La editorial mallorquina Dolmen sigue lanzando al mercado propuestas interesantes. Mantienen su política de reedición de clásicos imprescindibles pero también se arriesgan con apuestas muy actuales.
Dolmen Editorial. Palma, 2020.
158 páginas, 24,90 euros.CLARIDAD O CONFUSIÓN
Entre estas últimas se cuentan sus traducciones de Howard Chaykin, una estrella novedosa y provocadora en los noventa, difuminada y casi sin brillo en los últimos años. Se insiste en sus cualidades, sobre todo por lo que tienen de ataque directo a los valores del imperio americano.
En “Hey Kids!” mantiene y refuerza su tendencia a la subversión y a revisar la versión “oficial”. Dirige los dardos hacia su propio oficio, con una confusa Historia del Comic en la que mezcla una miríada de personajes, épocas diversas y localizaciones que se entremezclan hasta despistar al lector más espabilado. Los expertos aseguran que es un gran narrador. Siento decir que solo a veces. En general, patina a lo grande. Como autor, juega con los límites del medio y los fuerza más allá de lo habitual. Eso es muy loable, pero no tanto lo que consigue con esas piruetas narrativas.
A las pocas páginas es casi imposible seguir el relato. Habla de una etapa que conocemos bien. Sabemos cómo era el ambiente cuando los veteranos volvían del frente, lo que pasó con la EC, la crisis de los cincuenta, la ocultación de las autoras y de los dibujantes afroamericanos, el boom de los superhéroes en los sesenta, la explosión de ventas de los noventa, etc.
A las pocas páginas es casi imposible seguir el relato. Habla de una etapa que conocemos bien. Sabemos cómo era el ambiente cuando los veteranos volvían del frente, lo que pasó con la EC, la crisis de los cincuenta, la ocultación de las autoras y de los dibujantes afroamericanos, el boom de los superhéroes en los sesenta, la explosión de ventas de los noventa, etc.
Podemos identificar a algunos de los personajes principales, Stan Lee y Jack Kirby (con su inconfundible puro) y también a ese autor que roba los originales de los demás, una “costumbre” que muchos atribuyen a Gil Kane. Pero, supongo que para evitarse demandas, Chaykin no usa su nombre real. No solo eso, si en los tres citados podemos distinguir al original tras la máscara, en el resto la cosa se complica ya que aleatoriamente mezcla características de varios dibujantes para componer los suyos. Así que ese proceso de “reconocimiento e identificación” que, en otras circunstancias podría haber sido hasta gratificante, aquí deviene un ejercicio fútil y sin sentido. Por otro lado podría haber desarrollado más sus arquetipos, el artista judío, el gay, el lo que sea… Pero no lo hace. Pone en marcha a su abundante troupe y nos muestra cómo reaccionan ante diferentes circunstancias. Pero los saltos temporales y espaciales son tan constantes y abrumadores que mantener la atención puesta en lo que pasa es una tarea casi sobrehumana.
No todo es despreciable. Creo que acierta al describir esa sensación de estafa de unos autores que vieron cómo los personajes que crearon llenaban los bolsillos de editores y ejecutivos sin escrúpulos ni talento. Esa alienación que viven al ser invitados en gigantescos salones donde jóvenes aficionados veneran a sus criaturas y lo ignoran todo sobre ellos resulta conmovedora. Pero eso se explica en un contexto lioso e incomprensible. Así que, resumiendo, a mí me interesa muchísimo lo que cuenta Chaykin. Pero no cómo lo cuenta. Es un galimatías.
No todo es despreciable. Creo que acierta al describir esa sensación de estafa de unos autores que vieron cómo los personajes que crearon llenaban los bolsillos de editores y ejecutivos sin escrúpulos ni talento. Esa alienación que viven al ser invitados en gigantescos salones donde jóvenes aficionados veneran a sus criaturas y lo ignoran todo sobre ellos resulta conmovedora. Pero eso se explica en un contexto lioso e incomprensible. Así que, resumiendo, a mí me interesa muchísimo lo que cuenta Chaykin. Pero no cómo lo cuenta. Es un galimatías.
Dolmen ha lanzado otro producto también actual pero mucho más agradable. Me refiero al tomo correspondiente al año 2019 de Prince Valiant.
Como es sabido, la clásica saga de Foster lleva tiempo en manos de Schultz, que la escribe, y de Tom Yeates, que se encarga de unos dibujos cada vez mejores. No pretendo enfrentar lo convencional a lo innovador, apostando por lo primero frente a lo segundo. No, considero que es una simple cuestión de calidad. Chaykin intenta ser rompedor, pero lo que consigue me espanta como lector, me parece embarullado y me aleja de lo que quiere contar. Schultz y Yeates en cambio se mantienen dentro de una fórmula tradicional. Pero incorporan personajes femeninos interesantes y una variedad étnica que moderniza el argumento. En la vertiente gráfica Yeates es muy disfrutable. Sus figuras son poderosas y su iluminación dramática y expresiva. Las planchas en las que el héroe lucha con los leones son impresionantes, de una fuerza innegable. Yo ya espero por el siguiente.