CUANDO NADA TERMINA
Tradicionalmente se sostenía que la diferencia entre el mercado americano y el europeo radicaba en el enfoque mercantil del primero frente al protagonismo de los autores en el segundo. Los hechos demuestran que esto no es exactamente así.POBRES PERO FELICES
Acaba de llegarnos la última aventura de Astérix, que por primera vez no ha sido dibujada ni escrita por sus creadores originales, el ya fallecido Goscinny y Uderzo, que ha supervisado este álbum. La práctica de convertir a los héroes de cómic en marcas explotadas por sucesivos equipos artísticos no es nueva.
Al otro lado del charco innumerables dibujantes han pasado por Tarzán, Thor, el pato Donald o cualquier otro personaje más o menos emblemático. Mucho más cerca tenemos los casos del Capitán Trueno o de Spirou. A éste último todos lo asociamos con Franquin, que sin duda dejó una marca indeleble en el famoso botones, pero que no lo creó. Su “padre” fue Rob-Vel, que a su vez se lo cedió a otro grande, Jijé, ya que los derechos pertenecieron desde el principio a la editorial. Otras famosas creaciones del ámbito franco-belga también han pasado por varias manos, de Lucky Luke a Blueberry, por ejemplo.El asunto tiene su miga, ya que implica por un lado lo relativo a derechos de propiedad y por el otro al control de un autor sobre su idea. Respecto a lo primero es un terreno donde se ha avanzado bastante. Hoy por hoy grandes compañías como Marvel han flexibilizado sus demandas de propiedad y destinan parte de los beneficios a los creadores originales de los personajes. Por supuesto, se entiende que cuando se crea algo nuevo los autores recibirán un tanto por ciento de los futuros beneficios. Es un tema espinoso donde no deben menospreciarse los derechos de las editoriales ni robar a los autores el fruto de su inteligencia y esfuerzo. Pero se han dado ya muchos pasos en la buena dirección. Cuando una serie tiene éxito normalmente sus creadores pueden llegar a cobrar sumas millonarias. Uderzo, que ahora ha cedido el testigo de Astérix, no es una excepción.
El tema del control es más delicado. Los autores siempre se quejan de los malvados editores, que desvirtúan las sabias decisiones de los primeros. No dudo que esto sea así, pero tampoco los creadores aciertan siempre. Si este nos ha ofrecido su versión de un determinado personaje, quizás aquel pueda brindarnos otra diferente. Ha ocurrido muchas veces en el pasado. Me gusta el Tarzán de Foster, pero me enloquece el de Manning. Al contrario, nunca soporté el Tex original, pero la aproximación de Claudio Nizzi cada día me resulta más convincente. Hablo de creatividad. Hay autores que pueden originar nuevos conceptos pero no son tan buenos en su desarrollo. Al contrario, otros prefieren emplear bases ajenas para retorcerlas y conducirlas en direcciones inesperadas. Suponer que la creación parte siempre de cero es reduccionista e ingenuo. Crear es en muchos casos recrear, mezclar, agitar.
¿Que algunos personajes se convierten en marcas comerciales, piezas dentro de un engranaje cada vez más grande? No me preocupa. Entiendo que hay creaciones únicas, irrepetibles. Nadie debería continuar las novelas gráficas de la última etapa de Eisner. Pero es lícito que se intente revivir su Spirit. Ya veremos, cuentan los resultados, no las intenciones. Esto mismo podría decirse de las últimas Jornadas Comic Nostrum, celebradas en Palma hace pocas semanas.
A mi siempre me han repateado esas descripciones de gente que se va a la India o lugares exóticos similares y vuelve contando maravillas sobre indígenas en la miseria pero ¡tan felices! Nadie se atrevería a trasladar ese tipo de afirmaciones a geografías más cercanas, so pena de ser acusado de paternalismo, xenofobia o cosas peores. Pero como lo que subyace es una crítica a nuestro sistema capitalista, materialista, corrupto, desequilibrante y no sé qué leches más, pues ya va bien. Opino que explotar a alguien en Pakistán es tan injusto como hacerlo en Cuba o en Detroit. No sé de norcoreanos felices. Y si la religión nos ha sentado tan mal a los españoles no entiendo porqué habría de convenirles a los hindúes.
Este año Comic Nostrum nos ha brindado muchos momentos memorables. Las master class de los invitados han sido un éxito de participación y es una de esas actividades que sin duda crean afición. Los encuentros con los editores han sido sugerentes y necesarios para un colectivo de autores que necesita buscar trabajo más allá de estas tierras. Las exposiciones han estado dispersas pero han sido variadas y muy interesantes. Para recordar muchas de las charlas, con sorpresas incluidas como la ternura del Tomi o el humor de Blutch. Nifflé demostró que la supervivencia de la revista Spirou no es fruto del azar sino de la inteligencia del director al mando, que es él. Supongo que se podía mejorar algún detalle, pero el balance es muy positivo.
