LOS OTROS
Antes de que los zombis invadiesen las páginas de los tebeos otro ejército de muertos vivientes había peleado por hacerse un hueco en el corazón de los lectores. Ahora su breve pero intensa existencia se celebra con una curiosa exposición.
Curiosa porque supone una cierta reconciliación entre el Ayuntamiento de Palma y el sector de las viñetas. Tras la desaparición del Premio Ciudad de Palma dedicado al cómic, otras actividades parecían en peligro. Finalmente y con las limitaciones que la crisis impone, todo vuelve a la normalidad. Primero esta muestra que se adelanta un año a la conmemoración del nacimiento de la revista “Nosotros somos los muertos”, para septiembre se prepara otra exposición dedicada a Tomeu Seguí y por mi parte también tengo en marcha un proyecto para enero de 2013.
Todas ellas se celebrarán no en el Solleric como venía siendo habitual sino, según palabras de Seguí, “extramuros”, en Ses Voltes, una sala cuya señalización debe ser mejorada si se desea aumentar el número de visitantes. El lugar no deja de ser un enclave privilegiado a los pies de la Seu, pero de alrededores un tanto inhóspitos. La muestra se ha encajado en las salas que dejaba libres otra exposición que plantea una relación entre la abstracción y el paisaje romántico, como ya sugiriera Rosenblum en su clásico ensayo. Titulada siguiendo la cita de Nietzche sobre asomarse al abismo y bla-bla-bla, daba pie a Pere Joan para comentar que, “tras el abismo vamos nosotros”. Una broma que conecta con cierta tendencia apocalíptica que siempre se relacionó con su revista.
Vaya por delante que la expo es muy recomendable, con vídeos que explican la azarosa historia de la publicación y recorren el trabajo de sus múltiples colaboradores, originales de algunas de sus planchas y material gráfico diverso. Como esas otras revistas de tendencia similar y que aparecieron en los lugares más distantes del planeta, fruto de esa hermandad alternativa que intentó mantener el sueño de unas viñetas diferentes a las habituales. Porque eso fue al fin y al cabo NSLM, una fantasía, la esperanza de un grupo de autores de encontrar lectores suficientes como para mantener con vida una publicación que se autodefinía como cadáver. En un momento en que todas las revistas se extinguían, con El Víbora resistiendo hasta un final que también le acabó llegando, NSLM no fue, nunca pudo ser, una excepción. Creo que está bien recordar su osadía y sus logros que no fueron pocos. Sobre todo en el terreno de mostrar creadores que apenas eran conocidos por aquí. No es que ahora sean mucho más populares, pero tenía su merito adelantar muestras del trabajo de Ware, Cooper o Trondheim cuando nadie se había atrevido todavía a publicarlos. Su voluntad de ofrecer sólo obras de una radicalidad casi perfecta nos permitió echar un vistazo a los grafismos más extravagantes del universo. Algunos eran fascinantes y otros realmente indigestos.
En un mercado tan raquítico como el español, donde hasta los productos de masas cuentan con tiradas mínimas, algo tan poco comercial debía necesariamente fracasar. Si apenas hay lectores de tebeos difícilmente encontraremos lectores de anti-tebeos. A partir de aquí podemos abandonarnos al discurso elitista de siempre: el pueblo no tiene ni idea y las obras más arriesgadas sólo pueden ser apreciadas por una minoría educada y exigente. Yo creo en la libertad de elección. Está bien que tengamos tebeos de la Patrulla X y de Car Boy. Ahora bien, las historias de Car Boy, de la Colino o la Doucet, las obras completas de Sequeiros y un largo etcétera que aparecían en NSLM me resultaban aburridas, insufribles, feas y hasta mal hechas si me apuran. No defendería el ochenta por ciento de lo que venía en el interior de la revista, pero considero que su existencia era positiva para el mercado, al aumentar la oferta y hacerla algo más variada.
Su fracaso comercial no puede ni debe relacionarse con la calidad de sus contenidos. Como no gustamos a las masas es que somos “mu güenos”. Perdonen, pero discrepo. Algunas entregas más líricas de Max, Matotti o los desvaríos filosóficos de Pere Joan llamaban mi atención y hacía el esfuerzo de entrar en sus mundos y ajustarme a sus ritmos. Pero NSLM estaba saturada de desvaríos difíciles de tragar. Esta es su paradoja más llamativa: que debía ser defendida y apoyada precisamente por estar abocada al fracaso. Recuerdo una charla de Max y Pere y en el Salón de Barcelona. Entre miembros de la organización y conferenciantes no sumábamos más de media docena de personas interesadas en escuchar lo que tenían que decir sobre la “gráfica radiante”, una de las múltiples invenciones de la revista. Creo que se debe conmemorar la efímera existencia de NSLM aunque considere que sus virtudes son tan grandes como sus defectos. Amen.