48 páginas, 13 euros.
Recientemente concluía la tetralogía sobre los Borgia escrita por Jodorowsky y dibujada por Manara. Han sido necesarios seis años para culminar esta obra excesiva y brutal.
Jodorowsky es conocido por brindar a sus dibujantes trabajos con los que pueden disfrutar y esa es la sensación que tenemos al revisar las planchas de Manara. No sólo porque se le permite regodearse en sus lugares comunes, jovencitas ligeras de ropa exhibiendo conductas lascivas.
También porque se le ve a gusto con esas viñetas panorámicas, vistas que pueblan la obra en las que remite inevitablemente al trabajo de tantos pintores clásicos. Esas imágenes de paisajes florentinos y romanos compiten en importancia con las numerosas escenas de violencia y matanzas, en un desparrame barroco sin precedentes, con referencias más al mundo de la pintura que al del comic.
También porque se le ve a gusto con esas viñetas panorámicas, vistas que pueblan la obra en las que remite inevitablemente al trabajo de tantos pintores clásicos. Esas imágenes de paisajes florentinos y romanos compiten en importancia con las numerosas escenas de violencia y matanzas, en un desparrame barroco sin precedentes, con referencias más al mundo de la pintura que al del comic.
Una de las grandes debilidades del dibujante es su gusto por la teatralidad. La gestualidad de sus personajes nunca es del todo convincente por exagerada. Aquí se suelta la melena y llena los álbumes de imágenes en las que sus héroes se agrupan en bellas composiciones, al margen de la veracidad de las expresiones. Las vistas, los gestos y el enfoque plástico general, unidos al tratamiento muy suelto del color, con unas acuarelas que llegan a adquirir bastante protagonismo, aportan un curioso aire “pictórico” al conjunto. Ralentizan la contemplación y las habituales deficiencias narrativas de Manara se difuminan. Es un tebeo que merece sin duda ser calificado como manierista, por lo forzado de las composiciones y la actitud de los personajes.
Si el dibujante nos sorprende por presentarse si no corregido al menos sí aumentado, el guionista nos decepciona al ofrecernos la parte más barata de sí mismo.
El chileno se dio a conocer con el llamado movimiento pánico. Montó el belén con algunas películas y obras de teatro muy provocadoras, en las que se suponía que nada humano quedaba excluido. Lo de pánico no venía por el miedo que daban sino por el concepto de totalidad. En sus tebeos demostró que más allá de su probada capacidad para “epater le bourgeois” podía crear personajes entrañables, héroes menores que desde su debilidad eran capaces de derribar imperios.
Uno de los temas recurrentes en su obra es la lucha edípica, el padre como metáfora de un poder al que debemos enfrentarnos para construir nuestro yo. Su escritura está llena de contradicciones, de personajes que pueden ser tan tiernos como brutales, tan cariñosos como salvajes y esa es su gran riqueza, por eso le admiramos.
Pero aquí parece que se conforma con el exceso. Su retrato de los Borgia resulta gris por la falta de matices. No dudo que los componentes de esta célebre familia fueran una pandilla de hijos de puta sin escrúpulos. Y seguro que Jodorowsky se lo ha pasado pipa poniendo a sus Papas a fornicar y mostrando las debilidades mundanas de la iglesia católica. No nos ahorra ninguna trasgresión, del incesto a la sodomía pasando por mil formas de violencia. Pero al final de todo ese recorrido brutal es poco lo que capta nuestra atención, más allá del primer impacto superficial. No hay otros personajes que contrapesen esas maldades, falta contraste y una posición clara ante lo narrado.
Es como la obra de un sádico, en el sentido más literal: una enumeración de burradas. Y a mi estas cosas, como ya me pasó con el “divino marqués”, me aburren espantosamente.
El chileno se dio a conocer con el llamado movimiento pánico. Montó el belén con algunas películas y obras de teatro muy provocadoras, en las que se suponía que nada humano quedaba excluido. Lo de pánico no venía por el miedo que daban sino por el concepto de totalidad. En sus tebeos demostró que más allá de su probada capacidad para “epater le bourgeois” podía crear personajes entrañables, héroes menores que desde su debilidad eran capaces de derribar imperios.
Uno de los temas recurrentes en su obra es la lucha edípica, el padre como metáfora de un poder al que debemos enfrentarnos para construir nuestro yo. Su escritura está llena de contradicciones, de personajes que pueden ser tan tiernos como brutales, tan cariñosos como salvajes y esa es su gran riqueza, por eso le admiramos.
Pero aquí parece que se conforma con el exceso. Su retrato de los Borgia resulta gris por la falta de matices. No dudo que los componentes de esta célebre familia fueran una pandilla de hijos de puta sin escrúpulos. Y seguro que Jodorowsky se lo ha pasado pipa poniendo a sus Papas a fornicar y mostrando las debilidades mundanas de la iglesia católica. No nos ahorra ninguna trasgresión, del incesto a la sodomía pasando por mil formas de violencia. Pero al final de todo ese recorrido brutal es poco lo que capta nuestra atención, más allá del primer impacto superficial. No hay otros personajes que contrapesen esas maldades, falta contraste y una posición clara ante lo narrado.
Es como la obra de un sádico, en el sentido más literal: una enumeración de burradas. Y a mi estas cosas, como ya me pasó con el “divino marqués”, me aburren espantosamente.