jueves, 8 de julio de 2010

Día de Mercado - James Sturm


Astiberri Ediciones.
Bilbao, 2010.
92 páginas. 16 €.

EL MERCADO Y EL ARTE

Los resúmenes que ofrecen pistas al lector en la contraportada de esta novela gráfica pueden resultar engañosos. En ellos se insiste en el aspecto más social, económico, de la obra de Sturm. Un fabricante de alfombras judío va a vender su género al mercado y allí, en lugar de su comprador habitual, se encuentra con un nuevo dueño y precios más bajos que aquellos a los que estaba acostumbrado. Derrotado, acaba malvendiendo su producción a un mayorista. Esto es suficiente para que las reseñas insistan en la maldad de “las impersonales fuerzas del mercado” y otras memeces semejantes.

Supongo que esas pistas sirven para invitar a los creyentes a renovar su fé en las bobadas habituales: el mercado es mu malo, no tiene sentimientos y todo eso. Afortunadamente, el trabajo de Sturm tiene poco que ver con esa descripción. Parte de una anécdota, de la que voluntariamente se olvida la primera parte. Un artesano encuentra a un empresario que valora su trabajo. Eso le lleva a instalarse por su cuenta, ignorando los consejos de quienes le advierten que su suerte puede cambiar. En el presente, el momento en que se inicia la historia, Mendleman, el judío protagonista, se dirige hacia el mercado, como es habitual, pensando en el hijo que espera y en el diseño de futuras alfombras. Luego nada sale como esperaba, pero el volumen es mucho más que una reflexión sobre los cambios de la economía y cómo estos afectan a los pequeños productores. Habla, sobre todo, del sentido de la vida en general y de la actividad artística en particular.

El libro cuenta con varios atractivos. Por una parte el dibujo de Sturm, contenido y delicado, poético sin pretensiones y acompañado de una delicada gama de tonos terrosos y una narrativa tan firme como discreta. Por otra el tono marcadamente judío. Desde las primeras viñetas vemos cómo el protagonista se entrega a las más tristes reflexiones, su hijo va a nacer y él podría morir. Poco después su orgullo de artesano se impone, así como la alegría de llegar al mercado y contemplar a la multitud. Pero, tras comprobar que no podrá vender sus alfombras, todo se transforma, se vuelve feo y deprimente. Asistimos a un terrible drama personal que no puede acabar bien.
Por un lado hay una explicación contextual a esa angustia. La situación de los judíos en la Europa del siglo pasado no era precisamente agradable. Sturm ya había tocado asuntos parecidos en su trabajo anterior, El asombroso swing del Golem, una obra que denunciaba el racismo hacia los judíos en un país tan poco sospechoso como los USA. Fue allí donde realmente pudieron demostrar sus capacidades sin las trabas que encontraban en el viejo continente. Con todo, como nos recuerda el autor, no fue exactamente un camino de rosas. Iba mucho más allá de la mera denuncia, firmando un relato donde destaca ese momento épico en que el Golem pierde el control y la leyenda se vuelve real.
En Un día de Mercado Sturm tiene la inteligencia de emplear una pequeña anécdota para construir una gran historia sobre nuestros deseos y frustraciones, el choque entre nuestros sueños y la realidad. Resulta perfectamente creíble, nos identificamos fácilmente con su protagonista, ese sufrido Mendleman que nos recuerda la diferencia que puede marcar un hombre. Cuando pierde a su benefactor su mundo se desmorona.
Mientras escribo estas líneas, escucho con vergüenza cómo algunas personas, por el mero hecho de ser judías, son perseguidas en las calles de nuestro país e incluso en nuestras universidades. Agradezco que trabajos como los firmados por Sturm nos recuerden un antisemitismo que desgraciadamente nunca desaparece del todo.