The Words and Pictures Museum of Fine Sequential Art. Cuando su fortuna cambió, se vio obligado a subastar parte de sus piezas. Shelton supo que su historia encontró un nuevo comprador a través de Sothebys y poco más. Ignora quién es su actual propietario. Una pena, ya que lo cuento entre los diez mejores tebeos del siglo XX. Repásenlo y verán.
Y, por supuesto, no se pierdan su exposición en el Solleric. Si ya admiraban al Shelton narrador, sin duda les permitirá descubrir al excelente y expresivo dibujante que es. Tienen hasta noviembre.
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