184 páginas, 12,95 euros.
COMPARTIRÉ TU TÉ
A estas alturas ya son legión los aficionados que valoran el trabajo de Stan Sakai. Cada una de sus entregas nos demuestra su talento y capacidad para emocionarnos.
Si no me creen cómprese el último volumen de Usagi Yojimbo y verán a qué me refiero. Sé que la proyección empática del lector en los personajes de ficción está mal vista. Disfrutar con la victoria del bueno y la derrota del villano no es “cool”. Quienes intentan dictar nuestra opinión llevan años proponiéndonos modelos alternativos, tipos sin escrúpulos o sin sentimientos, retorcidos o directamente inhumanos, cualquier cosa antes que estremecerse ante los héroes tradicionales. Afortunadamente siempre nos queda Eastwood con su Gran Torino, por ejemplo, para demostrar que el bien aún existe aunque aparezca disfrazado de viejo gruñón. O Sakai con su Usagi Yojimbo.El otro día me encontraba con una pertinente frase de Chesterton, que cito de memoria: “No nos gustan los cuentos porque creamos en brujas, ogros o demonios, sino porque creemos que es posible derrotarlos”. Me parece que da en el clavo del asunto. La lucha del héroe nos complace no porque olvidemos su irrealidad sino porque carga con nuestras esperanzas. Sabemos que nadie es así, pero siempre podemos soñar con ello, aspirar a ello. Así que sí, confieso que me identifico con las desventuras de Usagi, con sus anhelos, que lucho sus batallas y lloro sus penas. Y que Sakai me parece grande porque consigue que su humilde conejo samurai resulte tan admirable y lleno de humanidad.
En esta su última entrega el protagonismo se divide entre él y su vieja amiga Tomoe con quien comparte una tensión sexual no resuelta, como se suele decir. Aficionado a la documentación exhaustiva y el detalle cuidado, el autor no permite que se establezca una relación entre dos personajes que se deben a sus obligaciones y que habitan dos mundos opuestos. Pero cada vez que se acercan saltan chispas.
El volumen se abre con un vibrante recuerdo de la infancia de Tomoe, la hija de un maestro de esgrima a quien no se permite emplear la espada. Pero cuando su señora está en peligro la chica se ve obligada a desvelar sus habilidades en una escena brutal y maravillosa. Después de ese electrizante arranque Sakai se recrea paseando a personajes que ya conocíamos de episodios anteriores, nos regala el bonito relato “El fantasma del pozo”, con su perfecto final, y con aparente buen humor nos conduce hasta el último capítulo: “Chano Yu”. Como algunos de ustedes ya sabrán, el título hace referencia a la ceremonia del té, uno de esos rituales de los que hemos oído hablar, que incluso hemos contemplado en sagas tan banales como Karate Kid y que catalogamos como algo exótico y no del todo comprensible.
Sakai, demostrando nuevamente su sensibilidad y buen hacer, dedica todo un episodio a esta ceremonia. Como él mismo explica en las notas, se le supone un carácter más espiritual que mundano, una comunión que no está del todo alejada de la cristiana, que surge a partir de la repetición de una serie de pautas siempre ejecutadas de la misma forma. Ese carácter eterno y universal de la ceremonia del té permite una cierta relación entre esos dos personajes a quienes conocemos y amamos, pero también señala los límites que no les está permitido cruzar. Todo resulta hermoso y triste a la vez.
Mientras, se insinúa un futuro matrimonio concertado para Tomoe. Una nueva muestra de la grandeza de Sakai. Yo ya estoy deseando saber más.