252 páginas, 18 euros
SEGUNDO ACTO
Finalmente la aproximación de Alfonso Zapico a la revolución del 34 constará de tres volúmenes. Ahora se acaba de presentar el segundo y no peco de exagerado si afirmo que es uno de los grandes tebeos del año.
Ya era excelente el primer tomo y la segunda entrega no hace sino confirmar la calidad de este creador. Aborda un tema no muy tratado en la cada vez más extensa comicgrafía sobre la Guerra Civil, como son esos levantamientos previos, en Asturias y Barcelona sobre todo, que antecedieron al golpe que finalmente triunfó.
Esas intentonas del 34 normalmente son presentadas bajo un prisma diferente a la del 36: insurrecciones protagonizadas por el pueblo, bien guiado por un arrebato nacionalista, como en Cataluña, o movido por la miseria y las aspiraciones de mejora social, como en Asturias y otros puntos del país.
Lo cierto es que estas rebeliones obligaron al gobierno a reaccionar, dándose la paradoja de que quien iba a restablecer el orden democrático en el norte era el mismo Franco (entre otros) que dos años más tarde desataría la guerra civil. Todos estos son asuntos muy pantanosos y que me interesan muy poco. Quiero decir, tan poco como la guerra de Independencia o la reconquista, no soy un aficionado a los temas históricos, lo siento. Otra cosa es que me los cuenten de la manera amena y apasionada que emplea Zapico en su Balada.
El gran problema con nuestra guerra civil es que todavía se emplea como arma política, como excusa ideológica para desacreditar a unos u otros. Por eso no abundan las aproximaciones no voy a decir objetivas, pero sí al menos que mantengan un cierto equilibrio, que no reduzcan todo a los clásicos dos bandos de Lorca. Todos aquellos que durante años han despreciado el maniqueísmo de buenos y malos en los comics americanos de superhéroes, parecen ahora disfrutar leyendo historias en las que unos (los rojos) son unos santos laicos y los otros (los azules) unos malvados sin redención. Personalmente, acepto encantado el maniqueísmo en los personajes de ficción, pero lo rechazo cuando se supone que nos referimos a la realidad.
Tras la presentación de personajes en el primer tomo, con esa suerte de pareja a lo Romeo y Julieta, él hijo del patrono y ella de un líder minero, Zapico dedica el segundo volumen a la toma de Oviedo. Así que los amantes casi no se encuentran y el protagonismo se deriva hacia un colectivo, una multitud de pequeñas historias que explican el cerco de la ciudad por los mineros, un asunto de resonancias casi míticas en la región y que todavía hoy provoca escalofríos en la burguesía ovetense, al menos entre los que todavía no se han hecho de Podemos.
Era muy difícil contar esto bien pero el autor lo consigue. Por el camino, algunas secuencias impresionantes, tanto en el terreno emocional como en el plano narrativo. Como ejemplo de lo primero la escena del cura. Un personaje sin mayor protagonismo y no especialmente beato al que vienen a dar matarile sencillamente por llevar sotana. En muy pocas páginas Zapico dibuja un pasaje que pone los pelos de punta. Como muestra de su pericia con la puesta en escena elijo la secuencia en la que se explican las controversias entre los diferentes partidos (y partidas) que componen las huestes revolucionarias. Dos milicianos de guardia nocturna se ponen a hablar de lo mal que les caen los comunistas a los socialistas, los del pueblo de arriba a los del de abajo, los mineros a los campesinos, el hermano cura al hermano profesor, etc. Con apenas siluetas y mucho humor se define una situación muy compleja en un alarde de sencillez y eficacia narrativa.
Deliciosa es también la relación con los habitantes de la casa ocupada en Oviedo, sazonada con brillantes notas de humor. O el pasaje con la muerte del padre y el que se dispone justo a continuación, con la infame clave de su fortuna. Todo ello servido con un dibujo tan limitado como expresivo, que presta especial atención a los ambientes y las actuaciones de los personajes, muchos y muy bien diferenciados. Solo nos queda ya esperar por el tercer acto, esa entrada de Franco acompañado de sus tristemente célebres efectivos moros. Este no es que sea un tebeo bueno, ¡es imprescindible!