Clara Lodewick
Garbuix Books, España, 2024
160 páginas, 24,95 euros
AQUELLA POR LA QUE LLEGÓ EL ESCÁNDALO
La secuencia inicial de “Merel” nos muestra a la protagonista en un concurso de patos. Su ejemplar no gana el premio y ella se lo lleva de vuelta a casa. Por las primeras páginas desfilan algunos de los actores de este pequeño drama rural.
Esta novela gráfica tiene personajes y ambientes poco habituales en un medio tan urbano como el cómic. Ya sean mainstream o indies, la mayoría se sitúan en ciudades llenas de sofisticados neuróticos. Como mucho, se nos permite en ocasiones echar un vistazo a unos suburbios cargados de familias disfuncionales y adictas al consumo, con problemas de pasta. El campo permanece como “lo otro”. El lugar donde la traumatizada urbanita de “Historia de una rata mala” iba a curarse, a recuperar la inocencia perdida. O bien como un espacio de explotación, donde unos siervos ignorantes son machacados por el empresario de turno. En todo caso, se trata de un lugar salvaje y sin intelectuales ni animalistas a la vista, así que ¡tengan cuidado! En el campo matan pájaros y perros, están avisados.
“Merel” salta por encima de los tópicos y describe la normalidad de un pueblo contemporáneo, con sus envidias entre vecinos, sus líos sentimentales, su aburrimiento y sus chismorreos. La protagonista es una ganadera de mediana edad, una señora libre que hace lo que le viene en gana. Se ocupa de sus animales, tiene algunos amantes, aunque no llega a comprometerse con ninguno, y una buena relación con sus paisanos.
Un día todo eso se acaba. Una pareja en crisis es la que detona el drama. La esposa enfadada dispara un rumor sobre las costumbres de Merel. Rumor que salta de un vecino a otro. Una de las virtudes de este trabajo es que nos recuerda que la institución del chivo expiatorio no es un invento nacido con los móviles o las redes sociales. Lo que esos dispositivos permiten es acelerar procesos que siempre nos han acompañado. Nos gusta el conflicto, lo buscamos, como deseamos lo mismo que el de al lado. Ese mecanismo mimético que tan bien describió René Girard, está muy presente en nuestra sociedad moderna, con los influencers como nuevos mediadores que dictan lo que debemos desear, cómo debemos ser. Pero esas innovaciones tecnológicas no dejan de ser impulsoras de procesos muy arcaicos. Como los que aparecen en “Merel”. Desde el momento en que alguien la señala, todo el pueblo se vuelve contra ella. La amiga de todos pasa a ser la enemiga del pueblo, en un recorrido no por conocido menos aterrador. Todo lo que altera la normalidad debe ser erradicado. Los niños se muestran muy activos en ese terreno y en algunos de los pasajes más interesantes vemos a la clásica pandilla de chavaletes juntándose para amenazar a esa vecina marcada como despreciable. También lo contrario, cómo el hijo de la que inicia el rumor es capaz de encontrar la verdad rasgando la maraña de mentiras.
“Merel” plantea un final positivo. No hay holocausto ni expulsión, no le hacen la rueda ni el pasillo, aunque por momentos le complican mucho la vida. Pero todo se mantiene en un terreno cotidiano y naturalista, sin dramas excesivos. Al final las aguas vuelven a su cauce y la protagonista recupera cierta normalidad, tras pagar un alto precio por su independencia. La obra avisa de manera muy realista sobre lo habitual de esos procesos en los que se declara culpable a alguien a quien juzgamos con ligereza y sin pruebas. Envidia es el nombre de un pecado que tenemos perfectamente olvidado.
“Merel” ha sido editado por Garbuix, una de esas pequeñas casas que están surgiendo como setas. Cuesta distinguirlas así que se agradece que el festival Comic Nostrum facilite que algunos editores presenten en Palma sus líneas de trabajo y sus planes. También revisan portfolios de aspirantes y proyectos de profesionales. Este año asistieron Daniel Díez, de Cartem y Montserrat Terrones, de Garbuix. Sus intervenciones en la Escuela de Arte de Palma fueron muy interesantes. En el caso de Terrones, descubrimos que fue ella la encargada de traer a Ulli Lust a España, cuando todavía trabajaba en La Cúpula. Ahora la ha recuperado para su nueva editorial. También seleccionó a Camille Jourdy, Mary Talbot y tantas otras. Le debemos unas cuantas alegrías viñeteras. Su selección siempre busca el tono documental, cotidiano, historias de ritmo contenido y con personajes poco habituales. Otros mundos.