viernes, 30 de junio de 2017

COMICS PARA APRENDER Y DISFRUTAR

Desde que a mediados del pasado siglo Eisner pusiera los cimientos del comic entendido como herramienta pedagógica, han sido numerosos los autores que han transitado esa senda. Ahora nos llegan dos nuevos ejemplos.

El teatro del cuerpo humano de Maris Wicks, edita Norma
Maris Wicks
El teatro del cuerpo humano
Norma Editorial, 2017
234 páginas, 25 euros

Maris Wicks emplea a un esqueleto como presentador de su trabajo, un recorrido por las maravillas del cuerpo humano, del sistema óseo al nervioso, pasando por el respiratorio o el digestivo, entre otros. A pesar de su aspecto luminoso e infantil, el texto no pierde el necesario rigor científico y los diferentes apartados son abordados con detalle y también humor. En este género es muy importante encontrar un equilibrio entre textos e imágenes. Si no, es preferible usar solo ilustraciones. Wicks es muy consciente de ello y recurre a la eliminación de viñetas cuando no puede dramatizar lo que cuenta. Pero más allá de algunas splash básicamente descriptivas, casi todo se explica con pequeñas secuencias de tono divertido y ligero, que nos permiten descubrir, casi sin darnos cuenta, muchas cosas sobre nuestro sofisticado interior.

Un libro muy recomendable para leer en familia, perfecto para ser comentado por padres e hijos, que permite un primer acercamiento a asuntos complejos. Como ejemplo basta recordar el apartado dedicado a las bacterias, presentadas como “las coristas infecciosas”. Después de que esas chicas ligeras hayan descrito su comportamiento, se nos explica que no son tan malas como los virus, unos tipejos realmente desagradables.

Historias breves de objetos cotidianos de Andy Warner, Ediciones B comic
Andy Warner
Historias breves de objetos cotidianos
Ediciones B, 2017
222 páginas, 16 euros

Andy Warner  también emplea el humor en su libro de divulgación sobre algunos de los objetos que nos rodean haciéndonos la vida más fácil. En su caso prescinde del color, una herramienta que suaviza y aporta un tono más humorístico al libro sobre el cuerpo humano. Aquí es sustituido por grises que enfatizan el carácter periodístico de estos breves relatos históricos.

Por muy sorprendente y exagerado que nos parezca, todo lo que se nos cuenta es real. Warner divide su trabajo en ámbitos: el cuarto de baño, el salón, la oficina, la cafetería… Y luego, en esos espacios tanto públicos como privados, centra su atención en algunos de los elementos que los caracterizan. Ya sean juguetes, electrodomésticos o comida, el autor se asegura de que la anécdota que se esconde detrás de un simple lápiz sea jugosa y nos sorprenda.

No considero que sea un volumen para leer de un tirón, la cantidad de información que contiene es grande y puede acabar resultando abrumadora. Pero en pequeñas dosis es muy interesante y revelador. Por ejemplo llama la atención la presencia de un nutrido grupo de emprendedoras, mujeres con una idea y la capacidad de llevarla a cabo que en muchos casos se vieron frenadas por la incompetencia masculina y unas costumbres que no permitían prosperar ninguna iniciativa femenina. La moraleja es la facilidad con la que esas barreras y cortapisas fueron aplastadas por la voluntad de auténticas amazonas empresariales.

Historias breves de objetos cotidianos de Andy Warner,
Hay episodios realmente tronchantes, como el de la invención del edulcorante, con una serie de químicos probando combinaciones de sustancias de manera completamente alocada y que tiene una frase final muy lograda: “¡La química es deliciosa!”. El volumen se completa con algunos micropasajes en los que se aportan datos en una sola viñeta. Sobre todo tiene el valor de recordarnos el ingenio y el esfuerzo que encontramos tras objetos cotidianos, en algunos casos tan minúsculos como un clip.

En los márgenes de los capítulos aparecen con frecuencia los inversores y otras figuras no creativas, que suelen aprovecharse de los desvelos de los nobles inventores. También se reflexiona sobre los recorridos comerciales de algunos productos, como el Slinky, el muelle que baja solo las escaleras, que primero no se vendía nada y luego se convirtió en un éxito. En fin, si su hijo se ha vuelto loco y no quiere ser líder sindical de mayor sino empresario, este es el libro que debería comprarle. Ese pequeño bastardo se lo agradecerá.