Random House Mondadori. Barcelona, 2010.
80 páginas, 17,90 euros.
¿A QUIÉN LE IMPORTA?
No deja de asombrarme cómo ciertos autores emplean tanto talento para describirnos lo absurdo de nuestra existencia. Si se piensa que la vida es un recorrido azaroso que inevitablemente nos conducirá al fracaso y la desesperación, ¿porqué insistir en ello?
Las razones metafísicas de tal repetición se me escapan. Supongo que se encuentra algún consuelo en arrastrar a los demás hacia tales convicciones. ¡Os lo había dicho, todo es una mierda! Esa es la posición de Clowes, superados sus titubeos iniciales en Eihghtball. ¡Una mierda sin solución! Ya lo dijo bien alto en Como un guante de seda forjado en hierro, donde descubrimos hasta dónde podía llegar. Un tratamiento gráfico excelente para una trama a lo David Lynch que, por supuesto, no iba a ninguna parte. ¡Todo da asco! Continuó repitiendo en sus siguientes entregas, la exitosa Ghost World, la anodina y apocalíptica David Boring o en Ice Haven.
Por el camino, tuvo ocasión de demostrar su habilidad e inconfundible ironía. Mark Schultz lo consideraba el tipo más interesante de su generación y no seré yo quien le contradiga. No puedo olvidar algunos de sus chispazos de genio, como la intensa Caricatura, la divertida Art Schooll Confidencial o Pussey!, donde se burlaba cruelmente de algunos ilustres compañeros de profesión. Todo ello servido con un dibujo preciso y elegante y un empleo muy comedido y eficaz del color.
¡No te esfuerces, el mundo es un infierno! Ahora insiste en sus prédicas y nos brinda un nuevo paradigma aborrecible más. Hace ya tiempo que Clowes evita los personajes con los que el lector pueda identificarse, qué ocurrencia tan antigua. En su lugar se decanta por tipejos despreciables, sociópatas como este Wilson que queda definido en la antológica secuencia del paseo con el perro. Todos los que pasan saludan al animal con un “bonito perro”, sin reacción por parte de Wilson. Hasta que se cruza con uno que, simplemente, no dice nada. “¡Capullo de mierda!” es la airada réplica del héroe.
Clowes salta de un estilo a otro, en un intento de distanciar al lector, de obligarle a recordar que esto es sólo un tebeo de mierda más. Y construye así un retrato a jirones, con fragmentos que sin embargo empujan la historia hacia adelante, donde lo único que permanece estable es el avinagrado carácter el protagonista. A veces llega a parecer humano, pero en general consigue mantenerse a la altura de otros héroes clowesianos. ¿Sentimientos yo?, no sé de qué me habla. Este microuniverso es tan inhóspito y descorazonador que aumenta la eficacia del corrosivo humor que caracteriza al autor. Algunos chistes son antológicos, como el del taxista que deduce qué desea Wilson: “¿Quiere putas?”. “¡Eso es! ¡Ahora lo ha pillado! ¡Estoy buscando a mi ex-mujer!”. O, por supuesto, las bromas con los paquetes de heces. Lo que demuestra, supongo yo, que hasta el averno puede ser divertido.
Clowes es un autor de innegable destreza, pero su insistencia al describir una y otra vez esos infiernos cotidianos acaba siendo insoportablemente repetitiva. Si tiene problemas con su vida y le gusta leer sobre otros que aún están peor que usted, éste es sin duda su tebeo. De mierda, por supuesto.