Neonomicon
Alan Moore y Jacen Burrows.
Panini Comics. Barcelona, 2011.
160 páginas, 18 euros.
Alan Moore sabe cómo escribir
guiones brillantes, sobre todo cuando actualiza o renueva ideas de otros. Pero
también puede ponerse insoportablemente pedante y desbarrar hasta el
aburrimiento. Tras largos años facturando paridas ahora vuelve a sorprendernos
con un tebeo inquietante y sobrecogedor.
El género del terror no es
nuevo en su carrera, todos recordamos su apabullante paseo por La Cosa del
Pantano, una serie que recorrió dejando una cosecha de buenas ideas y momentos
inolvidables. También contaba con su lado oscuro Watchmen, como coherentemente
enfatizó su canónica adaptación cinematográfica. O La liga de los caballeros
extraordinarios, donde al lado de aventureros como Quatermass encontrábamos a
clásicos del terror como Jeckyll o la
chica escapada de Drácula.
Ahora le ha dado por renovar
a Lovecraft y el resultado es mucho más interesante que gran parte de la
ficción que había escrito últimamente. El autor explica que todo esto no es más
que un encargo motivado por la necesidad de pasta, para satisfacer las demandas
del fisco. Con el aire de suficiencia que le caracteriza suelta que le
interesan los mundos de Lovecraft, por supuesto, pero que nunca había entendido
muy bien uno de sus rodeos más habituales, el que hace referencia a “los actos
innombrables” que según parece los adoradores del maligno realizan con las
bestias del más allá. La hipótesis de Moore es que, por supuesto, esos actos a
los que se refiere el escritor son simplemente juegos sexuales.
Con esa idea en la cabeza,
Moore ya tiene suficiente para brindarnos su versión del creador gótico por
excelencia. Lo hace con una obra dividida en dos partes claramente marcadas. En
la primera el protagonismo cae sobre un policía que mete la cabeza en algo que
le supera, un personaje construido a partir de algunos rasgos de Lovecraft, muy
conservador y poco dado a la alianza de civilizaciones. Lo cierto es que, como
ya le pasó con Roschach, uno de los héroes más populares de Watchmen, Moore
consigue que simpaticemos más con él que con otros héroes más progres y a
priori atractivos.
Si este malhumorado poli
funciona, mucho más conseguidos resultan los alucinantes ambientes por los que
le hace circular, poniéndolo literalmente al borde de la locura. De hecho en la
segunda parte la pareja que toma el relevo del relato se reúne con él en un
manicomio, donde ha sido recluido por sus crímenes, tan violentos como
inexplicables. Las pesquisas llevan a los dos investigadores, negro él y
ex-adicta al sexo ella, hasta Salem, donde los hechos se suceden hasta el
horrible clímax. Por el camino Moore se permite bastantes insinuaciones
sexuales, que preparan al lector para la gran traca final. Para mi gusto esta
segunda parte es quizás más lineal, menos climática que la primera. Una sugiere
y horroriza, la otra muestra y resulta un tanto paródica. Al principio es como
si el inglés se tomara en serio a Lovecraft, mientras que luego es casi como si
se choteara de él. En todo caso consigue rematar satisfactoriamente la
historia, enlazando las conclusiones de los dos segmentos en un final casi
perfecto.
El dibujante, a quien
conocíamos de la brutal Crossed, con Ennis, cumple y poco más. El color digital
sobado en exceso aporta más bien poco. Pero la narrativa está bien y el paseo
por estos universos góticos es convincente y aterrador. Un gran tebeo, léanlo
con atención.