112 páginas, 16,15 euros
ABUELAS Y NIETAS
En 2017 Ana Penyas ganaba el premio de cómic de la FNAC con esta obra. Luego el de autora revelación en el Salón de Barcelona de 2018. Y ahora el Premio Nacional de Cómic.
Debo confesar que llevaba un año topándome con su libro y que cada vez que lo hojeaba volvía a depositarlo en la alacena de la librería. Pero con esto del Nacional me he visto obligado a adquirirlo, con la sensación de “nunca consigo leer lo que realmente mola”. Tras repasar las reseñas que se han escrito sobre esta obra, comenzando con la argumentación del jurado, me preparo para endilgarme algo realmente sobresaliente, tanto en el plano formal como en el de los contenidos.
Tratándose de una ilustradora, cabía esperar un especial interés del apartado gráfico. A mí me ha recordado a aquella serie que aparecía en Trinca, “Una escuela en la torre de los contrabandistas”. Creo que fue la primera vez que me enfrenté a un dibujo “infantil”. Hasta entonces yo entendía que los comics se dividían entre los humorísticos a lo Ibáñez o Uderzo, y los realistas, a lo Giraud o Víctor de la Fuente. Pero con aquella saga y las de Calatayud (¿recuerdan “Peter Petrake”?) comprendí que había muchas otras posibilidades.
Ya entonces se vendían aquellos tratamientos alternativos como lo más. Con el paso de los años hemos asistido a la aparición de diversas variantes de Cesc, Steinberg, Grosz y similares. Todos muy respetables pero hace ya mucho que clásicos, en absoluto “modernos”. Así que el dibujo temblón, feísta de Ana Penyas me parece muy respetable y personal, pero también visto, reconozco la fórmula y no me impresiona. La supuesta mezcla de recursos tomados de otros medios no la veo por ninguna parte. Sí un relato que avanza con dificultad, que se detiene en exceso en las impresiones, en las sensaciones, pero que renquea cuando se trata de narrar algo de forma secuencial. Y que se remata con una abultada presencia de textos en el tramo final.
En pocas palabras, me ha parecido bastante plomizo. Alguien dirá que esa recuperación sentimental de la memoria (palabra fetiche donde las haya) no se presta a una narrativa espectacular, sino que se prima lo sentimental frente a la acción convencional. Yo lo dudo mucho. Estamos cansados de leer novelas gráficas con relatos autobiográficos más interesantes. Este año sin ir más lejos el fenomenal “Nieve en los bolsillos” de Kim. Que ya era mejor que el trabajo que realizó con Altarriba y que sí le valió el nacional. Y es, en mi humilde opinión, un tebeo que durará mucho más que este “Todas estamos bien”.
También se podría argumentar que es muy difícil crear una obra con abuelas, señoras mayores con sus despistes y enfermedades. Y es cierto pero resulta que en ese terreno contamos con una obra maestra, firmada por la dibujante americana Roz Chast. Me refiero a la extraordinaria “¿Podemos hablar de algo más agradable?” que Reservoir Books publicó en 2015. Contaba su experiencia como hija obligada a cuidar a sus padres al final de sus días. No se ahorraba ningún detalle. El resultado era una obra tan demoledora como realista, un trabajo verdaderamente duro, emocional y rotundo. A su lado esto no deja de ser un apunte, un capricho.
Mientras, Daniel Torres, sin duda el mejor dibujante de comic español en activo, sigue sin captar la atención del jurado nacional. Ya pasaron por alto su monumental “La casa” en 2015, su “Roco Vargas. Júpiter” en 2017. Y “Picasso en la guerra civil” este año. Ya comenté en su momento que me parecía irregular. Pero solo por su ambición y por las partes que funcionan ya vale bastante más que el trabajo de Ana Penyas. Obviamente, hay gente que no opina lo mismo.