80 páginas, 18 euros
EL RETORNO DE ARZAK
Para los aficionados al comic la mención de Arzak no remite al célebre cocinero vasco sino a un personaje que marcó un antes y un después en el medio, a finales de los setenta. Ahora Moebius, su creador, lo trae de vuelta.
Y lo hace a lo grande. Gran formato, buen papel, color cuidado y el trabajo primoroso de uno de los mejores dibujantes del mundo. El resultado es espectacular en el terreno del dibujo y no tanto en el del guión.
Cuando Arzak se presentó a mediados de los setenta en Francia y poco más tarde por aquí, en las páginas de Tótem (1977), nos lo vendieron como una auténtica revolución. Moebius había dejado su anterior yo burgués para dedicarse a crear. Jean Giraud dejaba así de ser el esclavo que sin embargo había facturado tebeos tan buenos como La mina del alemán perdido o El general cabellos rubios, de la serie El teniente Blueberry con guiones de Charlier. La propaganda sostenía que aquellos eran productos industriales sin apenas mérito. Y que lo que de verdad molaba eran sus nuevas historias, protagonizadas por un tipo no muy charlatán montado en un fascinante bicho volador.
La lectura de aquellos primeros episodios de Arzak era muy desconcertante. No cabía discusión en el dibujo, extraordinario y muy imaginativo, pero los relatos parecían…¿chorradas? Mientras la crítica trataba de desentrañar los profundos misterios que sin duda escondían aquellas crípticas historias, los lectores nos rendíamos ante su arte, distanciándonos más y más de sus escritos, que alcanzaron un punto culminante con las aventuras del Mayor Fatal, algo así como la cumbre del desparrame alucinógeno del autor.
Al menos los tres primeros episodios de Arzak, aunque algo sosos, se podían seguir. El cuarto no, era ya pura “escritura automática”. Como mi buen amigo Ramón Fermín comentaba sobre el inicio de la serie, lo que se nos contaba no era muy diferente a aquellas historias de Bruguera en las que un personaje seguía a una rubia por la calle, para descubrir en la última viñeta que se trataba de un melenudo con bigote. Así de trascendentes eran.
Cabe reconocer que Moebius nunca parece haberse tomado a sí mismo demasiado en serio. Simplemente, es incapaz de construir un álbum con una estructura con algo de solidez. Así que todas sus obras acaban igual, estirándose hasta el infinito, no yendo a ninguna parte para desesperación del lector. La cosa cambia algo cuando colabora con Jodorowsky aunque últimamente ni el chileno es capaz de reconducir las chifladuras del dibujante. Entre paréntesis, no todas sus fricciones con el guionista están injustificadas. A mi me parece lógico que le exigiera escribir los diálogos de la última historieta del Incal que hicieron juntos. Hasta ese momento era Moebius quien tenía que pensarlos e incluirlos en las planchas.
En uno de sus últimos caprichos, el delirante Inside Moebius, reunía a algunos de sus personajes más característicos y los enzarzaba en una atropellada fantasía en la que él mismo aparecía como un protagonista más. La cuestión es que al desempolvar a Arzak le volvieron las ganas de dibujarlo y aquí tenemos el resultado de tal deseo. Básicamente el dibujante engarza un bonito dibujo tras otro, paisajes llenos de sugerencias que demuestran la buena salud de su imaginación, en una historia que casi no merece tal nombre. Para los que sufrimos sus Mundos de Edena, podríamos decir que el álbum no está tan mal. Siendo más preciso, diría que no es tan parsimonioso y poco más. Como es habitual en él, nos regala tres o cuatro secuencias donde vuelve a probarnos que se mantiene en buena forma, es una gozada disfrutar con su arte pero no intenten leérselo. Se aburrirán.