VUELVE EL HOMBRE DE ARENA
Planeta DeAgostini. Barcelona, 2010.
242 páginas, 22 euros.
Si la semana pasada comentaba la afortunada recuperación de Juliet Jones, en esta ocasión debo celebrar otra reedición que, además, resulta totalmente inesperada. Me refiero a los episodios escritos por Dennis O’Neil en los setenta en los que mermaba los poderes del superhéroe por antonomasia: Superman. En su momento pudimos disfrutarlos a la desordenada manera de Novaro. Con algunos huecos, todavía conservo aquella versión, que me impactó por lo sorprendente de la historia y el refinado dibujo de Swan y Anderson. Luego Neal Adams se encargaría de hacernos olvidar esas otras miradas realistas al género, pero lo cierto es que estamos ante un trabajo sólido y contundente, cuya revisión siempre es conveniente.
En todo caso Adams tiene mucho que ver en este relato. No sólo porque aportó sus espléndidas portadas a la serie, también debido a que su dibujo ayudó a que los guiones de O’Neil para series como Batman o Linterna Verde y Flecha Verde se convirtieran en éxitos. Lo que facilitó que los editores de la DC se fijaran en el radical guionista y le confiaran el personaje estrella de la casa. O’Neil enseguida comprendió que el mayor problema de Superman era su carácter todopoderoso, semidivino. Por eso su primera decisión consistió en reducir esos poderes.
Dicho y hecho, de una tacada anuló los efectos de la kryptonita, tradicionalmente el único talón de Aquiles del personaje, y rebajó sus tradicionales superpoderes. Para ello se inventó un doble de arena, una figura misteriosa que, episodio a episodio, iba pareciéndose cada vez más al nativo de Krypton, al tiempo que le restaba poderes. El resultado es un curioso tebeo, a mitad de camino entre dos épocas. Conserva no poca de la ingenuidad del primer Superman, pero se dirige ya con firmeza hacia el “realismo” y la complejidad que posteriores autores le aportarán, sobre todo a partir de los ochenta. Y aquí es donde conviene recordar dos o tres nombres, sobre todo Byrne pero también Moore y Gibbons y más tarde Sale y Loeb.
En fin, este volumen es sobre todo un buen entretenimiento, una pieza histórica de importancia, en tanto en cuanto marca un momento de transición, clave en la evolución del personaje, un disfrute visual gracias al refinado, sólido y tradicional trabajo de Swan y Anderson y que, además, cuenta con algunos extras de interés. Uno ya lo he citado: las portadas de Adams. Pero alguien ha tenido la afortunada idea de incluir la nueva versión que Simonson realizó de la historia en los noventa y que aquí se publicó en el Superman nº 100, si la memoria no me engaña. Como casi todo lo que dibuja Walter es un tebeo formidable, espléndidamente narrado, un complemento de auténtico lujo.
Hay una pega no menor en esta edición. Me refiero a la reproducción de los originales. No puede hablarse de un trabajo de calidad. En muchas planchas la línea está comida y resulta irregular y en todas el color está lavado, muy bajo de intensidad. Por supuesto, prefiero el tono vintage que esto último aporta al volumen, a esas reediciones en las que se ha optado por un color digital, para “actualizar” el original. En muchos casos sólo consiguen cargarse lo que ya había, empastarlo y degradar trabajos muy pensados para colores simples y planos. Pero aquí las gamas son tan suaves que nos hacen añorar la versión de Novaro. Una pena.