336 páginas. 13,95 euros.
CARA DE BARRO
A la hora de elegir un manga reconozco que me cuesta salir de tres autores: Taniguchi, Tezuka y la pareja formada por el guionista Kazuo Koike y el dibujante Goseki Kojima. Sus obras tienen tanta calidad que resulta casi imposible dar con otros creadores a ese mismo nivel.
No sólo eso, he disfrutado tanto con su trabajo que cada vez que se recupera alguna de sus series me lanzo sobre ella porque sé que no queda margen para la decepción. Ha vuelto a pasar. Tras la imprescindible Lobo solitario y su cachorro, la fenomenal Asa el ejecutor, la brillante Hanzo el camino del asesino y, más recientemente, la muy peculiar El hombre sediento, ahora llega una nueva demostración del talento siempre sorprendente de esta extraordinaria pareja. Como es habitual en ellos el protagonista es un samurái de habilidad excepcional que recorre un camino de venganza y sangre, movido por unas razones que el relato va desvelando lentamente y con gran inteligencia narrativa.
Los seguidores de estos dos tremendos autores ya saben a qué atenerse: guiones para adultos, que no esquivan asuntos problemáticos como la violencia, el sexo o la lucha de clases en el contexto de un tebeo de samuráis; todo ello servido por el arte de un monstruo del dibujo, como era Kojima, sin la limpieza que ha caracterizado a los comics europeos y americanos en el pasado siglo y armado con una plumilla que no teme saturar las viñetas en aras de una expresividad siempre desbordante; sus caras contienen mucha verdad y transmiten sentimientos que podemos compartir; por supuesto, la narrativa tiene todo el dinamismo y la acción que tradicionalmente caracteriza a los mangas.
En este caso, además, el relato invade un territorio no muy transitado en la cultura japonesa: el de las mujeres. Más concretamente el de las mujeres que padecen por culpa de los hombres, que las venden como esclavas, las golpean o las violan para luego despreciarlas por su falta de virtud. Que un caballero andante acuda en ayuda de una damisela en apuros no es una novedad. Pero sí el enfoque que adopta Koike, centrando su atención en los sufrimientos de las féminas y haciendo que su heroico protagonista empatice con ellas y llore por sus desdichas.
Ya en el primer episodio Kei, un samurai que esconde sus habilidades para encontrar a su esposa, debe enfrentarse a un noble que abusa de la mujer que le ha ayudado. Insiste en el mismo tema en el segundo capítulo, donde Kei lucha a muerte con toda una banda que ha violado a una chica. Su destino parece casi inevitable: entrar a servir en un burdel. Pero el héroe la ayuda, cubriendo su cara de barro para que ella no pueda recordarlo y olvide esos atroces sucesos. Luego hay mucha sangre y decapitación pero el tono que predomina en muchos de los relatos es dulce, casi melancólico, un auténtico pesar por todas las mujeres que cargan con el dolor físico de la violencia y la angustia psicológica de la vergüenza.
No pocas de las historias giran en torno al descubrimiento de esa angustia o a la idea de redención, el alivio al dejar atrás una culpa que no les corresponde. Por supuesto algunos personajes, como la borracha del capítulo cuarto, ya no tienen curación posible y es impresionante la mirada compasiva que sus creadores dirigen hacia ella, a través de los ojos de Kei. Aparecen otras mujeres, que habitualmente serían presentadas como villanas, mujerzuelas devoradas por sus pasiones, que aquí son descritas como víctimas de unas circunstancias que nunca les son propicias. El clímax ´se alcanza en el último episodio, cuando Kei debe enfrentarse a las burlas de un ejército de putas. Como piensa su madame: “Un hombre que entiende tan bien el corazón de las mujeres que hasta le duele”. Por supuesto el capítulo se cierra con tanta inteligencia como sensibilidad.
Es el trabajo más feminista que he leído en años, una serie increíble que no deben perderse.