128 páginas, 22 euros.
MI MEJOR ENEMIGO
Esta saga sobre un judío que se hace millonario en la Francia ocupada alcanza su último capítulo. Al mismo tiempo nos llega Silas Corey, editado por Dibbuks una trepidante fantasía ambientada en París durante la Primera Guerra Mundial.
Ambos volúmenes vienen firmados por Fabien Nury, que acumula así un considerable montón de trabajo publicado en nuestro país. A su adaptación Atar Gul debemos sumar su colaboración con Cassaday en Yo soy Legión y su serie W.E.S.T. Todavía no he podido disfrutar de esta última, ya que confieso que la había dejado pasar de largo. Vista la calidad de sus últimas obras voy a ponerme al día cuanto antes.
Ese es sin duda uno de los puntos fuertes del guionista, como la conclusión de Érase una vez en Francia pone de manifiesto. Joanovici, ese judío tramposo y buscavidas que amasa una fortuna sin saber leer ni escribir, nos había fascinado en los primeros álbumes. Y, lo que resulta más asombroso, lo conseguía desde una casi perfecta ambigüedad moral, con su carnet de la Gestapo y sus problemas familiares, siempre dispuesto a todo con tal de sobrevivir. Ahora Nury va un paso más allá y nos presenta a lo que aparentemente es un clásico de las tramas negras: un juez incorruptible que dedica su vida a castigar al malvado colaboracionista. Pero por el camino algo le ocurre. Primero admiramos su firmeza, mientras alrededor suyo todo se desmorona. Lo trasladan, le quitan el caso, violan a su mujer… Hasta que la presión convierte su voluntad de justicia en pura venganza y en un arranque de ira grita contra el “puto judío”.
Asistimos así a una nueva pirueta del guión, muy similar a la realizada anteriormente con Joanovici. Aquel pasaba de víctima a verdugo, en una trayectoria que nos permitía, si no compadecerle, sí al menos comprender sus razones. Ahora admiramos la labor del juez Legentil, como la de todos aquellos magistrados capaces de luchar contra la corriente de opinión general, los ataques de los políticos o cualquier otra circunstancia adversa, atentos solo a las pruebas. Pero luego esas fuerzas literalmente lo hacen pedazos y acaba convertido en algo muy diferente a lo que era al principio del relato, un tipo mezquino a quién no preocupan los medios que emplea con tal de alcanzar sus fines.
No les desvelo cómo evolucionan los personajes al final de la historia pero sí les adelanto que Nury se las apaña para trabajar con asuntos tremendamente delicados y anticlimáticos. Ver al protagonista envejecer y reflexionar sobre su vida en una lenta decadencia no es un material a priori muy emocionante. Sin embargo el guionista vuelve a lograr el más difícil todavía. Nos engancha a lo que ocurre gracias sobre todo a su habilidad para describir los cambios en los protagonistas, sus matices morales, las sutilezas de sus comportamientos.
Érase una vez en Francia es una obra mayor, una gran lección de historia que resulta no obstante muy actual porque los temas que aborda son universales, los personajes están perfectamente articulados, el dibujo es mejor de lo que parece, con una narrativa clara y sin concesiones. En fin, que no pueden perderse la que sin duda es una de las mejores sagas del año.