56 páginas, 15,90 euros.
DE PUDRIDERO A EL RUBIUS
Este es un comic diseñado por una “personalidad” que proviene de un mundo cercano al de la historieta, pero que en general puede decirse que está sustituyendo a ésta en las preferencias de lectores cada vez más “gamers” (y, por tanto, menos lectores).
Según lo que puedo observar en mis propios retoños de cinco y ocho años respectivamente, la lectura es un rollo, da igual que se trate de cuentos o tebeos. Cualquier producto audiovisual es más entretenido en comparación, ya sea una serie de animación o un videojuego.
Supongo que todo esto cambiará con el paso de los años, pero por el momento nada parece sustraerlos de la fascinación que les provocan los vídeos en los que otros jugadores proclaman con sonoridad sus hazañas. A mis críos parece gustarles un tal Vegeta777, que también ha publicado algún libro y cuya vocecilla incansable está a punto de acabar con mis nervios. Pero si alguien sobresale entre todos los jóvenes héroes del ciberespacio ese es sin duda El Rubius, un tipo con millones de seguidores dispuestos a reírle las gracias y a quien las compañías adoran hasta permitirle convertir en una forma de vida lo que no dejaba de ser una afición, un divertimento.
Este “yutuber” acumula tal número de fans que lógicamente no podía tardar en dar el salto a otros medios. Se rumorea que se han lanzado cien mil ejemplares de su comic, una cifra realmente brutal en un mercado en el que rara vez se superan los mil de tirada. Ciertas mentes se escandalizarán ante un éxito que considerarán despreciable. A mi no me cabe duda de que se va a vender como churros (¡es de El Rubius!), más cuando compruebo que mis niños, a quienes ya he dicho que les cuesta leer, lo han devorado y esperan por el siguiente. Así que ahí se encuentra la primera clave que no debe ser olvidada.
El Rubius habla un lenguaje que muchos jovencitos comprenden y aborda temas que les interesan y que ocupan gran parte de su tiempo. Básicamente chicas y videojuegos. Y no necesariamente por ese orden. La trama es una excusa para que el héroe, convertido en personaje virtual, se pasee por diversos mundos digitales, todos fácilmente reconocibles por los lectores. La acción se salpimenta con unos cuantos chistes y el humor grueso que caracteriza los vídeos de El Rubius y el resultado es un álbum que se lee de un tirón y que llega a provocar más de una sonrisa.
Otro cuyo nombre artístico empieza por “El” firma el guión. El Torres es un profesional y aquí vuelve a demostrarlo. No sé si se avergüenza o se enorgullece de asociar su talento a esta aventura, pero seguro que el cheque merecerá la pena. Del dibujo se encarga Lolita Aldea, que resuelve con un estilo manga muy adecuado a lo narrado. Los diversos videojuegos se reconocen con facilidad y emplea con eficacia la gestualidad desmesurada típica de los nipones.
Mi sensación es que la aventura es positiva para el medio. Algunos autores se quejan de la ausencia de lectores pero cuando estos regresan atraídos por productos como este, también protestan. Es más probable que un lector salte de un comic popular a otro más alternativo que al contrario. Y, además, en los tiempos posmodernos que vivimos, el mismo concepto de lo popular no es tan ingenuo como antes. El Rubius basa su fama en la parodia, trasteando con los universos digitales en una operación que agradaría a cualquier intelectual. Se trata de desmontar las claves sobre las que funciona el juego, para seguir jugando con él. Hay muy poca inocencia en eso. Quienes disfrutaron con las aventuras autoirónicas de “Pudridero” deberían de engancharse a El Rubius. Aquí se ha cuidado más el dibujo pero la intención conceptual es similar, una descerebrada vuelta a la infancia, sin complejos. ¡Pimentel, este se te ha escapado!