192 páginas, 19,95 euros
NUEVOS HÉROES EN LA GALAXIA
Mark Millar sigue produciendo a su frenético ritmo habitual. Recientemente pudimos disfrutar su Huck, una revisión del mito de Superman. Y no se me ocurre mejor manera de empezar el año que zambulléndonos en su Empress.
Se ha convertido en una figura muy popular gracias en buena medida a las adaptaciones cinematográficas de sus tebeos, algunas de tanta calidad como Kingsman. Otras no tanto como Kick-Ass (el tebeo era mejor).
Tampoco podemos olvidar que es su trabajo el que en buena medida inspira la primera de las películas de Avengers y Capitán América Civil War.
Recientemente saltaba a todos los medios la noticia de que Netflix compraba su compañía, Millarworld, quedándose con los derechos de adaptación de sus obras a otros medios. Así que es probable que se convierta en una de las figuras dominantes en los mundos de fantasía que devoraremos en los próximos años. Esto lógicamente no le ha granjeado muchas simpatías y aquí y allá leemos comentarios sobre la mediocridad de su trabajo, su falta de imaginación o su incapacidad para tener una idea original. Y además es un facha. Doy por supuesto que quienes tales cosas afirman son los mismos que llevan décadas proclamando las bondades de Warren Ellis, Grant Morrison y alguno más que me callo. Autores todos ellos que me parecen auténticos petardos. Así que olvidémoslos y concentrémonos en Millar.
En los últimos años he tenido muchas oportunidades de mencionarlo. Casi todo lo que hace me entretiene y me emociona a partes iguales. Y además, tiene una idea clara del bien. No se ha dejado llevar por esa corriente que ha arrastrado a tantos guionistas hacia los abismos anti-heroicos, seducidos por el convencimiento de que el bien es aburrido y, ya saben, “las chicas malas van a cualquier parte”. Olvidaron contarles que normalmente van directas a los brazos de idiotas que las maltratarán. En fin, que los que estamos convencidos de que es bueno que los niños crean en los Reyes Magos disfrutamos como enanos con los mundos de Millar.
Y con su Empress nadie va a sentirse decepcionado. De nuevo, sus enemigos ya están señalando los parecidos con Star Wars y la voluntad del guionista de hacer pasta, como si creara pensando solo en las posibilidades audiovisuales de sus productos. Me parece que todo eso no tiene ninguna importancia. Veo la superproducción que podría hacerse con este comic pero también lo disfruto como lo que es: una actualización muy dinámica de Flash Gordon.
Si ya su colaboración en Starlight con Parlov suponía una reescritura del héroe de Raymond, aquí notamos que más allá de los enredos políticos y los vericuetos sentimentales de sus protagonistas, lo que le interesa a Millar es la sucesión de escenarios. Los mundos se acumulan con extraordinaria rapidez y solo un dibujante tan dotado como Stuart Immonen podría mantener ese vertiginoso ritmo. Sin inmutarse visualiza una miríada de universos mientras el sanguinario emperador persigue a su espantada familia de un extremo de la galaxia al otro. La factura global del comic es buenísima, gran entintado y mejor color. Todo funciona como un mecanismo bien engrasado: la historia no se permite un segundo de descanso, los personajes están bien construidos, el malo es aterrador y el final es adecuadamente inesperado.
Si les gustan las heroínas fuertes y decididas, aquí encontrarán una que les asombrará. No lo duden y pídanselo a sus majestades los reyes de oriente. Si han sido buenos seguro que se lo traen.