Norma editorial, Barcelona, 2019
92 páginas, 22 euros
DENTRO DE LA PIRÁMIDE
Vuelven Blake y Mortimer, esta vez de la mano de uno de los dibujantes europeos más imaginativos, François Schuiten. El resultado es asombroso y deslumbrante.
La franquicia creada por Edgar P. Jacobs está disfrutando de una nueva existencia realmente llamativa.
Reconozco que nunca me interesó mucho la versión original. Jacobs sepultaba la magia que podían contener sus historias bajo toneladas de texto y una narrativa desganada. Pero desde que su editorial decidió que otros creadores continuaran las aventuras de sus personajes la cosa no ha hecho más que mejorar.
Destacan las entregas de Senté al guión y de Juillard al dibujo. Ahora le ha tocado el turno a Schuiten, un viejo conocido de los lectores, a quien descubrimos hace años en las páginas de la revista Totem y luego hemos seguido en sus diferentes publicaciones. Siempre había un abismo entre sus arrebatadoras propuestas gráficas y sus menguados argumentos. Si su carcasa visual es delicada, detalladísima y con ese encanto art nouveau que impregna todas sus creaciones, sus historias apenas constituían un encadenado de situaciones donde primaba el escenario sobre los personajes. Así que al final Schuiten se hojea más que se lee.
En esta ocasión no es que el guión sea una obra trascendental pero su falta de pretensiones y su sencillez consiguen que el ritmo no decaiga en ningún momento y se convierte en un buen vehículo para una gráfica deslumbrante.
El dibujante se hace acompañar de un cineasta, Van Dormael, y un escritor, Gunzig, y entre todos fabrican un gran entretenimiento lleno de momentos espectaculares. Todo el álbum es un gran homenaje a Bruselas y más concretamente a uno de sus edificios más icónicos, el Palacio de Justicia.
En esa mole delirante se desata un poder misterioso que afecta a toda la urbe hasta que las autoridades se ven obligadas a aislarlo.
Ese primer acto tiene un tono que casi nos recuerda al de la exitosa serie “Chernobil”, con esa amenaza invisible que nos alcanza y destruye sin que apenas nos demos cuenta. En el segundo acto se decide bombardear Bruselas pero los héroes temen que una deflagración nuclear provoque una reacción en cadena. Deciden volver a la ciudad para enfrentarse al misterio y, si es posible, contenerlo.
Tras muchas vicisitudes Mortimer vuelve al interior de ese edificio que contiene muchos más misterios de los imaginables. Algunos de los escenarios que Schuitten concibe y realiza con precisión son embriagadores, abrumadoramente fantásticos. Las andanzas por las transformadas calles de Bruselas son una maravilla, con los canales poblados por criaturas fabulosas y una nueva civilización creciendo entre las ruinas. Todo tiene un sabor clásico y al mismo tiempo resulta novedoso y fascinante. La forma en que enlazan el mundo egipcio de las aventuras tradicionales con la emigrante que lo representa en esta historia es inteligente, una actualización que no chirría.
Si la calidad del dibujante en la construcción de arquitecturas y escenografías se da por supuesta, debe destacarse la labor del colorista. Laurent Durieux es un ilustrador conocido por sus carteles para películas clásicas. Aquí da toda una lección de color. Creo que es uno de los comics mejor coloreados que he leído en mi vida. Atención a sus gamas de verdes, a sus rosas, a sus delicados violetas, a sus atmósferas nocturnas, a sus atardeceres… No se impone sino que acompaña con naturalidad al dibujante, realzando su trabajo y llenándolo de sentido. Es la obra de un virtuoso, su paleta es exquisita y espero que no sea esta la última vez que le veamos colaborando en un comic porque él solo consigue que el volumen alcance un nivel de calidad superior.
En conjunto un álbum excelente y totalmente recomendable.
Este vídeo no tiene que ver con "El último faraón", pero aparece Schuiten con Peeters: