Maeva Young. Madrid, 2018.
244 páginas, 15,10 euros
LA REINA RAINA
Los Premios Eisner llevan años reconociendo el talento de una joven autora. Ganó uno en 2011, otro en 2015 como creadora completa de guión y dibujo y un tercero en 2020. Su obra ha sido traducida casi en su totalidad al español y es muy recomendable.
¿Otro club de señoritas?
Aunque tiene otros trabajos anteriores, algunos tan exóticos como un episodio en X-Men, Raina Telgemeier captó la atención de los aficionados gracias a la serie de Ann M. Martin, “El Club de las canguro”. Trasladó al cómic cuatro de sus novelas y podría pensarse que, como no era la creadora de los argumentos originales, esas obras serían peores que sus posteriores novelas gráficas.
El primer tomo se centra en Kristy, la fundadora del club. Vemos cómo las chicas se relacionan con los diferentes niños que cuidan y se presenta a los personajes. Como temas de fondo encontramos una discusión entre amigas y la resistencia de Kristy a aceptar al nuevo novio de su madre.
En 2011 presentó “Sonríe”, su primera novela como autora completa, contando un episodio real de su infancia. Todos sus cómics se han centrado en el paso de la niñez a la adolescencia. Parece sentirse cómoda reviviendo esa “edad de la inocencia”. Pero si ya la enfermedad y la muerte estaban presentes en “El club de las canguros”, en “Sonríe” saltaban al primer plano al explicar su larguísima y dolorosa recuperación tras un accidente en el que se golpeó los dientes delanteros. Es el libro que todo odontólogo debería leer. Convertía la odisea dental en una excusa para reflexionar sobre los primeros intereses amorosos, la preocupación por la propia imagen, la mirada de los demás, etc. Una pieza para niños pero de una perfección sobrecogedora. Y que anunciaba lo que iba a ser su trayectoria posterior.
“Hermanas”, aparecido en 2014, llamaba la atención por su falsa simplicidad. A lo largo de un largo viaje por carretera se contaba la rivalidad entre Raina y su hermana pequeña, con la ayuda de numerosos flash-backs. Además abordaba el asunto de los miedos a partir de una anécdota recurrente que recuperaba al final. Como siempre, añadía densidad al relato con temas secundarios entre los que destacaba la distancia entre los padres de las protagonistas. “Hermanas” hablaba de cambio y adaptación pero también de los sentimientos que permanecen y nos atan a otras personas.
Además, empleaban el modelo clásico de Enid Blyton, de los Cinco a los Siete secretos, con un grupo de amigas viviendo emocionantes aventuras. Pero no era así. El dibujo puede resultar más irregular en algunos pasajes pero es tal la sabiduría narrativa de la autora, que enseguida nos olvidamos de la parte gráfica para centrarnos en unas historias perfectamente contadas.
Destaca su capacidad para entrelazar diferentes líneas argumentales en una estructura clara y precisa. Telgemeier nunca se va por las ramas. Puede abordar diversos asuntos y de hecho siempre lo hace, pero sabemos que cada una de las subtramas se cerrará con limpieza, que la principal se acelerará hacia el final y que la conclusión de todos los hilos sueltos será satisfactoria. En los últimos años tan solo los mangas parecían buscar el público infantil, centrados los autores en alcanzar a los mitificados “lectores adultos”. Lo que finalmente ha ocurrido es que los tebeos para adultos no han sido tan buenos como se nos prometió y que por el camino hemos perdido a los niños lectores. Se han realizado algunos experimentos para recuperarlos, como el excelente “Superman contra el Klan”.
En el pasado Disney nos brindó a grandes narradores como Carl Barks o Don Rosa, dos dibujantes de patos capaces de contar maravillosas historias. Y ahora tenemos a la Telgemeier. Cuenta aventuras de chavales de primaria, pequeñas anécdotas sobre los bebés que cuidan y los compañeros que les interesan, los estudios o los padres que se divorcian. Banalidades que en manos de una narradora con talento se convierten en sucesos extraordinarios.
Repasando los Premios Eisner que ha obtenido comprobamos algo: uno se lo concedieron en la categoría de “publicación para niños (kids)” y el otro en “publicación para chicos (teens)”. Lo que delata la engañosa apariencia de sus obras. Con un dibujo lleno de influencias manga, pero también con cierto aire al Max más simplificado, al que suma un color agradable y atmosférico, todo indica que nos encontramos ante obras pensadas para agradar a los más pequeños, sin complejidades narrativas, levemente educativas y ante todo entretenidas, divertimentos sin pretensiones. Y lo son, seguro que los lectores jóvenes pueden conectar con el trabajo de Raina, entenderlo y apreciarlo. Pero es mucho más. Ningún adulto se va a sentir decepcionado leyéndola, al contrario, se sorprenderán por lo sofisticado de la propuesta.
El primer tomo se centra en Kristy, la fundadora del club. Vemos cómo las chicas se relacionan con los diferentes niños que cuidan y se presenta a los personajes. Como temas de fondo encontramos una discusión entre amigas y la resistencia de Kristy a aceptar al nuevo novio de su madre.
El segundo nos cuenta la enfermedad de Stacey y lo que ocurre cuando sufres el ataque de la competencia. Otro grupo de chicas mayores funda una agencia de canguros y los problemas crecen.