Y sin apenas pasta. Comentando con los organizadores las estrecheces económicas por las que pasan las Jornadas, descubro con estupor que no hay partidas que les compensen las horas perdidas y los esfuerzos realizados. No se montan exposiciones, se reservan vuelos y hoteles, se coordinan los mil y un detalles que implica un evento de estas características por la cara. O mejor: sólo se hace una vez. Muchos me expresaban su felicidad por el sentido de comunidad que habían recuperado. Porque esta actividad les permitía encontrarse y comentar las dificultades compartidas. Todo muy bonito y edificante ¡pero hay que cobrar! Porque si no el cansancio llega antes y las ganas de abandonar nos invaden. Es de agradecer la participación de todas las instituciones implicadas, pero se necesita un esfuerzo suplementario, si se desea mantener esta excitante iniciativa.
CUANDO ALGO FUNCIONA…
ASTÉRIX Y LOS PICTOS
Ferri y ConradSalvat, 2013.
48 páginas, 12,90 euros.
Si un editor decide prolongar el éxito de un personaje puede seguir dos caminos: mantener las características que lo han hecho popular y por las que se le conoce, o arriesgarse a introducir cambios y sorprender a los lectores con algo completamente nuevo. En el caso de Spirou, nos topamos con atrevimientos tan sonados como su versión infantil, ese Pequeño Spirou que no teme abordar ningún tema, por espinoso que sea. Pero entiendo que un editor con un gran negocio entre sus manos se resista a los golpes bruscos de timón. Es lo que pasa con Astérix y los pictos. ¿Cuál es su mayor virtud? Que nada cambia ¿Su mayor defecto? El mismo.
No me quejo. Confieso mi distanciamiento de la serie desde hace años. Adoré las correrías del pequeño galo en mi infancia, Uderzo me parecía un dibujante extraordinario (de esto todavía no me cabe ninguna duda), me encantFaban las traslaciones al pasado de detalles de la actualidad, la discreta pedagogía de Goscinny, que entre bromas y aventuras ligeras deslizaba no pocos datos sobre el mundo romano, sus características y hasta su lenguaje y, por supuesto, sus engrasados mecanismos cómicos, con gags recurrentes y su gran familia de personajes perfectamente definidos. Astérix es una de las cumbres del comic europeo pero su apariencia fácil y ligera hizo que casi no nos diéramos cuenta. Competía con Tintín, que era más “serio” y trataba temas importantes. Con los años he descubierto que esta era una falsa oposición y que los valores por los que el belicoso galo debe ser juzgado son simplemente otros, diversos a los del reportero belga.
Casi había olvidado las entregas escritas por Uderzo. Todo el mundo parece estar de acuerdo en que no son gran cosa, aunque no carecen de pasajes divertidos. La serie ya había flojeado con anterioridad y no cuento ni Asterix en Bélgica ni La gran travesía entre mis favoritos. Pero es que en sus mejores momentos Uderzo y Goscinny firmaron verdaderas obras maestras, como las aventuras en Córcega o en Helvecia, La vuelta a la Galia de Astérix y tantas otras. Aplaudo la decisión de pasar el testigo a un equipo más joven. ¿Qué Conrad no exhibe el estilo del que hacía gala en sus series anteriores? Me parece natural. Supongo que si el experimento funciona, irá paulatinamente separándose de Uderzo. Pero desde luego aquí queda claro que lo ha tenido encima de la chepa durante toda la producción porque el parecido es notable. Curiosamente donde menos convencen es en la portada, que firman al unísono y resulta flojita. Pero en el interior la imitación del maestro es perfecta.
El guión plantea una aventura casi canónica de Astérix, con todos sus lugares comunes y su estructura habitual. Un extraño llega al poblado galo, está en apuros y deciden ayudarlo, para ello le acompañan a su país de origen, etc. Por el camino, peleas con los piratas y los romanos, enfrentamientos con un malo local y los clásicos intercambios culturales. Está bien, no me parece sencillo tomar unos ingredientes tan manoseados y conseguir que vuelvan a funcionar. Habrá quien califique esta obra como “industrial”, a mi me parece un homenaje sentido y realizado con mimo, cuidando todos los detalles. No defraudará a los lectores habituales de la serie ni aburrirá a los ocasionales, como es mi caso. Al contrario, creo que adquiriré los episodios que me faltan. La experiencia de volver a visitar los familiares mundos de Astérix ha sido muy agradable, casi como volver al hogar.