SE ACABARON LAS LOCURAS
La revista “Mad” comenzó a publicarse en 1952. El pasado año se anunciaba su cierre, más o menos. La versión en español se intentó en 1974, sin demasiado éxito.
El prolongado desenlace
En 1975 se interrumpió. Aunque el primer ejemplar lucía el conocido logo del original americano, luego cambió a “Locuras” anunciándose como “la versión celtibérica de Mad”. No funcionó, tan solo se editaron seis números. Como tampoco lo hicieron posteriores intentos de traducción muchos años más tarde. Sus últimas versiones presentaban un horrendo color digital y, aunque se mantenían algunos de los autores más populares, ya nada era lo mismo. Parecía una variante un poco refinada de “El Jueves”.
En 1974 constituía un producto muy diferente a lo habitual en los quioscos, tanto por su apariencia como por sus contenidos. Posiblemente fue esa frescura, que caracterizó sus etapas más recordadas, lo que peor encajó por aquí. Acostumbrados a un humor extremadamente elusivo y simbólico, el de “La Codorniz” primero y “Hermano Lobo” después, cuando la dictadura empezó a aflojar no se deseaba la visión amable de “Mad” sino la crudeza del primer “Papus”. “Mad – Locuras” cayó por blandito, porque no encontró un público entre niños ni adultos. Para unos era quizás demasiado sofisticado, para los otros poco agresivo.
La revisión de aquellos gloriosos seis números es muy gratificante. En el primero nos daba la bienvenida una portada de, como se suele decir, rabiosa actualidad. Alfredito E. Neuman, la clásica mascota de rasgos orientales, sonreía mientras un apestoso humo verde le cubría media cara. En el texto se decía “¡Polución! ¿Dónde está? Yo no la veo”. En el interior nos esperaban todos los grandes autores que protagonizaron el “Mad” clásico. Con una sorprendente excepción, la de Mort Drucker. Si alguien ejemplifica con su trabajo lo que esperamos de la publicación era él, un genial caricaturista que firmó innumerables adaptaciones de películas y series. Retrataba los rostros más populares y jamás falló con el parecido de sus protagonistas. Nos dejó el pasado 9 de abril, casi centenario.
Si esos primeros números fueron lo más, los sucesivos intentos de introducción de “Mad” en España nos mostraron cómo el modelo degeneraba y pocos de los nuevos autores alcanzaban la calidad de los antiguos.
El conocido planteamiento
Curiosamente la etapa de “Mad” a la que se accede con más facilidad es la primera. Ello se debe a su vinculación con la mítica E.C. Junto con otros productos de aquella época dorada, se ha reeditado con regularidad. Pero cuando salimos de los años iniciales no resulta tan sencillo asomarse a su interior o explorar sus contenidos.
Para entender su origen debemos regresar al momento en que Harvey Kurtzman se convirtió en una de las estrellas emergentes en la editorial. Escribía y dirigía dos de sus comics bélicos, “Frontline Combat” y “Two-Fisted Tales”. Se había rodeado de un selecto grupo de dotados dibujantes, todos ellos veteranos de la IIGM como él, que aportaron un enfoque más realista a las historias. Kurtzman no solo tenía talento para el drama, sabía que también era un genio del humor. Finalmente Gaines, el director de la editorial, cedió ante sus demandas y lanzó “Mad” en 1952. La revista consiguió ser rentable y se mantuvo en pie cuando todas las otras publicaciones de la casa ya habían cerrado. Acabó siendo una de las más longevas del mercado.
Como en la línea bélica, Kurtzman era el director de orquesta, a cargo de los guiones y la visualización. Su humor se basaba en la saturación. Saturación de textos, no solo en cuanto al volumen de los bocadillos, también respecto a los dobles sentidos y los juegos de palabras. Acumulaba todos los chistes que se le ocurrían sobre el tema, hasta la extenuación. Y saturación en las imágenes. Se multiplicaban los gags visuales, destacando los aspectos más absurdos o ridículos del personaje o asunto abordado. También se aprovechaba hasta el último centímetro de los fondos para introducir chistes que los lectores podían localizar y disfrutar. Los creadores con los que ya colaboraba cambiaron de registro y nos brindaron su cara más expresiva y cómica. Parodiaban temas que podían interesar a los adolescentes, aunque su objetivo era un público más adulto, sobre todo los universitarios.
A mediados de los 50, tras la implantación del Comics Code, las publicaciones cayeron como hojas en otoño. Los tebeos se habían convertido en un chivo expiatorio, se les culpaba de todos los males de la sociedad, de las drogas a la delincuencia juvenil. Las editoriales decidieron mejorar su imagen pública autoimponiéndose un código de conducta cargado de limitaciones y que fue letal para aquellos que abordaban los temas más arriesgados. Gaines vio cómo las ventas se desplomaban y buscó la manera de esquivar el Code. Transformó “Mad” en una revista en B/N, doblando su precio y dándole un enfoque más adulto. Era una jugada arriesgada y en términos económicos le salió bien. Sin embargo sus problemas no habían terminado. Kurtzman lo abrumaba con nuevas exigencias y se vio obligado a reemplazarlo por otro de sus colaboradores, Feldstein. El primero se fue dispuesto a lanzar un proyecto pagado por un gran aficionado a los tebeos, el editor de “Playboy” Hugh Hefner. “Mad” pasó del color al B/N en su nº 24 (Junio 1955) y Feldstein asumió la dirección en el 29 (Septiembre 1956). Kurtzman se llevó consigo a muchos de sus compañeros dibujantes y el nuevo director se vio obligado a reemplazarlos por nuevos colaboradores.
El olvidado nudo
Llegamos así a la etapa menos conocida de “Mad”. Con el tiempo la revista acabaría convirtiéndose en uno de los grandes referentes del humor contemporáneo. Los cómicos más populares del cine y la televisión han reconocido su influencia, también otras publicaciones satíricas como “National Lampoon”, que llevaría sus parodias al siguiente nivel. La primera generación underground lo leyó con avidez y Crumb hasta ha dibujado alguna historieta expresando su admiración hacia Kurtzman, una especie de mentor para él. Tanto desde “Mad” como desde posteriores aventuras editoriales su humor afectó a otros creadores como los Monthy Python o Goscinny. Amplió el campo de lo permitido, rompiendo cualquier barrera anterior.
Recién llegado de México, Prohías consiguió que le hicieran una prueba. Si le habían pedido un chiste, tras una noche sin dormir se presentó al día siguiente en la redacción con una portada, varios gags y alguna historieta. Pero en aquel momento el único espacio disponible eran los márgenes de la revista.
Revísenlo y comprobarán que a principios de los sesenta Clarke estaba en la cima de su arte. Su trabajo era elegante, un destilado de los mejores hallazgos de la exquisita década anterior, un sutil envoltorio capaz de contener los mejores chistes que los guionistas de la revista podían imaginar.
Aunque no era lo más habitual, no se evitaban las alusiones políticas así que nos encontramos con Nikita Khrushchev en algunas historietas o con Castro en la portada del nº 82 (1963). Un hallazgo especialmente divertido es el del nº 60 (1961). Desde su cubierta se felicita a Richard Nixon por su elección como presidente. Cuando giramos la publicación descubrimos que Alfredito está felicitando igualmente a Kennedy en la contraportada. Lógicamente a los chicos de “Mad” les daba lo mismo uno u otro. Los dos ofrecían oportunidades para la parodia y no iban a desaprovecharlas. En el interior nada hacía alusión a la investidura de Kennedy que tuvo lugar aquel enero de 1961.