El tercero se dedica a la tímida Mary Anne, que busca nuevas amigas y se enfrenta a su padre cuando considera que se preocupa en exceso por ella. La forma en que se desarrolla la subtrama con la antigua novia del padre es encantadora y encaja muy bien con el resto de historias.
El cuarto volumen es posiblemente el mejor y sin duda el más emotivo. Claudia, la asiática rebelde, parece casi lo contrario de su estudiosa hermana mayor. Pero cuando su abuela enferma todo se gira. En ese “mundo al revés” del que hablan los guionistas, la niña-trasto se transforma en responsable, desvelando la aparente falta de sentimientos de la mayor. La secuencia final en que ambas salen a pasear con su abuela al atardecer es de las más conmovedoras que recuerdo. Como en los casos anteriores, la historia central se entrelaza con otras secundarias, conformando una obra tan embriagadora como amable y cercana. Hay más adaptaciones del Club a cargo de otra dibujante, que no he podido leer todavía.
Autora total ¡con bracketts!
Autora total ¡con bracketts!
En 2011 presentó “Sonríe”, su primera novela como autora completa, contando un episodio real de su infancia. Todos sus cómics se han centrado en el paso de la niñez a la adolescencia. Parece sentirse cómoda reviviendo esa “edad de la inocencia”. Pero si ya la enfermedad y la muerte estaban presentes en “El club de las canguros”, en “Sonríe” saltaban al primer plano al explicar su larguísima y dolorosa recuperación tras un accidente en el que se golpeó los dientes delanteros. Es el libro que todo odontólogo debería leer. Convertía la odisea dental en una excusa para reflexionar sobre los primeros intereses amorosos, la preocupación por la propia imagen, la mirada de los demás, etc. Una pieza para niños pero de una perfección sobrecogedora. Y que anunciaba lo que iba a ser su trayectoria posterior.
“Drama”, de 2012, es para mi gusto su mejor trabajo hasta la fecha. Un poema de amor al teatro y una reflexión sobre la necesidad de encontrar nuestro lugar en el mundo. Como en toda compañía teatral, en la vida se pueden desempeñar diversos roles: algunos protagonistas, otros más discretos, todos necesarios. Parte del proceso de maduración consiste en encontrar ese espacio que nos corresponde. El alter-ego de la autora formaba parte de una nutrida compañía de personajes entre los que destacaban los gemelos. La forma en que Raina desarrollaba las relaciones entre los miembros de su troupe era sensible y encantadora.
“Hermanas”, aparecido en 2014, llamaba la atención por su falsa simplicidad. A lo largo de un largo viaje por carretera se contaba la rivalidad entre Raina y su hermana pequeña, con la ayuda de numerosos flash-backs. Además abordaba el asunto de los miedos a partir de una anécdota recurrente que recuperaba al final. Como siempre, añadía densidad al relato con temas secundarios entre los que destacaba la distancia entre los padres de las protagonistas. “Hermanas” hablaba de cambio y adaptación pero también de los sentimientos que permanecen y nos atan a otras personas.
“Fantasmas”, de 2016, era posiblemente su álbum mejor dibujado. Con referencias a los mundos de Miyazaki, se alejaba de sus territorios habituales entrando en lo fantástico con un tema similar al de la película de Disney “Coco”, estrenada el año siguiente. Un trabajo realmente bonito con un color encantador.
Finalmente, en 2017 presentó “Coraje”, su novela gráfica más pedagógica. Abordaba los problemas intestinales de la protagonista. Como no estaba claro si su origen era físico o psíquico o una mezcla de ambos, asistíamos al inevitable desfile de especialistas, que no acababan de dar con el diagnóstico adecuado, para desesperación de la joven paciente.
En todos los casos la aparente sencillez de las propuestas ocultaba en su interior refinados mecanismos narrativos, relaciones entre personajes diversos muy bien desarrolladas y abundantes niveles desde los que se abordaba la infancia como un espacio complejo y maravilloso. Se recuperaba una cierta idea de normalidad que parecía perdida para la ficción. Las familias de sus relatos estaban muy lejos de los disfuncionales Simpson. Si algo no iba bien, luchaban por arreglarlo. Los niños rogaban a sus madres que volvieran con su verdadero papá, las amigas se peleaban pero luego intentaban recomponer sus relaciones, los familiares se agrupaban en torno a la abuela enferma... Los lugares de juego o de estudio eran cercanos y confortables, aunque no se evitaban ciertas tensiones adolescentes en la descripción de los primeros juegos amorosos o por las envidias que se desataban en los pasillos del instituto o la escuela. En general ofrecía una visión acogedora de la niñez, como un espacio seguro donde los adultos cuidan de los niños, guiando sus pasos. Raina provoca una cálida nostalgia, sin renunciar a un realismo razonable. Hay una representación sensata de la variedad étnica que preside una sociedad multirracial como la norteamericana, pero no es algo sobre lo que se insista o que se subraye de manera forzada. Notamos que esa variedad provoca diferentes comportamientos culturales que son empleados con inteligencia en el relato. Y ya está. Lo mismo respecto a la diversidad sexual, un tema muy presente en “Drama” y que abordaba con especial sensibilidad y cuidado. Y por supuesto lo femenino, con su ración de lacitos, emotividad y parloteo, pero sin empachar y, al contrario, aportando verdad a las historias.
En fin, que Raina Telgemeir es mucho más que una autora para niños y que si le echan un vistazo me lo agradecerán.