312 páginas, 24 euros.
PRUEBA DE MUERTE
Parece que a los lectores les ha costado reconocer al sosegado Taniguchi en esta trepidante aventura dibujada en los inicios de su carrera.
En realidad no es tan sorprendente si recordamos uno de los primeros trabajos que le conocimos: Hotel Harbour View, donde abordaba ambientes similares a los de Enemigo. En aquel relato llamaban la atención las páginas dedicadas a la trayectoria de una bala, que tardaba un montón de viñetas en alcanzar su objetivo. Cuando luego conocimos su Caminante, comprendimos que aquella morosidad era una de las claves de un autor que con el tiempo acabaría encontrando sus propios ritmos y cadencias, hasta ajustarlos con precisión a unos contenidos cada vez más poéticos y trascendentes. Pero en ese momento la estilizada violencia de Hotel parecía casi una broma.
Enemigo comparte el gusto por la acción y el protagonismo de un tipo duro que en los textos que acompañan a la historia se relaciona con diversos arquetipos cinematográficos, de Eastwood a Rambo. No dudo de esas influencias ya que en el momento en que Taniguchi se hace cargo de este comic (1984-85) se vivía el apogeo del cine de acción estadounidense. Aunque él se encargó de añadirle ciertos matices propios, como el perro que acompaña al héroe y que nos remite a la larga relación con la naturaleza que caracteriza al dibujante, o influencias tomadas del tebeo italiano, Micheluzzi o Giardino para ser más concretos. En la actualidad yo citaría otro referente cinematográfico: Prueba de vida, la peli de Hackford que narra un secuestro en las selvas hispanoamericanas, con su posterior y muy emocionante intento de rescate.
Y algo más. A mi este tebeo me recuerda mucho a las novelas de Forsyth. Como en ellas, hay espacios para la reflexión y la descripción de un mundo conflictivo donde diferentes grupos de poder luchan entre sí, a escala local, familiar y global. Nada es nunca lo que parece en juegos dominados por la ambición y el deseo de tener más que el otro. Si el enfoque periodístico es importante en Forsyth, lo mismo ocurre en el caso de Taniguchi, aunque en seguida la crítica deja paso a la acción y lo único que nos importa es qué va a hacer el protagonista a continuación. Si el escritor inglés ancla sus relatos en la realidad, atrapándonos con su información, todo eso se desvanece ante las peripecias del héroe, cuyo siguiente movimiento es siempre inesperado. No tendrán ni mucha profundidad psicológica ni los finales serán tan rotundos como nos gustaría. Pero quien lea El puño de Dios o Enemigo se va a pasar un rato muy divertido, completamente subyugado por el arte de unos narradores que saben cómo captar nuestro interés y mantenernos enredados en sus fabulaciones.
La acción en Enemigo se desarrolla en un país imaginario y con compañías y gobiernos inventados. Pero no se alejan mucho de una realidad que todos podemos reconocer. Se nos ofrece una visión bastante descarnada de la lucha entre diversos grupos paramilitares, guerrilleros y soldados del gobierno. Y luego eso se equipara a las escaramuzas tribales en el seno de una gran empresa familiar. Y sin discursos. Aunque en esencia ya nos encontramos ante el característico héroe de Taniguchi, silencioso y meditabundo, este es un tebeo de acción, donde las metralletas cuentan más que las palabras. Pasen y disfrútenlo.