¡QUE VIENEN LOS RUSOS!
El Patito Editorial.
Santiago De Compostela, 2010.
64 páginas, 15 euros.
Hace ya tiempo que el mercado europeo intenta renovar viejas fórmulas, incorporando giros narrativos tomados del manga o de la industria americana. Mantengo un ojo puesto en los nuevos autores aunque debo reconocer que después del empacho provocado por los Sfar, Blain y compañía, cada día me siento menos tentado a darles una oportunidad. Con todo siempre hay excepciones, como algunos brillantes trabajos nos han demostrado recientemente. Pienso en el ciclo de Aldebarán, en el terreno de la ciencia-ficción, o en el del Gavilán, en el campo de la historieta histórica más clásica, pero debidamente actualizada. Siempre nos quedan Senté y Bravo para consolarnos. Y la esperanza de que algún día alguien ose traducir al gran Berardi que, desde Italia, continúa escribiendo cientos de páginas de su Julia, ¡cada mes!
Ahora nos llega esta aventura con ambientes que nos recuerdan a otro de los grandes, Van Hamme. En concreto a su serie Largo Winch. Si allí el protagonista era un joven rebelde que heredaba la fortuna de su padre adoptivo pasando a dirigir una multinacional, un conglomerado de empresas de compleja articulación, aquí se parte de una situación similar. Pero algo más complicada. En este guión escrito por Timal todo recuerda sucesos reales. Tenemos a un empresario ruso que se enfrenta a su gobierno, dirigido por un trasunto de Putin, en feo. La situación llega a un extremo tal que el hijo del millonario debe abandonar su refugio suizo y escapar a los USA bajo una identidad falsa, acompañado de su fiel guardaespaldas.
Allí intenta pasar desapercibido y adaptarse a una situación desesperada. Toda su familia ha sido asesinada y él es perseguido por su propio gobierno, que desea arrebatarle los bienes que pertenecían a su padre. Por el camino vemos cómo el protagonista va madurando. Primero es un niño, luego un adolescente y finalmente casi un hombrecito que aprende a base de experiencias muy duras. Aunque el guión está cargado de lugares comunes, como la relación que se establece entre el joven y su guardián, con fases quizás predecibles, la historia en general se sigue con interés. Las secuencias de acción están bien planteadas y se alternan con habilidad en una trama donde priman los diálogos y las conspiraciones al más alto nivel. Destaca esa larga escena final en que se enfrentan a tiros a sus perseguidores por los suburbios de Los Ángeles.
Este no es un tebeo de Van Hamme, no alcanza las honduras que le caracterizan. Pero se mantiene en un nivel digno, es un entretenimiento de calidad que no decepciona las expectativas que genera en el lector. Ello se debe en gran medida al excelente trabajo de Corentin, un dibujante clásico y sólido, que no se anda por las ramas y nos convence con su narración pura y directa. Quizás alguna expresión es mejorable, pero su entintado es fresco y claro y sus escenarios más que apropiados.
No es el mejor tebeo del año, pero si le gustan los thrillers de ambiente político este tebeo le complacerá. Es un trabajo más que correcto, contado con ganas y que sin duda mejorará en próximas entregas.