La selección de tebeos que citaré a continuación permite a los lectores viajar de una cultura a otra sin moverse de casa, basta con revisar los diferentes universos construidos con humildes viñetas.
DE LO RARO A LO MUY RARO
Empiezo por lo más alejado, Japón. Los maestros Koike y Kojima siguen con su “Hombre sediento”, que alcanza ya el cuarto volumen. Da igual que no entendemos la mitad de los líos políticos, todo se olvida cuando el protagonista despliega sus encantos y se le van echando novias asesinas encima. Una propuesta tan rara como fascinante.El mangaka más europeo, Taniguchi, firma un álbum que es todo un guiño a la cultura occidental: “Los guardianes del Louvre”. Sus acuarelas son tan encantadoras como siempre y algunos pasajes resultan conmovedores, como los que dedica a Van Gogh o Corot. No es una obra mayor, pero no hay Taniguchi malo (más o menos).
Sin movernos de Europa, “Aquiles Talón”, el clásico de Greg, llega al cuarto tomo de sus integrales, agudizando sus gags metalingüísticos.
Mitton, que no puede faltar en ninguna lista, firma el guión de “Atila”, un salvaje acercamiento a las hazañas del bárbaro. El dibujo corre a cargo de Bonnet, que hace lo que puede.
El inglés Bryan Talbot sigue produciendo nuevas aventuras de su excelente serie Grandville. “Noël”, el último episodio hasta la fecha, contiene una descripción impecable del funcionamiento de una secta.
Finalmente, Riad Sattouf ganó el premio a la mejor obra en Angulema con “El árabe del futuro”, una larga novela gráfica en la que explica los pormenores de su vida en diversos países de Oriente Medio. Tiene más interés como documento que por sus virtudes dramáticas.
Saltando el charco, desde América nos llegan nuevos recopilatorios entre los que destaca el dedicado a “Ka-Zar”. Los aficionados ya conocen los episodios dibujados por Kirby, Barry Smith, Kane o el gran John Buscema, pero siempre es agradable tenerlos agrupados para disfrutarlos de un tirón.
Otro clásico más irregular es Byrne, que pasó de ser lo más a finales del siglo XX para casi desvanecerse en el XXI. En 2010 publicó estas aventuras de uno de los personajes de la serie Star Trek, “Leonard McCoy, médico fronterizo”. Es un trabajo agradable y muy entretenido que se lee de un tirón.
De vuelta a casa, Gallardo presenta el segundo volumen dedicado a su hija. “María cumple 20 años” nos permite volver a asomarnos a las rutinas del autismo. Ya no se trata de una niña, su hija ha crecido y los problemas han cambiado. Como en el primer libro, mantiene un tono humorístico y relajado, pese a lo complicado de algunas de las anécdotas que se relatan. Especialmente emotivo resulta el final, donde se explica qué será de María cuando sus padres ya no estén cerca para ayudarla. Esto es algo más que un tebeo, es casi un ensayo y un panfleto, una denuncia y un poema, una declaración de amor paterno-filial y un gran canto a una vida que nunca es como la esperamos.
En cuanto a Mallorca, se mantiene la actividad comiquera. El apoyo del IEB ha facilitado la producción de la tercera muestra dedicada a los autores de las islas. Tras “Herois” y “Mar de fons” llega ahora “Trànsits”, nuevamente comisariada por Juan Roig. La exposición se presentó en el pasado Festival de Barcelona y ahora ha comenzado un largo paseo por Europa. Venía, como en los casos anteriores, acompañada por un catálogo que documenta el trabajo de la generación más joven de autores de las Baleares, una actualización del grupo que apareció en “Historietes”, hace ya casi diez años.
El IEB ha impulsado también otra producción muy especial, la adaptación de “Viaje a Cotiledonia”. Pere Joan ha sido el encargado y, según él mismo comentaba, el texto de Cristóbal Serra era inadaptable. Al menos, según los usos habituales. Así que Pere ha sorteado con habilidad las rutinas narrativas convencionales, ajustando su puesta en escena a la florida prosa y a las intrincadas descripciones que conforman el material de partida. Serra es un escritor muy culto y su densa escritura no puede reducirse fácilmente.
Cotiledonia es un trasunto de Mallorca y se reconocen en algunas de sus tribus paralelismos con ciertas costumbres isleñas. Pero esa comparación no agota los significados del texto original, preñado de resonancias clásicas, barrocas. Hay algo recargado pero hermoso en cada párrafo y Pere Joan ha sabido respetarlo, permitiendo que sus dibujos acompañaran a las palabras de Serra, sin taparlas ni sustituirlas más de lo imprescindible. En el terreno puramente gráfico, el dibujante abandona sus tonos más cálidos y luminosos (que recientemente pudimos disfrutar en su aproximación a la Serra de Tramuntana) y adopta una paleta más lúgubre, con tierras, rojizos, berenjenas y grises que remitirían a una Mallorca invernal, apagada. Esos colores envuelven un dibujo al borde de la descomposición, una tentación que Pere Joan ha ido exacerbando en los últimos años. Lo amorfo, que al principio de su carrera aparecía encarnado en la rotunda volumetría de Michelín, se plasma ahora a través de los trajes tradicionales, con esos pantalones abombachados y esas faldas amplias que destruyen la figura y convierten la carne en barro, en arcilla esencial. “Viaje a Cotiledonia” no es una lectura fácil, pero tiene el aroma de lo muy raro, nos conduce a otro mundo donde reinan los embriagadores textos de Serra y las terrosas figuras de Pere Joan, un viaje que merece la pena.