viernes, 5 de abril de 2013

SOBRE EL CLÁSICO "PRINCE VALIANT" de E. MARTÍNEZ-PINNA

El rescate emocional de un clásico: “Prince Valiant”, la obra cumbre de Hal Foster  de Eduardo Martínez-Pinna.  Edita Manuel Caldas.
El rescate emocional de un clásico: “Prince Valiant”, la obra cumbre de Hal Foster
de Eduardo Martínez-Pinna.
Edita Manuel Caldas. Portugal, 2012.

64 páginas. 18,50 euros.

EN LOS TIEMPOS DEL REY ARTURO


Se publica una nueva monografía sobre el Príncipe Valiente al tiempo que concluye la edición completa de sus aventuras.


Esta colección nos ha permitido revisar la aportación de Schultz y Gianni a la serie. Aunque recientemente un volumen recogía parte de sus planchas, ahora se nos ofrece su trayectoria hasta el pasado año, completando nuestra información. Como ya comenté en su momento, es difícil que nadie resista la comparación con Foster, pero Gianni al menos aporta un talento personal con una sensibilidad muy particular para los tramados. Sorprende cómo emplea sus herramientas y las texturas que obtiene de sus plumillas y pinceles, especialmente llamativas en sus hombres prehistóricos, por ejemplo. Enlazando con la tradición, capta nuestra atención al utilizar recursos antiguos como el pincel seco, que actualmente apenas se emplea y él derrocha en sombras y perfiles.

En cuanto a Schultz, hablaba del enfoque más fantástico que había querido darle a la serie. Siendo más precisos, lo que nos encontramos es un homenaje masivo al maestro Harryhausen, con la aparición del cangrejo gigante que inventó para La Isla Misteriosa, entre otras imaginativas criaturas, de dinosaurios a lagartos gigantes. Pero esa tendencia de los argumentos a incluir componentes irreales no excluye la participación de ciertos matices que hicieron famosa a la serie original. Me refiero sobre todo a las ricas y complejas relaciones entre Val y su familia. Schultz no sólo nos muestra a Aleta enfadada por tener que perseguir por medio mundo a un marido que apenas se acuerda de llamarla. También su hijo le acusa de irresponsable y le echa en cara su actitud irreflexiva y su complejo de Peter Pan. Para mantener el mito el guionista sabe que debe cuestionarlo, mostrar sus puntos débiles y luego seguir como si tal cosa. Y es exactamente lo que hace. El Príncipe Valiente es un cabeza loca que se pasa la vida metiéndose en líos, algo que no casa mucho con su estable vida familiar. Una vez que se enuncia esa paradoja, el lector puede seguir disfrutando con la historia sin sentir que le toman el pelo.

El rescate emocional de un clásico: “Prince Valiant”, la obra cumbre de Hal Foster  de Eduardo Martínez-Pinna.  Edita Manuel Caldas.
Aunque esta edición completa de la saga es sin duda la mejor y más completa hasta la fecha, nos ha dejado también con la miel en los labios, ya que no hemos podido disfrutar del arte de Yeates, encargado de dibujarla desde el año pasado. En fin, a ver si pronto podemos echar una vistazo a esa última etapa. Mientras, podemos mitigar nuestras ansias con el enésimo volumen dedicado al héroe. Edita el infatigable Manuel Caldas y sólo por las espléndidas reproducciones que contiene su adquisición merece la pena. Incluye una plancha en el exuberante formato original y no pocas viñetas donde admirar la destreza del dibujante con el pincel.

Respecto al texto, yo diría que es algo más irregular. Se realiza un repaso a la trayectoria vital de Foster y a sus aventuras editoriales, deteniéndose en los pasos previos y las influencias que le llevaron de Tarzán a Valiant. Luego se citan los deslices históricos de la serie y sus aciertos dramáticos y se dedica un aparte a los caballos (según parece el autor es veterinario). También se aborda el espinoso asunto de los formatos, la reproducción y las diversas ediciones por las que ha pasado Val. Considero que donde más patina es en el análisis de determinados aspectos del guión. Prince Valiant llama la atención por el dibujo pero enamora por su argumento, por la sólida construcción de los personajes. Juzgarlos con premisas actuales, a la estrecha luz de lo políticamente correcto, resulta bastante inadecuado. Que es exactamente lo que hace Martínez-Pinna. Se pierde en justificar los azotes que Val propina en el augusto culo de su indomable esposa. O en explicar las inmoralidades que debe cometer para derrocar a reyezuelos indignos que disfrutan torturando a su pueblo. Val es ante todo un tipo práctico, cuya mentalidad debe más al americano medio de los tiempos de Foster que al caballero medieval al que se supone representa. Como tal está lleno de contradicciones, que se integran en una lógica final, en un sistema de valores coherente. Y eso vale para sus relaciones con los malos y con las mujeres. De Aleta a Tillicum, pasando por las dos hijas de Val, la serie está cargada de mujeres con carácter cuya sola presencia vuelve innecesaria cualquier duda respecto al feminismo o machismo de Foster. Por supuesto que su visión de la mujer es absolutamente respetuosa, por eso mismo no es simple ni carece de aristas.