Panini Comics, Barcelona, 2015.
488 páginas, 40 euros.
LAS LLAVES SECRETAS
El pasado año se publicaron dos obras con guión de Joe Hill, “Inmersión” y “Un cesto lleno de cabezas”. Las dos eran excelentes y despertaron mi curiosidad respecto a trabajos anteriores del hijo de Stephen King.
IDW publicó “Locke & Key” en 2008. En 2015 se reeditó en formato Omnibus en dos tomos. En 2020 saltó a la pequeña pantalla de la mano de Netflix. Es una obra que en su momento se me escapó ¡y es buenísima! Así que pueden considerar lo que sigue como un acto de contrición. Disculpen el despiste y permitan que les explique lo que nos estábamos perdiendo.
En la serie, Hill cuenta con un compañero de excepción, el dibujante chileno Gabriel Rodríguez. Juntos consiguen el perfecto equilibrio entre unos componentes visuales de vanguardia y unos contenidos ingeniosos e imaginativos. El guión no se anda por las ramas y en el primer episodio una familia es asaltada por unos degenerados, el padre muere y la madre y los hijos consiguen reducir al malo y sobrevivir. El número se cierra con el niño pequeño atravesando una puerta y convirtiéndose en fantasma. Otros ingredientes: una violencia que puede llegar a ser muy gráfica, una disposición de viñetas siempre variada y con estructuras innovadoras, con un empleo constante de los solapamientos y la simetría central, secuencias temporales que se entremezclan con agilidad y aspectos crudamente realistas que se alternan con brotes delirantes.
El argumento está minuciosamente organizado y llama la atención cómo Hill introduce elementos que muchos episodios más allá encuentran su sentido. O cómo se toma su tiempo con personajes en apariencia desconectados de la trama, para luego engarzarlos en su emocionante final. Se nos cuenta la historia de una casa llena de llaves mágicas que cumplen diversas funciones. Aquella puerta te desmaterializa, ésta te permite viajar al pasado, la de más allá te abre, literalmente, la cabeza... El guión no pone límites a una fantasía desbordada y encuentra en el poderoso y limpio dibujo de Rodríguez su mejor aliado. Cualquier cosa que Hill imagina, el dibujante consigue representarla de forma limpia y directa. Esa mezcla explica la aparición de páginas espectaculares, como la del picado de la escultura fraccionada en tres viñetas, la doble con la representación de “La tempestad” o casi cualquiera de las splash del episodio con la lucha entre gigantes. Las ocurrencias de la serie son tan variadas y disparatadas que Rodríguez encuentra muchas ocasiones para lucirse. Y no desaprovecha ninguna: la madre alcohólica, el niño fantasma, los brutales asesinatos, la chica del pozo, la llave en la cabeza, el crío de los muñecos, etc. Es verdad que en ocasiones se abusa del recurso a la repetición de viñetas, que suele venir acompañado de cierta verborrea. Hacia el final, se estropea un poco el clímax porque los personajes tienden a hablar de más. Y Hill hasta se permite una suerte de parodia-homenaje con la célebre escena de “Carrie” escrita por su padre e inmortalizada por De Palma. Pero son pecadillos menores en un conjunto muy poderoso. Ojo al empleo de los tiempos y de los flash-backs. El argumento salta al pasado de algunos de los personajes, con el gran episodio del profesor afroamericano, que termina enlazando poéticamente con su inicio. Y también al pasado de la casa, en la época de la guerra de independencia americana. Esos retrocesos acaban interrelacionándose con las acciones en el presente de manera ingeniosa.
Son muchos los episodios memorables, como el de la gruta submarina, con una progresión dramática de libro y unos diálogos perfectamente escritos. O el de los cristales, con las viñetas que se fragmentan reflejando lo que explica el guión. O el homenaje a Calvin y Hobbes, con los fondos replicando a la tira de viñetas centrales, que se dispone en vertical, un verdadero prodigio visual que funciona a las mil maravillas. O el del ataque de las sombras contra las linternas, tan efectivo como terrorífico.
En fin, que nos encontramos ante un material imprescindible, que todo aficionado debería leer. No es redondo y algunos episodios pueden contener textos un tanto farragosos. Pero la media es inmejorable, de un nivel altísimo y, además, muy innovador, tanto por la inventiva de Hill como por la prodigiosa puesta en escena de Rodríguez.