SENSUALIDAD
Amistad estrecha. Bastien Vivès
Diábolo Ediciones. Madrid, 2010.
132 páginas, 17,95 euros
El gusto del cloro contaba la historia de un personaje que se enamoraba de una chica con la que coincidía nadando en una piscina pública. O algo así. En realidad, a su autor no le interesaba tanto la solidez del relato como las sensaciones que podía transmitir con su dibujo y sobre todo con el color. Cualquiera que como en mi caso se haya pasado algunos años nadando en piscinas, reconocerá inmediatamente la paleta de tonos azulados y verdosos empleada por el dibujante. Y eso era exactamente lo que se fijaba en la memoria. Casi se podía sentir ese gusto del cloro en una obra que suponía una auténtica inmersión en el universo piscinero, una realidad que bordea en ocasiones el territorio de los sueños.
Con todo, me pareció un divertimento, un trabajo bonito pero menor, así que dejé escapar los siguientes productos de Vivès, En mis ojos y Por el Imperio, de la que ya se han publicado dos tomos. Ahora nos llega una nueva entrega del dibujante, que insiste en sus especiales colores, su tono lánguido y sus temas de difícil clasificación. Aquí cuenta con la inestimable ayuda al color de Romain Trystram. Considero que este trabajo es un buen síntoma de lo que nos espera, obras en las que los soportes digitales favorecen la aparición de efectos nuevos y sorprendentes. Amistad estrecha se estructura alrededor de dos tipos muy diferentes de secuencias. Por un lado hay un relato secuencial, actual, que se cuenta con un dibujo esquemático, de línea básica, como de rotulador, y un color con una gama muy definida y que puede recordarnos a la del Gusto del cloro. Priman los violetas, rosados, verdes y azules pastel en una combinación tan sencilla como eficaz. En la secuencia de la discoteca la gama se satura con el empleo de tonos más ácidos, pero igualmente armónicos. Por otro lado se emplea un recurso de Photoshop, como es el desenfoque de los objetos. Este efecto consigue que los pasajes en que se aplica el acabado redondeado de las figuras recuerde a Matotti, que alcanza parecidos resultados con sus lápices. En todo caso el procedimiento es tan agradable como confuso. De nuevo la gama de color es atractiva, más cálida que en el resto del volumen, pero eso no nos ayuda a situarnos. La verdad es que cuesta identificar a los protagonistas de esas zonas desenfocadas.
El resultado es un álbum que se entiende a medias. La parte que se sigue con cierta facilidad supone un quiero y no puedo. El autor nos cuenta en un tono muy solemne la vieja historia de la pareja de amigos que se enamoran casi sin darse cuenta. Eso sí, de la forma más rebuscada y cool posible. Si argumentalmente este es un trabajo hinchado y poco convincente, Vivès vuelve a acertar en el terreno de las sensaciones. Aquí abundan los diálogos y las secuencias eróticas y realmente son el dibujo y el color quienes consiguen que nos interesemos por esos personajes cuyas palabras apenas nos conmueven. Pero sí su aspecto y la forma en que han sido trasladados al papel.
Así que el dibujante se mantiene como un creador tan irregular como sugerente. Creo que probaré suerte con alguno de sus otros trabajos y ya les contaré.